Algo del Evangelio
13.9K subscribers
3.98K photos
55 videos
3 files
3.52K links
El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
Cualquier testimonio o consulta escribir a algodelevangelio@gmail.com
Download Telegram
Comentario a Mateo 13, 1-9:

Mientras Marta, vos y yo, corremos de acá para allá pensando que por correr y hacer más cosas, más trabajos, Jesús se va a sentir mejor, nos amará más, o como seguro pensó ella en su interior, iba a amarlo más y mejor; María, estaba sentada a los pies de Jesús, convencida de que lo mejor que podía hacer en ese momento, era aprovechar su presencia, eligiendo lo que su corazón le dictaba como lo mejor, aunque seguro tenía mil cosas por hacer. ¿Cuántas veces experimentamos que correr y correr, haciendo mil cosas a la vez no da fruto, si nosotros no estamos bien con nosotros mismos y con Jesús, si al mismo tiempo no estamos conectados con nuestro corazón? ¿Cuántas veces experimentamos que estando a los pies de Jesús, todo se acomoda, todo se detiene, aunque el mundo se esté viniendo abajo? Marta y María eran hermanas, vivían en la misma casa. María no se enojó con Marta por el hecho de que estaba haciendo mil cosas, en vez de estar con Jesús, no se molestó con ella porque no estaba aprovechando la presencia del Maestro. En cambio, Marta si se enojó con María porque ella parecía que no estaba haciendo lo que tenía que hacer, o lo que ella consideraba que debía hacer.
Marta y María conviven en la misma casa de nuestro corazón, ese mismo que a veces vive una lucha interior. Hay algo que nos dice, a veces, que frenar para reflexionar, que rezar más tiempo, que olvidarse de todo por un rato, que dedicar más horas a la adoración, hay algo que le dice a la Marta del corazón, a las Martas que corren a nuestro alrededor, que eso no vale la pena, que en realidad vale la pena lo que se ve y se puede medir, que vale la pena el número, cuántos somos, cuántos me gusta tenemos, cuántos seguidores y tantas cosas más que le fascinan al corazón y al mundo. Pero también hay algo que nos dice a veces; ¡es necesario frenar! ¿No nos damos cuenta que tenemos a Jesús al frente? ¿No nos damos cuenta que, si no nos arrojamos a los pies de Jesús a disfrutar, al fin de cuentas, no vamos a disfrutar nada? ¿No terminamos de convencernos que lo que se ve no es todo, al contrario, es mucho más grande y duradero lo que no se ve? El modo Marta está de moda en este mundo y en la Iglesia. El mundo aplaude a las «Martas» y se ríe de las «Marias». Hay católicos, que incluso, no entienden o desprecian a las «Marías», a los monjes y monjas que dedican su vida a la oración y al trabajo. No pueden entenderlo, les parece una pérdida de tiempo. Es verdad, es más atrayente ser un sacerdote que hace mil cosas y parece un gran «hacedor», que ser un sacerdote que además reza y reza por sus fieles. Es más tentador ser un laico que sirve y sirve, que da limosna y limosna, que uno que anda queriendo ser santo en silencio en medio del mundo dedicando también mucho tiempo a su oración personal. ¡Es así! Pero en definitiva seremos buenos trabajadores del Señor, si sabemos ser Martas y Marías al mismo tiempo.
¿Queremos ser una buena Marta, ser trabajadores por Jesús ? Debemos ser una MARIA, queremos ser una buena Maria. Escuchemos otra vez la parábola que acabamos de escuchar de Algo del Evangelio de hoy. Debemos ser tierra fértil, tenemos que ser tierra de la buena, de la que recibe la Palabra, de la que le da un buen espacio de crecimiento, le quita las espinas, la abona y sabe esperar para ver el fruto a su debido tiempo. Ésta es la dinámica de la Palabra de Dios en nuestra vida, es como la de la semilla y la tierra. Es un ejemplo tan gráfico y sencillo, que a veces nos parece un cuentito que no dice mucho, y no vale la pena explicar, pero es así de profunda. La semilla tiene todo para crecer, todo lo necesario, todo su potencial. La Palabra es así, lo que escuchamos día a día tiene toda la Verdad, toda la Vida, todo el Camino por delante para ayudarnos a crecer, a ser felices, a dar buenos pasos en nuestra vida. La semilla es la perfecta creación de Dios, algo que ningún científico puede imitar, ni crear. La Palabra está ahí, lista para ser sembrada y dar fruto.
Nosotros somos la tierra, nosotros para ser tierra en serio, tenemos que ser «Marías», tenemos que intentar hacer crecer la «María» del corazón. En la medida que no escuchamos somos camino duro, somos tierra pedregosa, o tierra sucia llena de espinas. ¿Nos damos cuenta porqué es necesario ser como María al mismo tiempo que Marta? ¿Nos damos cuenta del porqué Jesús alabó a María y corrigió a Marta? María eligió lo único necesario, la mejor parte. Escuchar a Jesús cuando lo tuvo enfrente. Nosotros tenemos que aprender a elegir. Cada día tenemos que volver a elegir lo mejor. A cada instante tenemos que volver a elegir escuchar a Jesús o escuchar la Marta del corazón o la Marta de afuera que siempre intenta sacarnos de los pies de Jesús, para hacernos creer que por hacer muchas cosas estaremos mejor.
Ojalá que la palabra de cada día nos vaya amasando la tierra-corazón, para que María sea la que le enseñe a la Marta de nuestro corazón, que no vale la pena correr y hacer, sino escuchar y escuchar al Maestro.

Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Jueves 21 de julio + XVI Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 10-17
 
      En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?».
      Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
      Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
      Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».
 
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 13, 10-17

   Cuando andamos como Martas en la vida, cuando andamos haciendo cosas por hacer, sin frenarnos a reflexionar por qué estamos haciendo lo que hacemos, terminamos viviendo la vida a los «ponchazos», como se dice acá, en Argentina, a los tumbos, a las caídas, cansándonos muy fácil. Por ahí muy bien, por ahí con mucha eficiencia, siendo muy capaces hacia afuera, pero sin profundidad. Es fácil ser Marta, es el camino más tentador. Es más fácil hacer las cosas sin frenar, que frenar, sentarse como María y hacer lo que Jesús nos dice que tenemos que hacer. Jesús habla siempre, la semilla está viva siempre, aunque de afuera parezca muerta. Jesús habla siempre y siembra siempre. Él es el sembrador que salió a sembrar todos los días. Los corazones-Marías son los corazones llenos de ganas de escuchar esa Palabra y hacerla crecer. No están mirando alrededor para ver quién hace esto o lo otro, sino que disfrutan con lo que tienen y Jesús les da.
   ¿Cómo siembra Jesús? De mil maneras. A mí me ayuda pensar a veces que lo que producen estos audios con la Palabra de Dios y tantos que andan dando vueltas por ahí, en tu celular, en tu computadora, es como una especie de siembra virtual, pero que llegan al corazón. Algunos audios con el Evangelio caen sobre el camino y los «pájaros» de las redes sociales, de la ansiedad se comen la semilla de la Palabra porque no sabemos frenar; otros audios con la Palabra caen en móviles «pedregosos», que están en manos y corazones que no tienen profundidad y viven de acá para allá sin pensar, sin discernir nada, son corazones como los de Marta; otros audios con la palabra del Evangelio caen en celulares y móviles llenos de otras cosas, cargados con muchas preocupaciones, con la «memoria» llena de fotos, videos, que lo único que logran es ahogar a la Palabra que quiere crecer.
   Y de alguna manera hoy la Palabra que escuchamos tiene que ver con lo que estamos diciendo porque hoy Jesús habla de «ellos» y de «ustedes»; «ellos» son los que creyeron que sabían todo, los soberbios, los que oían, pero no comprendían... ¿por qué?, porque pensaban que comprendían, entonces con esa actitud no podía penetrar ni dar fruto en ellos la Palabra. Al decir «ellos», Jesús se refiere seguramente a los fariseos, a los que están cerrados de corazón, y son aquellos a los que se les va a quitar todo —algún día cuando vuelva Jesús—, se les quitará todo aún lo poco que tenían. Cuando llegue Jesús, no tendrán nada porque sus oídos estaban cerrados.
   Y cuando él habla de «ustedes», se refiere a sus discípulos, son a los que Jesús les habla con confianza porque ellos sí buscan saber, comprender la Palabra en su corazón y quieren meterse en el corazón de Jesús. Pero al mismo tiempo hoy el Maestro nos muestra que su enseñanza a través de parábolas nos revela que no quiere explicar todo de una vez y para siempre.
No quiere darnos todo «masticado», por eso no lo explica todo; más bien, nos anima a que nosotros «mastiquemos» la Palabra y hacer nuestro propio trabajo, quiere que nos animemos a recorrer nuestro propio camino, porque hay que «hacerse pequeño» para empezar a comprender las cosas del Reino de Dios.
   Y así, a través de la escucha de la Palabra y de ir asimilándola, vamos viendo cómo sus enseñanzas rompen contra nuestra mentalidad, contra nuestra cultura, contra las cosas que pensamos o nos enseñaron, y así la Palabra de Dios va metiéndose en nuestras vidas de a poquito; esa es la idea para que así surjan en nosotros cosas inimaginables.
   Los niños nos enseñan mucho porque ellos escuchan sin saber y descubren lo obvio que a veces es lo esencial. Por eso hay que «hacernos como niños» para recibir la Palabra de Dios. Volvamos a escuchar esto, meditémoslo; porque no se puede penetrar en los misterios del Reino si no se abre el corazón y si no se hace un esfuerzo.
   Que hoy sea un día en el que de alguna manera podamos descubrir que Dios nos habla en todas las cosas y que siempre está sembrando en nosotros, para que dé fruto su amor y su Palabra.
   Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

