Jueves 11 de agosto + XIX Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-19, 1
Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?". E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
Palabra del Señor.
Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?". E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
Palabra del Señor.
Comentario Mateo 18, 21-19, 1:
Los espejos no siempre nos muestran lo que queremos ver, sino que muestran lo que hay, lo que somos, lo que tenemos. El espejo no miente nunca. Sólo nos queda a nosotros aprender a interpretar de la mejor manera lo que vemos, sin asustarnos de ver lo que no nos gusta ver y tampoco agrandarnos por ver algo que es lindo de ver. La Palabra de Dios es así, es «espejo de la Verdad». Y esta Verdad hay que aprender a asimilarla, quererla y vivirla.
Las parábolas que contaba Jesús y enseñaba, son muchísimas veces, un «espejo narrado» –por decir así–. Jesús contaba las parábolas para que los que lo escuchaban se sintieran identificados en ellas y se dieran cuenta de que muchas veces lo que vemos afuera en realidad lo tenemos dentro. Las parábolas son «espejo de nuestra vida» y muestran lo que Jesús quiere que veamos. Nosotros muchas veces podemos comportarnos como ese servidor de la parábola de hoy,–bastante miserablemente–, que se tira a los pies del Señor para implorar que le perdonen una deuda impagable, incalculable, millonaria, y después ser incapaces de perdonar algo insignificante, una deuda de «almacén» a otra persona y además mandarlo a la cárcel de castigo. Así de ridícula es la comparación de hoy, millones contra monedas, perdón infinito con justicia exagerada.
Podemos preguntarnos: ¿Cuál es la razón por la que este hombre «miserable» hace esto? ¿Qué le pasó? ¿Cuál es la razón por la que nosotros mismos terminamos muchas veces haciendo lo mismo? En el fondo de todo, hay una sencilla y misteriosa razón, !se olvidó!, se olvidó del perdón y nunca se sintió perdonado, no tomó la dimensión del perdón; y esto nos pasa porque no nos sentimos perdonados, en el fondo. No caemos en la cuenta de todo lo que Dios nos ha perdonado y nos sigue perdonando. Estamos ciegos, no nos damos cuenta. Sea como haya sido tu vida y la mía, como la hayas llevado; tenés que darte cuenta, tenemos que darnos cuenta de que fuimos perdonados y seremos perdonados, si sabemos tirarnos a los pies de Jesús, y nos arrepentimos; fuimos perdonados debiendo muchísimo, tenemos que sentirnos perdonados. Tenemos que aprender a pedir perdón. Ya sea que haya sido un gran pecador en tu vida o que haya sido bueno o buena persona, somos perdonados.
En el primer caso, si fuiste un gran pecador, se te perdonó de todo lo que hiciste y se te seguirá perdonando en la medida que sepas pedir perdón. Y en el segundo caso, si pensás que no fuiste tan perdonado porque no cometiste muchos pecados en tu vida, date cuenta que si no caíste es porque fuiste perdonado antes de tiempo. Él te liberó el camino para que no caigas tanto, porque Jesús murió por eso, también para salvarte de que no caigas, por eso pensalo y seriamente, si a veces no sos o no somos como ese «miserable» de la parábola de hoy. Que esta parábola sea espejo, «espejo para ver la Verdad». Pensemos seriamente si no estamos guardando el perdón que Dios nos ha dado y lo estamos reteniendo. ¿Y si no perdonamos, cómo nos da la cara para pedirle perdón a Dios? ¿Y si no perdonamos, cómo nos da el corazón para rezar todos los días: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»?¿Cómo nos da la cara, a veces, somos tan «caraduras»? Pero no te asustes si te sabes perdonado. Si te sentís perdonado, vas a saber perdonar. A eso hay que aspirar a sentirse perdonado.
Un consejo antes de preguntarle a Jesús, cuántas veces hay que perdonar, como preguntó Pedro. Pregúntate: ¿Cuántas veces ya te perdonó Él? ¿Llevas la cuenta de eso?
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Los espejos no siempre nos muestran lo que queremos ver, sino que muestran lo que hay, lo que somos, lo que tenemos. El espejo no miente nunca. Sólo nos queda a nosotros aprender a interpretar de la mejor manera lo que vemos, sin asustarnos de ver lo que no nos gusta ver y tampoco agrandarnos por ver algo que es lindo de ver. La Palabra de Dios es así, es «espejo de la Verdad». Y esta Verdad hay que aprender a asimilarla, quererla y vivirla.
