La tristeza para el cristiano debe ser siempre pasajera, jamás puede llegar para instalarse en el alma, para echar raíz en el corazón, ¡no!, hay que cortarla de raíz. Puede golpear la puerta de nuestra casa, puede entrar por un momento, pero no puede acomodarse en el «living» de nuestro corazón. ¡No, no hay que dejarla! No pienses que esa tristeza que tenés ahora va a durar para siempre. Debés mirar más allá. Sabé esperar. Sabé confiar en que Jesús te convertirá ese sentimiento en un gozo imborrable cuando menos lo esperes, incluso cuando menos lo busques. Seguro que alguna vez ya te pasó, seguro que lo viviste; por eso, no te olvides que la tristeza es pasajera y que salir de esa tristeza también depende de nuestros deseos de salir del aislamiento que puede convertirse en soledad instalada y hace tanto mal a nosotros y a la Iglesia. Es triste ver cristianos tristes, no estamos hechos para la tristeza. Por otro lado, lo lindo del gozo es que jamás puede ser pleno si no es compartido y eso ayuda a otros a salir de sus encierros. Todos vivimos esa experiencia de alguna manera. Todos hemos alegrado a otros y todos hemos sido alegrados por otros. Todos necesitamos compartir la alegría. Es esencial a la alegría que se derrame y que se comparta.
Una vez me acuerdo unos novios, con fecha ya de casamiento, me contaron que algunas dificultades de distancia con sus familias evitaban que puedan avisar a todos juntos la fecha de su matrimonio, y eso hacía que no pudieran disfrutar de la noticia que tenían en el corazón. La alegría del matrimonio no era solo para ellos. Es así, las alegrías son para compartirlas, los gozos son para darlos, las alegrías espantan, las tristezas y los gozos quitan las soledades. Si andás alegre, contalo, compartilo porque hace bien. Si andás triste, pensá de dónde viene esa tristeza, qué fue lo que la originó, para poder también compartirla, pero mientras tanto, andá y quedate un momento con Jesús, mientras tanto, andá y buscá la compañía de alguien que esté alegre. Eso te va a ayudar también.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Una vez me acuerdo unos novios, con fecha ya de casamiento, me contaron que algunas dificultades de distancia con sus familias evitaban que puedan avisar a todos juntos la fecha de su matrimonio, y eso hacía que no pudieran disfrutar de la noticia que tenían en el corazón. La alegría del matrimonio no era solo para ellos. Es así, las alegrías son para compartirlas, los gozos son para darlos, las alegrías espantan, las tristezas y los gozos quitan las soledades. Si andás alegre, contalo, compartilo porque hace bien. Si andás triste, pensá de dónde viene esa tristeza, qué fue lo que la originó, para poder también compartirla, pero mientras tanto, andá y quedate un momento con Jesús, mientras tanto, andá y buscá la compañía de alguien que esté alegre. Eso te va a ayudar también.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Viernes 27 de mayo + VI Viernes de Pascua + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.
También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas».
Palabra del Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.
También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas».
Palabra del Señor.
Comentario a Juan 16, 20-23a:
En definitiva, el mensaje central del Evangelio del domingo, que venimos desmenuzando, era que el Señor les prometía a sus discípulos y a nosotros habitar en nosotros por medio del amor. Por lo cual es claro pensar y concluir que para no sentirnos nunca solos o para vencer ese sentimiento de soledad que a veces nos puede sobrevenir por las distintas dificultades que nos toca vivir cada día, por la falta de amor que nos rodea, es amar; o sea, para no sentirnos solos, tenemos que amar, no esperar tanto que nos amen, no estar continuamente mendigando amor, sino, en definitiva, darnos cuenta que muchos necesitan de nuestro amor. Y es el mismo Señor que cuando amamos, ama a través de nosotros. Por eso, para que la soledad no nos angustie y no nos inquiete, tenemos que vencerla saliendo de nosotros mismos, saliendo a amar, no encerrándonos.
Me parece que no hay imagen más elocuente, más gráfica, que diga más, para Algo del Evangelio de hoy, que la imagen del parto, la imagen de dar a luz para manifestarnos la realidad de la vida, de nuestra vida de fe también. Porque la vida, podríamos decir, que es esto: una gran experiencia de dar a luz, de dar a luz continuamente diferentes realidades. Jesús vino a eso, vino a pasar por este mundo para finalmente dar luz, darnos luz, para que a través de su vida la luz llegue también a nosotros.
Nuestra vida es un gran parto, pero pensémoslo positivamente, es un gran dar a luz, es un conjunto de situaciones en la que damos y se nos da luz continuamente. Así es nuestra vida espiritual, nuestra vida cristiana, nuestra vida de fe; porque la vida cristiana no está ajena a lo que vivimos, el mensaje cristiano no está ajeno a la realidad de nuestra vida cotidiana. El que quiere escaparle a esto, el que quiere buscar otro camino, el que quiere pensar que la vida no es de alguna manera un paso, un continuo paso de aquello que no se ve a aquello que se empieza a ver, del dolor hacia algo mejor, del sufrimiento hacia algo más fructífero, de la tristeza hacia lo que se puede transformar en gozo, de la muerte a la vida; el que piensa que la vida no es eso, todavía no entendió la vida. Porque a esto no se le puede escapar; la vida tiene mucho de esto. Jesús con su Pascua –en este tiempo que estamos viviendo– nos quiere enseñar eso, que la vida es pasar, hay que pasar y por eso la imagen de dar a luz es algo tan lindo y que nos puede ayudar. Hay que pasar.
Habrás escuchado alguna vez esa frase tan conocida de santa Teresa de Jesús que dice así: «La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta». Por eso hay que aprender a vivir en paciencia, hay que aprender a soportar y esperar para que finalmente llegue la luz. Eso vive una madre cuando lleva en su vientre a su hijo, eso vive una madre cuando tiene que dar a luz, pero miremos lo positivo: es para dar luz, es para dar un nuevo nacimiento, es para dar vida, para transformar el mundo. Una vida transforma al mundo; la vida de tus hijos transformó tu propia familia, transformó muchísimas cosas.
Bueno, en esta vida, este viernes en tu vida y en la mía, en este viernes concreto que estamos viviendo hay que aprender a vivir partos también, hay que aprender a veces a sufrir cosas para encontrar algo mejor; hay que aprender a morir a nuestros caprichos para encontrar el verdadero amor; hay que aprender a morir al pecado para encontrar lo lindo que es la gracia y la vida; hay que aprender a callar para encontrar lo gratificante que es el hablar en el momento justo; hay que aprender a vivir la soledad para disfrutar lo lindo de una buena compañía; hay que aprender tantas cosas y a veces solamente se aprende pasando por momentos difíciles para poder dar a luz.
Si sos padre, si sos madre, no le prives a tus hijos de vivir «partos» en sus vidas; no hay que tenerle miedo a los momentos difíciles porque a través de esos momentos aprenderán lo lindo que es la alegría de encontrar luz cuando todo parece oscuro, cuando todo parece difícil.
En definitiva, el mensaje central del Evangelio del domingo, que venimos desmenuzando, era que el Señor les prometía a sus discípulos y a nosotros habitar en nosotros por medio del amor. Por lo cual es claro pensar y concluir que para no sentirnos nunca solos o para vencer ese sentimiento de soledad que a veces nos puede sobrevenir por las distintas dificultades que nos toca vivir cada día, por la falta de amor que nos rodea, es amar; o sea, para no sentirnos solos, tenemos que amar, no esperar tanto que nos amen, no estar continuamente mendigando amor, sino, en definitiva, darnos cuenta que muchos necesitan de nuestro amor. Y es el mismo Señor que cuando amamos, ama a través de nosotros. Por eso, para que la soledad no nos angustie y no nos inquiete, tenemos que vencerla saliendo de nosotros mismos, saliendo a amar, no encerrándonos.
Me parece que no hay imagen más elocuente, más gráfica, que diga más, para Algo del Evangelio de hoy, que la imagen del parto, la imagen de dar a luz para manifestarnos la realidad de la vida, de nuestra vida de fe también. Porque la vida, podríamos decir, que es esto: una gran experiencia de dar a luz, de dar a luz continuamente diferentes realidades. Jesús vino a eso, vino a pasar por este mundo para finalmente dar luz, darnos luz, para que a través de su vida la luz llegue también a nosotros.
Nuestra vida es un gran parto, pero pensémoslo positivamente, es un gran dar a luz, es un conjunto de situaciones en la que damos y se nos da luz continuamente. Así es nuestra vida espiritual, nuestra vida cristiana, nuestra vida de fe; porque la vida cristiana no está ajena a lo que vivimos, el mensaje cristiano no está ajeno a la realidad de nuestra vida cotidiana. El que quiere escaparle a esto, el que quiere buscar otro camino, el que quiere pensar que la vida no es de alguna manera un paso, un continuo paso de aquello que no se ve a aquello que se empieza a ver, del dolor hacia algo mejor, del sufrimiento hacia algo más fructífero, de la tristeza hacia lo que se puede transformar en gozo, de la muerte a la vida; el que piensa que la vida no es eso, todavía no entendió la vida. Porque a esto no se le puede escapar; la vida tiene mucho de esto. Jesús con su Pascua –en este tiempo que estamos viviendo– nos quiere enseñar eso, que la vida es pasar, hay que pasar y por eso la imagen de dar a luz es algo tan lindo y que nos puede ayudar. Hay que pasar.
Habrás escuchado alguna vez esa frase tan conocida de santa Teresa de Jesús que dice así: «La paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta». Por eso hay que aprender a vivir en paciencia, hay que aprender a soportar y esperar para que finalmente llegue la luz. Eso vive una madre cuando lleva en su vientre a su hijo, eso vive una madre cuando tiene que dar a luz, pero miremos lo positivo: es para dar luz, es para dar un nuevo nacimiento, es para dar vida, para transformar el mundo. Una vida transforma al mundo; la vida de tus hijos transformó tu propia familia, transformó muchísimas cosas.
Bueno, en esta vida, este viernes en tu vida y en la mía, en este viernes concreto que estamos viviendo hay que aprender a vivir partos también, hay que aprender a veces a sufrir cosas para encontrar algo mejor; hay que aprender a morir a nuestros caprichos para encontrar el verdadero amor; hay que aprender a morir al pecado para encontrar lo lindo que es la gracia y la vida; hay que aprender a callar para encontrar lo gratificante que es el hablar en el momento justo; hay que aprender a vivir la soledad para disfrutar lo lindo de una buena compañía; hay que aprender tantas cosas y a veces solamente se aprende pasando por momentos difíciles para poder dar a luz.
Si sos padre, si sos madre, no le prives a tus hijos de vivir «partos» en sus vidas; no hay que tenerle miedo a los momentos difíciles porque a través de esos momentos aprenderán lo lindo que es la alegría de encontrar luz cuando todo parece oscuro, cuando todo parece difícil.
Si estás triste, aprendé a levantar la cabeza, a darte cuenta lo que tenés alrededor, las personas que te quieren. Si ves a alguien triste, aprendé a acompañarlo para que sepa que solo esperando se puede encontrar el gozo y la alegría verdadera. Si estás viviendo momentos de dificultad o dolor por alguna ausencia, aprendé a ver lo lindo que es encontrar compañía en otras cosas, en otras situaciones.
De todo lo malo que nosotros percibimos como malo en definitiva siempre se puede sacar algo bueno; de todo lo que parece muerte siempre podremos rescatar algo de vida. Nunca estamos completamente solos como para pensar que nada nuevo puede venir.
Ojalá que tengamos un buen viernes, ojalá que sepamos dar a luz diferentes situaciones, ojalá que encontremos la alegría de estar con Jesús sabiendo que él siempre nos ayuda a sacar resurrección de aquello que parece que está perdido.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
De todo lo malo que nosotros percibimos como malo en definitiva siempre se puede sacar algo bueno; de todo lo que parece muerte siempre podremos rescatar algo de vida. Nunca estamos completamente solos como para pensar que nada nuevo puede venir.
Ojalá que tengamos un buen viernes, ojalá que sepamos dar a luz diferentes situaciones, ojalá que encontremos la alegría de estar con Jesús sabiendo que él siempre nos ayuda a sacar resurrección de aquello que parece que está perdido.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Sábado 28 de mayo + VI Sábado de Pascua + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 23b-28
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre».
*Palabra del Señor* .
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre».
*Palabra del Señor* .
