Algo del Evangelio
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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
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Comentario a Mateo 13, 47-53:

La insistencia en la oración es directamente proporcional, a nuestros deseos de obtener lo que pedimos… Cuando abandonamos la oración, en el fondo, es porque no deseamos tanto lo que creemos desear y por lo cual nos acercamos a pedir. Es cierto que esto es complejo, porque por un lado están nuestros deseos y por otro los deseos de Dios, que por más que sepamos algo, no sabemos todo y como decíamos ayer «no sabemos pedir como es debido». Este es uno de los temas centrales del Evangelio que nos regalaba la liturgia del domingo. Jesús no solo nos enseñó el Padrenuestro para que «repitamos frases hechas», sino que, además, la misma oración del Señor es una escuela del corazón, es escuela que nos enseña pedagógicamente, cuáles deberían ser nuestras prioridades al desear, cuáles deben ser nuestros deseos más profundos, o, dicho de otro modo, qué es lo que Dios Padre quiere que deseemos. La realidad es que muchas veces insistimos en la oración en temas que no deberíamos insistir y no insistimos en los que deberíamos insistir, ¡es muy humano! Y de nuestra falta de oración, o desde nuestra oración mal orientada, muchas veces provienen todas nuestras aflicciones e incluso nuestros enojos o frustraciones para con Dios.
Hay cosas en la vida que se entienden con el tiempo. Necesitan tiempo. Todo necesita tiempo. El Evangelio no es la excepción, Jesús se hizo hombre en el tiempo, se tomó tiempo para estar con nosotros, estuvo sujeto al tiempo y le gustó pasar tiempo con los suyos. Pensemos que Jesús estuvo treinta años con sus padres hasta que decidió tomarse tiempo para enseñar, expulsar demonios y curar a los enfermos. Se tomó tiempo para enseñarles a sus discípulos, estuvo tres años con ellos y les tuvo una paciencia de «fierro» para saber esperarlos: en su estrechez de mente, en sus terquedades, en sus cerrazones. Imaginate que a los discípulos les resultó difícil estando con Jesús cara a cara, ¿qué nos hace pensar que a nosotros que desde hace no mucho tiempo estamos escuchando la Palabra de Dios seriamente, se nos hará fácil?
No es fácil comprender el Evangelio, pero no porque las palabras escritas son difíciles o porque nos presente teoremas matemáticos imposibles de resolver, sino porque la Palabra de Dios es el corazón y la mente de Dios. Las palabras de Jesús, sus actitudes y sus gestos, son la forma de pensar y sentir de Dios, y comprender, aceptar y cambiar nuestra manera de pensar para que sea parecida a la de Dios es todo un camino, muchas veces dificilísimo de transitar. ¡Nos cuesta cambiar! No queremos cambiar, somos reacios a cambiar, está comprobado científicamente, nuestro cerebro quiere repetir acciones para que no le generen un desgaste. No nos gusta cuando alguien nos cambia algo. No nos gustan las cosas como nosotros queremos o pensamos que tienen que ser y todo cambio nos produce un cierto «stress». Tengamos paciencia, tengámonos paciencia mutuamente. No podemos cambiar de un día para el otro. No podemos comprender de un día para el otro. Siempre hay que volver a empezar.
Fijémonos en la parábola de Algo del Evangelio de hoy. El plan de Dios es el plan de la paciencia, el plan de esperar hasta el final. No estamos en el tiempo de la selección todavía, estamos en el tiempo de la pesca. «El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces». Dios pesca con red, no pesca seleccionando. Él quiere que en esa red entren todos y solamente al final de la historia, al final de nuestra vida, abrazará lo bueno y rechazará lo malo. ¿Comprendemos esto? Estas son las cosas de Dios que muchas veces nos cuesta aceptar y cambiar. Por ahí la entendemos, pero no solo hay que entender las palabras, sino que también hay que empezar a vivirlas, hay que empezar a transmitirlas, con nuestra forma de pensar, de hablar y de sentir. ¡Cuesta cambiar! Somos reacios a cambiar.
Los discípulos contestaron rápidamente que comprendían, sin embargo, en los comienzos de la Iglesia, intentaron hacer una selección, intentaron ser ellos los que decidían quién podía y quien no podía estar en la red del Reino de los Cielos. Tuvo que aparecer san Pablo para hacerles ver a los discípulos que tenían que abrirse al mundo. ¿No hacemos lo mismo nosotros muchas veces? ¿No somos selectivos en nuestros ambientes, en nuestros grupos, en nuestras parroquias? ¿No somos selectivos al hacer apostolado? ¿No será que muchas veces más que pescar con red pescamos con mira telescópica eligiendo lo que nos parece? ¿No será que nos falta bastante corazón y amplitud de mente para dejar que sea Dios el que elija? El Reino de Dios es como una red que se tira al mar, no es una caña de pescar, no es un detector de bondad. En el Reino de Dios hay de todo un poco, por eso tenemos que aprender a convivir y no juzgar tanto. Aprender a pensar cómo piensa el dueño del Reino y dejar de pensar como pensamos nosotros. Dejemos que el Rey, el dueño del Reino, haga lo que le parezca. Mientras tanto, nosotros, vivamos como hijos, sabiendo que tenemos toda clase de hermanos, pero que en definitiva, son hermanos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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P. Rodrigo Aguilar
Viernes 29 de julio + Memoria de Santa Marta, María y Lázaro + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 11, 19-27

Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».

Palabra del Señor.
Comentario a Juan 11, 19-27:

Alguna vez te dije que las cosas se entienden con el tiempo, que se necesita tiempo para que «decanten» las palabras en el corazón, pero una vez que tocan el fondo del corazón uno puede decir con satisfacción: «Esto ya es mío, esto es parte de mi vida, nadie me lo puede quitar». Cuando la Palabra de Dios no se escucha como oyente olvidadizo, sino, como alguien que está dispuesto a hacer un camino y a cambiar, lentamente todo va tomando el «color» de la Palabra de Dios, todo se interpreta desde la Palabra de Dios, todo lo pasamos por el «tamiz» de la Palabra de Dios y así, la vida del oyente se va cristianizando, y empezamos a pensar cómo piensa Dios, empezamos a sentir como siente Dios, que es lo que realmente interesa, porque somos su imagen, estamos hechos a su imagen, pero tenemos que ir asemejándonos a Él porque la debilidad y el pecado fue desdibujando lo mejor de nosotros.
¡Qué lindo es poder celebrar hoy la memoria de Santa Marta! recordar a Marta como una santa de nuestra Iglesia, alguien que se dejó transformar por la palabra de Jesús y llegó a los altares, sin mucha propaganda, sin grandes cosas. ¿Qué sabemos de Marta? Poco y nada. En realidad, a Marta, muchas veces la recordamos únicamente por el tan conocido: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, pero una sola es necesaria, María eligió la mejor parte que no le será quitada» A veces la pobre la pobre Marta quedó un poco «mal parada» con este episodio, pero eso fue solo un momento de su vida. Pero, como te vengo diciendo, el Evangelio nos va respondiendo de a poco ciertas cosas o nos va dando luz sobre ciertos temas también de a poco. Se necesita tiempo. Hay que darle tiempo al tiempo.
Y hoy, Algo del Evangelio, nos muestra a una Marta totalmente distinta. Marta se animó a cambiar. Podríamos decir sin miedo a equivocarnos que escuchó a Jesús y aprendió la lección. En la escena hoy los roles se cambian, Marta sale al encuentro de Jesús y María se queda en la casa. Con su hermano apenas muerto, no deberíamos pensar que María se quedó trabajando, pero si es lindo notar que la que sale al encuentro de Jesús es Marta y le dice con un dejo de queja, pero al mismo tiempo, con una total confianza: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas»
¡Qué lindo ver a Marta cambiada! ¡Qué lindo es escuchar a Marta preocupándose por lo importante! ¡Qué lindo y esperanzador es escuchar a Marta reconociendo a Jesús como su Señor y confiando en que su hermano algún día resucitará! ¡Qué lindo es escuchar a Marta confesando su fe en Jesús, creyendo en la resurrección, aunque todavía no se daba cuenta que Jesús le devolvería la vida a su hermano! ¡Qué lindo es volver a escuchar esto: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo!».
Qué bien hace al corazón ver que la Palabra de Dios se cumple en una persona y que Marta, pudo cambiar su corazón según lo que Jesús le había enseñado esa vez que estuvo en su casa: Marta, Marta, nos enseñás tantas cosas con tu santidad. Marta, Marta yo a veces me inquieto por tantas cosas y sé que una sola es necesaria, sin embargo, todavía no logro tener esa fe tan pura como la que llegaste a tener vos. Marta, Marta, el dolor, ante la muerte y la desesperación, me gustaría responder con la fe que le respondiste a Jesús ese día. Marta, Marta, no me gusta el dolor, no me gusta imaginar que en algún momento un hermano mío tenga que partir, no estoy acostumbrado al sufrimiento, no me gusta y me enoja que mis seres queridos ya no estén más conmigo, pero sí me gustaría poder llegar a tener tu fe, poder llegar a confiar en Jesús de esa manera, sabiendo que sus palabras son verdad, son realidad y se harán realidad. Marta, Marta, te inquietaste por muchas cosas, pero terminaste descubriendo cuál es la única necesaria, Jesús, tu señor y mi Señor, gracias Marta.
Me salió decir estas palabras imaginando un diálogo con Marta, ya que ella está disfrutando de la gloria del cielo y ella también es modelo para nuestra santidad. Nosotros también a veces hemos dudado, nosotros también a veces andamos corriendo de acá para allá sin darnos cuenta que lo único necesario es estar con Jesús.
Y a veces nos tiene que llegar un momento duro en la vida, a veces tenemos que pasarla mal, tocar fondo, sufrir algo fuerte para darnos cuenta que lo único que está siempre en esos momentos es Jesús, que el único que puede darnos la verdadera esperanza es Jesús, que el único que le da respuesta verdadera y cierta a la muerte y a la angustia de este mundo. Es Jesús porque Él mismo la pasó, Él la pasó antes que nosotros para enseñarnos a pasarla nosotros también con Él, para no sentirnos solos.
Que este ejemplo de Marta, de su santidad, de su cambio en la vida, nos ayude a nosotros a confiar que nuestro único Señor, nuestro único Salvador, es Jesús.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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P. Rodrigo Aguilar
Sábado 30 de Julio + XVII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 1-12

La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: «Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.» Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: «Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 14, 1-12

Un consejo para hoy, para mí mismo y para vos, para los tuyos. ¡No le aflojes, te lo pido por favor que no le aflojes! Muchas cosas podemos dejar de hacer en nuestra vida, muchísimas. Muchas cosas cambian y es bueno que así sea, pero hay algo que no debe cambiar nunca y debe permanecer siempre, aún en las dificultades más complicadas y es… el seguir escuchando. No dejes de escuchar la Palabra de cada día, no importa cómo, con quién y por medio de quien. Lo importante es escuchar. Terminemos esta semana diciéndonos otra vez al corazón: ¡quiero seguir escuchando, me hace bien, no puedo dejar de escuchar! Digámosle hoy a Jesús: «¡No quiero dejar de escuchar, no quiero caer en la tentación de pensar que ya está, de aburrirme de Vos, de cansarme de Dios!».
Si te dan ganas de aflojar pensá en esos días en el que la palabra te cambió, que te ayudó, algunos días ayuda más, otros menos, pero siempre ayuda. Esto es verdad y nos ayuda mucho a todos, porque estamos unidos por la misma palabra, la palabra que transmite una verdad.
La misma verdad que defendió Juan el Bautista hasta el final y por la que tuvo que morir decapitado. Sí, parece una película, esas que vimos muchas veces, pero esto pasó en serio. Pidieron la cabeza de Juan que sea llevada en una bandeja, toda una imagen de lo que es capaz de hacer el ser humano, cuando el odio y la envidia anidan en su corazón.
En Algo del Evangelio de hoy no hay muchas palabras de Juan, no habla directamente, simplemente decían que decía: «No te es lícito tomar a la mujer de tu hermano». Decía la verdad, eso que algunos les molesta. Pero sí el evangelio está lleno de palabras de otros; palabras de mentiras, cobardías, engaños, vendettas, falsos juramentos, hipocresía, vanidad. Todo para terminar matando a la verdad, para acallar, aunque no pudieron. Así es la historia de este mundo, que odia la verdad y le gusta vivir en la sombra, en las tinieblas, desde siempre y más todavía desde la llegada a este mundo de la Verdad con mayúscula que es Jesús. Así actúa la cobardía en nuestro corazón cuando no nos animamos a jugarnos por la verdad o por bronca, matamos algunas verdades de los otros, o matamos a otros con nuestras supuestas verdades.
El martirio de San Juan el Bautista es espejo que, por contraste, muestra la debilidad de este mundo y la de nuestros corazones que le cuesta reconocer la verdad y jugarse por ella hasta derramar la sangre. ¡Cómo cuesta encontrar personas que se jueguen por la verdad! ¡Cómo cuesta encontrar cristianos que realmente mueran por la verdad, que no tengan miedo de hablar y defender a Jesús! Da tristeza cuando los cristianos somos cobardes y no nos animamos a dar la vida por Jesús como Él la dio por nosotros. A veces defendemos muchas verdades, pero son chiquitas, son intrascendentes, son superficiales, y no defendemos la única Verdad por la cual vale la pena vivir y morir. Cuando tomamos conciencia de que alguien nos amó hasta el extremo y dio la vida por amor nosotros, vamos entendiendo que nuestra vida no tiene sentido si no vamos por el mismo camino, que no vale la pena sufrir por bagatelas, sino únicamente por el amor, el amor de Jesús. Esto Juan el Bautista lo entendió perfectamente y por eso terminó con su cabeza en una bandeja, pero lo que es mejor, terminó siendo recordado por todos nosotros.
Hay mucha gente buena en el mundo, mucha gente buena en la Iglesia, pero hay poca gente que se anima a abrazar la verdad (en todas sus dimensiones) hasta el final, su verdad, la verdad de Jesús, la verdad de esta vida. Es muy fácil ser como Herodes, como Herodías y su hija, como los que estaban en ese cumpleaños o como ese guardia que cumplió una orden. Es fácil no jugarse por nada y callar toda la deshonestidad, mentira, corrupción, acomodo, falsedad y engaño que hay por ahí, alrededor nuestro. Es fácil. Nadie te dice nada, es «políticamente correcto».
Está más de moda ser políticamente correcto, justamente por una mala comprensión de lo que es la política, y eso se traslada a todos los ámbitos de la vida, incluso en la Iglesia. Lo correcto es andar en la verdad, en reconocer lo que somos y para qué estamos, siendo capaces de ser rechazados por seguir el camino de nuestro Salvador.
¿Qué preferimos realmente? ¿Preferimos vivir acomodados y ser recordados como unos mediocres o no ser recordados por nada que valga la pena? ¿No es más lindo vivir y morir por la verdad, por Jesús, dejando algo más grande en este mundo, algo que perdure para siempre? No alcanza con ser buenos, de esos hay muchos, sino que hay que vivir como Juan el Bautista, preparando el camino para que Jesús viva en los corazones de aquellos, que andan necesitados de verdad y amor.
Qué tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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P. Rodrigo Aguilar
Domingo 31 de julio + XVIII Domingo durante el año (C)*+ *Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 12, 13-21:

No te olvides que el domingo no es un día cualquiera, es un día especial. Es un día para que puedas tener una actitud especial, con vos mismo, con tu familia, con el Señor. Es su día y deberíamos consagrarlo a Él de una manera distinta. Estar más seremos, frenar un poco de trabajar, dejar de consumir tantas cosas y aprovechar para “consumir” más el amor de los demás, “consumir” más nuestros propios pensamientos y sentimientos, y por supuesto “consumir” más a Jesús escuchándolo y recibiéndolo en la Eucaristía de este día.
Si hay algo de lo que tenemos que ir dándonos cuenta en la vida y la verdad es que nos lleva mucho tiempo, es de que somos mucho más insensatos de lo que nos creemos o mucho menos inteligentes de lo que pensamos. O dicho de otra manera, lo que para el hombre muchas veces es sensatez, inteligencia, para Dios es pura insensatez, es sonsera. Lo dice San Pablo magistralmente: “Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” Dios es más sabio que nosotros, ¿sabías? ¿Sabías que lo que dice Dios en su palabra es sabiduría divina para transformar nuestra necedad en verdadera sabiduría que proviene del cielo? Sé que es una locura lo que te digo o que las cosas que dice Jesús parecen una locura. El mundo en general, incluso nuestras propias valoraciones, valoran otras cosas. Catalogamos de inteligentes o de sabios a las personas que son capaces de hacer grandes cosas, de lograr grandes cosas, de acumular muchas cosas, de resolver muchas cosas. Y es verdad que pueden ser sabios, es verdad que hay personas inteligentes que gracias a las capacidades que Dios les dio logran grandes cosas. Pero según la palabra de Dios de hoy, es más verdad, que el precavido, el inteligente que no es generoso en realidad no es tan inteligente como parece y mucho menos sabio. Y lo que finalmente pesará en la vida no es la inteligencia, sino la sabiduría, que es algo mucho más grande y algo que pocos tienen. Hay millones de personas inteligentes en este mundo, te diría que todos somos inteligentes a nuestro modo y según lo que hemos recibido, pero solo son sabios los que escuchan la palabra de Dios y la practican. "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?" ¿Qué sentido tiene acumular teniendo mucho o poco? ¿Para qué acumulamos? Alguien me dirá: “Para mis hijos” Y sí, puede ser, parece ser un fin noble. ¿Pero vos crees que lo mejor que le podés dejar a tus hijos son los bienes materiales o los bienes espirituales que en realidad no se compran en ningún shopping?
Jesús claramente no quiere ser entre nosotros alguien que decida sobre nuestros bienes materiales, «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Lo que más quiere Jesús en realidad, es que nos cuidemos “de toda avaricia”. Es el gran mal de nuestro corazón que nos invade a todos, ricos y pobres, y que bajo mil excusas, aparentemente buenas, nos hace insensatos ante los ojos de Dios que se debe reír de nosotros al ver que nos enloquecemos tanto por tener y tener cosas que nos impiden ser verdaderamente libres para amar. "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?" ¿Cuándo vamos a ser sensatos y nos vamos a dar cuenta que lo que nos hace ricos y felices ante los ojos de Dios es la generosidad? ¿Probaste alguna vez ser generoso con tus bienes sin calcular y pensar tanto? ¿Probaste dar sin ponerte a analizar lo que va a pasar con lo que das, sin convertirte en un ingeniero de la caridad? ¿Experimentaste alguna vez que cuando sos generoso jamás te va a faltar lo necesario para vivir vos y tus hijos? ¿Crees que Dios te dejará desamparado si sos generoso? ¿Cómo podés desear un mundo más justo si no empezás por ser generoso desde tu lugar? La justicia también se alcanza desde la generosidad y desde la conciencia de que en realidad todo lo hemos alcanzado con esfuerzo pero con la gracia de Dios.
¿Qué preferís? ¿Ser inteligente ante el pensamiento del mundo o ser sabio ante los ojos de Dios?
Señor, yo quiero elegir hoy, por lo menos hoy, ser rico ante tus ojos y no acumular riquezas en esta tierra, donde las polillas y la herrumbre las destruirán.

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P. Rodrigo Aguilar