Las parábolas que contaba Jesús y enseñaba, son muchísimas veces, un «espejo narrado» –por decir así–. Jesús contaba las parábolas para que los que lo escuchaban se sintieran identificados en ellas y se dieran cuenta de que muchas veces lo que vemos afuera en realidad lo tenemos dentro. Las parábolas son «espejo de nuestra vida» y muestran lo que Jesús quiere que veamos. Nosotros muchas veces podemos comportarnos como ese servidor de la parábola de hoy,–bastante miserablemente–, que se tira a los pies del Señor para implorar que le perdonen una deuda impagable, incalculable, millonaria, y después ser incapaces de perdonar algo insignificante, una deuda de «almacén» a otra persona y además mandarlo a la cárcel de castigo. Así de ridícula es la comparación de hoy, millones contra monedas, perdón infinito con justicia exagerada.
Podemos preguntarnos: ¿Cuál es la razón por la que este hombre «miserable» hace esto? ¿Qué le pasó? ¿Cuál es la razón por la que nosotros mismos terminamos muchas veces haciendo lo mismo? En el fondo de todo, hay una sencilla y misteriosa razón, !se olvidó!, se olvidó del perdón y nunca se sintió perdonado, no tomó la dimensión del perdón; y esto nos pasa porque no nos sentimos perdonados, en el fondo. No caemos en la cuenta de todo lo que Dios nos ha perdonado y nos sigue perdonando. Estamos ciegos, no nos damos cuenta. Sea como haya sido tu vida y la mía, como la hayas llevado; tenés que darte cuenta, tenemos que darnos cuenta de que fuimos perdonados y seremos perdonados, si sabemos tirarnos a los pies de Jesús, y nos arrepentimos; fuimos perdonados debiendo muchísimo, tenemos que sentirnos perdonados. Tenemos que aprender a pedir perdón. Ya sea que haya sido un gran pecador en tu vida o que haya sido bueno o buena persona, somos perdonados.
En el primer caso, si fuiste un gran pecador, se te perdonó de todo lo que hiciste y se te seguirá perdonando en la medida que sepas pedir perdón. Y en el segundo caso, si pensás que no fuiste tan perdonado porque no cometiste muchos pecados en tu vida, date cuenta que si no caíste es porque fuiste perdonado antes de tiempo. Él te liberó el camino para que no caigas tanto, porque Jesús murió por eso, también para salvarte de que no caigas, por eso pensalo y seriamente, si a veces no sos o no somos como ese «miserable» de la parábola de hoy. Que esta parábola sea espejo, «espejo para ver la Verdad». Pensemos seriamente si no estamos guardando el perdón que Dios nos ha dado y lo estamos reteniendo. ¿Y si no perdonamos, cómo nos da la cara para pedirle perdón a Dios? ¿Y si no perdonamos, cómo nos da el corazón para rezar todos los días: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»?¿Cómo nos da la cara, a veces, somos tan «caraduras»? Pero no te asustes si te sabes perdonado. Si te sentís perdonado, vas a saber perdonar. A eso hay que aspirar a sentirse perdonado.
Un consejo antes de preguntarle a Jesús, cuántas veces hay que perdonar, como preguntó Pedro. Pregúntate: ¿Cuántas veces ya te perdonó Él? ¿Llevas la cuenta de eso?
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Viernes 12 de Agosto + XIX Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 3-12
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?»
El respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?»
El les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de una unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».
Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!»
Palabra del Señor.
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?»
El respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?»
El les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de una unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».
Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!»
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 19, 3-12:
La certeza de sabernos servidores elegidos por Jesús, más que relajarnos o hacer que nos creamos especiales, nos debería hacer tomar conciencia de que se nos exigirá más porque así lo decía el evangelio del domingo, que «al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más», por lo tanto, es mayor nuestra responsabilidad. Siempre es difícil el equilibrio, y me refiero al justo medio en todas las cosas, que siempre es distinto para cada uno, según su vocación y carisma dentro de la Iglesia. Tener mayor responsabilidad no significa «ser más importante» o que es mejor lo que hacemos, sino que es distinto, y solo es mejor, para cada uno, en la medida que lo ejercemos convencidos de que somos simples servidores, y no una elite. Jesús quiso elegir a doce amigos para que lo ayuden en su tarea, y además eligió a otros muchos discípulos para acompañarlo, sin embargo, siempre les enseñó que se consideren humildes servidores. Por eso la Iglesia es bien llamada y debería ser, «servidora de la humanidad» y su tarea no es la de «convencer» a los otros, sino la de amar y hacer presente el amor de Dios en medio de un mundo dividido por las discordias. Lo que quiere el Maestro de nosotros es que vivamos así, aunque seamos un pequeño rebaño, aunque los demás no nos escuchen, y además, quiere encontrarnos trabajando cuando nos venga a buscar.