Comentario a Juan 16, 23b-28:
Llegamos al final de esta semana, a este sábado en el que podríamos mirar para atrás y darnos cuenta que, en definitiva, nunca estamos solos, que estamos solos cuando queremos estar solos y que tenemos que aprender a veces a estar solos, para encontrar la presencia divina en nuestras almas y ahí salir con toda la fuerza a amar a los demás. Pero cuando en realidad me siento solo y no hay nada que colme mi satisfacción, es porque en realidad me estoy aislando, porque yo mismo me estoy encerrando en mí mismo y entonces me estoy olvidando de amar. Creo que es un buen mensaje para que este sábado recapitulemos lo que venimos desmenuzando del Evangelio del domingo, en donde el Señor, en definitiva, nos decía que no temamos, que no nos inquietemos. Él está con nosotros. Por eso si no estás en un buen momento, si pensás que estás solo, sola, no creas que es así, no es verdad. Jesús está con vos, siempre está con vos, aprendé a escucharlo y salí a amar.
Ya a las puertas de la gran Solemnidad que celebraremos mañana: la Ascensión del Señor a los cielos, con la cual celebraremos el triunfo definitivo de Jesús, el triunfo que también nos incluye a nosotros porque de alguna manera nos ha llevado al cielo junto con él; escuchamos este lindo Evangelio para terminar esta semana: «Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se los concederá en mi Nombre». Jesús es nuestro abogado ante el Padre. Jesús habiendo venido al mundo para estar con nosotros, habiéndonos amado hasta el extremo, habiéndonos abierto su corazón para que conozcamos el amor del Padre, para que conozcamos la intimidad de un Dios que es Padre, la comunión profunda de amor infinito y eterno entre Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; no solo nos compartió ese amor y nos lo derramó en nuestros corazones todo su amor por el Espíritu Santo, sino que también nos concede que todo aquello que pidamos en su Nombre, él nos lo dará.
¿Y qué es lo mejor que podemos pedir al Señor en consonancia con lo que venimos meditando con los evangelios de esta semana? «Pidan y recibirán y tendrán una alegría que será perfecta».
Lo mejor que podemos pedir al Señor es la alegría de saber que él está presente en nuestras vidas; porque la peor tristeza, esa tristeza de la cual nos hablaba Jesús en esta semana, de la cual nos hablaba y les hablaba a sus discípulos anticipándoles que con su ausencia iban a estar tristes, es la tristeza de no tener a Dios en el corazón. La peor tristeza de nuestra vida, la peor tristeza de los que conocés y ves que andan por la vida como muertos vivos porque no comprenden para qué viven, o la tristeza de aquellos que tienen todo pero no pueden terminar de encontrar la verdadera felicidad; es la tristeza de no tener a Dios, de no encontrarlo en definitiva, de buscarlo de mil maneras equivocadas sin poderlo hallar. Es la tristeza del hombre que vive para sí, es la tristeza del hombre que vive volcado hacia afuera, hacia su trabajo, hacia sus proyectos, sus ambiciones, sus egoísmos, pero no hacia el Padre que envío a su Hijo a hacerse Hombre por nosotros. Esa es la peor tristeza de nuestra vida. Y es la tristeza que a veces vos y yo tenemos y no nos damos cuenta, y es porque estamos buscando mal; no estamos teniendo a Jesús como Camino, Verdad y Vida, como eje central de nuestras vidas, con un deseo profundo de seguir buscándolo en cada cosa que hacemos.
Por eso lo mejor que podemos pedir es que esa tristeza se convierta en alegría. Lo mejor que podemos pedir es que la tristeza se convierta en la certeza de que él está con nosotros, que él nos sostiene y que a pesar de todo él siempre está a nuestro lado. En definitiva, en tener la certeza de que nuestra fe consiste en creer en un Dios vivo y resucitado, que sigue actuando en la vida de cada uno de nosotros. Pedí, pedí, pidamos y vamos a recibir.
Pidamos lo mejor que puede pedir un cristiano; pidamos no cosas, sino el amor de Jesús, poder experimentar su amor, y que ese amor podamos derramarlo hacia otros.
Llegamos al final de esta semana, a este sábado en el que podríamos mirar para atrás y darnos cuenta que, en definitiva, nunca estamos solos, que estamos solos cuando queremos estar solos y que tenemos que aprender a veces a estar solos, para encontrar la presencia divina en nuestras almas y ahí salir con toda la fuerza a amar a los demás. Pero cuando en realidad me siento solo y no hay nada que colme mi satisfacción, es porque en realidad me estoy aislando, porque yo mismo me estoy encerrando en mí mismo y entonces me estoy olvidando de amar. Creo que es un buen mensaje para que este sábado recapitulemos lo que venimos desmenuzando del Evangelio del domingo, en donde el Señor, en definitiva, nos decía que no temamos, que no nos inquietemos. Él está con nosotros. Por eso si no estás en un buen momento, si pensás que estás solo, sola, no creas que es así, no es verdad. Jesús está con vos, siempre está con vos, aprendé a escucharlo y salí a amar.
Ya a las puertas de la gran Solemnidad que celebraremos mañana: la Ascensión del Señor a los cielos, con la cual celebraremos el triunfo definitivo de Jesús, el triunfo que también nos incluye a nosotros porque de alguna manera nos ha llevado al cielo junto con él; escuchamos este lindo Evangelio para terminar esta semana: «Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se los concederá en mi Nombre». Jesús es nuestro abogado ante el Padre. Jesús habiendo venido al mundo para estar con nosotros, habiéndonos amado hasta el extremo, habiéndonos abierto su corazón para que conozcamos el amor del Padre, para que conozcamos la intimidad de un Dios que es Padre, la comunión profunda de amor infinito y eterno entre Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; no solo nos compartió ese amor y nos lo derramó en nuestros corazones todo su amor por el Espíritu Santo, sino que también nos concede que todo aquello que pidamos en su Nombre, él nos lo dará.
¿Y qué es lo mejor que podemos pedir al Señor en consonancia con lo que venimos meditando con los evangelios de esta semana? «Pidan y recibirán y tendrán una alegría que será perfecta».
Lo mejor que podemos pedir al Señor es la alegría de saber que él está presente en nuestras vidas; porque la peor tristeza, esa tristeza de la cual nos hablaba Jesús en esta semana, de la cual nos hablaba y les hablaba a sus discípulos anticipándoles que con su ausencia iban a estar tristes, es la tristeza de no tener a Dios en el corazón. La peor tristeza de nuestra vida, la peor tristeza de los que conocés y ves que andan por la vida como muertos vivos porque no comprenden para qué viven, o la tristeza de aquellos que tienen todo pero no pueden terminar de encontrar la verdadera felicidad; es la tristeza de no tener a Dios, de no encontrarlo en definitiva, de buscarlo de mil maneras equivocadas sin poderlo hallar. Es la tristeza del hombre que vive para sí, es la tristeza del hombre que vive volcado hacia afuera, hacia su trabajo, hacia sus proyectos, sus ambiciones, sus egoísmos, pero no hacia el Padre que envío a su Hijo a hacerse Hombre por nosotros. Esa es la peor tristeza de nuestra vida. Y es la tristeza que a veces vos y yo tenemos y no nos damos cuenta, y es porque estamos buscando mal; no estamos teniendo a Jesús como Camino, Verdad y Vida, como eje central de nuestras vidas, con un deseo profundo de seguir buscándolo en cada cosa que hacemos.
Por eso lo mejor que podemos pedir es que esa tristeza se convierta en alegría. Lo mejor que podemos pedir es que la tristeza se convierta en la certeza de que él está con nosotros, que él nos sostiene y que a pesar de todo él siempre está a nuestro lado. En definitiva, en tener la certeza de que nuestra fe consiste en creer en un Dios vivo y resucitado, que sigue actuando en la vida de cada uno de nosotros. Pedí, pedí, pidamos y vamos a recibir.
Pidamos lo mejor que puede pedir un cristiano; pidamos no cosas, sino el amor de Jesús, poder experimentar su amor, y que ese amor podamos derramarlo hacia otros.
Pidamos el amor de Jesús para aquellos que viven tristes, pidamos lo mejor que se puede pedir... Ojalá que este fin de semana podamos experimentar esta verdadera alegría que proviene de sentir la presencia de un Jesús que está vivo, que sigue obrando, que nos ama, que nos llena con sus dones, que nos llena de bendiciones.
Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar
Que tengamos un buen sábado y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.
www.algodelevangelio.org
algodelevangelio@gmail.com
p. Rodrigo Aguilar