www.algodelevangelio.org.
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Viernes 22 de julio + Memoria de Santa María Magdalena + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 1-2.11-18

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.» Jesús le dijo: «¡María!» Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: « ¡Raboní!», es decir « ¡Maestro!» Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes"». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Palabra del Señor.
Comentario a Juan 20, 1-2. 11-18:

Hoy es el día de santa María Magdalena, celebramos su memoria, la recordamos y le damos gracias a Dios Padre por las maravillas que obró en ella, como en tantos santos a lo largo y ancho del mundo. Esta gran mujer que aparece en los evangelios y de la cual mucho no se sabe. Los estudiosos difieren un poco sobre su identidad, no saben bien cuál es —en realidad no importa tanto—, algunos dicen que era la «pecadora» que aparece en Lucas; otros «María Magdalena» (la misma que acabamos de escuchar) que aparece en el evangelio de Juan, de Lucas; otros que es «María de Betania». Vuelvo a decir, no importa demasiado, porque no solo creemos en lo escrito, sino en la Tradición oral de la Iglesia primitiva, lo importante es que la historia de María Magdalena, nos recuerda una verdad fundamental de nuestra fe: ¿Cuál? Los discípulos de Cristo somos débiles, no santos de un día para el otro, somos elegidos para ser santos, no porque ya lo seamos. El discípulo, vos y yo, estamos en camino, siguiéndolo, y solo es verdadero seguidor de Jesús, quien tiene una verdadera experiencia de la debilidad humana, del pecado, de la necesidad que tenemos de ser salvados. Esta mujer era una gran pecadora —según el evangelio— pero tuvo la humildad de pedir ayuda y ser curada por Jesús, y terminó siguiéndolo de cerca hasta el final, hasta el Calvario, como acabamos de escuchar recién: Ella fue la primera en ir a buscar al Señor al sepulcro, pensando que lo encontraría muerto, como hubiese pensado cualquiera de nosotros; Ella fue la que se encontró con esta gran sorpresa de que el sepulcro estaba vacío y en ese instante la llamó por detrás sin que ella supiera que se trataba de Él.
María corrió a buscar al Señor a un lugar de muerte; sin embargo, ella también levantó la cabeza cuando él la llamó; María dejó que Jesús le hable al corazón y la llame por su nombre. Esas son las tres cosas que te propongo para que meditemos de Algo del Evangelio de hoy, esta sencilla, pero gran catequesis, de lo que significa encontrarse con Jesús, en medio de este mundo que no nos ayuda a reconocerlo, por nuestras tristezas y cerrazones, por estar rodeados de muerte e injusticias.
Eso le pasó a María; no lo reconocía, a pesar de que lo tenía al lado ¿Por qué? Porque lloraba, porque estaba mirándose a sí misma, porque estaba triste, porque era imposible pensar que había pasado algo tan grande, parecía imposible semejante milagro; como es imposible a veces pensar que en este mundo en el que estamos viviendo, Jesús esté presente. En medio de este mundo en donde tantas veces estamos llenos de tristezas, de angustias por la pérdida de algun ser querido, estamos tristes porque no nos salen las cosas como hubiésemos pensado, estamos tristes porque, a veces, hacemos un montón de cosas, pero sin sentido..., sin corazón, o sin ver los frutos.
Bueno..., corramos, corramos como María temprano al sepulcro, corramos vayamos a buscar a Jesús que siempre está, aunque no lo veamos. Hoy va a estar en tu trabajo; va a estar en el grupo de tu parroquia; va a estar en tu colegio; va a estar en tu universidad; va a estar en lo que vas a hacer hoy; ¡va a estar!, pero debemos correr con ese amor que tenía María, ¿Te diste cuenta cómo corrió María?; temprano a la mañana, fue la primera... porque lo amaba mucho. María fue la que más amaba, porque también fue a la que más se le perdonó.
Vos y yo también fuimos perdonados; nosotros también podemos correr. Levantemos la cabeza, dejemos de llorar o, mejor dicho: lloremos si es necesario, pero levantando la cabeza —es legítimo llorar podemos hacerlo—, pero miremos a Jesús que nos está mirando; él está parado al lado nuestro y no nos damos cuenta porque a veces, estamos mirando para abajo y las lágrimas no nos dejan ver, la angustia y la tristeza no nos dejan ver, o la soberbia no nos deja ver, porque nos estamos mirando a nosotros mismos.
Levantemos la cabeza y dejemos que Jesús nos hable... Él le dijo: «¡María!», y fue en ese momento cuando ella lo reconoció.
Sólo cuando escuchamos que Jesús nos llama por nuestro nombre será que podremos reconocerlo... Dejemos que hoy nos llame por nuestro nombre, imaginemos la situación. Si estamos tristes, vayamos corriendo a un sagrario, vayamos corriendo y encontremos a Jesús que está en un pobre, en un necesitado, vayamos corriendo a ver a un familiar que no está bien, a tu papá, a tu madre, a tus hermanos, llamemos a aquel que está enfermo. Corramos, salgamos del encierro, levantemos la cabeza y dejemos que Jesús nos hable, y vamos a experimentar que nuestro llanto, se convertirá en gozo.
Que tengamos un buen día y que bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
**Sábado 23 de julio + XVI Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-30*A*

Jesús propuso a la gente otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: "Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?"
El les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo
Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
"No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».

Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 13, 24-30:

La Palabra de Dios es siempre una maravilla si se la sabe escuchar con atención, si se la sabe relacionar con el todo. Eso es lo más difícil, ir percibiendo el todo sin olvidarnos de las partes y también ir viendo en el todo cada partecita. Todo tiene que ver con todo, Dios nunca puede contradecirse, pero hay que saber descubrir la verdad en cada texto y cómo esa verdad está conectada con otra verdad y así de a poco, vamos descubriendo la gran Verdad del Evangelio que es el mismo Jesús, «su persona», y cuando eso nos pasa «toca» la vida, la vida entera, no una parte, sino todo. Eso intenté mostrarte en esta semana que pasó, el Evangelio de Marta y María casi que pudimos ir hilándolo con muchos otros evangelios y darnos cuenta que en definitiva, todos tenemos en nuestro corazón bastante de Marta y algo de María, y que en la vida no somos, como se dice: así no más, «blanco o negro», sino que tenemos blanco, tenemos negro, grises, claros, oscuros, somos un poco más complejos de lo que parece, aunque Jesús, nos quiera ir de a poquito ir llevándonos a la unidad y simplicidad.
Algo así aparece en la palabra de hoy. En el Reino de los cielos, hay de todo un poco. Al final prevalecerá el bien, al final Dios separará cada cosa en su lugar. Mientras tanto, convivimos con la cizaña, con la maleza y con el trigo, la planta buena. Y aunque nos creamos con la capacidad de distinguir y con las ganas de arrancar todo lo malo, Jesús nos enseña que eso no nos corresponde y que tenemos que saber esperar. Marta, por ejemplo, hubiese arrancado la cizaña casi sin preguntar, Marta se llevaría todo por delante y se creería con la autoridad de tirar lo que es malo. Muchas veces por ser Martas, en la vida, olvidándonos de que siendo Marías tenemos más luz para distinguir, nos equivocamos muchísimo, juzgando, señalando, deseando el mal, intentando acabar con cosas que ni el mismo Dios quiere.
Los peones de la parábola son buenos, quieren hacer el bien, quieren hacer lo que haríamos vos y yo, avisarle al propietario que el campo «se le llenó de malezas» y al mismo tiempo ofrecerse para arrancar lo que no deja crecer las buenas plantas. Es la tentación «bajo apariencia de bien», –se dice– es el querer hacer algo que consideramos bueno, pero que en realidad Dios no lo quiere o por lo menos por ahora. Es la tentación de Marta, de hacer cosas buenas, pero en realidad no estar haciendo lo que Jesús prefiere. Por eso, para terminar la semana, es bueno que nos preguntemos: ¿Qué es lo que Jesús prefiere? ¿Quieres que vayamos a arrancarla? le preguntaron los peones. Por lo menos le preguntaron. ¿Nosotros le preguntamos a Jesús qué es lo que quiere? María eligió la mejor parte que no le será quitada, decía el Evangelio del domingo pasado, porque supo escuchar y preguntar. Al final de la semana volvamos a elegir la mejor parte, volvamos a elegir lo que Él prefiere y no lo que nosotros muchas veces haríamos. Confiemos en que sus decisiones son mucho mejores que las nuestras, ¿tenés alguna duda? ¿Todavía seguís creyendo que lo que vos pensás es mucho más inteligente que lo que piensa Jesús? Es verdad que cualquier Ingeniero Agrónomo se agarra la cabeza con esta parábola, es verdad que a nadie que tiene una huerta se le ocurre dejar la maleza hasta el final, eso es verdad. Pero es más verdad que para Dios somos mucho más que plantas, somos sus hijos, sus creaturas más amadas, que quiere esperar y cuidar hasta el final. ¿Vos qué harías con tus hijos? ¿Los esperarías hasta el final o no?
Que la María de nuestro corazón nos enseña a moderar la Marta que no sabe parar y escuchar. Que la Palabra de esta semana nos enseñe a preferir siempre lo que prefiere Jesús.
Que tengas un buen sábado y que la bendición de Dios todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre tu corazón y permanezca para siempre

www.algodeevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Domingo 24 de julio + XVII Domingo durante el año (C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11,1-13

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquellos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación».
Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle," y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos".
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»

Palabra del Señor.
Comentario según san Lucas 11, 1-13

«Señor, enséñanos a rezar, enséñanos a orar, Señor, que en este domingo podamos desear verdaderamente apren«Señor, enséñanos a rezar, enséñanos a orar, Señor, que en este domingo podamos desear verdaderamente aprender cada día más lo que significa orar, la necesidad que tenemos de orar». Qué lindo imaginar esta escena en la cual supongo que los discípulos al ver a Jesús, se habrán emocionado y conmovido al verlo rezar, al verlo elevar su corazón y su mirada al cielo, para hablar con su Padre. Que esta imagen nos ayude a nosotros también para que en este domingo, día del Señor, en el cual disponemos un poco más de nuestro corazón para elevarlo hacia Él, podamos decirle desde lo más profundo de nuestro corazón: «Señor enséñanos a orar, necesitamos aprender a orar una vez más». No basta con «repetir» palabras, no basta con «decir» el Padrenuestro. No basta con decir las cosas sin saber lo que estamos diciendo, sin experimentar lo que estamos diciendo de la boca para afuera, y mucho menos sin vivirlo. La oración es la respiración de nuestra alma, es la respiración del cristiano que quiere día a día escuchar a su Padre y hablarle. La oración es diálogo. La oración es, como decía Santa Teresita, «la elevación de nuestro corazón al cielo», un suspiro del alma, una mirada desde lo más profundo de nuestro corazón, para decirle a nuestro Padre: «Padre, queremos que tu nombre sea santificado». Queremos que tu nombre sea conocido en todo el mundo, que hasta el último rincón de la tierra, los hombres te conozcan de una vez por todas, para que tu Reino finalmente triunfe en los corazones de tantas personas, en los nuestros, que muchas veces se dejaron invadir también por la maleza y por la cizaña que también habita en este mundo. «Danos el pan de cada día». «Señor, ayúdanos a perdonar», así como perdonas nuestros pecados, porque nosotros queremos perdonar. Queremos pedirte que esta oración nos ayude a desear perdonar a aquellos que nos ofendieron y nos ofenden. «Y nunca nos dejes caer en la peor tentación». La tentación de pensar que no somos hijos tuyos, la tentación de vivir como seres autónomos, pensando que somos nosotros los que nos damos la vida a nosotros mismos, ¡no!, no permitas que caigamos en esta tentación, en la tentación del olvido de que tenemos un Padre. La tentación de vivir en este mundo casi como huérfanos, sin darnos cuenta que el Padre nos tiene siempre en sus manos.der cada día más lo que significa orar, la necesidad que tenemos de orar». Qué lindo imaginar esta escena en la cual supongo que los discípulos al ver a Jesús, se habrán emocionado y conmovido al verlo rezar, al verlo elevar su corazón y su mirada al cielo, para hablar con su Padre. Que esta imagen nos ayude a nosotros también para que en este domingo, día del Señor, en el cual disponemos un poco más de nuestro corazón para elevarlo hacia Él, podamos decirle desde lo más profundo de nuestro corazón: «Señor enséñanos a orar, necesitamos aprender a orar una vez más». No basta con «repetir» palabras, no basta con «decir» el Padrenuestro. No basta con decir las cosas sin saber lo que estamos diciendo, sin experimentar lo que estamos diciendo de la boca para afuera, y mucho menos sin vivirlo. La oración es la respiración de nuestra alma, es la respiración del cristiano que quiere día a día escuchar a su Padre y hablarle. La oración es diálogo. La oración es, como decía Santa Teresita, «la elevación de nuestro corazón al cielo», un suspiro del alma, una mirada desde lo más profundo de nuestro corazón, para decirle a nuestro Padre: «Padre, queremos que tu nombre sea santificado». Queremos que tu nombre sea conocido en todo el mundo, que hasta el último rincón de la tierra, los hombres te conozcan de una vez por todas, para que tu Reino finalmente triunfe en los corazones de tantas personas, en los nuestros, que muchas veces se dejaron invadir también por la maleza y por la cizaña que también habita en este mundo. «Danos el pan de cada día».