Hoy estamos frente a uno de esos evangelios que son más fáciles de esquivarlos que comentarlos, es verdad, cuesta. Cuesta porque todos sabemos, que cada hay cada vez más familias desunidas, o familias que no pudieron prosperar, o familias que sufren diferentes situaciones de falta de amor. Cuesta también porque el mundo nos bombardea con planteos que quieren socavar y destruir el ideal de familia que viene desde los orígenes del mundo y que Jesús vino a restaurar. Cuesta, es verdad, pero tenemos que hablar con amor del amor. Eso creo que es lo importante. Si se habla del amor con amor, como habló Jesús, por más que haya personas que están sufriendo situaciones difíciles, incluso vos mismo que estás escuchando, nuestro corazón no debería sentir ningún rechazo.
Se me ocurre, para graficar Algo del Evangelio de hoy, decirte que el matrimonio cristiano es como un barquito que anda por las aguas de este mundo, golpeado por las olas y el viento en contra, pero en el cuál, varón y mujer reman juntos, acompañados por Jesús. La barca en realidad la timonea Él, los casados sólo reman. Las dificultades para amarse, no son de ahora, siempre fue así. Prestemos atención… En la escena de Algo del Evangelio de hoy se ve como a Jesús le cuestionaban sobre la posibilidad o no de divorciarse por cualquier motivo. Es verdad que hoy se dice y se experimenta que la familia está en crisis, que hay muchas dificultades que parece que antes nos estaban. Es verdad, en algo puede ser así. Pero nunca fue fácil, sería ingenuo pensar así.
Hay que remar mucho, y lo que es más difícil, hay que remar parejo. El matrimonio que no rema parejo noComentario a Mateo 19, 3-12:
La certeza de sabernos servidores elegidos por Jesús, más que relajarnos o hacer que nos creamos especiales, nos debería hacer tomar conciencia de que se nos exigirá más porque así lo decía el evangelio del domingo, que «al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más», por lo tanto, es mayor nuestra responsabilidad. Siempre es difícil el equilibrio, y me refiero al justo medio en todas las cosas, que siempre es distinto para cada uno, según su vocación y carisma dentro de la Iglesia. Tener mayor responsabilidad no significa «ser más importante» o que es mejor lo que hacemos, sino que es distinto, y solo es mejor, para cada uno, en la medida que lo ejercemos convencidos de que somos simples servidores, y no una elite. Jesús quiso elegir a doce amigos para que lo ayuden en su tarea, y además eligió a otros muchos discípulos para acompañarlo, sin embargo, siempre les enseñó que se consideren humildes servidores.
La certeza de sabernos servidores elegidos por Jesús, más que relajarnos o hacer que nos creamos especiales, nos debería hacer tomar conciencia de que se nos exigirá más porque así lo decía el evangelio del domingo, que «al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más», por lo tanto, es mayor nuestra responsabilidad. Siempre es difícil el equilibrio, y me refiero al justo medio en todas las cosas, que siempre es distinto para cada uno, según su vocación y carisma dentro de la Iglesia. Tener mayor responsabilidad no significa «ser más importante» o que es mejor lo que hacemos, sino que es distinto, y solo es mejor, para cada uno, en la medida que lo ejercemos convencidos de que somos simples servidores, y no una elite. Jesús quiso elegir a doce amigos para que lo ayuden en su tarea, y además eligió a otros muchos discípulos para acompañarlo, sin embargo, siempre les enseñó que se consideren humildes servidores. Por eso la Iglesia es bien llamada y debería ser, «servidora de la humanidad» y su tarea no es la de «convencer» a los otros, sino la de amar y hacer presente el amor de Dios en medio de un mundo dividido por las discordias. Lo que quiere el Maestro de nosotros es que vivamos así, aunque seamos un pequeño rebaño, aunque los demás no nos escuchen, y además, quiere encontrarnos trabajando cuando nos venga a buscar.
Hoy estamos frente a uno de esos evangelios que son más fáciles de esquivarlos que comentarlos, es verdad, cuesta. Cuesta porque todos sabemos, que cada hay cada vez más familias desunidas, o familias que no pudieron prosperar, o familias que sufren diferentes situaciones de falta de amor. Cuesta también porque el mundo nos bombardea con planteos que quieren socavar y destruir el ideal de familia que viene desde los orígenes del mundo y que Jesús vino a restaurar. Cuesta, es verdad, pero tenemos que hablar con amor del amor. Eso creo que es lo importante. Si se habla del amor con amor, como habló Jesús, por más que haya personas que están sufriendo situaciones difíciles, incluso vos mismo que estás escuchando, nuestro corazón no debería sentir ningún rechazo.
Se me ocurre, para graficar Algo del Evangelio de hoy, decirte que el matrimonio cristiano es como un barquito que anda por las aguas de este mundo, golpeado por las olas y el viento en contra, pero en el cuál, varón y mujer reman juntos, acompañados por Jesús. La barca en realidad la timonea Él, los casados sólo reman. Las dificultades para amarse, no son de ahora, siempre fue así. Prestemos atención… En la escena de Algo del Evangelio de hoy se ve como a Jesús le cuestionaban sobre la posibilidad o no de divorciarse por cualquier motivo. Es verdad que hoy se dice y se experimenta que la familia está en crisis, que hay muchas dificultades que parece que antes nos estaban. Es verdad, en algo puede ser así. Pero nunca fue fácil, sería ingenuo pensar así.
Hay que remar mucho, y lo que es más difícil, hay que remar parejo. El matrimonio que no rema parejo noComentario a Mateo 19, 3-12:
La certeza de sabernos servidores elegidos por Jesús, más que relajarnos o hacer que nos creamos especiales, nos debería hacer tomar conciencia de que se nos exigirá más porque así lo decía el evangelio del domingo, que «al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más», por lo tanto, es mayor nuestra responsabilidad. Siempre es difícil el equilibrio, y me refiero al justo medio en todas las cosas, que siempre es distinto para cada uno, según su vocación y carisma dentro de la Iglesia. Tener mayor responsabilidad no significa «ser más importante» o que es mejor lo que hacemos, sino que es distinto, y solo es mejor, para cada uno, en la medida que lo ejercemos convencidos de que somos simples servidores, y no una elite. Jesús quiso elegir a doce amigos para que lo ayuden en su tarea, y además eligió a otros muchos discípulos para acompañarlo, sin embargo, siempre les enseñó que se consideren humildes servidores.
Por eso la Iglesia es bien llamada y debería ser, «servidora de la humanidad» y su tarea no es la de «convencer» a los otros, sino la de amar y hacer presente el amor de Dios en medio de un mundo dividido por las discordias. Lo que quiere el Maestro de nosotros es que vivamos así, aunque seamos un pequeño rebaño, aunque los demás no nos escuchen, y además, quiere encontrarnos trabajando cuando nos venga a buscar.
Hoy estamos frente a uno de esos evangelios que son más fáciles de esquivarlos que comentarlos, es verdad, cuesta. Cuesta porque todos sabemos, que cada hay cada vez más familias desunidas, o familias que no pudieron prosperar, o familias que sufren diferentes situaciones de falta de amor. Cuesta también porque el mundo nos bombardea con planteos que quieren socavar y destruir el ideal de familia que viene desde los orígenes del mundo y que Jesús vino a restaurar. Cuesta, es verdad, pero tenemos que hablar con amor del amor. Eso creo que es lo importante. Si se habla del amor con amor, como habló Jesús, por más que haya personas que están sufriendo situaciones difíciles, incluso vos mismo que estás escuchando, nuestro corazón no debería sentir ningún rechazo.
Se me ocurre, para graficar Algo del Evangelio de hoy, decirte que el matrimonio cristiano es como un barquito que anda por las aguas de este mundo, golpeado por las olas y el viento en contra, pero en el cuál, varón y mujer reman juntos, acompañados por Jesús. La barca en realidad la timonea Él, los casados sólo reman. Las dificultades para amarse, no son de ahora, siempre fue así. Prestemos atención… En la escena de Algo del Evangelio de hoy se ve como a Jesús le cuestionaban sobre la posibilidad o no de divorciarse por cualquier motivo. Es verdad que hoy se dice y se experimenta que la familia está en crisis, que hay muchas dificultades que parece que antes nos estaban. Es verdad, en algo puede ser así. Pero nunca fue fácil, sería ingenuo pensar así.
Hay que remar mucho, y lo que es más difícil, hay que remar parejo. El matrimonio que no rema parejo no avanza, es más, gira en falso como «calesita rota» o bien, se lo lleva la corriente para rumbos no muy agradables. Por eso Jesús desea que los dos «sean una sola carne» y que «el hombre no separe lo que Dios ha unido», porque quiere cuidar lo más sagrado que tiene el hombre y que más lo hace feliz, el amor verdadero, el que sana y santifica. El matrimonio vivido en la fe nos sana de nuestras heridas y nos santifica para elevarnos y hacernos más humanos. ¿Cómo Dios va desear otra cosa, otro camino distinto a este? Sería una gran contradicción de parte de Dios que ama para siempre y confía en nosotros para que logremos lo que Él desea.
Sé que hoy, más que nunca, estas palabras de Dios, de Jesús, son difíciles de entender y de aceptar, porque muchas personas están heridas por la falta de amor en sus familias. avanza, es más, gira en falso como «calesita rota» o bien, se lo lleva la corriente para rumbos no muy agradables. Por eso Jesús desea que los dos «sean una sola carne» y que «el hombre no separe lo que Dios ha unido», porque quiere cuidar lo más sagrado que tiene el hombre y que más lo hace feliz, el amor verdadero, el que sana y santifica. El matrimonio vivido en la fe nos sana de nuestras heridas y nos santifica para elevarnos y hacernos más humanos. ¿Cómo Dios va desear otra cosa, otro camino distinto a este? Sería una gran contradicción de parte de Dios que ama para siempre y confía en nosotros para que logremos lo que Él desea.
Sé que hoy, más que nunca, estas palabras de Dios, de Jesús, son difíciles de entender y de aceptar, porque muchas personas están heridas por la falta de amor en sus familias.
Por eso nunca está demás decir que las personas que no han podido hacer prosperar sus matrimonios no están, «fuera» del amor de Dios y tampoco está demás decir que, «el hombre no debe separar lo que Dios a unido» y podríamos agregar, y lo que ellos, varón y mujer quisieron unir por propia decisión, sin la presión de nadie, sino por amor.
Hoy estamos frente a uno de esos evangelios que son más fáciles de esquivarlos que comentarlos, es verdad, cuesta. Cuesta porque todos sabemos, que cada hay cada vez más familias desunidas, o familias que no pudieron prosperar, o familias que sufren diferentes situaciones de falta de amor. Cuesta también porque el mundo nos bombardea con planteos que quieren socavar y destruir el ideal de familia que viene desde los orígenes del mundo y que Jesús vino a restaurar. Cuesta, es verdad, pero tenemos que hablar con amor del amor. Eso creo que es lo importante. Si se habla del amor con amor, como habló Jesús, por más que haya personas que están sufriendo situaciones difíciles, incluso vos mismo que estás escuchando, nuestro corazón no debería sentir ningún rechazo.
Se me ocurre, para graficar Algo del Evangelio de hoy, decirte que el matrimonio cristiano es como un barquito que anda por las aguas de este mundo, golpeado por las olas y el viento en contra, pero en el cuál, varón y mujer reman juntos, acompañados por Jesús. La barca en realidad la timonea Él, los casados sólo reman. Las dificultades para amarse, no son de ahora, siempre fue así. Prestemos atención… En la escena de Algo del Evangelio de hoy se ve como a Jesús le cuestionaban sobre la posibilidad o no de divorciarse por cualquier motivo. Es verdad que hoy se dice y se experimenta que la familia está en crisis, que hay muchas dificultades que parece que antes nos estaban. Es verdad, en algo puede ser así. Pero nunca fue fácil, sería ingenuo pensar así.
Hay que remar mucho, y lo que es más difícil, hay que remar parejo. El matrimonio que no rema parejo no avanza, es más, gira en falso como «calesita rota» o bien, se lo lleva la corriente para rumbos no muy agradables. Por eso Jesús desea que los dos «sean una sola carne» y que «el hombre no separe lo que Dios ha unido», porque quiere cuidar lo más sagrado que tiene el hombre y que más lo hace feliz, el amor verdadero, el que sana y santifica. El matrimonio vivido en la fe nos sana de nuestras heridas y nos santifica para elevarnos y hacernos más humanos. ¿Cómo Dios va desear otra cosa, otro camino distinto a este? Sería una gran contradicción de parte de Dios que ama para siempre y confía en nosotros para que logremos lo que Él desea.
Sé que hoy, más que nunca, estas palabras de Dios, de Jesús, son difíciles de entender y de aceptar, porque muchas personas están heridas por la falta de amor en sus familias. avanza, es más, gira en falso como «calesita rota» o bien, se lo lleva la corriente para rumbos no muy agradables. Por eso Jesús desea que los dos «sean una sola carne» y que «el hombre no separe lo que Dios ha unido», porque quiere cuidar lo más sagrado que tiene el hombre y que más lo hace feliz, el amor verdadero, el que sana y santifica. El matrimonio vivido en la fe nos sana de nuestras heridas y nos santifica para elevarnos y hacernos más humanos. ¿Cómo Dios va desear otra cosa, otro camino distinto a este? Sería una gran contradicción de parte de Dios que ama para siempre y confía en nosotros para que logremos lo que Él desea.
Sé que hoy, más que nunca, estas palabras de Dios, de Jesús, son difíciles de entender y de aceptar, porque muchas personas están heridas por la falta de amor en sus familias.
Por eso nunca está demás decir que las personas que no han podido hacer prosperar sus matrimonios no están, «fuera» del amor de Dios y tampoco está demás decir que, «el hombre no debe separar lo que Dios a unido» y podríamos agregar, y lo que ellos, varón y mujer quisieron unir por propia decisión, sin la presión de nadie, sino por amor.
El planteo que los fariseos le hacen hoy a Jesús, es profundo, es el planteo que le hace el mundo a la Iglesia, el planteo que incluso podemos hacerle vos y yo a Dios, es este: ¿Por qué tenemos que seguir la voluntad de Dios? ¿No es demasiado dura? ¿No es demasiado exigente? ¿Es posible hacer lo que Dios quiere, que el hombre y la mujer estén para siempre unidos en medio del contexto de este mundo? Las respuestas te las dejo que las contestes vos. Pero me animo a decirte, que no hay nada más placentero y que dé más felicidad, que hacer la voluntad de Dios, de eso debemos estar seguros, probemos y veamos qué bueno es el Señor.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo que vino a santificar el matrimonio y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo que vino a santificar el matrimonio y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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p. Rodrigo Aguilar
Sábado 13 de Agosto + XIX Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 13-15
Trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Palabra del Señor.
Trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 19, 13-15:
Es una maravilla pensar y sentir que cada Evangelio, cada escena de la biblia, es palabra de Dios. Estarás pensado: «Este sacerdote dice una obviedad», puede ser. Pero a lo que me refiero es a algo más profundo, al hecho de que del mismo modo que nos comunicamos entre nosotros, o sea con gestos y palabras, Dios lo hizo y lo hace con nosotros. Por eso cuando leemos y escuchamos la Palabra de Dios, no podemos quedarnos únicamente en la literalidad de las palabras en sí, o sea de donde proviene cada palabrita, cuál es su significado, cómo fue traducida… Eso ayuda mucho, es verdad, pero al mismo tiempo, hay que traspasar la «epidermis», la piel del texto, e ir descubriendo la verdad que encierra, no sólo cada palabra o frase, sino la escena, el contexto, los gestos, los silencios, y eso no es tarea fácil, eso no se realiza por el hecho de estudiar, sino que se puede hacer gracias a la inspiración del Espíritu Santo que nos asiste para interpretar lo que Él mismo inspiró. Cuando en la Iglesia leemos la Palabra de Dios así, todo se transforma en un mensaje, todo puede hacerse nuevo, todo me dice algo una y mil veces. A veces podemos tener una mirada muy superficial de la palabra, muy literal, muy fundamentalista, como lo hacen otras iglesias de hermanos separados, o como podemos hacerlo nosotros mismos. Por eso, y vuelvo al principio, es una maravilla el pensar y sentir, que incluso un texto como el de Algo del Evangelio de hoy, por más sencillo y cortito que sea, es un mensaje que nos puede colmar el alma en un instante, o dar una enseñanza muy profunda cada vez que lo escuchamos.
A Jesús le llevaban niños, para que los bendijera, para que les impusiera las manos, para que orara por ellos, algo sumamente lindo. En un contexto cultural en donde los niños no eran muy tenidos en cuenta, se percibe que Jesús, además de romper con esquemas tradicionales o culturales de la época, atraía de un modo especial a los más pequeños de ese momento, a los niños. Jesús rompió con muchas barreras culturales de esa época, que no viene al caso enumerar ahora, entre ellas podemos mencionar el «dejar que los niños se acerquen a Él» y se entremezclen con los adultos. Jesús sigue rompiendo hoy con barreras que nos impiden conocerlo y amarlo. En realidad, somos los hombres los que nos vamos creando costumbres, modos de pensar y sentir, que no colaboran a que seamos lo que realmente Él quiere que seamos. No me refiero a que rechazó las tradiciones humanas, el arraigo a costumbres culturales, sino que rechazó las que en el fondo no son sanas, o no nos hacen más plenamente humanos. Las tradiciones o costumbres son buenas, son necesarias en la medida que nos abren al amor de los demás, a nosotros mismos y al amor de Dios. Ese debería ser el criterio de discernimiento, y no el famoso «porque siempre se hizo así». Una vez alguien me contaba, un papá, que él había dejado de abrazar a su hija a partir de los doce años aproximadamente, porque su papá siempre le había dicho que a partir de esa edad no era bueno abrazar a las hijas, para que los demás no piensen nada raro. Este padre no me lo contaba orgulloso, sino como dándose cuenta que había seguido un mandato cultural o familiar sin darse cuenta, y por eso se había perdido de ser cariñoso con sus hijas por el solo hecho de que se lo «habían dicho», y casi sin darse cuenta él lo había incorporado. ¿Cuántas cosas en nuestra vida las hacemos porque nos dijeron que había que hacerlas o porque vimos que se hacían así, pero pocas veces nos pusimos a pensar si eran buenas o no, sanas o no? Bueno, Jesús también nos enseña con su vida a saber discernir sobre «mandatos» culturales, que a veces se transforman en más mandamientos que los de Dios.
Esto lo digo, porque también a los discípulos les costó mucho entender a Jesús. Ellos, los mismos amigos, se transformaron en obstáculo para que su Maestro enseñe lo que quería enseñar, la predilección por los más pequeños.
Es una maravilla pensar y sentir que cada Evangelio, cada escena de la biblia, es palabra de Dios. Estarás pensado: «Este sacerdote dice una obviedad», puede ser. Pero a lo que me refiero es a algo más profundo, al hecho de que del mismo modo que nos comunicamos entre nosotros, o sea con gestos y palabras, Dios lo hizo y lo hace con nosotros. Por eso cuando leemos y escuchamos la Palabra de Dios, no podemos quedarnos únicamente en la literalidad de las palabras en sí, o sea de donde proviene cada palabrita, cuál es su significado, cómo fue traducida… Eso ayuda mucho, es verdad, pero al mismo tiempo, hay que traspasar la «epidermis», la piel del texto, e ir descubriendo la verdad que encierra, no sólo cada palabra o frase, sino la escena, el contexto, los gestos, los silencios, y eso no es tarea fácil, eso no se realiza por el hecho de estudiar, sino que se puede hacer gracias a la inspiración del Espíritu Santo que nos asiste para interpretar lo que Él mismo inspiró. Cuando en la Iglesia leemos la Palabra de Dios así, todo se transforma en un mensaje, todo puede hacerse nuevo, todo me dice algo una y mil veces. A veces podemos tener una mirada muy superficial de la palabra, muy literal, muy fundamentalista, como lo hacen otras iglesias de hermanos separados, o como podemos hacerlo nosotros mismos. Por eso, y vuelvo al principio, es una maravilla el pensar y sentir, que incluso un texto como el de Algo del Evangelio de hoy, por más sencillo y cortito que sea, es un mensaje que nos puede colmar el alma en un instante, o dar una enseñanza muy profunda cada vez que lo escuchamos.
A Jesús le llevaban niños, para que los bendijera, para que les impusiera las manos, para que orara por ellos, algo sumamente lindo. En un contexto cultural en donde los niños no eran muy tenidos en cuenta, se percibe que Jesús, además de romper con esquemas tradicionales o culturales de la época, atraía de un modo especial a los más pequeños de ese momento, a los niños. Jesús rompió con muchas barreras culturales de esa época, que no viene al caso enumerar ahora, entre ellas podemos mencionar el «dejar que los niños se acerquen a Él» y se entremezclen con los adultos. Jesús sigue rompiendo hoy con barreras que nos impiden conocerlo y amarlo. En realidad, somos los hombres los que nos vamos creando costumbres, modos de pensar y sentir, que no colaboran a que seamos lo que realmente Él quiere que seamos. No me refiero a que rechazó las tradiciones humanas, el arraigo a costumbres culturales, sino que rechazó las que en el fondo no son sanas, o no nos hacen más plenamente humanos. Las tradiciones o costumbres son buenas, son necesarias en la medida que nos abren al amor de los demás, a nosotros mismos y al amor de Dios. Ese debería ser el criterio de discernimiento, y no el famoso «porque siempre se hizo así». Una vez alguien me contaba, un papá, que él había dejado de abrazar a su hija a partir de los doce años aproximadamente, porque su papá siempre le había dicho que a partir de esa edad no era bueno abrazar a las hijas, para que los demás no piensen nada raro. Este padre no me lo contaba orgulloso, sino como dándose cuenta que había seguido un mandato cultural o familiar sin darse cuenta, y por eso se había perdido de ser cariñoso con sus hijas por el solo hecho de que se lo «habían dicho», y casi sin darse cuenta él lo había incorporado. ¿Cuántas cosas en nuestra vida las hacemos porque nos dijeron que había que hacerlas o porque vimos que se hacían así, pero pocas veces nos pusimos a pensar si eran buenas o no, sanas o no? Bueno, Jesús también nos enseña con su vida a saber discernir sobre «mandatos» culturales, que a veces se transforman en más mandamientos que los de Dios.
Esto lo digo, porque también a los discípulos les costó mucho entender a Jesús. Ellos, los mismos amigos, se transformaron en obstáculo para que su Maestro enseñe lo que quería enseñar, la predilección por los más pequeños.
Dice Algo del Evangelio de hoy que los discípulos «los reprendieron», o sea, que se enojaron con aquellos que les llevaban niños a Jesús para que los bendijera. ¿Por qué? No sabemos bien, pero podemos suponer que, porque les molestaba, o porque muchas veces como nos pasa, que a los adultos consideramos que hay ciertos momentos que son «solo para adultos». ¿No nos pasa eso a nosotros también? Es verdad que hay momentos o circunstancias en los que los niños no pueden estar, pero no porque nos molesten, sino porque realmente no es para ellos ese momento, sin embargo, también es verdad que hay situaciones en las que preferimos no estar con niños por el simple hecho de que «nos molestan». Es lindo saber que a Jesús no les molestaban los niños, todo lo contrario, los quería cerca, y además, aprovechó su presencia para enseñarnos que, en el fondo, en lo más profundo de nuestro corazón, debemos ser como ellos, o como fuimos, para comprender el mensaje de su amor.
No impidamos que los niños se acerquen a Jesús. Eso siempre les digo a los padres, no nos creamos los dueños de lo que pueden y no pueden hacer. Los niños llevan la religiosidad en su corazón, el deseo de Dios de un modo mucho más palpable del que imaginamos. Los niños desean a Dios Padre como desean estar en los brazos de su madre y es así como deberíamos vivir nosotros, los adultos. Quisiera terminar con un salmo maravilloso que expresa este deseo de Dios para todos nosotros: «Mi corazón no es ambicioso, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No pretendo grandezas que superen mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos: como un niño en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí».
Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
No impidamos que los niños se acerquen a Jesús. Eso siempre les digo a los padres, no nos creamos los dueños de lo que pueden y no pueden hacer. Los niños llevan la religiosidad en su corazón, el deseo de Dios de un modo mucho más palpable del que imaginamos. Los niños desean a Dios Padre como desean estar en los brazos de su madre y es así como deberíamos vivir nosotros, los adultos. Quisiera terminar con un salmo maravilloso que expresa este deseo de Dios para todos nosotros: «Mi corazón no es ambicioso, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No pretendo grandezas que superen mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos: como un niño en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí».
Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar