Charles Spurgeon
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ABRIL 4

"Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 2 Corintios 5:51

ACONGOJADO cristiano, ¿por qué lloras? ¿Estás llorando tus propias corrupciones?
Contempla a tu perfecto Señor, y recuerda que tú eres perfecto en él. En la presencia de Dios eres tan perfecto como si nunca hubieses pecado; sí, más que eso: El Señor, nuestra Justicia, puso sobre ti un vestido divino, de modo que tú tienes más que la justicia humana: tienes la justicia de Dios. ¡Oh tú que lloras por el pecado innato y por la depravación!, recuerda que ninguno de tus pecados te pueden condenar. Tú has aprendido a odiar el pecado; pero has aprendido también a conocer que el pecado no es tuyo, pues fue puesto sobre la cabeza de Cristo; tu crédito no está en ti mismo, sino en Cristo; tu aceptación no está en ti mismo, sino en tu Señor. Tú eres aceptado hoy con toda tu perversidad, como lo serás cuando estés delante de su trono, libre de toda corrupción. Yo te ruego que eches mano de esta preciosa verdad: perfección en Cristo, pues tú eres perfecto en él. Vestido con las vestiduras de tu Salvador, eres santo como él es Santo. "¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó; quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Cristiano, regocíjese tu corazón, pues eres muy aceptado en el Amado. ¿Qué tienes que temer? ¡Que siempre haya en tu rostro una sonrisa! Vive cerca de tu Maestro; vive en los suburbios de la Ciudad Celestial, pues pronto, cuando tu tiempo se haya cumplido, subirás adonde está tu Jesús, y reinarás a su diestra, como él ha vencido y está a la diestra de su Padre. Y todo esto porque Dios, "al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".
ABRIL 5

"Y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús". Lucas 23:26.


VEMOS en Simón, mientras lleva la cruz, una figura de la obra de la Iglesia de todas las edades; ella es la que lleva la cruz tras Jesús.
De modo que Jesús no sufre para eliminar tus sufrimientos. Él lleva la cruz no para que tú la evites, sino para que puedas soportarla. Cristo te libra del pecado, pero no de la aflicción. Recuerda esto y espera sufrir.
Pero consolémonos con el pensamiento de que en nuestro caso como en el de Simón, no es nuestra la cruz que llevamos, sino de Cristo. Cuando eres acosado por causa de tu piedad; cuando tu religión te acarree mofas despiadadas, recuerda entonces que esa no es tu cruz, sino la cruz de Cristo. ¡Y cuán agradable es llevar la cruz de nuestro Señor!
Tú llevas la cruz tras ÉL. Tienes, pues, una bendita compañía; tu senda está marcada con las huellas de tu Señor. La señal de su hombro encarnado está sobre aquella pesada carga. Esta es su cruz, y él va delante de ti como va el pastor delante de sus ovejas. Toma tu cruz diariamente y síguele.
No olvides, además, que llevas esta cruz con ayuda. Algunos opinan que Simón no llevó toda la cruz sino una parte de ella. Esto es muy posible. Cristo habrá llevado la parte más pesada, donde estaba el madero cruzado, y Simón la parte más liviana. Sin duda, así acontece contigo; tú sólo llevas la parte menos pesada de la cruz, y Cristo la más gravosa.
Y recuerda: si bien Simón tuvo que llevar la cruz por poco tiempo, eso le trajo perdurable honor. Así también ahora: llevamos la cruz por corto tiempo, y después recibiremos la corona y la gloria. En verdad, nosotros tendríamos que amar la cruz, y, en lugar de esquivarla, tendríamos que apreciarla, pues nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria.
ABRIL 6

"Salgamos pues a él fuera del real". Hebreos 13:13.

JESÚS, llevando su cruz, salió para sufrir fuera de la puerta.

El motivo porque el cristiano debe dejar el real del pecado y de la religión del mundo, no es su deseo de ser raro, sino porque Jesús lo hizo así, y porque los discípulos siguieron en esto a su Maestro. Cristo no era de este mundo. Su vida y su testimonio fueron una protesta constante contra la conformidad con el mundo. Nunca existió un amor tan inmenso por los hombres como el de Cristo; a pesar de eso, él era apartado de pecadores. De la misma manera el pueblo de Dios debe "salir a él"; debe tomar su posición "fuera del real", como testigo de la verdad. Los creyentes tienen que estar preparados para andar por la senda recta y angosta; deben tener corazones osados, resueltos y llenos de coraje, que en primer lugar amen a Cristo, y después a su verdad; además tienen que amar a Cristo y a su verdad más que cualquier otra cosa. Jesús quisiera tener a su pueblo "fuera del real" para santificarlo. No puedes crecer en la gracia mientras andes en conformidad con el mundo. La vida de separación quizás sea una senda dolorosa, pero es la calzada de seguridad. Y, aunque la vida separada pueda costar muchas angustias, y presentar cada día una batalla, sin embargo es, después de todo, una vida feliz. No hay gozo que sobrepuje al gozo del soldado de Cristo. Jesús se revela tan bondadosamente y da un refrigerio tan agradable que el soldado siente más calma y paz en su día de batalla que los otros en sus días de reposo. La calzada de la santidad es la calzada de la comunión. Si la gracia divina nos capacita para seguir firmemente a Cristo "fuera del real", esperamos ganar la corona. La corona de gloria seguirá a la cruz de separación. La afrenta de un momento será bien recompensada con el honor eterno. Un poco de testificación no parecerá nada, cuando estemos "para siempre con el Señor".
ABRIL 7

"Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia?" Salmo 4:2.


