Escuchamos lo que queremos escuchar, lo que nos gusta y no escuchamos lo que sigue, o sea, eso que nos ayudaría a entender lo que escuchamos al principio; esto tiene que ver con lo que dijimos al comienzo con respecto a que la palabra es un organismo vivo. El corazón es sensible y provoca que los oídos se cierren inmediatamente o, al contrario, se abran increíblemente. A mí ese día se me cerraron por ser prejuicioso. ¿Te pasó alguna vez? Hay que escuchar todo. Te aconsejo esto. Hay que escuchar todo y aprender a sacar lo mejor.
¿Qué es lo que el sacerdote quiso decir ese día? Para mí, tiene que ver con lo de Jesús. Creo que quiso decir lo que Jesús nos dice, pero lo dijo de otra manera. «Ámense porque yo los amo como amigos, aunque ustedes a veces no se comporten como amigos. Ámense porque yo los amé primero. Ámense porque yo les di una dignidad que nadie les podrá dar. Ámense, sí, es verdad, se los mando, pero se los mando habiendo amado en realidad, habiendo dado la vida por ustedes». Esto es imposible y es una utopía, si nos lo hubiese mandado alguien esto que no lo haya vivido antes. Esto sería una locura si pensáramos que amar así puede salir espontáneamente de nuestro corazón. Solo puede amar así quien descubre que hay alguien que siempre lo llamará «amigo» pase lo que pase. Para nuestro Maestro, todos somos sus amigos, hasta los enemigos. Por todos dio la vida, incluso hasta por aquellos que lo despreciaron y desprecian. ¿Entendemos la diferencia? Para Jesús somos sus amigos, aunque no nos comportemos como amigos. Para Jesús no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, o sea, por todos. Nosotros daríamos la vida solo por los que nos consideran amigos, por los que queremos como amigos. Amar con el amor de Jesús es, por empezar, no tratar a nadie como enemigo, aunque los que sean enemigos nos traten como tales, porque él no nos trató como enemigos a los que lo trataron como enemigo, sino que los trató siempre como amigos y los amigos de mi amigo son mis amigos, como se dice. Solo podemos dar frutos en serio en esta vida, frutos que perduren, si reconocemos que para él siempre seremos sus amigos, pase lo que pase, y si al mismo tiempo empezamos a levantar la mirada y dejamos de ver y crear enemigos por todos lados, aunque los haya, aunque existan. Esto es posible, te lo aseguro. No es una utopía. Es cristianismo puro, cristianismo en serio.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
¿Qué es lo que el sacerdote quiso decir ese día? Para mí, tiene que ver con lo de Jesús. Creo que quiso decir lo que Jesús nos dice, pero lo dijo de otra manera. «Ámense porque yo los amo como amigos, aunque ustedes a veces no se comporten como amigos. Ámense porque yo los amé primero. Ámense porque yo les di una dignidad que nadie les podrá dar. Ámense, sí, es verdad, se los mando, pero se los mando habiendo amado en realidad, habiendo dado la vida por ustedes». Esto es imposible y es una utopía, si nos lo hubiese mandado alguien esto que no lo haya vivido antes. Esto sería una locura si pensáramos que amar así puede salir espontáneamente de nuestro corazón. Solo puede amar así quien descubre que hay alguien que siempre lo llamará «amigo» pase lo que pase. Para nuestro Maestro, todos somos sus amigos, hasta los enemigos. Por todos dio la vida, incluso hasta por aquellos que lo despreciaron y desprecian. ¿Entendemos la diferencia? Para Jesús somos sus amigos, aunque no nos comportemos como amigos. Para Jesús no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, o sea, por todos. Nosotros daríamos la vida solo por los que nos consideran amigos, por los que queremos como amigos. Amar con el amor de Jesús es, por empezar, no tratar a nadie como enemigo, aunque los que sean enemigos nos traten como tales, porque él no nos trató como enemigos a los que lo trataron como enemigo, sino que los trató siempre como amigos y los amigos de mi amigo son mis amigos, como se dice. Solo podemos dar frutos en serio en esta vida, frutos que perduren, si reconocemos que para él siempre seremos sus amigos, pase lo que pase, y si al mismo tiempo empezamos a levantar la mirada y dejamos de ver y crear enemigos por todos lados, aunque los haya, aunque existan. Esto es posible, te lo aseguro. No es una utopía. Es cristianismo puro, cristianismo en serio.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Sábado 24 de mayo + V Sábado de Pascua + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15, 18-21
Jesús dijo a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 15, 18-21
En este sábado, una vez más, rezamos con el Evangelio. ¡Cuántas veces habrás escuchado que digo así: «Recemos con el Evangelio»! No debemos olvidar por qué lo digo, por qué digo recemos con el Evangelio. Porque si no interiorizamos lo que escuchamos, porque si no hacemos un esfuerzo para darnos cuenta qué es lo que nos dice personalmente a cada uno de nosotros, finalmente es una lectura, una escucha como cualquiera de tantas que tenemos en el día.
