No nos olvidemos de rezar hoy por todos los que no tienen fe, especialmente por los que están sufriendo grandes pruebas y no entienden el sentido de sus vidas. Recemos también por aquellos que tienen mayor responsabilidad en la transmisión de la fe, como el Papa, los obispos, los sacerdotes y diáconos, por los consagrados y consagradas, por todo el pueblo cristiano. Te pido que también hoy reces por mí yo también rezo por vos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
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Viernes 5 de agosto + Memoria: Dedicación de la Basílica de Santa María + XVIII Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 24-28
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino".
Palabra del Señor
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino".
Palabra del Señor
Comentario a Mateo 16, 24-28:
Además de los pecados derivados de la avaricia, hay otras «especies» de avaricia, que nos vendría bien recordar, para que sigamos creciendo en la generosidad, en el desprendimiento. Un filósofo, Aristóteles, nombra la siguientes: La parquedad, que sería dar, pero demasiado poco, dar menos de lo que podría dar, ante las necesidades que se nos presentan. Sería un dar, pero para calmar mi conciencia, no con desprendimiento, hacia los pobres, hacia las obras de apostolado, hacia la Iglesia, por ejemplo. Otra especie de avaricia es la obstinación, que sería el extremo, o sea no dar nada, que es peor que lo anterior. La tacañería sería otro tipo de avaricia, que consiste en dar, pero con mucha cautela. Suele darse en los que son capaces de gastar muchísimo en sus propios caprichos, en cosas inútiles, pero no en ayudar a los otros. Vuelvo a decir, todo esto no lo enumeré en estos días para atormentarnos, sino para que descubramos que podemos seguir creciendo, podemos seguir el ejemplo de Jesús que nos llamó a todos a cosas más grandes y nos llamó a que seamos desprendidos, a que no miremos tanto las cosas de la tierra, donde la herrumbre las corroe, sino en las del cielo, que permanecen para siempre.
Al mismo tiempo, intentamos en esta semana que ya está terminando, poco a poco descubrir desde la palabra de cada día, algo más sobre nuestra fe, y no tanto sobre lo que creemos, sino más bien, qué significa creer. Los evangelios de esta semana fueron una maravilla en este sentido, fueron como una catequesis de episodios sobre la fe en Jesús. Ayer no lo pude decir, pero en el relato de Pedro confesando su fe en Jesús, se ve claramente que, en definitiva, creer, creer en serio, quiere decir confesar con los labios y el corazón que Jesús no es un hombre cualquiera, sino que es el Hijo de Dios, es Dios hecho hombre, y eso, aunque a nosotros nos parece fácil y cotidiano, no lo es. Jesús le dijo a Pedro: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo». Se cree en Jesús por recibir un don. Nadie cree en Jesús por sí mismo. Creemos gracias al Padre, y al mismo tiempo en nuestro interior siempre convive la debilidad, la posibilidad de decir con los labios una cosa, pero al mismo tiempo, pensar y sentir otra. Pedro confiesa con los labios a Jesús, pero inmediatamente después, Jesús lo aparta como a Satanás porque sus pensamientos no son los de Dios.
Vos y yo creemos, no lo dudo, es seguro que si estás escuchando este audio es porque crees en Jesús, pero eso no quiere decir que siempre nuestros pensamientos y sentimientos son los que Dios desea de nosotros. Acordémonos lo de Jesús ayer a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Esto se lo dijo a Pedro, su mejor amigo, Jesús.
Inmediatamente después de esto, de esta escena, viene Algo del Evangelio de hoy. Jesús, no se lo dice solo a Pedro, sino que ahora se lo advierte a todos sus discípulos. ¿Es duro no? Pedro quiso enseñarle a Jesús qué camino tenía que elegir para salvar al hombre, en realidad, más superficialmente y con mucho amor, Pedro quería evitar que su amigo sufra, Pedro no quería ver sufrir a Jesús porque también sabía en el fondo que en algún momento él tendría que sufrir. Sin embargo, es como si Jesús le dijera y nos dijera a todos: «Déjenme sufrir con amor por ustedes para que cuando ustedes sufran no se sientan solos. Déjenme sufrir por amor a ustedes y también déjenme enseñarles que la vida no tiene sabor si no tiene amor, y no tiene amor si no es con cruz. Pedro, discípulos míos, (a vos y a mí) el camino de la cruz no es el peor camino cómo pensás espontáneamente, al contrario, es el mejor, es el que quise elegir y por eso es el mejor, no lo quieras evitar por comodidad y egoísmo, no quieras salvarte solo, dejame amarte, dejame perder la vida para ganar muchas, así es como soy feliz, así es como serás feliz vos también.
Además de los pecados derivados de la avaricia, hay otras «especies» de avaricia, que nos vendría bien recordar, para que sigamos creciendo en la generosidad, en el desprendimiento. Un filósofo, Aristóteles, nombra la siguientes: La parquedad, que sería dar, pero demasiado poco, dar menos de lo que podría dar, ante las necesidades que se nos presentan. Sería un dar, pero para calmar mi conciencia, no con desprendimiento, hacia los pobres, hacia las obras de apostolado, hacia la Iglesia, por ejemplo. Otra especie de avaricia es la obstinación, que sería el extremo, o sea no dar nada, que es peor que lo anterior. La tacañería sería otro tipo de avaricia, que consiste en dar, pero con mucha cautela. Suele darse en los que son capaces de gastar muchísimo en sus propios caprichos, en cosas inútiles, pero no en ayudar a los otros. Vuelvo a decir, todo esto no lo enumeré en estos días para atormentarnos, sino para que descubramos que podemos seguir creciendo, podemos seguir el ejemplo de Jesús que nos llamó a todos a cosas más grandes y nos llamó a que seamos desprendidos, a que no miremos tanto las cosas de la tierra, donde la herrumbre las corroe, sino en las del cielo, que permanecen para siempre.
Al mismo tiempo, intentamos en esta semana que ya está terminando, poco a poco descubrir desde la palabra de cada día, algo más sobre nuestra fe, y no tanto sobre lo que creemos, sino más bien, qué significa creer. Los evangelios de esta semana fueron una maravilla en este sentido, fueron como una catequesis de episodios sobre la fe en Jesús. Ayer no lo pude decir, pero en el relato de Pedro confesando su fe en Jesús, se ve claramente que, en definitiva, creer, creer en serio, quiere decir confesar con los labios y el corazón que Jesús no es un hombre cualquiera, sino que es el Hijo de Dios, es Dios hecho hombre, y eso, aunque a nosotros nos parece fácil y cotidiano, no lo es. Jesús le dijo a Pedro: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo». Se cree en Jesús por recibir un don. Nadie cree en Jesús por sí mismo. Creemos gracias al Padre, y al mismo tiempo en nuestro interior siempre convive la debilidad, la posibilidad de decir con los labios una cosa, pero al mismo tiempo, pensar y sentir otra. Pedro confiesa con los labios a Jesús, pero inmediatamente después, Jesús lo aparta como a Satanás porque sus pensamientos no son los de Dios.
Vos y yo creemos, no lo dudo, es seguro que si estás escuchando este audio es porque crees en Jesús, pero eso no quiere decir que siempre nuestros pensamientos y sentimientos son los que Dios desea de nosotros. Acordémonos lo de Jesús ayer a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Esto se lo dijo a Pedro, su mejor amigo, Jesús.
