Algo del Evangelio
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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
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Lunes 27 de Junio + XIII Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 18-22

Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre.»
Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor
Comentario a Mateo 8, 18-22:

Buen día, espero que empieces una linda semana. Pidámosle al Señor en el comienzo de esta semana, que podamos vivirla como siempre, de la mano de Él, escuchando su palabra; siempre es mejor caminar escuchando la palabra del Señor; que andar por la vida corriendo sin saber para dónde vamos, incluso pensando que sabemos para dónde vamos, pero, en definitiva, los días avanzan y muchas veces no terminamos de encontrar el sentido a tantas cosas que hacemos; aunque sean tan buenas como nosotros consideramos. Eso te propongo que podamos pedirle al Señor, que su palabra de sentido y dirección a nuestra vida, parafraseando la imagen que utilizaba el Señor en el evangelio de ayer: poner la mano en el arado y no mirar hacia atrás, mirar hacia adelante fijando nuestro corazón en lo que vendrá. Mirar este día que tenemos adelante, no sabemos lo que pasará mañana; sabemos que hoy Dios nos presenta una nueva oportunidad para amar, una nueva oportunidad para apostar otra vez a hacer bien lo que hacemos cada día, para hacerlo con amor.
Y yendo a algo del evangelio de hoy, seguramente estarás pensando que es el mismo de ayer, es verdad, a simple vista parece. Sin embargo, el de hoy es de Mateo, el de ayer era de Lucas. Es cierto que hay palabras y situaciones similares, un encuentro del Señor con un discípulo y un escriba, que son parecidos al de ayer. Y por eso creo que esto nos puede ayudar para profundizar un poco más lo que de alguna manera esbozamos ayer...
Lo primero que quiero decir, es que hay algo que no tenemos que perder de vista nunca; hay "premisas", por así decirlo, fundamentos del ser cristiano, del evangelio, que no tenemos que perder nunca y tienen que ver también con lo que también Jesús nos dice en otros textos de la palabra de Dios: "El que quiera seguirme..."
También ayer, san Pablo, decía que nosotros fuimos llamados para vivir en libertad, pero que tenemos que procurar que esa libertad no sea un pretexto para satisfacer nuestros deseos carnales. El Señor nos llamó a la libertad, Él quiere que queramos, Él quiere que salga de nuestro corazón el deseo de seguirlo, no es una exigencia vacía, es una exigencia que debe brotar del corazón; por eso si no tenemos en cuenta esto de las "exigencias evangélicas", la propuesta para seguir a Jesús parece totalmente descabellada, parecen propuestas exageradas; ¿Cómo es posible que el Señor exija tanto?
Bueno, el Señor exige al que quiere, al que se anima más, y tomando la imagen de la semana pasada "al que quiere subir la montaña", al que quiere llegar a la cima; Él nos invita: ¿Querés? ¿Querés seguirme?: Bueno, si querés seguirme Yo te cuento cómo es, si querés seguirme te cuento que los zorros y las aves tienen sus lugares; pero Yo como Dios vine al mundo y fui rechazado, no me tuvieron en cuenta, no me comprendieron, no tuve un lugar donde cobijar mi corazón. Esto es como si nos dijera: bueno; si querés seguirme no pienses que seguirme a Mí es un lugar de comodidades, tanto afectivas como materiales; seguirme a Mí es estar a la intemperie, es estar a veces bajo el sol, bajo la lluvia de las cosas que nos pasan en este mundo y no todo será como nosotros a veces pretendemos. Pero esa entrega finalmente nos dará la felicidad en la medida que aceptamos esta exigencia de Jesús, pero si lo hacemos con libertad, eso es lo fundamental, la libertad para elegir. Bautizando a un niño de casi diez años, le decía a él y a la gente: “Ser bautizado, o bautizarse con conciencia, es decirle a Jesús: Te seguiré a donde vayas. ¿Querés decirle eso a Jesús? ¿Te animás a seguirlo a donde Él te lleve? Le pregunté” Esto nos sirve a todos, especialmente a los que sabemos que implica seguirlo. Imaginemos la situación:
"Señor, te quiero seguir a donde vayas" podemos decirle, y Él nos contesta... -Bueno, Yo te cuento un poco cómo es. No pensemos que la vida cristiana es todo como nosotros creemos. Y esta frase que parece tan dura también que dice hoy: "Deja que los muertos entierren a sus muertos", ¿A qué se refiere?: Se refiere en realidad a que no tenemos que dilatar el llamado; si nos decidimos a seguir a Jesús, si nos decidimos a amarlo, a llevar una vida de oración, a fortalecer nuestra vida espiritual, a tener un apostolado, a hacer silenciosamente todo lo posible para amarlo; entonces no tenemos que tardar, no tenemos que decir: "Bueno..., tengo que hacer una cosa antes, déjame que haga mi vida y después te sigo". Ese es el sentido de la frase: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". El Señor le dice: "Vení conmigo", vení conmigo porque si me amás a mi vas a amar mejor todas tus realidades: tu familia, tus amigos, tu trabajo, todo. Si el Señor está primero en nuestra vida todo lo demás vendrá por añadidura. Si el Señor está primero todo lo demás se ordena y se acomoda. Si el Señor está primero en nuestra vida vamos a amar de manera más pura y más sana todas nuestras realidades. Ojalá que este día la palabra nos ayude a animarnos a seguir al Señor; si es que queremos, si queremos... eso es lo que pretende. "Si querés seguirme... Seguíme" Porque nuestra vida cristiana es una entrega en libertad, no de obligación, ni de imposición, sino por atracción.
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p. Rodrigo Aguilar
Martes 28 de junio + XIII Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 23-27

Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: « ¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!»
El les respondió: « ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: « ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 8, 23-27:

Empezar el día escuchando la Palabra de Dios es dejarnos decir lo mejor que podemos escuchar al despertar cada día, cuando a veces lo rutinario se hace tedioso, se hace aburrido, se hace monótono. Empezar escuchando la palabra de Dios, es dejar que, antes que nada, Él nos diga: “Buen día, ¿cómo estás?” ¿A quién de nosotros le gusta o le hace bien que no lo saluden al comenzar el día? ¿En qué clase de familia se niega el saludo al verse por primera vez cuando despunta el alba? Me parece que, a nadie, no es sano no saludarse, no desearse un buen día. Bueno, podríamos pensar que Dios quiere lo mismo para nosotros, desea animarnos al empezar el día para que nos sintamos amados y acompañados. En realidad ¿sabés porqué nuestra vida a veces es siempre lo mismo, rutinaria? Porque no escuchamos a Dios, no escuchamos ni meditamos la Palabra de Dios. Jesús, como dice la misma Palabra es “el mismo ayer, hoy y siempre”, pero al mismo tiempo, es siempre nuevo, siempre actual y “hace nuevas todas las cosas”. Si vos y yo viviéramos cada día con la certeza de que Dios siempre tiene algo nuevo que decirnos, que Dios siempre tiene algo nuevo que sanar, que consolar, que animar, que resucitar, que corregir… ¿No crees que escucharlo sería siempre algo lindo, pero nuevo? Si la palabra que escuchamos a la mañana, o bien cuando podemos; ahora mientras viajás, mientras desayunás, mientras trabajás, y hacés lo posible para que permanezca en tu corazón, repitiéndola, recordándola, meditándola, vas a ver que siempre será nueva y sanante. Esta semana intentaremos reflexionar sobre la permanencia en el corazón de la Palabra de Dios durante el día. No puede quedarse solamente en un buen día, sino que necesita anidar y dar fruto.
Con respecto a algo del evangelio de hoy: Me pregunto: ¿Quién de nosotros no estuvo alguna vez en una tormenta? ¿Quién de nosotros no experimentó la sensación de que hay tormentas que parecen que no pasan jamás, donde todo se pone negro y parece que el cielo se viene abajo? Si actualmente una tormenta nos molesta a pesar de las comodidades con las cuáles, en general, todos vivimos… ¿Imaginamos lo que significaba una tormenta en los tiempos antiguos en donde todo era más precario y en donde faltaban tantas cosas que para nosotros son normales? Realmente una tormenta era un problema, y mucho más estando en el mar, donde todo es incontrolable e inestable. Pero al mismo tiempo… ¡Qué linda sensación experimentamos cuando las tormentas paran y todo empieza a aclararse, cuando las nubes empiezan a correrse y dejan ver el sol ¿Quién de nosotros no escuchó el famoso dicho “siempre que llovió paró? Las tormentas molestan, pero pasan, no son eternas. La oscuridad no es muy agradable, pero pasa, siempre amanece, siempre vuelve a salir el sol. Es bueno y necesario que utilicemos esta analogía, esta imagen que nos regala la palabra de Dios de hoy, para pensarlo en nuestra vida de fe, en nuestra vida espiritual que muchas veces pasa por tormentas duras y duraderas, tormentas difíciles en donde todo se pone negro, en donde parece que a Jesús no le importa porque está dormido.
Jesús viajando con nosotros también a veces se duerme, pero no está ausente. Hoy da la sensación que Jesús quiere enseñarles algo a sus amigos y a nosotros, a través de la experiencia de una tormenta en el mar, porque la vida también tiene mucho de esto, son inevitables, aunque no nos gusten.
¿No será que Jesús a veces “se duerme” para que de nuestro corazón salga el deseo de despertarlo, o más bien para despertarnos a nosotros? ¿No será que Jesús deja que vengan las tormentas de la vida para que no nos olvidemos que Él es el dueño de la historia, de la creación, de la Iglesia, de nuestra vida y que “sin Él nada podemos hacer”? ¿No será que a veces es necesario experimentar que nos hundimos para que recordemos que somos frágiles, necesitados y que cuando nos olvidamos de esto nos hundimos? ¿No será que tenemos miedo porque somos hombres y mujeres de poca fe, como los discípulos? ¿No será que tenemos poca fe porque nos creemos que somos los capitanes de nuestra vida, que es el barco? ¿No será que muchas veces solo nos acordamos de Jesús en medio de las tormentas?
Si andamos en medio de una tormenta de la vida, en medio de la oscuridad, pensando que Jesús no está, que todo es una mentira, que en realidad Él no se hizo cargo de nuestros problemas, que se durmió cuando más lo necesitábamos, alcemos nuestro grito al cielo. Gritemos y vayamos a despertar a Jesús. Aunque Él no lo necesite, lo necesitamos nosotros. Vos y yo tenemos que aprender a pedir ayuda y no esperar a que el barco se hunda para que los demás sepan lo que nos pasa. La vida es linda, pero difícil, hay tormentas. No es de poco hombre o mujer gritarle a Jesús que nos salve, “Señor sálvanos que nos hundimos”, es de fuertes. Es fuerte el que se reconoce débil y es verdaderamente débil, el que jamás se reconoce débil. Si todavía no pasaste por tormentas, no te olvides de esta escena cuando te toque. En tiempos de tormentas se aconseja no tomar decisiones, no cambiar lo decidido. El tiempo de tormenta es tiempo de crecimiento, tiempo de prueba, pero es tiempo de fe, de confiar, de saber que tarde o temprano todo pasará, y aparecerá Jesús para calmar las aguas que nos atemorizan.

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P. Rodrigo Aguilar