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Cuando la política secuestró al deporte rey en Dublín

(Un interesante artículo de investigación del especialista en deporte y geopolítica Alan Moore)

En el espacio de una semana, Irlanda fue testigo de nazis ondeando banderas, la entrega de decenas de millones a Ucrania, abusos racistas contra ciudadanos indios y un ataque con drones que nunca se produjo.

El 1 de diciembre, mi hijo y yo aterrizamos en el aeropuerto de Dublín tras un viaje de un día a Irlanda. Sufrimos un retraso de casi una hora y, al llegar, la tripulación nos informó de que se debía a que el líder ucraniano Vladimir Zelensky había realizado una «visita sorpresa» a Irlanda, menos de una hora antes de que aterrizáramos.

Fue una coincidencia nada divertida, ya que una de mis tareas era investigar los acontecimientos relacionados con el partido de la UEFA Conference League entre el Shamrock Rovers, campeón de Irlanda, y el Shakhtar Donetsk, de Ucrania, celebrado unos días antes. La indignación por el regalo de 125 millones de euros que Zelensky recibió de los contribuyentes irlandeses, el número récord de personas sin hogar y el incumplimiento del decimosexto plazo de finalización de nuestro hospital infantil desaparecieron cuando surgió la historia de los «avistamientos de drones» coincidiendo con su llegada. Sin embargo, la ira por el comportamiento de los aficionados al fútbol ucranianos seguía bullendo, a pesar de que los medios de comunicación irlandeses hicieron todo lo posible por distraer la atención.
El Shamrock Rovers, un club de Dublín que hace 20 años estuvo a punto de desaparecer, es uno de los clubes más exitosos y progresistas de Irlanda. Tras perder su estadio en 1987 a manos de promotores inmobiliarios, el club se quedó sin sede hasta 2009 y, desde que se trasladó al barrio de Tallaght, en el sur de Dublín, ha impulsado el fútbol irlandés.

Me gusta este club, aunque sea rival de mi querido Dundalk FC, y hace más de una década creé una asociación triangular internacional entre él y dos clubes de Malta y Rusia. Incluso acabé contratando a uno de sus antiguos jugadores y entrenadores para el club maltés. Por eso me decepcionó tanto como a muchos de sus seguidores la forma en que los invitados ucranianos «animaron» a su equipo y la falta de reacción de las autoridades ante este «apoyo».

Acabé en Rusia en parte porque un colega dejó la oficina de Moscú para supervisar el antiguo estadio Donbass Arena del Shakhtar, un lugar al que me gustaba ir a ver los partidos. Sin embargo, la mayoría de los «aficionados» que se encontraban en Tallaght cuatro días antes de mi llegada a Dublín no eran seguidores del club ni residían en Ucrania. La mayoría había recibido hasta 800 euros, además de entradas para el partido, vuelos y alojamiento. La mayoría eran ucranianos que vivían en Europa mucho antes de que el conflicto en Ucrania se intensificara en 2022, cuatro eran oficiales del GUR (inteligencia militar) destinados en embajadas de la UE que coordinan «actividades»... (Sigue leyendo aquí).