Rezar con el Evangelio significa entrar en diálogo con esa Buena Noticia, porque eso significa Evangelio. Se me ocurrió hoy volver a refrescar esto que parece una obviedad pero que no siempre es así, porque por ahí vos te sumaste a escuchar hace poquito, por ahí estás escuchando hace mucho, pero te olvidaste. Todos necesitamos volver a escuchar que hay que rezar con el Evangelio. Yo simplemente hago un comentario que a veces puede llegar un poco más, un poco menos, que a veces a vos te puede decir algo muy concreto, pero a otro no. ¿Sabés cuánta gente escucha el Evangelio día a día? Yo no, así que tampoco te lo puedo decir. Son muchísimas personas de tantos países distintos, de toda condición social, de toda vivencia de fe distinta, incluso sé que escuchan estos audios personas que no son de nuestra misma Iglesia, de Iglesias separadas o incluso de otras religiones. Por eso, cada palabra que yo pueda decir puede aportar algo a algunos y a otros no tanto, pero lo importante es que vos y yo hagamos este ejercicio: rezar con el Evangelio, preguntarte a vos mismo qué me estará diciendo en este momento.
Y los sábados siempre nos ayudan, porque creo que es un día en el que se puede hacer una recapitulación, volver atrás y darnos cuenta que estuvimos desmenuzando también el Evangelio del domingo, ¿te acordás?, en donde el Señor nos daba el mandamiento del amor, donde nos animaba en realidad a darnos cuenta que gracias a su amor nosotros podemos amar y que incluso gracias a su amor podemos darnos cuenta que amamos poco y que no tenemos la fuerza para amar como él nos ama, pero justamente él nos introduce en este río de amor que proviene del Padre. Pasa por él, se derrama sobre nosotros con el Espíritu Santo y nosotros podemos transmitirlo a los demás. Cada vez que amamos como Jesús ama, cada vez que amamos como él nos ama, estamos siendo participes de la divinidad o estamos llevando la divinidad, que es amor, a los demás. ¡Qué locura! ¡Qué linda locura! Y por eso cuando amamos, sentimos ese gozo tan profundo, porque en realidad estamos siendo instrumentos del amor de Dios. Por eso terminemos esta semana no diciendo «yo no puedo amar así». ¿Cómo que no podemos así? Si a vos te están amando así, si a vos y a mí nos aman de esa manera, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman y vienen a habitar en nosotros. Nosotros simplemente tenemos que dejarnos amar y ese impulso nos tiene que llevar a amar a los demás. Hoy no te olvides que podés amar a los demás como Jesús te amó.
Sin embargo, desde Algo del Evangelio de hoy, vemos también la otra cara, que el mundo nos puede odiar. Jesús le dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí». ¡Qué misterio!, este del odio hacia Jesús. ¿Por qué el mundo de ese tiempo, por qué tantas personas de ese tiempo odiaron tanto a Jesús? ¿Por qué lo llevaron a la muerte? ¿Por qué buscaron hacerle el mal? ¿Por qué el bien no puede a veces triunfar en este mundo? ¿Por qué a vos y a mí a veces también nos odian por hacer el bien? ¿Por qué en tu familia, también en la mía a veces no nos comprenden? ¿Por qué el mundo que nos rodea o la mentalidad del mundo que se olvida de Dios le molesta tanto el amor, la verdad, el bien y la belleza? Bueno, es difícil poder responderlo, pero no podemos olvidar que hay alguien que busca hacer el mal, que hay alguien que busca hacer que los hombres no sigan el camino de Dios. Y ese alguien es aquel que pedimos en cada Padrenuestro que el Señor nos libre: «Líbranos del malo».
