Lunes 8 de agosto + Memoria Santo Domingo De Guzmán + XIX Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 22-27
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará Y ellos quedaron muy apenados.
Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: « ¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió.
Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños» Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».
Palabra del Señor.
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará Y ellos quedaron muy apenados.
Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: « ¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió.
Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños» Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 17, 22-27:
«No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino»… así empezaba diciendo el Evangelio de ayer. Jesús les hablaba a sus discípulos, a nosotros, que nos guste o no, somos un pequeño rebaño en comparación con las fuerzas y pensamientos de este mundo. No todos los católicos comprenden esta gran verdad que se deja traslucir en toda la vida de Jesús, en la vida de los discípulos y especialmente en los comienzos de la Iglesia. Si en algún momento de la historia, la Iglesia se consideró que era el único y gran rebaño del mundo, la llamada cristiandad, se haya equivocado o no, esa es otra discusión, hoy está más que claro que somos «un pequeño rebaño», un rebaño más de tantos que se consideran rebaños, el rebaño elegido por Jesús, sí, firmes en la Verdad de Él, pero lo cierto es que no todos nos consideran la voz que debe regir los destinos de este mundo. Sin embargo, la historia nos enseña que de algún modo u otro esto siempre fue así. Los poderes y los pensamientos de este mundo no escuchan la voz del Buen Pastor y se rigen por la obstinación de su propio corazón que los lleva de aquí para allá sin rumbo cierto. No debemos temer, aunque tengamos motivos, Jesús está con nosotros y aunque no nos escuchen, aunque seamos los pequeños de este mundo, aunque seamos pocos, aunque seamos realmente un pequeño rebaño, nuestra misión será siempre la de iluminar con la luz de Jesús las tinieblas que nos rodean, las sombras que nos quieren asustar.
La Palabra de Dios es, entre tantas cosas, espejo del alma, espejo del corazón, espejo de lo que no podemos ver por nuestra propia incapacidad y corta mirada sobre nosotros mismos. Qué lindo empezar esta nueva semana que nos regala Jesús para seguir conociendo y amando, con esta imagen de fondo, la palabra es espejo. La Palabra me muestra quien soy, como soy, todo lo que soy. Por supuesto que no es automático, como tantas cosas en la vida, por supuesto que esto no se da de golpe, pero si nos ponemos a pensar y miramos para atrás… ¿cuántas cosas de nuestro corazón y de nuestra vida nos ayudó a descubrir la escucha diaria de la Palabra de Dios? Si todavía no lo experimentaste, empecemos a probarlo. Las palabras que Dios nos dirige todos los días por medio de su Hijo Jesús, son la mejor «terapia» del corazón que podemos tomar en la vida y además, la única que es gratuita. Con esto no quiero desprestigiar la psicología o las otras ciencias que ayudan al hombre, simplemente pienso en voz alta, y pienso que, si todos viviéramos de acuerdo a la palabra de Dios, si todos meditáramos constantemente lo que Dios dice, no necesitaríamos tanto otras cosas, que son buenas, pero que muchas veces nos hacen olvidar de lo esencial. Sin Jesús, no hay verdadero conocimiento personal y no puede haber verdadera sanación del alma.
Vamos a intentar que, en estos días, lo que Jesús hace y dice en el Evangelio , se transforme para nosotros en un verdadero espejo del corazón, en el cuál no tengamos miedo de mirarnos, de descubrirnos, y maravillarnos e incluso de asustarnos un poco. Pero mirando ese espejo con Jesús, nada puede asustarnos lo suficiente, como para perder la paz.
Hoy Algo del Evangelio tiene dos partes bien distintas, una bien cortita en la que simplemente se dice que los discípulos «quedaron muy apenados» ante el anuncio de la Pasión de su amigo y la segunda, en donde Jesús le enseña a Pedro que, aunque muchas cosas «por justicia humana» no nos corresponden o podríamos obviarlas, por caridad y para no escandalizar es bueno que las hagamos. Quedémonos con la segunda parte.
¿Te pusiste a pensar en esto alguna vez? Muchas veces en la vida tenemos que aplicar este principio, por un bien más grande.
«No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino»… así empezaba diciendo el Evangelio de ayer. Jesús les hablaba a sus discípulos, a nosotros, que nos guste o no, somos un pequeño rebaño en comparación con las fuerzas y pensamientos de este mundo. No todos los católicos comprenden esta gran verdad que se deja traslucir en toda la vida de Jesús, en la vida de los discípulos y especialmente en los comienzos de la Iglesia. Si en algún momento de la historia, la Iglesia se consideró que era el único y gran rebaño del mundo, la llamada cristiandad, se haya equivocado o no, esa es otra discusión, hoy está más que claro que somos «un pequeño rebaño», un rebaño más de tantos que se consideran rebaños, el rebaño elegido por Jesús, sí, firmes en la Verdad de Él, pero lo cierto es que no todos nos consideran la voz que debe regir los destinos de este mundo. Sin embargo, la historia nos enseña que de algún modo u otro esto siempre fue así. Los poderes y los pensamientos de este mundo no escuchan la voz del Buen Pastor y se rigen por la obstinación de su propio corazón que los lleva de aquí para allá sin rumbo cierto. No debemos temer, aunque tengamos motivos, Jesús está con nosotros y aunque no nos escuchen, aunque seamos los pequeños de este mundo, aunque seamos pocos, aunque seamos realmente un pequeño rebaño, nuestra misión será siempre la de iluminar con la luz de Jesús las tinieblas que nos rodean, las sombras que nos quieren asustar.
La Palabra de Dios es, entre tantas cosas, espejo del alma, espejo del corazón, espejo de lo que no podemos ver por nuestra propia incapacidad y corta mirada sobre nosotros mismos. Qué lindo empezar esta nueva semana que nos regala Jesús para seguir conociendo y amando, con esta imagen de fondo, la palabra es espejo. La Palabra me muestra quien soy, como soy, todo lo que soy. Por supuesto que no es automático, como tantas cosas en la vida, por supuesto que esto no se da de golpe, pero si nos ponemos a pensar y miramos para atrás… ¿cuántas cosas de nuestro corazón y de nuestra vida nos ayudó a descubrir la escucha diaria de la Palabra de Dios? Si todavía no lo experimentaste, empecemos a probarlo. Las palabras que Dios nos dirige todos los días por medio de su Hijo Jesús, son la mejor «terapia» del corazón que podemos tomar en la vida y además, la única que es gratuita. Con esto no quiero desprestigiar la psicología o las otras ciencias que ayudan al hombre, simplemente pienso en voz alta, y pienso que, si todos viviéramos de acuerdo a la palabra de Dios, si todos meditáramos constantemente lo que Dios dice, no necesitaríamos tanto otras cosas, que son buenas, pero que muchas veces nos hacen olvidar de lo esencial. Sin Jesús, no hay verdadero conocimiento personal y no puede haber verdadera sanación del alma.
Vamos a intentar que, en estos días, lo que Jesús hace y dice en el Evangelio , se transforme para nosotros en un verdadero espejo del corazón, en el cuál no tengamos miedo de mirarnos, de descubrirnos, y maravillarnos e incluso de asustarnos un poco. Pero mirando ese espejo con Jesús, nada puede asustarnos lo suficiente, como para perder la paz.
Hoy Algo del Evangelio tiene dos partes bien distintas, una bien cortita en la que simplemente se dice que los discípulos «quedaron muy apenados» ante el anuncio de la Pasión de su amigo y la segunda, en donde Jesús le enseña a Pedro que, aunque muchas cosas «por justicia humana» no nos corresponden o podríamos obviarlas, por caridad y para no escandalizar es bueno que las hagamos. Quedémonos con la segunda parte.
¿Te pusiste a pensar en esto alguna vez? Muchas veces en la vida tenemos que aplicar este principio, por un bien más grande.
¿Te pusiste a pensar que por más que nuestro Reino no es de este mundo, tenemos que vivir en este mundo y tenemos que contribuir a que este mundo le vaya lo mejor posible? Si nos atáramos a la literalidad de lo que somos, como somos hijos de Dios y Él es nuestro rey, solo a Él deberíamos «pagarle» nuestro tributo. Estaríamos exentos, «sin embargo, para no escandalizar» para no ser obstáculo a que otros crean, tenemos que sujetarnos a las leyes humanas de este mundo, por supuesto mientras no vayan en contra de la ley de Dios. San Pablo lo dice de otra manera: «Todo te es lícito, pero no todo te es conveniente» Muchas cosas es lícito que las hagamos e incluso que no las hagamos y no estaría mal, sin embargo, nosotros los hijos de Dios miramos más allá, debemos mirar más allá. Nuestra mirada no se agota en nuestra forma de pensar, en juicios personales, sino que también en lo que podemos provocar al actuar en la manera en que elegimos actuar. Diría el refrán: «No solo hay que ser, sino parecer», no solo hay que pensar y actuar según lo que uno cree conveniente o justo, sino también en evitar que nuestras actitudes sean un motivo para que otros se alejen de Jesús. Se alejen de Jesús, ahí está lo importante, no que me quieran o no me quieran, que no se alejan de Jesús. Jesús nos enseña eso, y eso no quiere decir que quiere que estemos pendientes siempre de lo que opinan los demás, pero sí de que aprendamos a mirar más allá de nosotros y lo que producen nuestros actos.
Las palabras de Jesús son espejo para nuestra manera de actuar, son guía para nuestro corazón. No tengamos miedo a mirarnos hoy en este espejo con sinceridad.
Que te tengamos un buen día y que la bendición de Dios Pedre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestro corazón y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Las palabras de Jesús son espejo para nuestra manera de actuar, son guía para nuestro corazón. No tengamos miedo a mirarnos hoy en este espejo con sinceridad.
Que te tengamos un buen día y que la bendición de Dios Pedre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestro corazón y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Martes 9 de agosto + Memoria Santa Teresa Benedicta de la Cruz + XIX Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir en busca de la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Palabra del Señor.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir en busca de la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 18, 1-5. 10. 12-14:
Hay que animarse a verse en el espejo con sinceridad, no por vanidad, no solo para ver, ¡qué «lindos» podemos ser!, sino también para ver la realidad, para ver todo lo que somos. ¡Eso es humildad! La Palabra de Dios es espejo del alma y es camino de humildad. Porque la humildad, decía Santa Teresa, es «andar en la verdad». No es únicamente decir la verdad como algunos dicen, sino más bien, descubrir la verdad de uno mismo, la maravilla escondida en nosotros mismos y al mismo tiempo «el maquillaje» que no nos deja saber bien que hay detrás. ¡Qué lindo es animarse a dejar que la palabra de Dios sea espejo! Animate a decirle hoy a Jesús: ¡Quiero descubrirme como soy, quiero realmente descubrir quién soy, sin miedo, sin mentiras, sin dobleces! Para verse seriamente en el espejo de la Palabra, no basta pasar y seguir de largo. Hay que quedarse, hay que mirarse bastante tiempo. Si uno no se frena, no ve nada. Bueno, ante la Palabra de Dios hay que detenerse, hay que preguntarse, hay que quedarse un rato largo, solo así nos va mostrando la verdad de lo que somos. Somos mucho más «lindos» ante los ojos de Dios de lo que pensamos, somos mucho más pequeños de lo agrandados que a veces nos vemos. Esto no es «narcisismo espiritual», sino humildad espiritual, y no falsa humildad. Sigamos en este camino estos días.
Los discípulos fueron dándose cuenta quienes eran, con sus propias debilidades y sus capacidades, solo estando con Jesús. No hubo otro camino para ellos. No fueron a hacer un curso de virtudes, no fueron a «capacitarse» a un lugar. No hicieron dinámicas de conocimiento entre ellos, no usaron métodos de autoconocimiento. Estuvieron con Él. Solo estando con Él aprendemos el camino de la sinceridad espiritual, de la sencillez del corazón, de la simpleza de la vida, de la verdadera humildad. Todo lo demás, todo lo demás se puede aprender en muchos lados, en muchas escuelas, universidades o cursos. Ahora… la humildad del Evangelio, la de Jesús, la que da vida, solo se aprende con Él y solo haciéndose humilde podemos hacer las grandes cosas que pretendemos, muchas veces con aires de grandeza. Jesús nos quiere para cosas grandes, eso es verdad y no hay que negarlo, no quiere mediocres que se conformen con poco, que no den todo lo que tienen para dar, pero lo quiere a su modo. Jesús quiere que te «agrandes» y quieras cosas grandes, pero «haciéndote pequeño» y no pretendiendo más de lo que podés. Tenemos que conocernos en serio y ser humildes de corazón. ¡Qué paradoja más rara estarás pensando! ¿Ser grande siendo pequeño? ¿No pretender todo para alcanzar todo? Es tan simple como difícil para vivir y aceptar. Es lo que Jesús hizo y lo que quiere corregir en nosotros. Todo lo grande empieza de a poco. Todo lo grande empieza desde cosas insignificantes, mirá la naturaleza. Todo lo grande está formado por mil cosas pequeñas, y todo necesita de todo, nada está aislado en sí mismo. Dios se hizo niño y Dios quiere que tengamos alma de niños.
Jesús nos asegura hoy que si no cambiamos, que si no nos hacemos como niños no podremos entrar en su Reino, no podremos disfrutar desde ahora el amor del Padre, ni tampoco entrar en el Amor definitivo cuando todo esto se termine. ¡Qué increíble lo que nos cuesta cambiar! ¡Qué locura cuánto nos cuesta aceptar que somos necesitados! ¡Qué dificultades tenemos para reconocer que Dios es el que nos anda buscando siempre y nosotros nos empeñamos en perdernos! Intentemos hoy cambiar, intentemos ser un poco más pequeños pero nunca renunciando a hacer cosas grandes.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Hay que animarse a verse en el espejo con sinceridad, no por vanidad, no solo para ver, ¡qué «lindos» podemos ser!, sino también para ver la realidad, para ver todo lo que somos. ¡Eso es humildad! La Palabra de Dios es espejo del alma y es camino de humildad. Porque la humildad, decía Santa Teresa, es «andar en la verdad». No es únicamente decir la verdad como algunos dicen, sino más bien, descubrir la verdad de uno mismo, la maravilla escondida en nosotros mismos y al mismo tiempo «el maquillaje» que no nos deja saber bien que hay detrás. ¡Qué lindo es animarse a dejar que la palabra de Dios sea espejo! Animate a decirle hoy a Jesús: ¡Quiero descubrirme como soy, quiero realmente descubrir quién soy, sin miedo, sin mentiras, sin dobleces! Para verse seriamente en el espejo de la Palabra, no basta pasar y seguir de largo. Hay que quedarse, hay que mirarse bastante tiempo. Si uno no se frena, no ve nada. Bueno, ante la Palabra de Dios hay que detenerse, hay que preguntarse, hay que quedarse un rato largo, solo así nos va mostrando la verdad de lo que somos. Somos mucho más «lindos» ante los ojos de Dios de lo que pensamos, somos mucho más pequeños de lo agrandados que a veces nos vemos. Esto no es «narcisismo espiritual», sino humildad espiritual, y no falsa humildad. Sigamos en este camino estos días.
Los discípulos fueron dándose cuenta quienes eran, con sus propias debilidades y sus capacidades, solo estando con Jesús. No hubo otro camino para ellos. No fueron a hacer un curso de virtudes, no fueron a «capacitarse» a un lugar. No hicieron dinámicas de conocimiento entre ellos, no usaron métodos de autoconocimiento. Estuvieron con Él. Solo estando con Él aprendemos el camino de la sinceridad espiritual, de la sencillez del corazón, de la simpleza de la vida, de la verdadera humildad. Todo lo demás, todo lo demás se puede aprender en muchos lados, en muchas escuelas, universidades o cursos. Ahora… la humildad del Evangelio, la de Jesús, la que da vida, solo se aprende con Él y solo haciéndose humilde podemos hacer las grandes cosas que pretendemos, muchas veces con aires de grandeza. Jesús nos quiere para cosas grandes, eso es verdad y no hay que negarlo, no quiere mediocres que se conformen con poco, que no den todo lo que tienen para dar, pero lo quiere a su modo. Jesús quiere que te «agrandes» y quieras cosas grandes, pero «haciéndote pequeño» y no pretendiendo más de lo que podés. Tenemos que conocernos en serio y ser humildes de corazón. ¡Qué paradoja más rara estarás pensando! ¿Ser grande siendo pequeño? ¿No pretender todo para alcanzar todo? Es tan simple como difícil para vivir y aceptar. Es lo que Jesús hizo y lo que quiere corregir en nosotros. Todo lo grande empieza de a poco. Todo lo grande empieza desde cosas insignificantes, mirá la naturaleza. Todo lo grande está formado por mil cosas pequeñas, y todo necesita de todo, nada está aislado en sí mismo. Dios se hizo niño y Dios quiere que tengamos alma de niños.
Jesús nos asegura hoy que si no cambiamos, que si no nos hacemos como niños no podremos entrar en su Reino, no podremos disfrutar desde ahora el amor del Padre, ni tampoco entrar en el Amor definitivo cuando todo esto se termine. ¡Qué increíble lo que nos cuesta cambiar! ¡Qué locura cuánto nos cuesta aceptar que somos necesitados! ¡Qué dificultades tenemos para reconocer que Dios es el que nos anda buscando siempre y nosotros nos empeñamos en perdernos! Intentemos hoy cambiar, intentemos ser un poco más pequeños pero nunca renunciando a hacer cosas grandes.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Miércoles 10 de agosto + Fiesta de San Lorenzo + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 12, 24-26
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre».
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre».
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 12, 24-26:
Nunca te olvides que al leer la Palabra de Dios o al escucharla, que ella es fruto de la inspiración del Espíritu Santo. Él fue el que hizo que quede escrita para siempre y es Él que hoy nos ayuda a comprenderla, Él es quien la hace presente y la hace viva en la vida de cada creyente que la escucha con fe. Porque si no, la Palabra sería «letra muerta», sin la presencia del Espíritu es letra muerta; Él es el artífice y el que obra interiormente para que al escucharla podamos comprenderla, y al comprenderla podamos amarla y vivirla.
Eso es lo que tenemos que lograr: todos, amar la Palabra de Dios, amar lo que Dios nos dice.
Alguien me dijo por estos días: «Padre no sabés la dependencia que me generó la Palabra de Dios» ¡Qué lindo escuchar cuando nos empezamos a enamorar, nos empieza a atraer, y empezamos a tener ganas de escuchar la Palabra de Dios. ¡Qué lindo que es tener «buenas» dependencias!
Por eso volvé a escucharla si es necesario, para eso tenés el audio; invocá al Espíritu Santo que es que te va a ayudar a realmente poder vivirla.
La alegría de un buen hijo es la de escuchar a su padre y a su madre; que le enseña, que le habla, que lo instruye, que lo guía. Por lo menos es la alegría de los primeros años de vida, después nos vamos rebelando. La alegría del que tiene fe es la de desear escuchar lo que su Padre del cielo quiere. Por eso hoy andá caminando al trabajo repitiendo algunas palabras de hoy, empezá el día en tu casa repitiendo esas palabras que elijas, terminá el día también y como síntesis repetí esas palabras; que tu alegría de hoy sea esta: no olvidar las Palabras de Dios que te quiere decir y te dice al corazón.
Y en Algo del Evangelio de hoy –en este día de San Lorenzo– en primer lugar Jesús utiliza esta imagen tan linda de la semilla, tan sencilla y profunda, por eso hoy no hace falta agregar imágenes, sería absurdo; en primer lugar estas palabras de Jesús se refieren a Él mismo, Jesús está anticipando lo que será su entrega en la Cruz, su muerte y su resurrección: «Si el grano de trigo no muere queda solo». Jesús quedó en la cruz casi solo, pero hoy no está solo.
Si Jesús no se hubiese entregado y no hubiese amado de la manera como nos amó; no hubiese transformado el mundo como lo transformó.
Jesús no quedó solo, esa aparente «derrota» en la Cruz; terminó siendo la victoria más grande de la historia, por su Resurrección que dio mucho fruto. Jesús no tuvo apego a su vida y por eso la entregó, y entregándola le ganó la vida a muchísimos.
Entonces estas palabras que son de Jesús sobre sí mismo, por supuesto que también son para nosotros, nosotros también somos como «un grano de trigo», tenemos que ser como un grano de trigo; que si no caemos en la tierra y nos transformamos, quedamos solos, no dejamos nada.
Para nosotros los cristianos morir no es algo malo, morir es transformarse. No me refiero a morir en cuanto a la muerte natural sino al morir de cada día; a esta entrega cotidiana de nuestra vida en cada cosa que hacemos –así como San Lorenzo entregó su vida por Cristo–; morir para nosotros es transformarnos. Pero incluso la muerte natural para nosotros no será muerte, sino transformación. Mueren los que no tienen fe, lo que ven solo esta vida. Nuestros seres queridos que partieron de este mundo no están «muertos», porque Dios, es un Dios de vivos. Tu madre, tu padre, tu hijo o tu hija que no están, no podemos decir que «se llamaban», sino que se llaman porque están vivos.
Por eso morir en la vida diaria a veces se trasforma en «callar» algo que querés decir y era mejor no decirlo, o decirlo distinto, como alguna crítica que querías hacer, algún mal pensamiento; morir es renunciar a tu egoísmo para servir a alguien; morir es regalarle una mirada a ese pobre con el que te cruzaste y que no tenias ganas de mirarlo; o frenar y darle una limosna; morir es escuchar a tu marido, a tu mujer, servir a tus hijos; morir es dedicarle más de tu tiempo a la oración, en vez de perderlo en tantas otras cosas...
¡Morir!...
Nunca te olvides que al leer la Palabra de Dios o al escucharla, que ella es fruto de la inspiración del Espíritu Santo. Él fue el que hizo que quede escrita para siempre y es Él que hoy nos ayuda a comprenderla, Él es quien la hace presente y la hace viva en la vida de cada creyente que la escucha con fe. Porque si no, la Palabra sería «letra muerta», sin la presencia del Espíritu es letra muerta; Él es el artífice y el que obra interiormente para que al escucharla podamos comprenderla, y al comprenderla podamos amarla y vivirla.
Eso es lo que tenemos que lograr: todos, amar la Palabra de Dios, amar lo que Dios nos dice.
Alguien me dijo por estos días: «Padre no sabés la dependencia que me generó la Palabra de Dios» ¡Qué lindo escuchar cuando nos empezamos a enamorar, nos empieza a atraer, y empezamos a tener ganas de escuchar la Palabra de Dios. ¡Qué lindo que es tener «buenas» dependencias!
Por eso volvé a escucharla si es necesario, para eso tenés el audio; invocá al Espíritu Santo que es que te va a ayudar a realmente poder vivirla.
La alegría de un buen hijo es la de escuchar a su padre y a su madre; que le enseña, que le habla, que lo instruye, que lo guía. Por lo menos es la alegría de los primeros años de vida, después nos vamos rebelando. La alegría del que tiene fe es la de desear escuchar lo que su Padre del cielo quiere. Por eso hoy andá caminando al trabajo repitiendo algunas palabras de hoy, empezá el día en tu casa repitiendo esas palabras que elijas, terminá el día también y como síntesis repetí esas palabras; que tu alegría de hoy sea esta: no olvidar las Palabras de Dios que te quiere decir y te dice al corazón.
Y en Algo del Evangelio de hoy –en este día de San Lorenzo– en primer lugar Jesús utiliza esta imagen tan linda de la semilla, tan sencilla y profunda, por eso hoy no hace falta agregar imágenes, sería absurdo; en primer lugar estas palabras de Jesús se refieren a Él mismo, Jesús está anticipando lo que será su entrega en la Cruz, su muerte y su resurrección: «Si el grano de trigo no muere queda solo». Jesús quedó en la cruz casi solo, pero hoy no está solo.
Si Jesús no se hubiese entregado y no hubiese amado de la manera como nos amó; no hubiese transformado el mundo como lo transformó.
Jesús no quedó solo, esa aparente «derrota» en la Cruz; terminó siendo la victoria más grande de la historia, por su Resurrección que dio mucho fruto. Jesús no tuvo apego a su vida y por eso la entregó, y entregándola le ganó la vida a muchísimos.
Entonces estas palabras que son de Jesús sobre sí mismo, por supuesto que también son para nosotros, nosotros también somos como «un grano de trigo», tenemos que ser como un grano de trigo; que si no caemos en la tierra y nos transformamos, quedamos solos, no dejamos nada.
Para nosotros los cristianos morir no es algo malo, morir es transformarse. No me refiero a morir en cuanto a la muerte natural sino al morir de cada día; a esta entrega cotidiana de nuestra vida en cada cosa que hacemos –así como San Lorenzo entregó su vida por Cristo–; morir para nosotros es transformarnos. Pero incluso la muerte natural para nosotros no será muerte, sino transformación. Mueren los que no tienen fe, lo que ven solo esta vida. Nuestros seres queridos que partieron de este mundo no están «muertos», porque Dios, es un Dios de vivos. Tu madre, tu padre, tu hijo o tu hija que no están, no podemos decir que «se llamaban», sino que se llaman porque están vivos.
Por eso morir en la vida diaria a veces se trasforma en «callar» algo que querés decir y era mejor no decirlo, o decirlo distinto, como alguna crítica que querías hacer, algún mal pensamiento; morir es renunciar a tu egoísmo para servir a alguien; morir es regalarle una mirada a ese pobre con el que te cruzaste y que no tenias ganas de mirarlo; o frenar y darle una limosna; morir es escuchar a tu marido, a tu mujer, servir a tus hijos; morir es dedicarle más de tu tiempo a la oración, en vez de perderlo en tantas otras cosas...
¡Morir!...
, tantas maneras de morir tenemos en nuestra vida; pero acordate, no es algo malo. Morir es transformarse, morir es dar frutos, si no te quedas solo. Te encerrás en vos mismo y te quedas solo, te encerrás en tus planes o en tus proyectos y te quedas solo; pero cuando te entregás, empezás a ganar cosas, empezás a ganar corazones de otras personas, se te ensancha el corazón, «corrés el alambrado de tu campo», tenés más horizonte.
Hoy tratá de morir un poco a vos mismo y mejor no matar a nadie. No mates a nadie con tu mirada, con tus pensamientos, con tus prejuicios, no mates a nadie..., mejor transformate un poco vos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Hoy tratá de morir un poco a vos mismo y mejor no matar a nadie. No mates a nadie con tu mirada, con tus pensamientos, con tus prejuicios, no mates a nadie..., mejor transformate un poco vos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar