Domingo 14 de agosto + Lucas 12, 49-53 + XX Domingo durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 12, 49-53:
¿Por dónde empezar cuando las palabras de Jesús son tan difíciles a veces? ¿Por dónde empezar cuando estamos tan acostumbrados a escuchar de sus labios hablar de paz y cuando todos nosotros necesitamos la paz interior, en nuestras familias, en la sociedad, en nuestros países? ¿Quién desea la guerra y la división? Solo puede desear la guerra y la división aquellos que piensan que aplastar a los otros es el camino de la paz, puro engaño e ilusión. Sin embargo, hoy Jesús, mientras va camino a Jerusalén en donde entregará su vida por nosotros y nos dará la paz, en donde será maltratado por odio a la verdad, nos habla de que vino traer fuego al mundo, pero que será un fuego que dividirá, inevitablemente producirá la división.
Antes de pensar y rezar con lo que Jesús dice hoy, pensemos en lo que vivimos hoy. Pensemos en nuestras familias, en nuestros trabajos, pensemos en el mundo que vivimos, en los ambientes que nos movemos. ¿No es verdad que muchas veces nuestras propias familias están divididas o enfrentadas por la fe y, en el fondo, por el mismo Jesús que nos ha dado la fe? Todavía no hagamos valoraciones, o sea, juzgar si está bien o mal esto que nos pasa o que pasa, sino más bien aceptemos este hecho, simplemente pasa, nos guste o no. Cada uno tendrá en qué pensar, tenemos para entretenernos, pero hay que reconocer que salvo pequeñas excepciones, en nuestras propias familias tenemos quienes buscan amar a Jesús y quienes son indiferentes; tenemos quienes nos aceptan por ser lo que somos y queremos ser y quienes nos rechazan justamente por ser lo que somos y queremos ser; tenemos quienes nos acompañan en nuestros deseos de servir más al Señor y a la Iglesia y quienes se nos burlan por estar cerca de él y de su Iglesia. Diríamos nosotros que tenemos de todo, de todo un poco: los que creen y los que no creen, los que creen a su manera y los que creen como quiere Jesús, los que se «la creen» por creer y los que se jactan de no creer. Al mismo tiempo es extraño, pero hoy todo se tolera, pero cuidado, hasta ahí nomás. Se tolera lo que se quiere tolerar, se tolera lo que conviene para no hacer relucir la verdad.
El mundo está un poco loco. La dictadura del relativismo, como lo profetizó de una manera tan elocuente el papa Benedicto XVI, reina hoy más que nunca. En este mundo de hoy, en el que supuestamente está todo bien «si te hace feliz», en el que supuestamente sos libre y se «respeta todo», en donde cada uno puede hacer lo que quiera con su vida mientras no moleste al vecino… bueno, en este mundo tan libre y supuestamente civilizado, Jesús es el único que es relegado de la realidad social y nadie sale a «hacer una marcha» para defenderlo. Es raro, muy raro, pero tenemos que aceptarlo. La presencia de Cristo en este mundo, en tu vida y la mía, si es sincera y profunda, no pasa indiferente, no genera siempre lo que desearíamos que genere, paz y armonía. Pareciera ser que todo es aceptable, todo se tiene que tolerar, menos a Jesús que es el amor mismo, menos la fe en él. Y es por eso que una madre se puede preocupar si su hijo «reza demasiado», como me dijo una madre una vez, me acuerdo: «Padre, estoy muy preocupada, mi hijo reza arrodillado al lado de la cama, no sé qué le pasa, parece más que un cura». Por dentro yo pensaba: ¿Se pondrá tan mal si su hijo se la pasa arrodillado frente a un televisor, frente a un cantante, frente a un ídolo de este mundo pasajero y engañoso, dedicándole tiempo, esfuerzo y dinero? ¿Por qué estar al lado de Jesús produce a veces tantas preocupaciones y rechazo? ¿Por qué estar cerca de Jesús produce tanta división? Podés ser fanático y vicioso de cualquier cosa en este mundo, ahora… si estás rezando mucho, si estás cerca de la Iglesia, sos fanático, sos un poco exagerado, sos –aunque suena feo decirlo, pero así se dice por acá– «chupacirios», sos «demasiado católico». Cuidado, que «mucho Jesús» te va a hacer mal, es casi el lema tácito del pensamiento de este mundo, incluso dentro de muchos que se llaman cristianos.
¿Por dónde empezar cuando las palabras de Jesús son tan difíciles a veces? ¿Por dónde empezar cuando estamos tan acostumbrados a escuchar de sus labios hablar de paz y cuando todos nosotros necesitamos la paz interior, en nuestras familias, en la sociedad, en nuestros países? ¿Quién desea la guerra y la división? Solo puede desear la guerra y la división aquellos que piensan que aplastar a los otros es el camino de la paz, puro engaño e ilusión. Sin embargo, hoy Jesús, mientras va camino a Jerusalén en donde entregará su vida por nosotros y nos dará la paz, en donde será maltratado por odio a la verdad, nos habla de que vino traer fuego al mundo, pero que será un fuego que dividirá, inevitablemente producirá la división.
Antes de pensar y rezar con lo que Jesús dice hoy, pensemos en lo que vivimos hoy. Pensemos en nuestras familias, en nuestros trabajos, pensemos en el mundo que vivimos, en los ambientes que nos movemos. ¿No es verdad que muchas veces nuestras propias familias están divididas o enfrentadas por la fe y, en el fondo, por el mismo Jesús que nos ha dado la fe? Todavía no hagamos valoraciones, o sea, juzgar si está bien o mal esto que nos pasa o que pasa, sino más bien aceptemos este hecho, simplemente pasa, nos guste o no. Cada uno tendrá en qué pensar, tenemos para entretenernos, pero hay que reconocer que salvo pequeñas excepciones, en nuestras propias familias tenemos quienes buscan amar a Jesús y quienes son indiferentes; tenemos quienes nos aceptan por ser lo que somos y queremos ser y quienes nos rechazan justamente por ser lo que somos y queremos ser; tenemos quienes nos acompañan en nuestros deseos de servir más al Señor y a la Iglesia y quienes se nos burlan por estar cerca de él y de su Iglesia. Diríamos nosotros que tenemos de todo, de todo un poco: los que creen y los que no creen, los que creen a su manera y los que creen como quiere Jesús, los que se «la creen» por creer y los que se jactan de no creer. Al mismo tiempo es extraño, pero hoy todo se tolera, pero cuidado, hasta ahí nomás. Se tolera lo que se quiere tolerar, se tolera lo que conviene para no hacer relucir la verdad.
El mundo está un poco loco. La dictadura del relativismo, como lo profetizó de una manera tan elocuente el papa Benedicto XVI, reina hoy más que nunca. En este mundo de hoy, en el que supuestamente está todo bien «si te hace feliz», en el que supuestamente sos libre y se «respeta todo», en donde cada uno puede hacer lo que quiera con su vida mientras no moleste al vecino… bueno, en este mundo tan libre y supuestamente civilizado, Jesús es el único que es relegado de la realidad social y nadie sale a «hacer una marcha» para defenderlo. Es raro, muy raro, pero tenemos que aceptarlo. La presencia de Cristo en este mundo, en tu vida y la mía, si es sincera y profunda, no pasa indiferente, no genera siempre lo que desearíamos que genere, paz y armonía. Pareciera ser que todo es aceptable, todo se tiene que tolerar, menos a Jesús que es el amor mismo, menos la fe en él. Y es por eso que una madre se puede preocupar si su hijo «reza demasiado», como me dijo una madre una vez, me acuerdo: «Padre, estoy muy preocupada, mi hijo reza arrodillado al lado de la cama, no sé qué le pasa, parece más que un cura». Por dentro yo pensaba: ¿Se pondrá tan mal si su hijo se la pasa arrodillado frente a un televisor, frente a un cantante, frente a un ídolo de este mundo pasajero y engañoso, dedicándole tiempo, esfuerzo y dinero? ¿Por qué estar al lado de Jesús produce a veces tantas preocupaciones y rechazo? ¿Por qué estar cerca de Jesús produce tanta división? Podés ser fanático y vicioso de cualquier cosa en este mundo, ahora… si estás rezando mucho, si estás cerca de la Iglesia, sos fanático, sos un poco exagerado, sos –aunque suena feo decirlo, pero así se dice por acá– «chupacirios», sos «demasiado católico». Cuidado, que «mucho Jesús» te va a hacer mal, es casi el lema tácito del pensamiento de este mundo, incluso dentro de muchos que se llaman cristianos.
¿Esto es de ahora? No, es de siempre, desde que «el fuego» vino a la tierra y enamoró a algunos y puso en evidencia a otros.
Jesús vino a la tierra. Él es el fuego que ilumina y purifica. Él es el fuego que con su luz muestra el camino del bien y pone en evidencia lo que estaba oscuro. Jesús viene a traer la paz que proviene de la lucha interior que debemos librar día a día por amarlo en un mundo que no lo ama, que es indiferente y que muchas veces lo rechaza por ser la Verdad y mostrar la verdad. Jesús es el fuego que viene a enamorarnos para que no tengamos miedo al rechazo de los que todavía no lo conocen, porque lo rechazan o no lo aman, no siempre por maldad, sino porque en realidad todavía no lo conocen, no te inquietes, no lo conocen. Tus hijos todavía no lo conocen, tu esposo, tu esposa no lo conoce, por eso lo rechazan. Por eso, no te preocupes si tu padre, tu madre, tu hijo o tu hija, tu suegra o tu nuera no te entienden o no siguen el mismo camino. ¿Vos estás feliz con Jesús? Esa es la pregunta clave. Preguntémonos esto: ¿estás feliz con Jesús? ¿Estamos felices con él? Respondámonos a nosotros mismos. Si estamos feliz con él, luchemos para lograr la paz del corazón que proviene de amarlo a él e incluso amar a todos los que no lo aman. Esa es la paz que viene a traer Jesús, que solo se consigue con la guerra interior, venciendo nuestra falta de amor, nuestra falta de búsqueda de verdad y de belleza. Algo del Evangelio de hoy parece difícil pero es la verdad.
Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Jesús vino a la tierra. Él es el fuego que ilumina y purifica. Él es el fuego que con su luz muestra el camino del bien y pone en evidencia lo que estaba oscuro. Jesús viene a traer la paz que proviene de la lucha interior que debemos librar día a día por amarlo en un mundo que no lo ama, que es indiferente y que muchas veces lo rechaza por ser la Verdad y mostrar la verdad. Jesús es el fuego que viene a enamorarnos para que no tengamos miedo al rechazo de los que todavía no lo conocen, porque lo rechazan o no lo aman, no siempre por maldad, sino porque en realidad todavía no lo conocen, no te inquietes, no lo conocen. Tus hijos todavía no lo conocen, tu esposo, tu esposa no lo conoce, por eso lo rechazan. Por eso, no te preocupes si tu padre, tu madre, tu hijo o tu hija, tu suegra o tu nuera no te entienden o no siguen el mismo camino. ¿Vos estás feliz con Jesús? Esa es la pregunta clave. Preguntémonos esto: ¿estás feliz con Jesús? ¿Estamos felices con él? Respondámonos a nosotros mismos. Si estamos feliz con él, luchemos para lograr la paz del corazón que proviene de amarlo a él e incluso amar a todos los que no lo aman. Esa es la paz que viene a traer Jesús, que solo se consigue con la guerra interior, venciendo nuestra falta de amor, nuestra falta de búsqueda de verdad y de belleza. Algo del Evangelio de hoy parece difícil pero es la verdad.
Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Lunes 15 de agosto + Solemnidad de la Virgen María † Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 1, 39-56:
Qué lindo empezar este día con esta fiesta tan importante de la Santísima Virgen, madre de Jesús, Madre de Dios y madre nuestra, madre de toda la Iglesia.
Para nosotros María es el camino más seguro, más corto y más rápido para llegar a Jesús, tan sencillo y lindo como eso, aunque a algunos les cueste comprenderlo.
Una vez alguien me dijo, no con mala intención, pero no se dio cuenta lo que decía: «Padre, si no fuera por la Virgen no se irían tanto algunas personas de la Iglesia, no nos criticarían tanto las otras iglesias cristianas, no nos acusarían de adorarla» Casi como queriendo que no esté tan presente en nuestra devoción porque «hace» que algunos no nos quieran o comprendan. Entendí lo que me quiso decir, pero sin querer no se dio cuenta que le faltó una parte de la verdad. Creo que en el fondo lo dijo un poco por el cansancio a tantas críticas, que a veces con algo de razón nos hacen a los católicos, diciendo que «adoramos» a María y nos olvidamos de Jesús, lo habrás escuchado muchas veces. Ahora… ¿de quién es el problema, de María o nuestro? Evidentemente es nuestro. ¿Cómo vamos a echarle la culpa justamente a la que nos trajo la Vida, la que nos trajo a Jesús? María es la «pequeña servidora» de Jesús, por supuesto que lo último que desea es que nos quedemos en Ella, y lo único que quiere es que amemos a Jesús. Todas las desviaciones corren por cuenta nuestra, y todas las malas interpretaciones a lo que «hacemos» los católicos, corren por cuenta de los que nos critican y no saben comprender la verdadera misión de María en la Iglesia.
Después de pensar le contesté a esa persona: ¿Vos sabés lo que sería de nuestra fe sin la presencia de la Virgen? Si vamos a la superficialidad del número, de la cantidad, te digo que… ¡¡¡Sin María, seríamos muchos menos!!! La verdad es que seríamos muchos menos. Porque María, la virgencita, está en Cuerpo y Alma en el cielo, está resucitada al lado de Jesús y no hace otra cosa que buscar día a día que el rebaño de Jesús no se disperse, no se pierda. Como Madre silenciosa, paciente, perseverante y entregada, está velando para que nunca nos alejemos de Él, para que siempre nos levantemos, para que nunca nos cansemos. Por más que muchos no entiendan nuestra devoción a la Virgen, por más que muchos la malinterpreten, por más que muchos católicos no la tengan tan en cuenta o incluso algunos «exageren», por decirlo de alguna manera, María está y estará siempre y Ella es la «bendita entre todas las mujeres» nacida en esta tierra.
Para ir terminando, te cuento algo que me pasó una vez, creo que ya lo conté alguna vez, pero ayuda –en este día tan importante– a que reflexionemos sobre la importancia de la presencia de la Virgen María en nuestra vida, en la vida de la Iglesia, la importancia y la fuerza de su intercesión, de lo que significa tener una Madre en el cielo, algo que no podemos minimizar y está dentro del plan de salvación de Dios.
Fui a dar un responso a un hospital porque acababa de morir una señora mayor. Su familia estaba al lado de la cama y su marido estaba destrozado, arrodillado al lado de la cama mientras yo le daba el responso. Nunca había visto a un hombre tan quebrado. Me partía el alma verlo como sufría por ver partir a su mujer. ¡Cuánto la amaba y como se notaba! Al final del responso pensé en rezarle a la Virgen, siempre lo hago porque es una promesa que le hice a Ella, rezar tres avemarías cada vez que despida a un difunto, aunque no lo conozca. Este hombre estaba arrodillado con la cabeza apoyada en el colchón sin poder levantarla agarrando la mano de su mujer; en ese momento empecé a rezar el Ave María junto con toda la familia todos de la mano y al empezar a decir: «Dios te salve María llena eres de gracia...», el hombre se empezó a levantar, empezó a levantar la cabeza y intentó a hacer fuerza con sus brazos en el colchón para levantarse… y se levantó, le tomó la mano a su mujer y rezó junto a ella, rezó de pie con nosotros el Ave María.
Qué lindo empezar este día con esta fiesta tan importante de la Santísima Virgen, madre de Jesús, Madre de Dios y madre nuestra, madre de toda la Iglesia.
Para nosotros María es el camino más seguro, más corto y más rápido para llegar a Jesús, tan sencillo y lindo como eso, aunque a algunos les cueste comprenderlo.
Una vez alguien me dijo, no con mala intención, pero no se dio cuenta lo que decía: «Padre, si no fuera por la Virgen no se irían tanto algunas personas de la Iglesia, no nos criticarían tanto las otras iglesias cristianas, no nos acusarían de adorarla» Casi como queriendo que no esté tan presente en nuestra devoción porque «hace» que algunos no nos quieran o comprendan. Entendí lo que me quiso decir, pero sin querer no se dio cuenta que le faltó una parte de la verdad. Creo que en el fondo lo dijo un poco por el cansancio a tantas críticas, que a veces con algo de razón nos hacen a los católicos, diciendo que «adoramos» a María y nos olvidamos de Jesús, lo habrás escuchado muchas veces. Ahora… ¿de quién es el problema, de María o nuestro? Evidentemente es nuestro. ¿Cómo vamos a echarle la culpa justamente a la que nos trajo la Vida, la que nos trajo a Jesús? María es la «pequeña servidora» de Jesús, por supuesto que lo último que desea es que nos quedemos en Ella, y lo único que quiere es que amemos a Jesús. Todas las desviaciones corren por cuenta nuestra, y todas las malas interpretaciones a lo que «hacemos» los católicos, corren por cuenta de los que nos critican y no saben comprender la verdadera misión de María en la Iglesia.
Después de pensar le contesté a esa persona: ¿Vos sabés lo que sería de nuestra fe sin la presencia de la Virgen? Si vamos a la superficialidad del número, de la cantidad, te digo que… ¡¡¡Sin María, seríamos muchos menos!!! La verdad es que seríamos muchos menos. Porque María, la virgencita, está en Cuerpo y Alma en el cielo, está resucitada al lado de Jesús y no hace otra cosa que buscar día a día que el rebaño de Jesús no se disperse, no se pierda. Como Madre silenciosa, paciente, perseverante y entregada, está velando para que nunca nos alejemos de Él, para que siempre nos levantemos, para que nunca nos cansemos. Por más que muchos no entiendan nuestra devoción a la Virgen, por más que muchos la malinterpreten, por más que muchos católicos no la tengan tan en cuenta o incluso algunos «exageren», por decirlo de alguna manera, María está y estará siempre y Ella es la «bendita entre todas las mujeres» nacida en esta tierra.
Para ir terminando, te cuento algo que me pasó una vez, creo que ya lo conté alguna vez, pero ayuda –en este día tan importante– a que reflexionemos sobre la importancia de la presencia de la Virgen María en nuestra vida, en la vida de la Iglesia, la importancia y la fuerza de su intercesión, de lo que significa tener una Madre en el cielo, algo que no podemos minimizar y está dentro del plan de salvación de Dios.
Fui a dar un responso a un hospital porque acababa de morir una señora mayor. Su familia estaba al lado de la cama y su marido estaba destrozado, arrodillado al lado de la cama mientras yo le daba el responso. Nunca había visto a un hombre tan quebrado. Me partía el alma verlo como sufría por ver partir a su mujer. ¡Cuánto la amaba y como se notaba! Al final del responso pensé en rezarle a la Virgen, siempre lo hago porque es una promesa que le hice a Ella, rezar tres avemarías cada vez que despida a un difunto, aunque no lo conozca. Este hombre estaba arrodillado con la cabeza apoyada en el colchón sin poder levantarla agarrando la mano de su mujer; en ese momento empecé a rezar el Ave María junto con toda la familia todos de la mano y al empezar a decir: «Dios te salve María llena eres de gracia...», el hombre se empezó a levantar, empezó a levantar la cabeza y intentó a hacer fuerza con sus brazos en el colchón para levantarse… y se levantó, le tomó la mano a su mujer y rezó junto a ella, rezó de pie con nosotros el Ave María.
Fue maravilloso, emocionante, descubrí que en ese momento la Virgen le dio fuerza, lo levantó, él no podía, no tenía fuerza, estaba destrozado, sin esperanza y ese simple gesto y la presencia de la Virgen sé que le ayudó.
No te olvides de la presencia de la Virgen en tu vida, Ella está junto a Jesús en el cielo, en cuerpo y alma, para interceder por nosotros y es Madre, siempre, aunque nos olvidemos, y como Madre nos cuida y nos protege hasta que Jesús nos llame ante su presencia.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
No te olvides de la presencia de la Virgen en tu vida, Ella está junto a Jesús en el cielo, en cuerpo y alma, para interceder por nosotros y es Madre, siempre, aunque nos olvidemos, y como Madre nos cuida y nos protege hasta que Jesús nos llame ante su presencia.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Martes 16 de agosto + XX Martes durante el año + Memoria de san Roque + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 23-30
Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos».
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible».
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros».
Palabra del Señor.
Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos».
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible».
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 19, 23-30:
Cuando en nuestra vida experimentamos contradicciones de propios y ajenos; cuando nos damos cuenta de que la mentalidad de este mundo es hostil y rechaza el amor y la verdad de Jesús; cuando en nuestros propios hogares y familias vivenciamos que a muchos les molesta que amemos a Dios sobre todas las cosas y pongamos a Jesús antes que a otros; no debemos olvidar que al mismísimo Dios en la tierra y a sus apóstoles después, les pasó lo mismo. Consuela mucho recordar, no olvidar, que la verdad siempre fue rechazada en la historia de la humanidad, porque el ser humano prefiere escaparle y cambiarla por otras cosas, porque esa elección requiere esfuerzo y sacrificio y, por lo tanto, elige andar tras verdades efímeras y pasajeras, que en el fondo no son verdades, como lo es una ideología, una política, un personaje cualquiera, y así podríamos seguir. Elegir a Jesús trae consecuencias, de las más lindas que podamos imaginar, pero al mismo tiempo trae dificultades, de las más absurdas que podamos imaginar, porque el mundo que no cree, y algunos que dicen creer, en el fondo, no creen profundamente y prefieren vivir en su comodidad.
Yendo a Algo del Evangelio de hoy, difícilmente podremos comprender estas palabras de Jesús si no dejamos que Él fije su mirada en nosotros y nos diga esta frase de hoy tan importante: «Para el hombre todo esto es imposible, pero para Dios todo es posible».
Para Dios es posible que empecemos a comprender que nuestra riqueza más grande no pasa por las cosas que tenemos, y no importa cuánto tengamos; no es por la cantidad de bienes que poseamos sino por el apego que les tenemos. Podemos tener muy poco y ser muy ricos o podemos tener mucho y también ser ricos; o al revés podemos ser pobres materialmente y tener una pobreza del corazón que nos permita ser generosos o podemos ser ricos y también ser muy generosos. Ahora es verdad que, teniendo mucho, es muy difícil ser pobre de corazón; por eso «es muy difícil, dice Jesús; que un rico entre en el Reino de los Cielos», que un rico comprenda esta relación de amor que es el Reino de los Cielos; porque Jesús hoy no se refiere solamente a salvarse para llegar al cielo cuando uno muera, sino se refiere al hoy, al aquí y ahora.
El que es rico de corazón teniendo mucho o poco, está encerrado en sí mismo, es egoísta, no puede ver más allá de sus deseos y sus deseos son siempre pasajeros, y cuando los sacia ya quiere saciar otros, pero centrándose en sí mismo, no en los demás.
Ahí está el punto clave de la pobreza de corazón: buscar saciar las necesidades de los otros y no únicamente las mías. Y entonces el rico de corazón y el que es rico materialmente no puede vivir esta relación de amor que es el Reino de los Cielos, que en nuestra vida se traduce en hacer la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que levantemos la cabeza y nos demos cuenta que a otros no les tocó lo mismo que a nosotros, que otros la están pasando peor y sufren mucho más; y que si somos generosos descubriremos y poseeremos la verdadera riqueza que tiene que ver con abrir nuestra vida a los demás, no sólo dándonos nosotros mismos sino también compartiendo cosas que tenemos. ¿Cuántas cosas tenemos guardadas?, ¿Cuántas cosas no las usamos? ¿Cuántas cosas hemos comprado pensando que eran absolutamente necesarias y están guardadas? ¡Cuánta riqueza tenemos todos!; tanto ricos como pobres y aun teniéndola no somos capaces de mirar la necesidad del otro.
Hoy Jesús nos invita a eso, a que nos demos cuenta que todos somos un poco ricos de corazón y nos cuesta levantar la cabeza y mirar la necesidad de los demás. ¿Te imaginás cómo sería nuestra vida y nuestra sociedad si fuésemos un poco más pobres de corazón?
Pero bueno, acordate, acordémonos que para Dios todo es posible, es posible que hoy seamos un poco más generosos, es posible que hoy abramos nuestro interior y la riqueza que hay en él a los demás, es posible también que compartamos algo de lo mucho que materialmente tenemos.
Cuando en nuestra vida experimentamos contradicciones de propios y ajenos; cuando nos damos cuenta de que la mentalidad de este mundo es hostil y rechaza el amor y la verdad de Jesús; cuando en nuestros propios hogares y familias vivenciamos que a muchos les molesta que amemos a Dios sobre todas las cosas y pongamos a Jesús antes que a otros; no debemos olvidar que al mismísimo Dios en la tierra y a sus apóstoles después, les pasó lo mismo. Consuela mucho recordar, no olvidar, que la verdad siempre fue rechazada en la historia de la humanidad, porque el ser humano prefiere escaparle y cambiarla por otras cosas, porque esa elección requiere esfuerzo y sacrificio y, por lo tanto, elige andar tras verdades efímeras y pasajeras, que en el fondo no son verdades, como lo es una ideología, una política, un personaje cualquiera, y así podríamos seguir. Elegir a Jesús trae consecuencias, de las más lindas que podamos imaginar, pero al mismo tiempo trae dificultades, de las más absurdas que podamos imaginar, porque el mundo que no cree, y algunos que dicen creer, en el fondo, no creen profundamente y prefieren vivir en su comodidad.
Yendo a Algo del Evangelio de hoy, difícilmente podremos comprender estas palabras de Jesús si no dejamos que Él fije su mirada en nosotros y nos diga esta frase de hoy tan importante: «Para el hombre todo esto es imposible, pero para Dios todo es posible».
Para Dios es posible que empecemos a comprender que nuestra riqueza más grande no pasa por las cosas que tenemos, y no importa cuánto tengamos; no es por la cantidad de bienes que poseamos sino por el apego que les tenemos. Podemos tener muy poco y ser muy ricos o podemos tener mucho y también ser ricos; o al revés podemos ser pobres materialmente y tener una pobreza del corazón que nos permita ser generosos o podemos ser ricos y también ser muy generosos. Ahora es verdad que, teniendo mucho, es muy difícil ser pobre de corazón; por eso «es muy difícil, dice Jesús; que un rico entre en el Reino de los Cielos», que un rico comprenda esta relación de amor que es el Reino de los Cielos; porque Jesús hoy no se refiere solamente a salvarse para llegar al cielo cuando uno muera, sino se refiere al hoy, al aquí y ahora.
El que es rico de corazón teniendo mucho o poco, está encerrado en sí mismo, es egoísta, no puede ver más allá de sus deseos y sus deseos son siempre pasajeros, y cuando los sacia ya quiere saciar otros, pero centrándose en sí mismo, no en los demás.
Ahí está el punto clave de la pobreza de corazón: buscar saciar las necesidades de los otros y no únicamente las mías. Y entonces el rico de corazón y el que es rico materialmente no puede vivir esta relación de amor que es el Reino de los Cielos, que en nuestra vida se traduce en hacer la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que levantemos la cabeza y nos demos cuenta que a otros no les tocó lo mismo que a nosotros, que otros la están pasando peor y sufren mucho más; y que si somos generosos descubriremos y poseeremos la verdadera riqueza que tiene que ver con abrir nuestra vida a los demás, no sólo dándonos nosotros mismos sino también compartiendo cosas que tenemos. ¿Cuántas cosas tenemos guardadas?, ¿Cuántas cosas no las usamos? ¿Cuántas cosas hemos comprado pensando que eran absolutamente necesarias y están guardadas? ¡Cuánta riqueza tenemos todos!; tanto ricos como pobres y aun teniéndola no somos capaces de mirar la necesidad del otro.
Hoy Jesús nos invita a eso, a que nos demos cuenta que todos somos un poco ricos de corazón y nos cuesta levantar la cabeza y mirar la necesidad de los demás. ¿Te imaginás cómo sería nuestra vida y nuestra sociedad si fuésemos un poco más pobres de corazón?
Pero bueno, acordate, acordémonos que para Dios todo es posible, es posible que hoy seamos un poco más generosos, es posible que hoy abramos nuestro interior y la riqueza que hay en él a los demás, es posible también que compartamos algo de lo mucho que materialmente tenemos.
Probemos hoy ser un poco más generosos; el que se abre a los demás, el santo, el que busca la voluntad de Dios, tiene muchas casas, muchos hermanos y hermanas, muchos padres y madres, muchos hijos y muchas cosas... Porque es muy generoso y cuando se es generoso, se tiene mucho más.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
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