En este sábado, una vez más, rezamos con el Evangelio. ¡Cuántas veces habrás escuchado que digo así: «Recemos con el Evangelio»! No debemos olvidar por qué lo digo, por qué digo recemos con el Evangelio. Porque si no interiorizamos lo que escuchamos, porque si no hacemos un esfuerzo para darnos cuenta qué es lo que nos dice personalmente a cada uno de nosotros, finalmente es una lectura, una escucha como cualquiera de tantas que tenemos en el día.
Rezar con el Evangelio significa entrar en diálogo con esa Buena Noticia, porque eso significa Evangelio. Se me ocurrió hoy volver a refrescar esto que parece una obviedad pero que no siempre es así, porque por ahí vos te sumaste a escuchar hace poquito, por ahí estás escuchando hace mucho, pero te olvidaste. Todos necesitamos volver a escuchar que hay que rezar con el Evangelio. Yo simplemente hago un comentario que a veces puede llegar un poco más, un poco menos, que a veces a vos te puede decir algo muy concreto, pero a otro no. ¿Sabés cuánta gente escucha el Evangelio día a día? Yo no, así que tampoco te lo puedo decir. Son muchísimas personas de tantos países distintos, de toda condición social, de toda vivencia de fe distinta, incluso sé que escuchan estos audios personas que no son de nuestra misma Iglesia, de Iglesias separadas o incluso de otras religiones. Por eso, cada palabra que yo pueda decir puede aportar algo a algunos y a otros no tanto, pero lo importante es que vos y yo hagamos este ejercicio: rezar con el Evangelio, preguntarte a vos mismo qué me estará diciendo en este momento.
Y los sábados siempre nos ayudan, porque creo que es un día en el que se puede hacer una recapitulación, volver atrás y darnos cuenta que estuvimos desmenuzando también el Evangelio del domingo, ¿te acordás?, en donde el Señor nos daba el mandamiento del amor, donde nos animaba en realidad a darnos cuenta que gracias a su amor nosotros podemos amar y que incluso gracias a su amor podemos darnos cuenta que amamos poco y que no tenemos la fuerza para amar como él nos ama, pero justamente él nos introduce en este río de amor que proviene del Padre. Pasa por él, se derrama sobre nosotros con el Espíritu Santo y nosotros podemos transmitirlo a los demás. Cada vez que amamos como Jesús ama, cada vez que amamos como él nos ama, estamos siendo participes de la divinidad o estamos llevando la divinidad, que es amor, a los demás. ¡Qué locura! ¡Qué linda locura! Y por eso cuando amamos, sentimos ese gozo tan profundo, porque en realidad estamos siendo instrumentos del amor de Dios. Por eso terminemos esta semana no diciendo «yo no puedo amar así». ¿Cómo que no podemos así? Si a vos te están amando así, si a vos y a mí nos aman de esa manera, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman y vienen a habitar en nosotros. Nosotros simplemente tenemos que dejarnos amar y ese impulso nos tiene que llevar a amar a los demás. Hoy no te olvides que podés amar a los demás como Jesús te amó.
Sin embargo, desde Algo del Evangelio de hoy, vemos también la otra cara, que el mundo nos puede odiar. Jesús le dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí». ¡Qué misterio!, este del odio hacia Jesús. ¿Por qué el mundo de ese tiempo, por qué tantas personas de ese tiempo odiaron tanto a Jesús? ¿Por qué lo llevaron a la muerte? ¿Por qué buscaron hacerle el mal? ¿Por qué el bien no puede a veces triunfar en este mundo? ¿Por qué a vos y a mí a veces también nos odian por hacer el bien? ¿Por qué en tu familia, también en la mía a veces no nos comprenden? ¿Por qué el mundo que nos rodea o la mentalidad del mundo que se olvida de Dios le molesta tanto el amor, la verdad, el bien y la belleza? Bueno, es difícil poder responderlo, pero no podemos olvidar que hay alguien que busca hacer el mal, que hay alguien que busca hacer que los hombres no sigan el camino de Dios. Y ese alguien es aquel que pedimos en cada Padrenuestro que el Señor nos libre: «Líbranos del malo».