Inmediatamente después de esto, de esta escena, viene Algo del Evangelio de hoy. Jesús, no se lo dice solo a Pedro, sino que ahora se lo advierte a todos sus discípulos. ¿Es duro no? Pedro quiso enseñarle a Jesús qué camino tenía que elegir para salvar al hombre, en realidad, más superficialmente y con mucho amor, Pedro quería evitar que su amigo sufra, Pedro no quería ver sufrir a Jesús porque también sabía en el fondo que en algún momento él tendría que sufrir. Sin embargo, es como si Jesús le dijera y nos dijera a todos: «Déjenme sufrir con amor por ustedes para que cuando ustedes sufran no se sientan solos. Déjenme sufrir por amor a ustedes y también déjenme enseñarles que la vida no tiene sabor si no tiene amor, y no tiene amor si no es con cruz. Pedro, discípulos míos, (a vos y a mí) el camino de la cruz no es el peor camino cómo pensás espontáneamente, al contrario, es el mejor, es el que quise elegir y por eso es el mejor, no lo quieras evitar por comodidad y egoísmo, no quieras salvarte solo, dejame amarte, dejame perder la vida para ganar muchas, así es como soy feliz, así es como serás feliz vos también.
«Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará». Bueno, me inventé un discurso de Jesús para con nosotros, para que entendamos bien sus palabras.
Jesús con su ejemplo nos enseña que nuestros pensamientos no siempre son los de Él y los del Padre, y aunque a nosotros naturalmente nos repugne el sufrir, el sufrimiento entregado y ofrecido, es sufrimiento que se convierte en vida, es amor, y el amor es vida. Son pocos los que quieren cargar con el peso de la vida, con el peso diario de entregarse por amor, porque eso que implica sufrimiento. Le escapamos al sufrimiento cuando nos olvidamos de su lado oculto, pero fecundo, cuando nos olvidamos de amar. Son muchos los que quieren escaparle al sufrimiento por miedo, por egoísmo, olvidándose de que va de la mano al camino que conduce al amor, que conduce a Jesús, que conduce al cielo. Si amamos, con todo lo que implica, ganamos, tenemos más vida y damos vida. Si nos guardamos el amor y nos escondemos por miedo a sufrir, nos quedamos solos, nuestra vida se pierde y perdemos a los que nos rodean, nos perdemos de amarlos y que nos amen, nos perdemos de dejar algo importante en esta tierra, eso que jamás se perderá, el amor.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Jesús con su ejemplo nos enseña que nuestros pensamientos no siempre son los de Él y los del Padre, y aunque a nosotros naturalmente nos repugne el sufrir, el sufrimiento entregado y ofrecido, es sufrimiento que se convierte en vida, es amor, y el amor es vida. Son pocos los que quieren cargar con el peso de la vida, con el peso diario de entregarse por amor, porque eso que implica sufrimiento. Le escapamos al sufrimiento cuando nos olvidamos de su lado oculto, pero fecundo, cuando nos olvidamos de amar. Son muchos los que quieren escaparle al sufrimiento por miedo, por egoísmo, olvidándose de que va de la mano al camino que conduce al amor, que conduce a Jesús, que conduce al cielo. Si amamos, con todo lo que implica, ganamos, tenemos más vida y damos vida. Si nos guardamos el amor y nos escondemos por miedo a sufrir, nos quedamos solos, nuestra vida se pierde y perdemos a los que nos rodean, nos perdemos de amarlos y que nos amen, nos perdemos de dejar algo importante en esta tierra, eso que jamás se perderá, el amor.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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P. Rodrigo Aguilar
Sábado 6 de agosto + Fiesta: La Transfiguración del Señor + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 9, 28b-36:
La Palabra de Dios quiere quitarnos el miedo a la tentación, a la prueba, a las dificultades de la vida, incluso sabemos que algunas son necesarias para crecer y madurar, porque también vemos a Jesús que pasó por lo mismo, que nos pasa a nosotros, y Él fue tentado en nosotros. Hoy la Palabra de Dios, en este momento de la vida de Jesús en la transfiguración, nos quiere consolar, mostrándonos el final del camino, como lo hizo Jesús con sus discípulos.
San Agustín decía algo muy lindo y consolador: «Nuestra vida mientras dure esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones. Porque nuestro crecimiento se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones». Y no es que a nosotros nos gusta el sufrimiento por el sufrimiento mismo, no es que buscamos las dificultades por gusto nomás, sino que la palabra de Dios nos quiere dar como un bálsamo de realidad, realismo, un no querer ocultar una verdad de la vida, grandes verdades de la vida como esta. Que para resucitar primero tenemos que morir, para vencer primero hay que luchar, para encontrar hay que buscar, para recibir hay que pedir, para gozar hay que amar, y para amar, tenemos que renunciar y el renunciar implica el sufrimiento, muchas veces interior de nuestro corazón.
En Algo del Evangelio de hoy, Jesús los lleva al monte a los discípulos, a los más cercanos, para mostrarse como Dios, para mostrarles el esplendor de su Gloria, para mostrarles lo que les espera a ellos sí saben perseverar, si no se cansan, si siguen caminando. Y debe haber sido tan lindo ese momento que Pedro quiso hacer tres carpas, quiso quedarse ahí para siempre, prefirió hacer un campamento de elite de algunos con Jesús, para no bajar al llano de su realidad, para evitar bajar a la realidad, nada más normal que la reacción de Pedro. Pedro siempre nos representa por su humanidad, por su espontaneidad, que cualquiera de nosotros hubiera hecho. Porque apenas vivimos un lindo momento en la vida, ya sea en lo humano, lo cotidiano, como una experiencia de Dios, cuando apenas experimentamos la presencia de Dios en nuestras vidas, que sería como la transfiguración, queremos permanecer ahí para siempre. Queremos de alguna manera olvidarnos del día a día, de lo que debemos hacer, nos olvidamos que tenemos que bajar.
Nos encanta volar y evitar a veces las dificultades diarias. En realidad, lo que Jesús les hace a sus discípulos experimentar, no es para que se queden regodeándose entre ellos, sino para evitarles el miedo, o para enseñarles a superarlo, para enseñarles a confiar cuando después venga el momento de la Cruz. Jesús nos muestra el final del camino, nos muestra el final de la película, por decirlo así, para que no desfallezcamos en el camino. Ya sabemos cómo va a terminar si sabemos perseverar. Jesús en esta vida nos da su Amor, a veces lo sentimos a cuenta gotas, pero mostrándonos que al final la victoria está asegurada, si caminamos con Él, si no nos alejamos de Él, si luchamos con Él, si somos tentados con Él; también triunfaremos con Él, esa es nuestra esperanza. Tenemos que escucharlo y aprender a confiar, como tuvo que hacerlo Abraham y tantos santos. Tuvo que confiar, aunque no vio todo, no vio el final del camino completamente, sino que vio una luz que le mostró un poco para poder caminar. Así como tuvieron que hacerlo los apóstoles hoy, a Pedro y a nosotros también nos asecha esta tentación, como la de hacer campamento y no volver a la realidad. De querer vivir esa experiencia de Dios, que nos pueden alejar de los demás, esa no es la experiencia del cristiano. El cristiano es el que reconoce las dos cosas: la Cruz y la Gloria que vendrá, la experiencia de Jesús, pero llevada a lo normal, a lo cotidiano, a la familia, al trabajo, a los hijos, a los amigos.
La Palabra de Dios quiere quitarnos el miedo a la tentación, a la prueba, a las dificultades de la vida, incluso sabemos que algunas son necesarias para crecer y madurar, porque también vemos a Jesús que pasó por lo mismo, que nos pasa a nosotros, y Él fue tentado en nosotros. Hoy la Palabra de Dios, en este momento de la vida de Jesús en la transfiguración, nos quiere consolar, mostrándonos el final del camino, como lo hizo Jesús con sus discípulos.
San Agustín decía algo muy lindo y consolador: «Nuestra vida mientras dure esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones. Porque nuestro crecimiento se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones». Y no es que a nosotros nos gusta el sufrimiento por el sufrimiento mismo, no es que buscamos las dificultades por gusto nomás, sino que la palabra de Dios nos quiere dar como un bálsamo de realidad, realismo, un no querer ocultar una verdad de la vida, grandes verdades de la vida como esta. Que para resucitar primero tenemos que morir, para vencer primero hay que luchar, para encontrar hay que buscar, para recibir hay que pedir, para gozar hay que amar, y para amar, tenemos que renunciar y el renunciar implica el sufrimiento, muchas veces interior de nuestro corazón.
En Algo del Evangelio de hoy, Jesús los lleva al monte a los discípulos, a los más cercanos, para mostrarse como Dios, para mostrarles el esplendor de su Gloria, para mostrarles lo que les espera a ellos sí saben perseverar, si no se cansan, si siguen caminando. Y debe haber sido tan lindo ese momento que Pedro quiso hacer tres carpas, quiso quedarse ahí para siempre, prefirió hacer un campamento de elite de algunos con Jesús, para no bajar al llano de su realidad, para evitar bajar a la realidad, nada más normal que la reacción de Pedro. Pedro siempre nos representa por su humanidad, por su espontaneidad, que cualquiera de nosotros hubiera hecho. Porque apenas vivimos un lindo momento en la vida, ya sea en lo humano, lo cotidiano, como una experiencia de Dios, cuando apenas experimentamos la presencia de Dios en nuestras vidas, que sería como la transfiguración, queremos permanecer ahí para siempre. Queremos de alguna manera olvidarnos del día a día, de lo que debemos hacer, nos olvidamos que tenemos que bajar.
Nos encanta volar y evitar a veces las dificultades diarias. En realidad, lo que Jesús les hace a sus discípulos experimentar, no es para que se queden regodeándose entre ellos, sino para evitarles el miedo, o para enseñarles a superarlo, para enseñarles a confiar cuando después venga el momento de la Cruz. Jesús nos muestra el final del camino, nos muestra el final de la película, por decirlo así, para que no desfallezcamos en el camino. Ya sabemos cómo va a terminar si sabemos perseverar. Jesús en esta vida nos da su Amor, a veces lo sentimos a cuenta gotas, pero mostrándonos que al final la victoria está asegurada, si caminamos con Él, si no nos alejamos de Él, si luchamos con Él, si somos tentados con Él; también triunfaremos con Él, esa es nuestra esperanza. Tenemos que escucharlo y aprender a confiar, como tuvo que hacerlo Abraham y tantos santos. Tuvo que confiar, aunque no vio todo, no vio el final del camino completamente, sino que vio una luz que le mostró un poco para poder caminar. Así como tuvieron que hacerlo los apóstoles hoy, a Pedro y a nosotros también nos asecha esta tentación, como la de hacer campamento y no volver a la realidad. De querer vivir esa experiencia de Dios, que nos pueden alejar de los demás, esa no es la experiencia del cristiano. El cristiano es el que reconoce las dos cosas: la Cruz y la Gloria que vendrá, la experiencia de Jesús, pero llevada a lo normal, a lo cotidiano, a la familia, al trabajo, a los hijos, a los amigos.
El cristiano en serio es el que no se olvida de lo regalado mientras camina hacia adelante, con obstáculos, si es verdad, con dolores, con molestias y por eso no le escapa la Cruz. Porque sabe que después vendrá lo mejor. Los cristianos en serio, son los que aceptan con fe las palabras del Padre de Algo del Evangelio de hoy, «Este es mi Hijo el elegido, escúchenlo».
Y por eso confiamos en que todo esto es verdad, que todo esto es una invitación a confiar; confiemos, es lindo confiar, sepamos esperar y que, en cada prueba, dolor, sufrimiento, dificultad, cada desgarro de la vida, nos anima, y que nos empuja a caminar mientras amamos y enseñamos amar a los de al lado, y nos dejamos enseñar por los demás también. Cuando lleguemos a esa luz, podremos mirar para atrás y decir con certeza: «Benditas dificultades, benditos sufrimientos que me ayudaron a crecer y a llegar al final de este camino para estar con Jesús».
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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p. Rodrigo Aguilar
Y por eso confiamos en que todo esto es verdad, que todo esto es una invitación a confiar; confiemos, es lindo confiar, sepamos esperar y que, en cada prueba, dolor, sufrimiento, dificultad, cada desgarro de la vida, nos anima, y que nos empuja a caminar mientras amamos y enseñamos amar a los de al lado, y nos dejamos enseñar por los demás también. Cuando lleguemos a esa luz, podremos mirar para atrás y decir con certeza: «Benditas dificultades, benditos sufrimientos que me ayudaron a crecer y a llegar al final de este camino para estar con Jesús».
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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p. Rodrigo Aguilar
Domingo 7 de agosto + XIX Domingo durante el año (C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 32-48
Jesús dijo a sus discípulos:
«No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
«No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».
Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 12, 32-48
Venimos escuchando domingo a domingo, del evangelio de Lucas, cómo Jesús va camino a Jerusalén y en ese camino -donde Él entregará su vida por nosotros-, va dando diferentes enseñanzas a sus discípulos y a nosotros: ¿qué significa ser discípulo de Jesús? Y por eso para comprender el relato de hoy, no hay que olvidarse del domingo pasado donde Jesús nos advertía fuertemente sobre la avaricia: «Cuídense de toda avaricia», porque eso en el fondo nos hace mal. «Cuídense de lo que hace que se miren a ustedes mismos y se queden solos en la vida; que terminen hablando con su alma solos, como le pasó a ese hombre de la parábola, ¿te acordás?
Y por eso los ricos, ante los ojos de Dios son en definitiva los generosos. Vos y yo seremos ricos a los ojos de Dios si somos generosos en nuestra vida, con nuestras cosas, con nuestro tiempo. Eso es lo que le interesa a Dios Padre. En la medida en que somos generosos vamos experimentando la verdadera felicidad que brota de saber que hay más alegría en dar que en recibir; y no estar esperando incesantemente acumular y acumular cosas en nuestra vida. Por eso hoy Jesús nos dice claramente, «Acumulen tesoros en el cielo», llenen la "bolsa" en el cielo; que ahí no se va a desgastar, ahí nadie nos lo va a robar. Por eso acumular tesoros en el cielo es también ser generosos en la tierra. Empezar ahora a acumular tesoros en el cielo, es tomar el camino de la felicidad, dándonos cuenta de que en la medida que damos, vamos atesorando amor en los corazones de los demás. Y eso jamás se perderá. Nadie nos puede robar eso. Cuando tomamos conciencia y cuando comenzamos a experimentar en nuestra vida lo lindo que es dar para que en el otro quede algo de mí, que, en definitiva, es amor; y en mi corazón también queda algo del otro, nos empezamos a dar cuenta que el verdadero tesoro en la vida es otro.
Ahora, en la medida en que pensamos que dar cosas o tener cosas; buscar nuestra propia gloria, buscar nuestra propia fama; o enfocarnos en nuestros propios proyectos y así ir quedándonos solos en la vida, hablando con nuestra alma; nos tenemos que ir dando cuenta que ahí no puede estar el camino de la felicidad, que nuestra plenitud no está en eso. Y, en definitiva, eso es estar "prevenidos" -que también aparece en la Palabra del de hoy-, ¿qué es estar prevenidos? ¿Tenerle miedo a Dios? ¡No! No es eso; es ser generosos.
En definitiva, el que está prevenido, el que espera en todo momento la presencia de Jesús en su vida, no solamente en la hora de su muerte; sino también encontrándolo en su trabajo, en su familia, en la oración, en la Misa, el que está queriendo encontrar a Jesús en su vida es el que es generoso; porque el avaro se mira a sí mismo, el que busca atesorar acá en la tierra cosas que le den prestigio y cosas que le den un cierto status de privilegio, es el que no se da cuenta que a Jesús lo tiene mucho más cerca de lo que cree.
Entonces, estar prevenidos es ser generosos. Creo que éste es el mensaje de algo del evangelio de hoy. Busquemos ser generosos, no tengamos miedo a ser generosos, ni tengamos miedo de entregar "un poco más", porque solo así seremos verdaderamente felices, solo así descubriremos que a Jesús podemos encontrarlo en cada cosa que hacemos, en cada gesto de amor.
A vos y a mí se nos dio mucho, no nos guardemos nada para mañana, para después, demos todo lo que esté a nuestro alcance.
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P. Rodrigo Aguilar
Venimos escuchando domingo a domingo, del evangelio de Lucas, cómo Jesús va camino a Jerusalén y en ese camino -donde Él entregará su vida por nosotros-, va dando diferentes enseñanzas a sus discípulos y a nosotros: ¿qué significa ser discípulo de Jesús? Y por eso para comprender el relato de hoy, no hay que olvidarse del domingo pasado donde Jesús nos advertía fuertemente sobre la avaricia: «Cuídense de toda avaricia», porque eso en el fondo nos hace mal. «Cuídense de lo que hace que se miren a ustedes mismos y se queden solos en la vida; que terminen hablando con su alma solos, como le pasó a ese hombre de la parábola, ¿te acordás?
Y por eso los ricos, ante los ojos de Dios son en definitiva los generosos. Vos y yo seremos ricos a los ojos de Dios si somos generosos en nuestra vida, con nuestras cosas, con nuestro tiempo. Eso es lo que le interesa a Dios Padre. En la medida en que somos generosos vamos experimentando la verdadera felicidad que brota de saber que hay más alegría en dar que en recibir; y no estar esperando incesantemente acumular y acumular cosas en nuestra vida. Por eso hoy Jesús nos dice claramente, «Acumulen tesoros en el cielo», llenen la "bolsa" en el cielo; que ahí no se va a desgastar, ahí nadie nos lo va a robar. Por eso acumular tesoros en el cielo es también ser generosos en la tierra. Empezar ahora a acumular tesoros en el cielo, es tomar el camino de la felicidad, dándonos cuenta de que en la medida que damos, vamos atesorando amor en los corazones de los demás. Y eso jamás se perderá. Nadie nos puede robar eso. Cuando tomamos conciencia y cuando comenzamos a experimentar en nuestra vida lo lindo que es dar para que en el otro quede algo de mí, que, en definitiva, es amor; y en mi corazón también queda algo del otro, nos empezamos a dar cuenta que el verdadero tesoro en la vida es otro.
Ahora, en la medida en que pensamos que dar cosas o tener cosas; buscar nuestra propia gloria, buscar nuestra propia fama; o enfocarnos en nuestros propios proyectos y así ir quedándonos solos en la vida, hablando con nuestra alma; nos tenemos que ir dando cuenta que ahí no puede estar el camino de la felicidad, que nuestra plenitud no está en eso. Y, en definitiva, eso es estar "prevenidos" -que también aparece en la Palabra del de hoy-, ¿qué es estar prevenidos? ¿Tenerle miedo a Dios? ¡No! No es eso; es ser generosos.
En definitiva, el que está prevenido, el que espera en todo momento la presencia de Jesús en su vida, no solamente en la hora de su muerte; sino también encontrándolo en su trabajo, en su familia, en la oración, en la Misa, el que está queriendo encontrar a Jesús en su vida es el que es generoso; porque el avaro se mira a sí mismo, el que busca atesorar acá en la tierra cosas que le den prestigio y cosas que le den un cierto status de privilegio, es el que no se da cuenta que a Jesús lo tiene mucho más cerca de lo que cree.
Entonces, estar prevenidos es ser generosos. Creo que éste es el mensaje de algo del evangelio de hoy. Busquemos ser generosos, no tengamos miedo a ser generosos, ni tengamos miedo de entregar "un poco más", porque solo así seremos verdaderamente felices, solo así descubriremos que a Jesús podemos encontrarlo en cada cosa que hacemos, en cada gesto de amor.
A vos y a mí se nos dio mucho, no nos guardemos nada para mañana, para después, demos todo lo que esté a nuestro alcance.
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P. Rodrigo Aguilar