UN escritor ha hecho una triste lista de los honores que el ciego pueblo de Israel concedió a su largamente esperado Rey. 1º Le hicieron una procesión de honor, en la cual tomaron parte los legionarios romanos, los sacerdotes judíos, los hombres y las mujeres, mientras Jesús llevaba su cruz. Esta es la procesión que el mundo da a aquél que vino a vencer a los más espantosos enemigos del hombre. Aclamaciones burlescas son sus únicas aclamaciones, y vituperios crueles, sus únicos cantos de triunfo. 2º Le obsequiaron con el vino de honor. En lugar de una áurea copa de vino estimulante, le ofrecieron un estupefaciente que él rehusó, pues quiso conservar intactas sus facultades para gustar la muerte; y más tarde, cuando gritó: "Sed tengo", le dieron, en una esponja, vino mezclado con hiel. ¡Oh qué mezquina y detestable inhospitalidad dieron al Hijo del Rey! 3º Se le puso una guardia de honor que demostró la estima que le tenía, echando suerte sobre sus vestidos, los que tomaron como presa. Tal fue la guardia del adorado del cielo: un cuaternión de crueles jugadores. 4º En la cruz se le dio un trono de honor. Ningún lugar de descanso más cómodo quería el hombre rebelde dar a su Señor. En efecto, la cruz era la perfecta expresión de los sentimientos del mundo hacia Jesús. Ellos parecían decir: "Allí tú, Hijo de Dios; ésta es la manera en que el mismo Dios sería tratado si pudiésemos llegar a él". 5º El título de honor nominalmente era "Rey de los Judíos", pero la ciega nación lo repudió, y en realidad lo llamó "Rey de los ladrones", pues prefirió a Barrabás y puso a Jesús en el lugar de mayor afrenta: entre dos ladrones. Su honra fue así, en todas las cosas, trocada en infamia por los hijos de los hombres; pero, a pesar de eso él alegrará los ojos de los santos y de los ángeles para siempre jamás.
ABRIL 8

"Porque si en árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?" Lucas 23:31.


ENTRE otras interpretaciones de esta sugestiva pregunta, la siguiente está llena de enseñanza: "Si yo, el inocente substituto de los pecadores, sufro así, ¿qué se le hará al pecador mismo -el árbol seco- cuando caiga en las manos de un Dios airado?" Cuando Dios vio a Jesús en el lugar de los pecadores no lo perdonó; y cuando halle al irregenerado sin Cristo, tampoco lo perdonará. ¡Oh pecador! Jesús fue llevado por sus enemigos; tú también serás llevado por los demonios al lugar señalado para ti. Jesús fue abandonado por Dios; y si él, que sólo era pecador por imputación, fue abandonado, ¿cuánto más lo serás tú? "Eloi, Eloi, lama sabachthani?", ¡Qué grito terrible! Pero cuál será tu clamor cuando digas: ¡Dios, Dios!, ¿por qué me has dejado?, y se te responda: "Por cuanto desechasteis todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis: También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis". Si Dios no perdonó a su Hijo, ¡cuánto menos te perdonará a ti! ¡Qué látigos de ardientes cuerdas serán los tuyos cuando la conciencia te herirá con todos sus terrores! Vosotros, los más ricos, los más felices y los más justos pecadores, ¿quién querrá estar en vuestro lugar cuando Dios diga: "¡Despiértate espada, contra el hombre que me rechazó; hiérelo, y que por siempre sienta el dolor? Jesús fue escupido; pecador, ¿cuál será tu afrenta? No podemos resumir en una palabra toda la multitud de aflicciones que se reunió en la cabeza de Jesús, que murió por nosotros; por lo tanto, nos es imposible decir qué ríos, qué océanos de dolor rodarán sobre tu espíritu si mueres en la condición en que te hallas ahora. Es posible que mueras así y ahora. Por las agonías de Cristo, por sus heridas y por su sangre, no traigas sobre ti la ira que se avecina. Confía en el Hijo de Dios y nunca morirás.
ABRIL 9

"Y le seguía una grande multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban". Lucas 23:27.


EN medio de la plebe que acompañaba a Jesús al patíbulo, había algunas almas piadosas cuya amarga angustia se desahogaba en sollozos y lamentaciones, música apropiada para acompañar a aquella marcha de ayes.

Cuando mi alma puede ver, en la imaginación, al Salvador llevando su cruz al Calvario, se une a las mujeres piadosas y llora con ellas, pues hay allí justificado motivo para el dolor, más justificado de lo que las afligidas mujeres pensaban. Ellas lloraban la inocencia maltratada, la bondad perseguida, el amor que sangraba, la mansedumbre que moría. Pero mi corazón tiene un motivo más profundo y más amargo para llorar. Mis pecados fueron los azotes que laceraron aquellos benditos hombros, y coronaron con espinas aquellas sangrantes sienes; mis pecados gritaron: "Crucifícale, crucifícale", y colocaron la cruz sobre sus bondadosos hombros. En su conducción hacia el Calvario hay suficiente dolor para una eternidad, pero en el hecho de haber sido yo su verdugo, hay más, infinitamente más aflicción que lo que una pobre fuente de lágrimas puede expresar.

No es difícil darse cuenta por qué aquellas mujeres amaron y lloraron, pero ellas no pudieron haber tenido mayor razón para amar y lamentar que la que tiene mi corazón. La viuda de Naín vio resucitado a su hijo, pero yo me veo a mí mismo resucitado en novedad de vida. La madre de la esposa de Pedro fue curada de fiebre, pero yo he sido curado de la más grave plaga de pecado. De Magdalena salieron siete demonios, pero una entera legión de ellos salió de mí. María y Marta fueron favorecidas con visitas de Jesús, pero yo con su permanencia en mí. Su madre dio a luz su cuerpo, pero Cristo, la esperanza de gloria, está formado en mí. En lo que respecta a deudas, en nada quedo atrás de las santas mujeres; que tampoco sea menos en gratitud.
ABRIL 10

"Al lugar que se llama de la Calavera". Lucas 23:33.


EL collado del consuelo es el collado del Calvario; la casa de la consolación está edificada con la madera de la cruz; el templo de las bendiciones celestiales está fundado sobre la roca hendida, hendida por la lanza que traspasó su costado. Ninguna escena en la historia sagrada alegró jamás al alma como la tragedia del Calvario. Es extraño, en verdad, que las horas más lúgubres que jamás experimentó este mundo pecador, habrían de tocar el corazón con un poder más delicado que la alegría de los ángeles.
La luz brota desde el mediodía hasta la medianoche del Calvario, toda hierba del campo florece lozanamente bajo la sombra del árbol una vez maldito. En aquel lugar de sed, la gracia ha hecho una fuente que siempre mana agua pura como cristal, cuyas gotas tienen la virtud de aliviar los ayes de la humanidad. Tú, que has tenido tus temporadas de conflicto, tienes que confesar que no fue en el Olivete, donde hallaste consuelo, ni tampoco en el monte Sinaí, ni en el Tabor. Gethsemaní, Gabbatha y Gólgota han sido los medios de tu consuelo. Las amargas hierbas del Gethsemaní han quitado muchas veces las amarguras de tu vida; el azote de Gabbatha ha azotado muchas veces tus preocupaciones, y los gemidos del Calvario han puesto en fuga todos los otros gemidos. Así el Calvario nos rinde raro y rico consuelo. Nosotros nunca habríamos conocido el amor de Cristo en su altura y profundidad si él no hubiese muerto; no podríamos ni imaginar el profundo amor del Padre si él no hubiese entregado a su Hijo a la muerte. Las mercedes comunes que gozamos, hablan todas de amor, así como el carey marino, cuando lo ponemos en nuestros oídos, nos habla del insondable mar de donde procede. Pero si deseamos oír al océano mismo, no debemos mirar a las bendiciones diarias, sino a las transacciones de la crucifixión. El que desee conocer el amor, vaya al Calvario, y vea morir al varón de dolores.
ABRIL 11

"Heme escurrido como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron".
Salmo 22:14.

¿CONTEMPLÓ la tierra o el cielo alguna vez un espectáculo más triste de dolor? En alma y cuerpo nuestro Señor se sintió débil como el agua que corría por el suelo. La colocación de la cruz en su hoyo lo sacudió con gran violencia, estiró todos sus ligamentos, fatigó todos los nervios, y más o menos dislocó todos sus huesos. Agobiado por su propio peso, la augusta víctima sintió la creciente tensión en cada momento de aquellas seis largas horas. Su sensación de desfallecimiento y debilidad general lo abrumaba, mientras que él para sus sentidos, no llegó a ser otra cosa que una masa de miseria y de desfalleciente enfermedad. Cuando Daniel vio la gran visión, describe así sus impresiones: "No quedó en mí esfuerzo; antes mi fuerza se me trocó en desmayo, sin retener vigor alguno". ¡Cuánto más abatido habrá estado nuestro Gran Profeta cuando vio la terrible visión de la ira de Dios, y la sintió en su propia alma! A nosotros nos hubiese sido imposible soportar las sensaciones que experimentó nuestro Señor, y una especie de inconsciencia habría venido en nuestro socorro, pero en su caso fue herido y sintió la espada, vació la copa y probó cada gota de ella.
Mientras nos arrodillamos delante del trono del Salvador, que ahora está a la diestra de Dios, recordemos bien el medio por el cual él preparó ese trono como un trono de gracia para nosotros; bebamos en espíritu de su copa, a fin de que podamos ser fortalecidos para nuestra hora de aflicción en cualquier ocasión. En el cuerpo natural de Jesús cada uno de los miembros sufrió; así también debe ser en el espiritual. Pero como de todas sus pruebas y aflicciones, su cuerpo salió indemne para la gloria y para el poder, así también su cuerpo místico atravesará el horno sin que pase por él ni olor de fuego.
ABRIL 12

"Mi corazón fue como cera, desliéndose en medio de mis entrañas".
Salmo 22:14.

NUESTRO bendito Señor experimentó un terrible abatimiento y desvanecimiento de alma. "El ánimo del hombre soportará su enfermedad, mas, ¿quién soportará al ánimo angustiado?" La depresión de espíritu es la más grave de todas las pruebas; cualquier otra aflicción no es nada al lado de ésta. Bien puede el Salvador gritar: "No te alejes de mí", pues el hombre necesita a su Dios cuando su corazón se consume dentro de sí por el abatimiento. Creyente, acércate a la cruz, esta mañana, y adora humildemente al Rey de gloria, quien tanto en aflicción mental como en angustia íntima, fue más humillado que cualquiera de los que están entre nosotros. Observa su aptitud para llegar a ser un fiel Sumo Sacerdote, que puede compadecerse de nuestras flaquezas. ¡Oh Padre Celestial!, permite que aquellos cuya tristeza procede directamente del alejamiento de tu amor entren en estrecha e íntima comunión con Jesús. Que no demos lugar a la desesperación, pues por este paraje tétrico el Maestro pasó antes que nosotros. Quizás a menudo nuestras almas ansíen, desfallezcan y anhelen hasta la angustia contemplar la luz del rostro del Señor. En esas ocasiones contentémonos con la seguridad de la simpatía de nuestro gran Sumo Sacerdote. Nuestras gotas de dolor se olvidan en el océano de sus aflicciones. Pero ¡cuán alto debe elevarse nuestro amor! Entra, oh poderoso y profundo amor de Jesús; como el mar en las inundaciones de las grandes crecientes, cubre todas mis facultades, ahoga todos mis pecados, quita todas mis preocupaciones, levanta mi alma que está apegada a la tierra, llévala a los pies de mi Señor, y permíteme quedar allí, pobre pecador como soy, lavado por su amor. No tengo ningún valor ni virtud; sólo me atrevo a decirle que, si desea escucharme, oirá en mi corazón ecos débiles de las vastas olas de su propio amor que me ha llevado adonde me gozo estar.
ABRIL 13

"Mi amado es para mí un manojito de mirra". Cantares 1:13.

LA mirra bien puede ser elegida como la figura de Jesús por su preciosidad, su perfume, su gusto, sus cualidades con el sacrificio. Pero, ¿por qué se le compara a un "manojito" de mirra? En primer lugar, por su abundancia. Jesús no es una ramita de mirra, sino un cesto lleno; no una simple flor sino un manojo. Hay en Cristo lo suficiente para todas mis necesidades; que no demore yo en valerme de él. Nuestro bien amado es comparado además a un manojo, por su variedad. Hay en Cristo no sólo la "una cosa necesaria", sino que "en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente"; cada una de las cosas necesarias están en él. Considera a Jesús en sus diferentes caracteres y verás una maravillosa variedad: Profeta, Sacerdote, Rey, Esposo, Amigo, Pastor. Considéralo en su vida, en su muerte, en su resurrección, en su ascensión y en su segunda venida; míralo en su virtud, en su mansedumbre, en su negación de sí mismo, en su amor, en su debilidad, en su verdad, en su justicia; en cualquier cosa es un manojo de preciosidad.

Jesús es un manojo de mirra para preservación; no mirra suelta que cae al suelo o es pisoteada, sino mirra en manojo, para ser puesta en el estuche. Debemos estimarlo como el mejor tesoro; debemos apreciar sus palabras y sus mandamientos, y por fin, debemos guardar, como bajo llave, los pensamientos y conocimientos que nos dió; no sea que el diablo nos robe algo. Por otra parte, Jesús es un manojo de mirra, por su especialidad. El emblema sugiere la idea de gracia que distingue y discierne. Desde antes de la fundación del mundo, él fue apartado para su pueblo, y da su perfume sólo a los que entienden cómo entrar en comunión con él, para tener con él íntimas relaciones. ¡Oh, feliz el que puede decir: "Mi amado es para mí un manojito de mirra!"
ABRIL 14

“Todos los que me ven, escarnecen de mí, estiran los labios, menean la cabeza”. Salmo 22:7.

LA burla fue un gran ingrediente en los ayes de nuestro Señor. Judas se burló de él en el jardín; el príncipe de los sacerdotes y los escribas se mofaron de él con desprecio; Herodes lo tuvo en nada; los sirvientes y soldados lo escarnecieron y lo insultaron brutalmente; Pilatos y su guardia ridiculizaron su realeza, y, estando sobre la cruz, le lanzaron toda suerte de horribles bromas y de repugnantes vituperios. El ridículo es siempre difícil de llevar, pero cuando estamos en angustia es tan inhumano y tan cruel que nos corta en carne viva. Imagina al Salvador crucificado, agobiado con angustia más allá de toda mortal imaginación, y entonces piensa en aquella abigarrada multitud, meneando sus cabezas y sacando la lengua en amarguísimo desprecio a una pobre víctima que sufre. En el crucificado habrá habido sin duda algo más de lo que los espectadores pudieron ver, de lo contrario, aquella grande y confusa multitud no lo habría honrado con desprecios tan unánimemente. ¿No estaba el mal confesando en aquel preciso momento de su aparente triunfo que, después de todo, no podía hacer más que burlar a aquella victoriosa bondad que entonces estaba reinando sobre la cruz? ¡Oh Jesús!, “despreciado y desechado entre los hombres”, ¿cómo pudiste morir por hombres que te tratan tan mal? Aquí hay amor admirable, amor divino, sí, amor más allá de toda ponderación. Nosotros también te hemos despreciado en los días de nuestra irregeneración, y aun después de nuestro nuevo nacimiento hemos elevado al mundo en nuestros corazones, y, sin embargo, tú sangraste para sanar nuestras heridas y moriste para darnos vida. ¡Oh si nosotros pudiésemos colocarte en un alto y glorioso trono en los corazones de los hombres! Nosotros deseamos proclamar tus alabanzas por tierra y mar hasta que los hombres te adoren tan unánimemente como una vez te rechazaron.
ABRIL 15

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado?" Salmo 22:1.

CONTEMPLEMOS aquí al Salvador en la profundidad de sus aflicciones. Ningún otro lugar muestra tan bien las tribulaciones de Cristo como el Calvario, y ningún otro momento en el Calvario está tan lleno de agonía como aquel en que él exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado?"

En este momento la debilidad física se unió a la aguda tortura mental por la vergüenza e ignominia que tuvo que gustar. Y para culminar la intensidad de sus sufrimientos, padeció una agonía espiritual que sobrepuja todo entendimiento, siendo ésta el resultado del apartamiento de la presencia de su Padre. Esta era la obscura medianoche de su horror; entonces fue cuando descendió al abismo del sufrimiento. Ningún hombre puede penetrar en el completo significado de estas palabras. Algunos de nosotros a veces podríamos gritar: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado?" Hay momentos cuando la brillantez de la sonrisa de nuestro Padre queda eclipsada por nubes y tinieblas, pero recordemos que Dios nunca nos deja. Con nosotros es ese un aparente abandono, pero con Cristo era un abandono real. Nos afligimos ante una breve separación del amor de nuestro Padre, pero, ¿quién podrá calcular cuán profunda fue la agonía que le causó a Jesús el real apartamiento del rostro de su Padre? En nuestro caso el clamor frecuentemente es dictado por la incredulidad; en su caso fue la expresión de un espantoso hecho, pues efectivamente Dios lo había dejado por un tiempo. ¡Oh, tú, alma pobre y angustiada, que viviste una vez a la luz del rostro de Dios, pero que ahora te hallas en tristeza!, no olvides que él no te ha dejado. Dios en las nubes es tan Dios nuestro como cuando alumbra en el esplendor de su gracia, pero ya que el solo pensamiento de que él nos haya dejado nos aflige, ¡qué habrá sido el dolor de nuestro Señor cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado?"!
ABRIL 16

"La sangre preciosa de Cristo". 1 Pedro 1:19.


ESTANDO al pie de la cruz, vemos manos, pies y costado destilando arroyos de preciosa sangre carmesí. Es preciosa a causa de su eficacia redentora y expiadora. Por ella los pecados del pueblo de Cristo son expiados; los creyentes son redimidos de debajo de la ley, son reconciliados con Dios y son hechos uno con él. La sangre de Cristo es también preciosa por su poder purificador: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos". Por la sangre de Jesús, no queda una sola mancha sobre el creyente, ni arruga ni nada semejante. ¡Oh preciosa sangre que nos haces limpios, quitando las manchas de abundante iniquidad, y permitiéndonos ser aceptos en el amado, no obstante las muchas formas en que nos hemos rebelado contra nuestro Dios! La sangre es asimismo preciosa por su poder preservador. Bajo la sangre esparcida, estamos seguros contra el ángel destructor. Recordemos que la razón porque somos perdonados es porque Dios ve la sangre. Aquí hay consuelo para nosotros cuando el ojo de la fe esté empañado. La sangre de Cristo es preciosa por su influencia santificadora. La misma sangre que justifica al quitar el pecado, después anima a la nueva criatura y la conduce a someter el pecado y a cumplir los mandamientos de Dios. No hay motivo mayor para la santidad que el que viene de las venas de Jesús. Y preciosa, inefablemente preciosa es esta sangre por su subyugante poder. Está escrito: "Ellos vencieron por la sangre del Cordero". ¿Cómo hubieran vencido de otro modo? El que lucha con la preciosa sangre de Jesús lucha con un arma que no puede conocer derrota. ¡La sangre de Jesús! El pecado muere en su presencia, la muerte deja de ser muerte, las puertas del cielo se abren. ¡La sangre de Jesús! Seguiremos adelante conquistando, mientras confiemos en su poder.
ABRIL 17

“Querríamos ver a Jesús”. Juan 12:21.

EL clamor del mundano es siempre “¿quién nos mostrará el bien?” El busca satisfacción en las comodidades, goces y riquezas terrenales. Pero el pecador transformado conoce un solo bien. “¿Quién me diera dónde hallarlo?” Cuando el pecador está realmente despierto como para sentir su pecado, si le derramases a sus pies el oro de la India, diría: “Quítalo. Yo quiero hallarlo a él”. El llevar los deseos a un punto céntrico, de suerte que estos se concentren en un objeto, es una bendición. Cuando el hombre tiene cincuenta deseos, su corazón se parece a un lago de aguas estancadas, puestas en un pantano, las cuales producen miasma y pestilencia. Pero cuando los deseos son llevados a un canal, su corazón se transforma en un río de aguas puras que corren rápidamente para fertilizar a los campos. Feliz el que tiene un solo deseo, si este está puesto en Cristo, aunque quizás aún no haya sido realizado. El que Jesús sea el deseo del alma es un buen signo de la obra divina interior. Tal persona nunca estará satisfecha con meras ceremonias. Ella dirá: “Yo necesito a Cristo, y debo tenerlo; meras ceremonias no me servirán para nada. Yo lo necesito a él mismo. No me ofrezcáis, pues, esas cosas. Vosotros me ofrecéis el cántaro vacío, mientras yo me estoy muriendo de sed. Dadme agua o me muero. Jesús es el deseo de mi alma. Yo quisiera ver a Jesús”.
¿Es esta, lector, tu condición en este momento? ¿Tienes tú un solo deseo en tu corazón y ese es el de ser lavado de todos tus pecados en la sangre de Jesús? ¿Puedes decir realmente: Quisiera dar todo lo que tengo para ser cristiano, quisiera renunciar a cada cosa que tengo y a cada cosa que espero, si sólo pudiese sentir que tengo una parte en Cristo? Entonces, a pesar de todos tus temores, anímate; el Señor te ama y tú pronto llegarás a la luz del día y te regocijarás en la libertad con que Cristo hizo a los hombres libres.
ABRIL 18

“Y tú has dicho: Yo te haré bien”. Génesis 32:12.

CUANDO Jacob estaba al otro lado del vado de Jabbok y Esaú venía con hombres armados, Jacob buscó fervientemente la protección de Dios, presentando este poderoso argumento: “Tú has dicho: Yo te haré bien”. ¡Oh, qué fuerza tiene este argumento! Jacob está atando a Dios a su propia palabra. “Tú has dicho”. El atributo de la fidelidad de Dios es un magnífico cuerno del altar del cual uno puede asirse; pero la promesa que tiene en sí el atributo y algo más, es un sostén aún más poderoso: “Tú has dicho: Yo te haré bien”. Ha dicho él, ¿y no lo hará? “Sea Dios verdadero y todo hombre mentiroso”. ¿No será él verdadero? ¿No cumplirá él su palabra? Cada palabra que sale de sus labios, ¿no será firme y se cumplirá? Salomón, al inaugurar el templo, usó el mismo poderoso argumento. Suplicó a Dios que recordara la palabra que había hablado a su padre David y bendijese aquel lugar. Cuando alguien da un pagaré, su honor está empeñado en él. El lo firma y debe cumplirlo a su debido tiempo, si no quiere perder su crédito. Nunca se dirá que Dios deja de pagar sus cheques. Los créditos del Altísimo nunca fueron denunciados y nunca lo serán. El los paga puntualmente. Nunca los anticipa, pero nunca los posterga. Escudriña la Palabra de Dios y compárala con la experiencia del pueblo de Dios y hallarás que los dos concuerdan desde el principio hasta el fin. Muchos ancianos patriarcas han dicho con Josué: “No se ha perdido una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han venido”. Si tienes una promesa divina, no debes solicitar su cumplimiento con dudas sino con certidumbre. El Señor está dispuesto a cumplir su promesa, si no, no la hubiese hecho. Dios no promete simplemente para tranquilizarnos, no nos mantiene en esperanza por un tiempo con la intención de desentenderse después de nosotros. Cuando habla es porque tiene la intención de hacer como ha dicho.
ABRIL 19

“El Amén”. Apocalipsis 3:14.

LA palabra Amén confirma solemnemente lo que ha sido dicho, y Jesús es el gran Confirmador. Inmutable para siempre es el Amén en todas sus promesas. Pecador, quisiera animarte en esta reflexión. Jesucristo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”. Si tú vas a él, él dirá Amén en tu alma. Su promesa será fiel para ti. El dijo en los días de su carne: “La caña cascada no quebrará”. ¡Oh tú, pobre, quebrantado y herido corazón; si vas a él, él te dirá Amén, amén que será real en tu alma como lo fue en centenares de casos en años idos! Cristiano, ¿no es reconfortante para ti saber que no hay una sola palabra salida de los labios del Salvador, de la que él se haya después retractado? Las palabras de Jesús permanecerán cuando el cielo y la tierra pasen. Si logras confiar sólo en la mitad de una promesa, la hallarás fiel. Cuidado, sin embargo, con las llamadas “promesas cercenadas”, que destruyen mucho del aliento de la palabra de Dios. Jesús es Sí y Amén en todos sus ministerios. El fue sacerdote para perdonar y limpiar; y aún ahora es Sacerdote “Amén”. El fue Rey para gobernar y reinar a favor de los suyos y
para defenderlos con su poderoso brazo; y aún ahora es Rey Amén. El fue un profeta de la antigüedad para predecir las buenas cosas que habían de acontecer; y aún ahora sus labios son suaves y destilan miel, pues es un Profeta Amén. El es Amén en cuanto a los méritos de su sangre, es Amén en cuanto a su justicia. Aquel manto sagrado permanecerá hermoso y glorioso cuando la naturaleza decline. El es Amén en cada uno de los títulos que lleva. Es tu Esposo, que nunca entabla divorcio; tu Amigo, más conjunto que un hermano; tu pastor que estará contigo en el valle de la sombra de la muerte; tu Ayuda y tu Libertador; tu Castillo y tu Torre Alta; el Cuerno de tu fuerza, tu confianza, tu gozo, tu todo en todo y tu Sí y Amén en todo.
ABRIL 20

“Las batallas de Jehová”. 1º Samuel 18:17.

EL ejército de los elegidos de Dios está guerreando aún sobre la tierra, siendo Jesucristo el Capitán de su salvación. El ha dicho: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. ¡Oíd los gritos de guerra! Que el pueblo de Dios esté firme en sus filas y que a nadie le falte coraje. Es verdad que en nuestro país, justamente ahora, la batalla se ha tornado contra nosotros, y, a no ser que el Señor levante su espada, no sabemos qué puede llegar a ser de la Iglesia de Dios en este país. Pero tengamos coraje y seamos varoniles. Nunca hubo una ocasión cuando el protestantismo pareció temblar más en la balanza que ahora cuando se está haciendo un esfuerzo feroz para restaurar el papismo anticristiano a su antigua posición. Necesitamos mucho una voz valiente y una mano enérgica para predicar y propagar al antiguo Evangelio por el cual los mártires derramaron su sangre. El Salvador, con su Espíritu, está aun sobre la tierra; regocijémonos por esto. El está siempre en medio de la batalla, y, por lo tanto, el combate no es dudoso. Y mientras arrecia la lucha, ¡qué grata satisfacción nos produce el saber que el Señor Jesús, en su función de Intercesor, está abogando con éxito a favor de su pueblo! ¡Oh, ansioso espectador, no te fijes mucho en la batalla de abajo, porque serás envuelto en humo y sorprendido con los vestidos bañados en sangre! Fija, más bien, tu mirada allá donde el Salvador vive y aboga, porque mientras él intercede, la causa de Dios está segura. Luchemos como si todo dependiese de nosotros, pero miremos arriba y reconozcamos que todo depende de él. Por los lirios de la pureza cristiana y por las rosas de la expiación del Salvador; por los corzos y por las ciervas del campo, os exhortamos a vosotros que amáis a Jesús a portaros valientemente en la Guerra Santa a favor de la verdad y la justicia, a favor del reino y de las gemas de la corona de vuestro Maestro. ¡Adelante, “porque la batalla no es vuestra, sino de Dios”!
ABRIL 21

“Quien además está a la diestra de Dios”. Romanos 8:34.

EL que una vez fue despreciado y desechado entre los hombres, ahora ocupa la honrosa posición de un amado y venerado Hijo. La diestra de Dios es el lugar de majestad y favor. Nuestro Señor Jesús es el representante de su pueblo. Cuando él murió por los suyos, ellos tuvieron reposo; cuando resucitó, tuvieron libertad; cuando se sentó a la diestra de su Padre, tuvieron favor, honor y dignidad. La resurrección y la ascensión de Cristo es la elevación, la aceptación y glorificación de todo su pueblo, pues él es su cabeza y su representante. El sentarse a la diestra de Dios debe considerarse, pues, como la aceptación de la persona del Fiador, la recepción del Representante y, en consecuencia, la aceptación de nuestras almas. ¡Oh santo, ve en esto tu segura liberación de la condenación! “¿Quién condenará?” ¿Quién condenará a los que están en Jesús a la diestra de Dios? La diestra de Dios es el lugar del poder. Cristo a la diestra de Dios tiene todo poder en el cielo y en la tierra. ¿Quién se atreverá a luchar contra un pueblo que tiene a un Capitán investido con tal poder? ¡Oh, alma mía!, ¿qué te puede destruir si el Omnipotente es tu Auxiliador? Si el escudo del Todopoderoso te cubre, ¿qué espada te puede herir? Descansa segura. Si Jesús es tu triunfante Rey, que ha hollado a tus enemigos debajo de tus pies; si el pecado, la muerte y el infierno son todos conquistados por él y tú estás representado en él, no hay posibilidad de que tú puedas ser aniquilado.
ABRIL 22

“No tendrás temor de espanto nocturno”. Salmo 91:5.


¿QUÉ es este espanto? Puede ser el grito de ¡fuego!, o el ruido de ladrones o apariciones imaginadas o el clamor de enfermedad o muerte repentinas. Vivimos en el mundo de la muerte y del dolor; podemos, por lo tanto, esperar males tanto en vigilias de la noche como bajo el resplandor del ardiente sol. Esto no debiera alarmarnos, porque sea cual fuere el espanto, la promesa es que el creyente no tendrá temor. ¿Por qué lo ha de temer? Pongamos esto más ajustadamente: ¿Por qué lo hemos de temer? Dios, nuestro Padre, está aquí y estará aquí a través de las horas de la soledad. El es un omnipotente Velador, un Guardián que no se duerme, un fiel Amigo. Nada puede acontecer sin su orden, pues aun el infierno está bajo su control. Las tinieblas no son oscuras para él. El ha prometido ser una muralla de fuego en torno de su pueblo. ¿Y quién podrá abrirse camino por tal barrera? Los mundanos bien pueden estar espantados, porque ellos tienen sobre sí a un Dios airado; dentro de sí una conciencia culpable; y debajo de sí un infierno abierto. Pero nosotros que descansamos en Jesús, estamos a salvo de todas estas cosas por su rica misericordia. Si damos lugar a necios temores, deshonraremos nuestra profesión y llevaremos a otros a dudar de la realidad de la piedad. Debemos tener temor de temer, no sea que contristemos al Espíritu Santo con necia desconfianza. ¡Abajo, pues, tristes presentimientos e infundadas aprensiones! Dios no se ha olvidado de ser benigno ni encerró sus mercedes. Aunque sea de noche en el alma, no hay necesidad de temer, porque el Dios de amor no cambia. Los hijos de luz pueden andar en tinieblas, pero no por eso son abandonados; no, más bien se les permite en la prueba demostrar su adopción, confiando en su Padre celestial como no pueden hacerlo los hipócritas.
ABRIL 23

“He aquí en medio del trono… estaba un Cordero inmolado”. Apocalipsis 5:6.

¿POR qué debía nuestro exaltado Señor aparecer con sus heridas en la gloria? Las heridas de Jesús son sus glorias, sus joyas, y sus sagrados ornamentos. Para el ojo del creyente, Jesús es muy hermoso porque es “blanco y rubio”; blanco por su inocencia y rubio por su propia sangre. Lo vemos como el lirio de incomparable pureza y como la rosa enrojecida con su propia sangre. Cristo es hermoso en el monte de los olivos y en el Tabor y por el mar, pero nunca fue tan incomparable como cuando pendía de la cruz. Allí contemplamos todas sus bellezas en perfección, todos sus atributos revelados, todo su amor manifestado, todo su carácter expresado. Amado, las heridas de Jesús son mucho más hermosas a nuestros ojos que todos los esplendores y pompas de los reyes. La corona de espinas es más que una diadema imperial. Es cierto que él ya no empuña el cetro de caña; sin embargo, en ese cetro hubo una gloria que nunca la hubo en el cetro de oro. Como traje de corte, Jesús usa el del Cordero inmolado con el cual corteja nuestras almas y las redime por su perfecta expiación. Y no son sólo estos los ornamentos de Cristo. Están también los trofeos de su amor y de su victoria. El ha dividido despojos con los fuertes; ha redimido para sí una gran multitud, la cual ninguno puede contar; y esas cicatrices son los recuerdos de la batalla. ¡Ah!, si Cristo se complace en conservar el recuerdo de sus sufrimientos por su pueblo, ¡cuán preciosas debieran ser sus heridas para nosotros!