¿Sabías que en realidad en la traducción del Padrenuestro debería ser «líbranos del malo»? O sea, hace referencia al mal espíritu, a ese ángel que renegó del amor de Dios y prefirió hacer la suya, como decimos. Quiso ser como Dios y no pudo. Ese es Satanás, el príncipe de este mundo, el «padre de la mentira» que siembra cizaña en los corazones de tantos hombres y hace que, en definitiva, contradigan al bien supremo, que es el mismísimo Dios. Por eso si te persiguen, si te odian, no te preocupes. A Jesús le pasó lo mismo.
Nosotros tenemos que dedicarnos a hacer el bien hasta el final. Tenemos que dedicarnos a hacer el bien pase lo que pase, sabiendo que nosotros no somos más grandes que nuestro Señor, sino todo lo contrario. Como somos sus servidores, a nosotros también nos perseguirán, incluso te digo algo que puede sonar duro, pero que, si lo vemos con los ojos de la fe, es así. A veces si nos rechazan o nos odian aquellos que no pueden soportar el bien, es un signo de que estamos en el buen camino. Si el mundo nos quiere demasiado, si el mundo nos aplaude mucho, incluso la misma Iglesia, es señal de que por ahí no estamos haciendo las cosas como las haría Jesús.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Nosotros tenemos que dedicarnos a hacer el bien hasta el final. Tenemos que dedicarnos a hacer el bien pase lo que pase, sabiendo que nosotros no somos más grandes que nuestro Señor, sino todo lo contrario. Como somos sus servidores, a nosotros también nos perseguirán, incluso te digo algo que puede sonar duro, pero que, si lo vemos con los ojos de la fe, es así. A veces si nos rechazan o nos odian aquellos que no pueden soportar el bien, es un signo de que estamos en el buen camino. Si el mundo nos quiere demasiado, si el mundo nos aplaude mucho, incluso la misma Iglesia, es señal de que por ahí no estamos haciendo las cosas como las haría Jesús.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Domingo 25 de mayo + VI Domingo de Pascua(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.»
Palabra del Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.»
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 14, 23-29
Qué lindo es poder escuchar en este domingo, día del Señor, estas palabras tan consoladoras de Jesús. Tantas palabras lindas: «No se inquieten más», «les dejo mi paz», «les doy la paz, pero no como la da el mundo», «el que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará», «iremos a él y habitaremos en él».
Día del Señor. Día para estar siempre un poco más con él o tratar de estar todo el día con él, que no quiere decir estar todo el día en un templo, estar todo el día rezando; pero sí rezar de otra manera, descansar, leer un poco más, estar más con nuestra familia, descubrir la presencia de Jesús resucitado en este tiempo pascual, en aquellos que nos visitan, en aquellos que visitamos, en nuestras familias, en nuestros hermanos… en tantas cosas cotidianas que a veces no nos damos cuenta. El Señor está siempre con nosotros, nosotros tenemos que aprender a estar más con él.
Es lindo poder escuchar, ya acercándonos a la Fiesta de la Ascensión del Señor, que Jesús nos dice: «El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará. Iremos a él y habitaremos en él». Dios habitando en nosotros, esa es una de las verdades más profundas, misteriosas y grandes de nuestra fe. «El que no me ama no es fiel a mis palabras». Las palabras del Señor son las que nos ayudan a permanecer fieles.
Y la cuestión, o varias de las cuestiones en nuestra vida, muchas veces pasan porque parece o nos sentimos que estamos solos, o nos podemos sentir solos, y no hay nada peor en la vida que eso. Podemos estar a veces muy acompañados, pero tremendamente solos. Pero no porque realmente estemos solos, sino porque nos sentimos solos o porque parece que lo estamos.
Hoy Jesús, de alguna manera, podríamos imaginar que nos grita con amor, despacio al oído, aunque parezca una contradicción, nos dice despacio al corazón: «Aquel que se siente solo, nunca está solo. Jamás estuviste ni lo estarás, porque realmente yo estoy con vos, aunque te sientas solo». «Si alguien me ama –dice Jesús–, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos y habitaremos en él». El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, ese Dios en el cual nosotros creemos, que es uno y trino, se tomó el trabajo de vivir en cada corazón que escucha, que conoce y ama a Dios. ¡Qué trabajo tan grande! Podríamos decir: Dios viviendo en mí, mientras yo lo busco en cualquier otro lado. Mientras yo pienso que estoy solo, mientras me quejo de lo que vivo, mientras lloro por mi pasado y mientras tiemblo por mi futuro, mientras no encuentro paz en mi presente, Dios nos dice: «No estás solo, yo puedo vivir en vos, en ustedes». «Que no haya en ustedes angustia ni miedo», nos dice Jesús. A la Trinidad –que nunca está sola, porque es un Dios «familia», que es Padre, Hijo y Espíritu Santo– no le alcanzó con enviar a su Hijo al mundo a vivir entre nosotros, sino que además quiso enviar el Espíritu para vivir en nosotros, dentro de nosotros. Dirá san Agustín: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua! ¡Tarde te amé! Yo te buscaba fuera, pero estabas dentro de mí». ¡Si creyéramos, si creyéramos por un instante este misterio de nuestra fe! Solo pido eso, Señor. Solo podemos pedirle eso al Señor, creer en su Palabra, amar su Palabra, ser fieles a su Palabra. ¡Quiero eso Jesús!, podemos decirle hoy todos.
Jamás estoy solo si amo, aunque solo ame yo y todo el mundo se me venga abajo. Jamás estoy solo. Nunca se está mejor acompañado que cuando se está amando. Ese es el anuncio lindo y gozoso de Algo del Evangelio de hoy. Esa es la paz que nos viene a traer Jesús. La paz que proviene del amor, el gozo que proviene del amor, del amor que también debe alcanzarse luchando día a día; del amor que debe «guerrearse», por decirlo así, en nuestro corazón, para alcanzar la paz. No nos inquietemos ni temamos, el anuncio más lindo de nuestra fe, es saber que Jesús está. Está entre nosotros, está en la Eucaristía, está en la misa que podemos vivir cada domingo, está en aquellos que queremos, está cuando amamos.
Qué lindo es poder escuchar en este domingo, día del Señor, estas palabras tan consoladoras de Jesús. Tantas palabras lindas: «No se inquieten más», «les dejo mi paz», «les doy la paz, pero no como la da el mundo», «el que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará», «iremos a él y habitaremos en él».
Día del Señor. Día para estar siempre un poco más con él o tratar de estar todo el día con él, que no quiere decir estar todo el día en un templo, estar todo el día rezando; pero sí rezar de otra manera, descansar, leer un poco más, estar más con nuestra familia, descubrir la presencia de Jesús resucitado en este tiempo pascual, en aquellos que nos visitan, en aquellos que visitamos, en nuestras familias, en nuestros hermanos… en tantas cosas cotidianas que a veces no nos damos cuenta. El Señor está siempre con nosotros, nosotros tenemos que aprender a estar más con él.
Es lindo poder escuchar, ya acercándonos a la Fiesta de la Ascensión del Señor, que Jesús nos dice: «El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará. Iremos a él y habitaremos en él». Dios habitando en nosotros, esa es una de las verdades más profundas, misteriosas y grandes de nuestra fe. «El que no me ama no es fiel a mis palabras». Las palabras del Señor son las que nos ayudan a permanecer fieles.
Y la cuestión, o varias de las cuestiones en nuestra vida, muchas veces pasan porque parece o nos sentimos que estamos solos, o nos podemos sentir solos, y no hay nada peor en la vida que eso. Podemos estar a veces muy acompañados, pero tremendamente solos. Pero no porque realmente estemos solos, sino porque nos sentimos solos o porque parece que lo estamos.
Hoy Jesús, de alguna manera, podríamos imaginar que nos grita con amor, despacio al oído, aunque parezca una contradicción, nos dice despacio al corazón: «Aquel que se siente solo, nunca está solo. Jamás estuviste ni lo estarás, porque realmente yo estoy con vos, aunque te sientas solo». «Si alguien me ama –dice Jesús–, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos y habitaremos en él». El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, ese Dios en el cual nosotros creemos, que es uno y trino, se tomó el trabajo de vivir en cada corazón que escucha, que conoce y ama a Dios. ¡Qué trabajo tan grande! Podríamos decir: Dios viviendo en mí, mientras yo lo busco en cualquier otro lado. Mientras yo pienso que estoy solo, mientras me quejo de lo que vivo, mientras lloro por mi pasado y mientras tiemblo por mi futuro, mientras no encuentro paz en mi presente, Dios nos dice: «No estás solo, yo puedo vivir en vos, en ustedes». «Que no haya en ustedes angustia ni miedo», nos dice Jesús. A la Trinidad –que nunca está sola, porque es un Dios «familia», que es Padre, Hijo y Espíritu Santo– no le alcanzó con enviar a su Hijo al mundo a vivir entre nosotros, sino que además quiso enviar el Espíritu para vivir en nosotros, dentro de nosotros. Dirá san Agustín: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua! ¡Tarde te amé! Yo te buscaba fuera, pero estabas dentro de mí». ¡Si creyéramos, si creyéramos por un instante este misterio de nuestra fe! Solo pido eso, Señor. Solo podemos pedirle eso al Señor, creer en su Palabra, amar su Palabra, ser fieles a su Palabra. ¡Quiero eso Jesús!, podemos decirle hoy todos.
Jamás estoy solo si amo, aunque solo ame yo y todo el mundo se me venga abajo. Jamás estoy solo. Nunca se está mejor acompañado que cuando se está amando. Ese es el anuncio lindo y gozoso de Algo del Evangelio de hoy. Esa es la paz que nos viene a traer Jesús. La paz que proviene del amor, el gozo que proviene del amor, del amor que también debe alcanzarse luchando día a día; del amor que debe «guerrearse», por decirlo así, en nuestro corazón, para alcanzar la paz. No nos inquietemos ni temamos, el anuncio más lindo de nuestra fe, es saber que Jesús está. Está entre nosotros, está en la Eucaristía, está en la misa que podemos vivir cada domingo, está en aquellos que queremos, está cuando amamos.
Solo cuando hay amor, Dios se hace presente, aunque él esté siempre presente, se hace presente «verdaderamente» en nuestras vidas.
Ojalá que hoy podamos vivir un domingo así… sabiendo que nuestro Padre nos ama y que él quiere que seamos fieles a las palabras de Jesús. Solo siendo fieles a sus palabras, podremos experimentar este gozo de saber que él habita en nosotros y que él nos da la fuerza para vivir cada día.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Ojalá que hoy podamos vivir un domingo así… sabiendo que nuestro Padre nos ama y que él quiere que seamos fieles a las palabras de Jesús. Solo siendo fieles a sus palabras, podremos experimentar este gozo de saber que él habita en nosotros y que él nos da la fuerza para vivir cada día.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Lunes 26 de mayo + VI Lunes de Pascua + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15, 26 -- 16, 4
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.»
Palabra del Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Les he dicho esto para que no se escandalicen.
Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.
Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.»
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 15, 26-16, 4
Empezar la semana rezando, escuchando y hablando con el Señor, es fundamental, es necesario para todos. No me canso de escuchar testimonios de personas que escuchan día a día la Palabra de Dios y me dicen llenos de alegría que escuchar el Evangelio cada día les cambió, literalmente, la vida y no es exageración. Muchos me dicen que no me canse, que lo siga haciendo, y siempre les digo que hasta que Jesús no me demuestre lo contrario, no lo dejaré. Pero en realidad, quiero decirte a vos que no te cansen, que no bajes los brazos, que escuches y vuelvas a escuchar si es necesario, porque sí es necesario, realmente. Y si todavía no experimentaste cambios, es porque tenés que seguir escuchando, luchando y teniendo paciencia, no se cambia de un día para el otro. Eso solamente pasa en las películas. Tenemos que seguir escuchando, escuchá mientras vas en el auto, en el trabajo, de madrugada, cuando sale el sol o en el medio del ruido de la ciudad, mientras estás trabajando en el campo, mientras estás en la cocina, mientras hacés lo que tenés que hacer. Bueno, no dejes de escuchar. O tomate tu tiempo, frená y hacete ocho, diez o quince minutos de espera, de escucha paciente de lo que el Señor nos dice.
¿No te pasa que los días parece que «pasan volando», como decimos a veces? ¿No será que se pasan «volando» porque en realidad andamos «volando» por la vida, por decir así? Son comunes esas frases entre nosotros que expresan esto que nos pasa; decimos a veces: «No puedo creer que ya estemos casi a la mitad del año», «este año se pasó volando», se dice acá, en Argentina. Es así, un poco la vida es así, el tiempo pasa volando, el tiempo no lo podemos detener, es lo único que no podemos parar; lo que sí podemos detener o podemos modificar es el modo de vivirlo, lo que sí podemos modificar son nuestras decisiones que nos ayudan a vivir cada día de una manera diferente, asimilando mejor lo que nos pasa y lo que pasa alrededor. Cada uno en lo suyo, cada uno con lo suyo, pero empezar el día o la semana escuchando la Palabra de Dios, vuelvo a decir, nos ayuda a vivir las cosas diferentes. Terminar el día escuchando o simplemente agradeciendo lo vivido también nos ayuda a darle al tiempo un valor distinto. «El tiempo es superior al espacio», decía muchas veces el papa Francisco. Ojalá podamos empezar todos así este lunes, ojalá que escuchemos la voz del Señor que a todos nos quiere decir algo.
Empecemos este día rezando con el Salmo 104: «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra». Nos acercamos a la Fiesta de la Ascensión del Señor, nos acercamos también a la Fiesta de Pentecostés y por eso, en todos estos días, muchísimas veces aparecerá la persona del Espíritu en boca de Jesús, del Espíritu Santo en muchas lecturas. Serán lindas semanas para invocarlo en el silencio de nuestro corazón, para buscarlo, para reconocerlo, para reavivarlo en nuestras vidas, para redescubrirlo, para no olvidarnos que Jesús no nos dejó solos, todo lo contrario, se quedó con nosotros dándonos su propio Espíritu. «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra».
Algo que solo comprende aquel que cree y lo vive, aquel que cree en esta promesa de Jesús de Algo del Evangelio de hoy; promesa que ya se hizo realidad en la historia, en la historia de los apóstoles, en la historia de tantos a lo largo de estos milenios: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí...». Todos los bautizados –vos y yo– recibimos el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, y él es el que en nuestro interior nos conduce a Jesús y al Padre. Pero no todos los bautizados nos damos cuenta de esta verdad, de esta realidad; no todos los bautizados dialogamos en nuestro interior con el Espíritu de amor que nos habita y nos anima cada día, pero todos lo recibimos. Nada bueno podemos hacer sin él, y por eso, aunque la mayoría no se dé cuenta, solo él es la causa de nuestras buenas acciones.
Empezar la semana rezando, escuchando y hablando con el Señor, es fundamental, es necesario para todos. No me canso de escuchar testimonios de personas que escuchan día a día la Palabra de Dios y me dicen llenos de alegría que escuchar el Evangelio cada día les cambió, literalmente, la vida y no es exageración. Muchos me dicen que no me canse, que lo siga haciendo, y siempre les digo que hasta que Jesús no me demuestre lo contrario, no lo dejaré. Pero en realidad, quiero decirte a vos que no te cansen, que no bajes los brazos, que escuches y vuelvas a escuchar si es necesario, porque sí es necesario, realmente. Y si todavía no experimentaste cambios, es porque tenés que seguir escuchando, luchando y teniendo paciencia, no se cambia de un día para el otro. Eso solamente pasa en las películas. Tenemos que seguir escuchando, escuchá mientras vas en el auto, en el trabajo, de madrugada, cuando sale el sol o en el medio del ruido de la ciudad, mientras estás trabajando en el campo, mientras estás en la cocina, mientras hacés lo que tenés que hacer. Bueno, no dejes de escuchar. O tomate tu tiempo, frená y hacete ocho, diez o quince minutos de espera, de escucha paciente de lo que el Señor nos dice.
¿No te pasa que los días parece que «pasan volando», como decimos a veces? ¿No será que se pasan «volando» porque en realidad andamos «volando» por la vida, por decir así? Son comunes esas frases entre nosotros que expresan esto que nos pasa; decimos a veces: «No puedo creer que ya estemos casi a la mitad del año», «este año se pasó volando», se dice acá, en Argentina. Es así, un poco la vida es así, el tiempo pasa volando, el tiempo no lo podemos detener, es lo único que no podemos parar; lo que sí podemos detener o podemos modificar es el modo de vivirlo, lo que sí podemos modificar son nuestras decisiones que nos ayudan a vivir cada día de una manera diferente, asimilando mejor lo que nos pasa y lo que pasa alrededor. Cada uno en lo suyo, cada uno con lo suyo, pero empezar el día o la semana escuchando la Palabra de Dios, vuelvo a decir, nos ayuda a vivir las cosas diferentes. Terminar el día escuchando o simplemente agradeciendo lo vivido también nos ayuda a darle al tiempo un valor distinto. «El tiempo es superior al espacio», decía muchas veces el papa Francisco. Ojalá podamos empezar todos así este lunes, ojalá que escuchemos la voz del Señor que a todos nos quiere decir algo.
Empecemos este día rezando con el Salmo 104: «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra». Nos acercamos a la Fiesta de la Ascensión del Señor, nos acercamos también a la Fiesta de Pentecostés y por eso, en todos estos días, muchísimas veces aparecerá la persona del Espíritu en boca de Jesús, del Espíritu Santo en muchas lecturas. Serán lindas semanas para invocarlo en el silencio de nuestro corazón, para buscarlo, para reconocerlo, para reavivarlo en nuestras vidas, para redescubrirlo, para no olvidarnos que Jesús no nos dejó solos, todo lo contrario, se quedó con nosotros dándonos su propio Espíritu. «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra».
Algo que solo comprende aquel que cree y lo vive, aquel que cree en esta promesa de Jesús de Algo del Evangelio de hoy; promesa que ya se hizo realidad en la historia, en la historia de los apóstoles, en la historia de tantos a lo largo de estos milenios: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí...». Todos los bautizados –vos y yo– recibimos el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, y él es el que en nuestro interior nos conduce a Jesús y al Padre. Pero no todos los bautizados nos damos cuenta de esta verdad, de esta realidad; no todos los bautizados dialogamos en nuestro interior con el Espíritu de amor que nos habita y nos anima cada día, pero todos lo recibimos. Nada bueno podemos hacer sin él, y por eso, aunque la mayoría no se dé cuenta, solo él es la causa de nuestras buenas acciones.
Dentro de la Iglesia muchas veces se dan ciertas confusiones u oposiciones haciendo afirmar cosas que son parte de la verdad; como, por ejemplo: cuando se habla del Espíritu Santo como si fuese exclusividad de ciertos movimientos, o que sopla en lugares especiales. Algunos creen que es patrimonio de un grupo o que solo generando ambientes propicios el Espíritu se manifiesta. Esto es parte de la verdad, porque todos debemos tomar conciencia de que recibimos el Espíritu, el Espíritu no es patrimonio de un grupo, sino que es él que nos hace a todos «uno», es él que hace a la Iglesia «una» y es él que sostiene a la Iglesia, silenciosa y misteriosamente, es él el que está haciendo que ahora escuchemos la Palabra de Jesús.
Por eso hoy te propongo que recordemos esto: ya no somos hijos del mundo; somos hijos de Dios, porque todos recibimos el Espíritu de Dios y Dios quiere habitar en nosotros por su amor, por sus inspiraciones que nos motivan a seguir a su Hijo, Jesús. Intentemos en este día, en estos días, afinar el oído del corazón para percibir la voz del Espíritu de Dios que habita en nuestras almas y que nos conduce a la paz, a la alegría, a la serenidad, a la entrega, al servicio; en definitiva: al amor.
Miremos a nuestro alrededor, en nuestro interior, siempre se puede ver todo de otra manera, siempre se puede ver todo con los ojos del Padre. «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra, la faz de nuestros corazones».
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Por eso hoy te propongo que recordemos esto: ya no somos hijos del mundo; somos hijos de Dios, porque todos recibimos el Espíritu de Dios y Dios quiere habitar en nosotros por su amor, por sus inspiraciones que nos motivan a seguir a su Hijo, Jesús. Intentemos en este día, en estos días, afinar el oído del corazón para percibir la voz del Espíritu de Dios que habita en nuestras almas y que nos conduce a la paz, a la alegría, a la serenidad, a la entrega, al servicio; en definitiva: al amor.
Miremos a nuestro alrededor, en nuestro interior, siempre se puede ver todo de otra manera, siempre se puede ver todo con los ojos del Padre. «Envíanos, Señor, tu espíritu y renueva la faz de la tierra, la faz de nuestros corazones».
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar