Miércoles 6 de Julio + XIV Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 1-7
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca».
Palabra del Señor.
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 10, 1-7
Decía el Evangelio del domingo que Jesús designó a otros setenta y dos discípulos para que lo precedieran en todas las ciudades a donde Él debía ir… Entre tantas sobre las que podemos interiorizarnos de este texto, creo que es interesante reflexionar sobre el hecho de que Jesús «necesitó» ayuda para poder evangelizar, siendo que hubiese podido hacer las cosas solo y a su manera. Prefirió ser ayudado por manos y corazones como el tuyo y el mío. Prefirió someter a la fragilidad humana, la belleza y el poder de su mensaje, con todo lo que eso conlleva. Jesús no le tuvo miedo a la fragilidad, a la debilidad humana, todo lo contrario, la asumió y la redimió. Pero redimir la fragilidad no es eliminarla, como a veces pretendemos nosotros, sino que es aceptarla y abrazarla. Cuando Jesús envió a sus discípulos, cuando nos envía a nosotros, dio indicaciones, pero al mismo tiempo dio libertad, aun sabiendo que muchas veces no sabemos usarla, o lo hacemos mal. ¡Qué misterio del amor de Dios para con nosotros! ¡Qué misterio tan atractivo que el mismo Jesús, que el mismo Dios nos pida ayuda para hacer llegar su amor y su mensaje, aun sabiendo que no siempre lo haremos bien, aun corriendo el riesgo de trasmitir mal tanto amor!
Sigamos también con la impaciencia. La paciencia todo lo alcanza, decía Santa Teresa de Jesús. La paciencia puede ayudarnos a alcanzar, eso que alguna vez nos pareció imposible. La paciencia es la virtud del que percibe que, en la vida, no todo depende de él, sino que la mayoría de las cosas dependen de Dios y de lo que sucede día a día y no podemos dominar, de lo que está fuera del alcance de nuestras manos.
La paciencia no es la virtud de los pusilánimes, sino la virtud de los que piensan en grande, de los que saben postergar sus deseos momentáneamente por amor a algo distinto o mejor. No es la virtud de los apocados, sino la de los que son fuertes. La paciencia conduce a la felicidad a los hijos de Dios, ¿te acordás de las bienaventuranzas? «Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia» Alcanzarán lo que desean, alcanzarán la felicidad los que soportan con paciencia las dificultades de la vida, los que renuncian con alegría a su ego, por amor a los demás y al Padre del cielo. La paciencia todo lo alcanza, porque nos conduce al amor, nos alcanza el amor y el amor es la felicidad. Para amar hay que ser paciente, no hay otro camino posible, es el camino estrecho. El impaciente no ama bien, sino que se ama a sí mismo y a sus cosas, sus caprichos y deseos. Por eso es mucho más feliz el que es paciente, que el que se lleva todo por delante. Por eso es mucho más feliz el que sabe llevar su enfermedad con paciencia, que el que se enoja y se queja. Por eso es feliz en serio el que está más dispuesto a esperar lo mejor de Dios, que a ser el propio conductor de su vida.
Algo así les pasó a estos hombres elegidos por Jesús, hombres que cambiaron la historia de la humanidad para siempre, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, los doce apóstoles de Algo del Evangelio de hoy: repasemos la lista. El primero es Simón, que después Jesús llamará Pedro, el primero en todo, incluso en negarlo. Y el último Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. Se me ocurre pensar en esto: ¡Qué paciencia la de Jesús! ¡Por favor! Cualquiera de nosotros hubiese elegido tan distinto. Digamos la verdad. ¿Hubiésemos elegido a un pescador del montón para ser cabeza de los Doce, de la Iglesia? ¿Vos y yo hubiésemos elegido a Judas como apóstol sabiendo que algún día nos vendería por unas monedas? ¡Qué paciencia la de Dios! ¡Qué paciencia la de Jesús! Es increíble pensar que haya tenido tanta paciencia al elegir a quiénes eligió. Hombres sencillos y pobres, algunos bastantes rudimentarios y sin instrucción, hombres simples y que en su tiempo nadie tenía en cuenta. La maravilla es que Jesús nos emociona con su infinita paciencia. Qué paciencia la de Jesús para elegirnos a nosotros, a vos, y a mí como sacerdote.
Decía el Evangelio del domingo que Jesús designó a otros setenta y dos discípulos para que lo precedieran en todas las ciudades a donde Él debía ir… Entre tantas sobre las que podemos interiorizarnos de este texto, creo que es interesante reflexionar sobre el hecho de que Jesús «necesitó» ayuda para poder evangelizar, siendo que hubiese podido hacer las cosas solo y a su manera. Prefirió ser ayudado por manos y corazones como el tuyo y el mío. Prefirió someter a la fragilidad humana, la belleza y el poder de su mensaje, con todo lo que eso conlleva. Jesús no le tuvo miedo a la fragilidad, a la debilidad humana, todo lo contrario, la asumió y la redimió. Pero redimir la fragilidad no es eliminarla, como a veces pretendemos nosotros, sino que es aceptarla y abrazarla. Cuando Jesús envió a sus discípulos, cuando nos envía a nosotros, dio indicaciones, pero al mismo tiempo dio libertad, aun sabiendo que muchas veces no sabemos usarla, o lo hacemos mal. ¡Qué misterio del amor de Dios para con nosotros! ¡Qué misterio tan atractivo que el mismo Jesús, que el mismo Dios nos pida ayuda para hacer llegar su amor y su mensaje, aun sabiendo que no siempre lo haremos bien, aun corriendo el riesgo de trasmitir mal tanto amor!
Sigamos también con la impaciencia. La paciencia todo lo alcanza, decía Santa Teresa de Jesús. La paciencia puede ayudarnos a alcanzar, eso que alguna vez nos pareció imposible. La paciencia es la virtud del que percibe que, en la vida, no todo depende de él, sino que la mayoría de las cosas dependen de Dios y de lo que sucede día a día y no podemos dominar, de lo que está fuera del alcance de nuestras manos.
La paciencia no es la virtud de los pusilánimes, sino la virtud de los que piensan en grande, de los que saben postergar sus deseos momentáneamente por amor a algo distinto o mejor. No es la virtud de los apocados, sino la de los que son fuertes. La paciencia conduce a la felicidad a los hijos de Dios, ¿te acordás de las bienaventuranzas? «Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia» Alcanzarán lo que desean, alcanzarán la felicidad los que soportan con paciencia las dificultades de la vida, los que renuncian con alegría a su ego, por amor a los demás y al Padre del cielo. La paciencia todo lo alcanza, porque nos conduce al amor, nos alcanza el amor y el amor es la felicidad. Para amar hay que ser paciente, no hay otro camino posible, es el camino estrecho. El impaciente no ama bien, sino que se ama a sí mismo y a sus cosas, sus caprichos y deseos. Por eso es mucho más feliz el que es paciente, que el que se lleva todo por delante. Por eso es mucho más feliz el que sabe llevar su enfermedad con paciencia, que el que se enoja y se queja. Por eso es feliz en serio el que está más dispuesto a esperar lo mejor de Dios, que a ser el propio conductor de su vida.
Algo así les pasó a estos hombres elegidos por Jesús, hombres que cambiaron la historia de la humanidad para siempre, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, los doce apóstoles de Algo del Evangelio de hoy: repasemos la lista. El primero es Simón, que después Jesús llamará Pedro, el primero en todo, incluso en negarlo. Y el último Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. Se me ocurre pensar en esto: ¡Qué paciencia la de Jesús! ¡Por favor! Cualquiera de nosotros hubiese elegido tan distinto. Digamos la verdad. ¿Hubiésemos elegido a un pescador del montón para ser cabeza de los Doce, de la Iglesia? ¿Vos y yo hubiésemos elegido a Judas como apóstol sabiendo que algún día nos vendería por unas monedas? ¡Qué paciencia la de Dios! ¡Qué paciencia la de Jesús! Es increíble pensar que haya tenido tanta paciencia al elegir a quiénes eligió. Hombres sencillos y pobres, algunos bastantes rudimentarios y sin instrucción, hombres simples y que en su tiempo nadie tenía en cuenta. La maravilla es que Jesús nos emociona con su infinita paciencia. Qué paciencia la de Jesús para elegirnos a nosotros, a vos, y a mí como sacerdote.
¡Qué misterio de la paciencia amorosa de Dios, pudiendo elegir a miles mucho mejores! La paciencia de Dios, la paciencia de Jesús, muchas veces nos hace sufrir, nos hace impacientar, porque nosotros no sabemos sufrir. A veces quisiéramos que Jesús barra con todo, cambie muchas cosas de nosotros y de la Iglesia, del mundo. Sin embargo, así como a Judas lo esperó hasta el final, así como a Pedro le perdonó sus imprudencias, a vos y a mí nos espera y nos espera. Sabe qué es lo mejor para todos y no nos presiona, nos invita, nos atrae con su amor lentamente, a lo largo de toda la vida. ¡Qué paciencia que nos tiene, tenemos que reconocerlo! Pero al mismo tiempo qué paciencia debemos tener todos, al ver el modo que eligió Jesús para seguir transmitiendo su mensaje. Eligió la debilidad para manifestar su amor, no hay otro camino. Jesús le tiene paciencia al hombre, pero nosotros también tenemos que tenerle paciencia a Jesús, es justo respetar sus tiempos, Él sabe por qué, Él sabe que somos duros y necesitamos masticar y madurar las cosas.
Si Jesús nos tiene y nos tendrá siempre tanta paciencia ¿No es lógico que nosotros también empecemos a tenernos paciencia? La paciencia todo lo alcanza y lo que todos deseamos alcanzar es el amor, porque el amor es todo.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Si Jesús nos tiene y nos tendrá siempre tanta paciencia ¿No es lógico que nosotros también empecemos a tenernos paciencia? La paciencia todo lo alcanza y lo que todos deseamos alcanzar es el amor, porque el amor es todo.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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p. Rodrigo Aguilar
Jueves 7 de julio + XIV Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 7-15
Jesús dijo a sus apóstoles:
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus apóstoles:
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 10, 7-15:
La tarea que tenemos por delante es inmensa, es inconmensurable y solo terminará cuando llegue el fin de los tiempos, cuando Jesús vuelva a restaurar todas las cosas en Él. Esta tarea que Jesús encomendó a sus discípulos cuando los llamó, la que nos encomienda cuando nos llama, es la de participar en esta gran obra de amor que atraviesa todos los tiempos y corazones, a lo largo de la historia. No importa cuál es la tarea específica que hagamos, vos o yo, no son comparables, no hay que comparar o decir que uno hace más que el otro, lo que hay que hacer es descubrir qué es lo que le toca a cada uno, cuál es la misión de cada uno dentro de la gran misión. Somos parte de su cuerpo y cada uno es importante, cada uno es necesario. Del evangelio del domingo se desprendía esta gran verdad, somos llamados y enviados a colaborar en la misión de Jesús, en la misión que su Padre le encomendó. ¿Estamos dispuestos a ayudar?
Continuemos con la paciencia, que no sólo todo lo alcanza, sino que además se alcanza, es algo que debemos trabajar en la vida, es algo que se va forjando en nuestro interior en la medida en que vamos practicándola, en la medida en que somos pacientes; no podemos pretender ser pacientes de un día para el otro, la paciencia a veces toma la forma de «soportar», aprender a cargar ciertas cosas, aprender a callar, aprender a «masticar» interiormente lo que nos pasa, podríamos decir que toma la forma de la «pasividad»; y otras veces la paciencia tiene que ser activa, no es solamente un apichonarse y saber esperar, sino también hacer cosas que nos ayuden a vivirla.
Por eso, la paciencia va abrazada al amor, nos ayuda a amar, es activa porque el amor es activo, no siempre es quedarse y saber esperar, sino también levantar la cabeza, mirar y decir ¿Dónde puedo poner mi corazón?, ¿Dónde puedo exponerme para poder amar?; y esa exposición por supuesto que a veces nos hace vulnerables y nos hace sufrir.
La paciencia puede ser activa o puede ser pasiva; recordemos que la paciencia se alcanza, no pensemos que es por arte de magia, no es de un día para el otro; seremos pacientes lentamente y por eso, aunque parezca redundante hay que ser pacientes hasta que lleguemos a alcanzarla, que es en definitiva la que nos da la felicidad porque es la que nos da el amor. Hoy también es un día para ser pacientes, es día para levantar la cabeza y decir: ¿Dónde puedo poner mi paciencia activa?, ¿Dónde puedo practicarla?
En algo del evangelio de hoy, Jesús nos dice: «Den gratuitamente porque han recibido gratuitamente», si recibiste gratuitamente el don de la fe, el don de creer en Él y creyendo podemos mirar y vivir las cosas de otra manera; recibiste no sólo el don de la fe, sino también tu familia, tantos bienes, tantas cosas en tu vida que te ayudaron a ser lo que sos; por eso tenemos que dar gratuitamente, por eso el que se siente apóstol, se siente agradecido, y el que se siente apóstol no se siente «especial», distinto a los demás por algo que consiguió por sus propios medios. El que se siente apóstol, el que se reconoce llamado por Jesús para participar en su gran obra, es un hombre agradecido y es un hombre generoso o una mujer generosa. La evangelización se da por generosidad no se da por obligación, no vamos a predicar y a llevar el evangelio a los demás en nuestro trabajo, en nuestra familia, en la parroquia, en la comunidad, en el grupo; por una obligación moral, sólo por un mandato de Jesús; sino porque nos reconocemos gratificados, nos reconocemos «agraciados» por Jesús, nos reconocemos «mirados», amados por Él y eso hace que de pronto desborde nuestro corazón y tengamos ganas de decirle a los demás: «Mirá yo recibí esto y como lo recibí quiero dártelo, tengo para darte a Jesús que es lo mejor que recibí».
Qué lindo que es sentirse apóstol, sentirse agraciado, sentirse elegido porque Él nos amó primero y por eso tenemos ganas de mirar a los demás a los ojos y decirles: «Esto tengo para darte». Que hoy sea un día en que demos gratuitamente; tantas cosas que recibimos gratuitamente.
La tarea que tenemos por delante es inmensa, es inconmensurable y solo terminará cuando llegue el fin de los tiempos, cuando Jesús vuelva a restaurar todas las cosas en Él. Esta tarea que Jesús encomendó a sus discípulos cuando los llamó, la que nos encomienda cuando nos llama, es la de participar en esta gran obra de amor que atraviesa todos los tiempos y corazones, a lo largo de la historia. No importa cuál es la tarea específica que hagamos, vos o yo, no son comparables, no hay que comparar o decir que uno hace más que el otro, lo que hay que hacer es descubrir qué es lo que le toca a cada uno, cuál es la misión de cada uno dentro de la gran misión. Somos parte de su cuerpo y cada uno es importante, cada uno es necesario. Del evangelio del domingo se desprendía esta gran verdad, somos llamados y enviados a colaborar en la misión de Jesús, en la misión que su Padre le encomendó. ¿Estamos dispuestos a ayudar?
Continuemos con la paciencia, que no sólo todo lo alcanza, sino que además se alcanza, es algo que debemos trabajar en la vida, es algo que se va forjando en nuestro interior en la medida en que vamos practicándola, en la medida en que somos pacientes; no podemos pretender ser pacientes de un día para el otro, la paciencia a veces toma la forma de «soportar», aprender a cargar ciertas cosas, aprender a callar, aprender a «masticar» interiormente lo que nos pasa, podríamos decir que toma la forma de la «pasividad»; y otras veces la paciencia tiene que ser activa, no es solamente un apichonarse y saber esperar, sino también hacer cosas que nos ayuden a vivirla.
Por eso, la paciencia va abrazada al amor, nos ayuda a amar, es activa porque el amor es activo, no siempre es quedarse y saber esperar, sino también levantar la cabeza, mirar y decir ¿Dónde puedo poner mi corazón?, ¿Dónde puedo exponerme para poder amar?; y esa exposición por supuesto que a veces nos hace vulnerables y nos hace sufrir.
La paciencia puede ser activa o puede ser pasiva; recordemos que la paciencia se alcanza, no pensemos que es por arte de magia, no es de un día para el otro; seremos pacientes lentamente y por eso, aunque parezca redundante hay que ser pacientes hasta que lleguemos a alcanzarla, que es en definitiva la que nos da la felicidad porque es la que nos da el amor. Hoy también es un día para ser pacientes, es día para levantar la cabeza y decir: ¿Dónde puedo poner mi paciencia activa?, ¿Dónde puedo practicarla?
En algo del evangelio de hoy, Jesús nos dice: «Den gratuitamente porque han recibido gratuitamente», si recibiste gratuitamente el don de la fe, el don de creer en Él y creyendo podemos mirar y vivir las cosas de otra manera; recibiste no sólo el don de la fe, sino también tu familia, tantos bienes, tantas cosas en tu vida que te ayudaron a ser lo que sos; por eso tenemos que dar gratuitamente, por eso el que se siente apóstol, se siente agradecido, y el que se siente apóstol no se siente «especial», distinto a los demás por algo que consiguió por sus propios medios. El que se siente apóstol, el que se reconoce llamado por Jesús para participar en su gran obra, es un hombre agradecido y es un hombre generoso o una mujer generosa. La evangelización se da por generosidad no se da por obligación, no vamos a predicar y a llevar el evangelio a los demás en nuestro trabajo, en nuestra familia, en la parroquia, en la comunidad, en el grupo; por una obligación moral, sólo por un mandato de Jesús; sino porque nos reconocemos gratificados, nos reconocemos «agraciados» por Jesús, nos reconocemos «mirados», amados por Él y eso hace que de pronto desborde nuestro corazón y tengamos ganas de decirle a los demás: «Mirá yo recibí esto y como lo recibí quiero dártelo, tengo para darte a Jesús que es lo mejor que recibí».
Qué lindo que es sentirse apóstol, sentirse agraciado, sentirse elegido porque Él nos amó primero y por eso tenemos ganas de mirar a los demás a los ojos y decirles: «Esto tengo para darte». Que hoy sea un día en que demos gratuitamente; tantas cosas que recibimos gratuitamente.
¿Por qué a veces nos adueñamos de los bienes de Dios? ¿Por qué a veces nos adueñamos de las cosas que Dios nos dio, tanto bienes espirituales como materiales? Nada de lo que tenemos es estrictamente nuestro; todo lo que tenemos lo recibimos por gracia de Dios. Ojalá que nos sintamos agradecidos y eso impida que nos aferrarnos a las cosas, o a nosotros mismos; por eso Jesús nos envía sin nada, nos envía a los corazones de las personas, para que ahí podamos volcar todo lo nuestro, todo lo mejor que tenemos.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso , Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso , Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Viernes 8 de julio + XIV Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 16-23
Jesús dijo a sus apóstoles:
«Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus apóstoles:
«Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 10, 16-23:
Jesús nos envía para que lo precedamos a los lugares a donde Él debe ir, a donde Él quiere ir. Eso decía claramente en el evangelio del domingo, antes de pasar por cada pueblo, Jesús preparó el camino por medio de sus discípulos. ¿No te alegra pensar que con vos y conmigo hace lo mismo? ¿No te alegra pensar que nos utiliza con amor para destrabar corazones y para que después la semilla de su amor pueda dar frutos? ¿No te alegra pensar que lo que nosotros hoy cosechamos es gracias a la siembra de otro discípulo como vos que se entregó y amó, pero que en definitiva el que hace crecer solo es Jesús? Me consuela y me anima pensar así, como lo enseña la palabra de Dios, como lo quiso Jesús.
«La paciencia todo lo alcanza»; decíamos en esta semana, y la paciencia también se alcanza a fuerza de trabajo diario, cotidiano, de trabajo silencioso del corazón para saber esperar. «La paciencia todo lo alcanza” -decía santa Teresa de Jesús- «Quien a Dios tiene nada le falta». Porque aquel que sabe esperar, es aquel que comienza a percibir que Dios está en todas las cosas y en cada cosa que hace; aun en aquellas en donde parece que no está, aun en aquellas que son adversidades y dificultades.
Como Jesús nos advierte en algo del evangelio de hoy y les advirtió a sus discípulos: «andamos y somos como ovejas en medio de lobos». Este mundo parece estar lleno de «lobos», lleno de dificultades, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en el mundo, en la misma Iglesia; en nuestro propio corazón, a veces tenemos un «lobo» en nuestro interior que quiere boicotear todo lo bueno que tenemos, todo lo lindo que queremos hacer.
Y bueno, en medio de esas situaciones tenemos que ser pacientes y ser «ovejas», ser mansos; y también ser astutos como serpientes. La mansedumbre es la hermana más cercana a la paciencia: porque el que es paciente siempre es manso y el que es manso aprende a ser paciente a fuerza de soportar las dificultades que le van tocando en la vida.
Y por eso Jesús nos advierte y les advirtió a sus discípulos que seremos perseguidos, seremos incluso criticados, calumniados; incluso nuestra fe puede generar divisiones, peleas en nuestras propias familias o con nuestros propios amigos. El que anda detrás de Jesús también se gana enemigos, así como el mismo Jesús se los ganó, no porque los busque o porque sea lindo tener enemigos, sino por el hecho mismo de andar en la verdad y en el amor.
Pero nosotros estamos llamados a ser como «ovejas», nosotros tenemos que llevar paz a donde no la hay; no tenemos que andar atacando a todo el mundo, no podemos andar a la defensiva, como quien ve enemigos o fantasmas en todos lados, no se refiere a eso. Es necesario ser como ovejas, que se dejan guiar, ovejas que siempre están atentas a la voz mansa de su pastor, que las conduce a pastos verdes, a fuentes tranquilas. Una oveja, un cristiano obediente debe saber que jamás puede apartarse del rebaño, que andar solo es peligroso, que no es bueno hacer el «propio» camino, sino que es necesario seguir el camino de las enseñanzas de Jesús. Al mismo tiempo, ser manso, no excluye la inteligencia, ni la astucia para evitar el mal y hacer el bien. Debemos ser astutos para saber cómo llevar a Dios hacia los demás, y por decirlo así: «meterlo» ahí en donde nos toca, donde Él mismo nos pide que podamos hacerlo presente. Debemos ser astutos para «oler” el mal olor del mal que ronda siempre, los «gruñidos» del mal espíritu que siempre buscará alejarnos del bien, del buen camino de Jesús.
Sigamos caminando en esta semana de la mano de la paciencia, porque la paciencia todo lo alcanza, la paciencia nos ayudará a llegar a eso que pensamos que es «imposible"; la paciencia será la que nos hará alcanzar el amor, encontrar eso que estaba escondido, eso que pensamos que nunca iba a llegar…
Jesús nos envía para que lo precedamos a los lugares a donde Él debe ir, a donde Él quiere ir. Eso decía claramente en el evangelio del domingo, antes de pasar por cada pueblo, Jesús preparó el camino por medio de sus discípulos. ¿No te alegra pensar que con vos y conmigo hace lo mismo? ¿No te alegra pensar que nos utiliza con amor para destrabar corazones y para que después la semilla de su amor pueda dar frutos? ¿No te alegra pensar que lo que nosotros hoy cosechamos es gracias a la siembra de otro discípulo como vos que se entregó y amó, pero que en definitiva el que hace crecer solo es Jesús? Me consuela y me anima pensar así, como lo enseña la palabra de Dios, como lo quiso Jesús.
«La paciencia todo lo alcanza»; decíamos en esta semana, y la paciencia también se alcanza a fuerza de trabajo diario, cotidiano, de trabajo silencioso del corazón para saber esperar. «La paciencia todo lo alcanza” -decía santa Teresa de Jesús- «Quien a Dios tiene nada le falta». Porque aquel que sabe esperar, es aquel que comienza a percibir que Dios está en todas las cosas y en cada cosa que hace; aun en aquellas en donde parece que no está, aun en aquellas que son adversidades y dificultades.
Como Jesús nos advierte en algo del evangelio de hoy y les advirtió a sus discípulos: «andamos y somos como ovejas en medio de lobos». Este mundo parece estar lleno de «lobos», lleno de dificultades, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en el mundo, en la misma Iglesia; en nuestro propio corazón, a veces tenemos un «lobo» en nuestro interior que quiere boicotear todo lo bueno que tenemos, todo lo lindo que queremos hacer.
Y bueno, en medio de esas situaciones tenemos que ser pacientes y ser «ovejas», ser mansos; y también ser astutos como serpientes. La mansedumbre es la hermana más cercana a la paciencia: porque el que es paciente siempre es manso y el que es manso aprende a ser paciente a fuerza de soportar las dificultades que le van tocando en la vida.
Y por eso Jesús nos advierte y les advirtió a sus discípulos que seremos perseguidos, seremos incluso criticados, calumniados; incluso nuestra fe puede generar divisiones, peleas en nuestras propias familias o con nuestros propios amigos. El que anda detrás de Jesús también se gana enemigos, así como el mismo Jesús se los ganó, no porque los busque o porque sea lindo tener enemigos, sino por el hecho mismo de andar en la verdad y en el amor.
Pero nosotros estamos llamados a ser como «ovejas», nosotros tenemos que llevar paz a donde no la hay; no tenemos que andar atacando a todo el mundo, no podemos andar a la defensiva, como quien ve enemigos o fantasmas en todos lados, no se refiere a eso. Es necesario ser como ovejas, que se dejan guiar, ovejas que siempre están atentas a la voz mansa de su pastor, que las conduce a pastos verdes, a fuentes tranquilas. Una oveja, un cristiano obediente debe saber que jamás puede apartarse del rebaño, que andar solo es peligroso, que no es bueno hacer el «propio» camino, sino que es necesario seguir el camino de las enseñanzas de Jesús. Al mismo tiempo, ser manso, no excluye la inteligencia, ni la astucia para evitar el mal y hacer el bien. Debemos ser astutos para saber cómo llevar a Dios hacia los demás, y por decirlo así: «meterlo» ahí en donde nos toca, donde Él mismo nos pide que podamos hacerlo presente. Debemos ser astutos para «oler” el mal olor del mal que ronda siempre, los «gruñidos» del mal espíritu que siempre buscará alejarnos del bien, del buen camino de Jesús.
Sigamos caminando en esta semana de la mano de la paciencia, porque la paciencia todo lo alcanza, la paciencia nos ayudará a llegar a eso que pensamos que es «imposible"; la paciencia será la que nos hará alcanzar el amor, encontrar eso que estaba escondido, eso que pensamos que nunca iba a llegar…
Sólo mantengámonos en paciencia, sólo así aprenderemos a ver cosas distintas, mucho más profundas de lo que se percibe a simple vista; mientras tanto, vamos a ser ovejitas, mansas, dejémonos guiar por Jesús, y también seamos «astutos como serpientes»; una cosa no quita la otra, las dos tienen que ir de la mano: la astucia de los hijos de Dios que saben en qué momento hablar de Él, en qué momento callar, en qué momento proponer; y también la mansedumbre para saber callar, optar por la sencillez y no buscar complicaciones. Y todo eso es lo que nos ayuda a vivir la paciencia que Jesús nos enseña con toda su vida y en cada escena de su vida, en cada palabra.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso , Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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p. Rodrigo Aguilar
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso , Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
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Sábado 9 de Julio + XIV Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 24-33
Jesús dijo a sus apóstoles:
«El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres».
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus apóstoles:
«El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres».
Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 10, 24-33
En este sábado, en Algo del Evangelio Jesús nos dice: «no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma»…. Para concluir esta semana, continúa dándonos la confianza de que nada nos pasará si estamos con Él, porque nuestra vida está en manos de nuestro Padre. Con mucha claridad nos explica qué es lo que espera de nosotros, así como lo hizo durante toda la semana, dándonos consejo y auxilio para las distintas tribulaciones que encontramos a diario en el camino de nuestra fe, que a veces se pone tan difícil. Por eso hagamos un repaso para interiorizar las lindas palabras que recibimos durante estos días.
El lunes destacábamos la importancia de la paciencia, y para ello, lo ejemplificábamos con esos dos grandes milagros, dos grandes personas de fe, que tuvieron fe incluso en momentos donde todo parecía perdido, donde parecía que no había solución. Una mujer que desde hacía doce años estaba enferma y un hombre desesperado con su hija muerta. Sólo una mujer paciente puede seguir intentando después de doce años de enfermedad, sólo un hombre paciente puede pedir recuperar a su hija una vez que la vio en sus brazos muerta. ¡Qué maravilla! ¡Qué ejemplo y ánimo para muchos de nosotros que no pasamos ni por una ínfima parte de estos personajes! Si ellos son pacientes en medio de la tribulación, cuánta más paciencia espera de nosotros Jesús, cuando nuestra vida no tiene dificultades. A lo largo de toda la semana seguimos reflexionando sobre cómo mejorar nuestra paciencia.
El martes el evangelio nos presentó otro milagro: la sanación del mudo, y también nos pedía otra cosa… porque al llamarnos, al elegirnos, al enviarnos, quiere hacernos parte de su obra, de la transformación del mundo, de la transformación que anhela su corazón. Nuestra gran carencia, muchas veces, en todos los ámbitos de la vida, no solo en la Iglesia, es «no sentirnos parte», no asumir que somos parte de un todo, y que la inmensa tarea que tenemos por delante es una misión conjunta, no de unos pocos. Sin embargo, la experiencia y los hechos nos muestran que son pocos los que se cargan la tarea al hombro y se ponen manos a la obra. «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos»… decía Jesús.
El miércoles, Jesús llamaba a sus doce apóstoles, los lista con sus nombres nos deja una prueba contundente de su humildad y su paciencia. Humildad, porque siendo Dios, y pudiendo hacer todo solo, prefirió pedir ayuda a un grupo de hombres. Y paciente, porque, pudiendo elegir a personas más preparadas, más calificadas, prefirió escoger hombres sencillos y pobres, algunos bastantes rudimentarios y sin instrucción, hombres simples, y que en su tiempo nadie tenía en cuenta. La maravilla es que Jesús nos emociona con su infinita paciencia. Y reflexionamos incluso sobre la infinita e inexplicable paciencia de Jesús, que nos eligió a nosotros, a vos, y a mí como sacerdote. Hablamos de esa paciencia «de amor» que tanto nos cuesta comprender y tanto nos duele a veces, cuando deja nuestros planes personales en la espera.
El jueves Jesús nos decía: «Den gratuitamente porque han recibido gratuitamente». Si recibiste gratuitamente el don de la fe, el don de creer en Él y creyendo podemos mirar y vivir las cosas de otra manera; recibiste no sólo el don de la fe, sino también tu familia, tantos bienes, tantas cosas en tu vida que te ayudaron a ser lo que sos; por eso tenemos que dar gratuitamente, por eso el que se siente apóstol, se siente agradecido, y el que se siente apóstol no se siente «especial», distinto a los demás por algo que consiguió por sus propios medios. El que se siente apóstol, el que se reconoce llamado por Jesús para participar en su gran obra, es un hombre agradecido y es un hombre generoso o una mujer generosa.
Como broche final de todos los consejos que fuimos recibiendo esta semana, ayer Jesús nos advertía y les advertía a sus discípulos: «andamos y somos como ovejas en medio de lobos».
En este sábado, en Algo del Evangelio Jesús nos dice: «no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma»…. Para concluir esta semana, continúa dándonos la confianza de que nada nos pasará si estamos con Él, porque nuestra vida está en manos de nuestro Padre. Con mucha claridad nos explica qué es lo que espera de nosotros, así como lo hizo durante toda la semana, dándonos consejo y auxilio para las distintas tribulaciones que encontramos a diario en el camino de nuestra fe, que a veces se pone tan difícil. Por eso hagamos un repaso para interiorizar las lindas palabras que recibimos durante estos días.
El lunes destacábamos la importancia de la paciencia, y para ello, lo ejemplificábamos con esos dos grandes milagros, dos grandes personas de fe, que tuvieron fe incluso en momentos donde todo parecía perdido, donde parecía que no había solución. Una mujer que desde hacía doce años estaba enferma y un hombre desesperado con su hija muerta. Sólo una mujer paciente puede seguir intentando después de doce años de enfermedad, sólo un hombre paciente puede pedir recuperar a su hija una vez que la vio en sus brazos muerta. ¡Qué maravilla! ¡Qué ejemplo y ánimo para muchos de nosotros que no pasamos ni por una ínfima parte de estos personajes! Si ellos son pacientes en medio de la tribulación, cuánta más paciencia espera de nosotros Jesús, cuando nuestra vida no tiene dificultades. A lo largo de toda la semana seguimos reflexionando sobre cómo mejorar nuestra paciencia.
El martes el evangelio nos presentó otro milagro: la sanación del mudo, y también nos pedía otra cosa… porque al llamarnos, al elegirnos, al enviarnos, quiere hacernos parte de su obra, de la transformación del mundo, de la transformación que anhela su corazón. Nuestra gran carencia, muchas veces, en todos los ámbitos de la vida, no solo en la Iglesia, es «no sentirnos parte», no asumir que somos parte de un todo, y que la inmensa tarea que tenemos por delante es una misión conjunta, no de unos pocos. Sin embargo, la experiencia y los hechos nos muestran que son pocos los que se cargan la tarea al hombro y se ponen manos a la obra. «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos»… decía Jesús.
El miércoles, Jesús llamaba a sus doce apóstoles, los lista con sus nombres nos deja una prueba contundente de su humildad y su paciencia. Humildad, porque siendo Dios, y pudiendo hacer todo solo, prefirió pedir ayuda a un grupo de hombres. Y paciente, porque, pudiendo elegir a personas más preparadas, más calificadas, prefirió escoger hombres sencillos y pobres, algunos bastantes rudimentarios y sin instrucción, hombres simples, y que en su tiempo nadie tenía en cuenta. La maravilla es que Jesús nos emociona con su infinita paciencia. Y reflexionamos incluso sobre la infinita e inexplicable paciencia de Jesús, que nos eligió a nosotros, a vos, y a mí como sacerdote. Hablamos de esa paciencia «de amor» que tanto nos cuesta comprender y tanto nos duele a veces, cuando deja nuestros planes personales en la espera.
El jueves Jesús nos decía: «Den gratuitamente porque han recibido gratuitamente». Si recibiste gratuitamente el don de la fe, el don de creer en Él y creyendo podemos mirar y vivir las cosas de otra manera; recibiste no sólo el don de la fe, sino también tu familia, tantos bienes, tantas cosas en tu vida que te ayudaron a ser lo que sos; por eso tenemos que dar gratuitamente, por eso el que se siente apóstol, se siente agradecido, y el que se siente apóstol no se siente «especial», distinto a los demás por algo que consiguió por sus propios medios. El que se siente apóstol, el que se reconoce llamado por Jesús para participar en su gran obra, es un hombre agradecido y es un hombre generoso o una mujer generosa.
Como broche final de todos los consejos que fuimos recibiendo esta semana, ayer Jesús nos advertía y les advertía a sus discípulos: «andamos y somos como ovejas en medio de lobos».