Parroquia San Francisco de Asís - El Tocuyo
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🙏Canal Católico - Evangelio del Día
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Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,22-29. Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio, donde hablan comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: - «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: - «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: - «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: - «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.» Palabra del Señor.
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Si hay algo que nos caracteriza a los seres humanos es que siempre estamos en búsqueda. No nos conformamos con la vida. Siempre deseamos algo más. Hoy estos hombres que habían comido los panes y peces que Jesús había multiplicado, estaban todavía sorprendidos, sobrecogidos. Y estaban buscando. Porque estaban hambrientos de algo que les llene la vida, de algo que les dé más de lo que ordinariamente encontramos en el mundo. Pero todavía no habían entendido bien. Estaban en búsqueda del alimento material, de ese alimento que se acaba, que sólo llena el estómago. En el fondo una vida fácil, acomodada, tranquila. No habían entendido que el alimento que Jesús venía a ofrecerles era mucho más importante aún, es Él mismo, es el alimento de la vida eterna, que no llena el estómago, sino el corazón, el que nos hace ser personas plenas. Que nos desinstala y nos lanza a los retos grandes de la vida espiritual. Por eso el Señor les dirá: me buscan porque comieron pan hasta saciarse, nada más. Trabajen por el alimento que perdura, que no se acaba, el que les da el Hijo del hombre. Trabajemos nosotros por ese alimento que perdura, que no se acaba, que de verdad nos llena el corazón. El alimento que nos trae Jesús. Porque en la vida muchas cosas nos podrán faltar. Pero que nunca nos falte Dios. Porque si lo tenemos a Él, ya lo tenemos todo. P. Juan J. Paniagua.

Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 6,8-15
Salmo: Sal 118

#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 6, 8-15 • No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Entonces indujeron a unos que asegurasen: «Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».

Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:

«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».

Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 118.

℟. Dichoso el que camina en la ley del Señor.

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. ℟

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. ℟

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. ℟
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,30-35. En aquel tiempo, dijo la gente a Jesús: - «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."» Jesús les replicó: - «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.» Entonces le dijeron: - «Señor, danos siempre de este pan.» Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mi no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.» Palabra del Señor.
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Si en el desierto el maná fue la prueba de la cercanía de Dios para con su pueblo, ahora el mismo Dios quiere dar a la humanidad el Pan verdadero, Jesús, en quien hay que creer. Siempre es parecido el camino: de la anécdota de un milagro hay que pasar a la categoría del “yo soy”. Aquí, al “yo soy el pan de vida”. Tenemos la suerte de la fe. E interpretamos claramente a Jesús como el Pan de la vida, el que nos da fuerza para vivir. El Señor, ahora Glorioso y Resucitado, se nos da Él mismo como alimento de vida. Aquella gente del evangelio, sin saberlo bien, nos han dado la consigna para nuestra oración. Podemos decir como ellos, en nombre propio y de toda la humanidad: “Danos siempre de este Pan”. Y no solo en el sentido inmediato del pan humano, sino del Pan verdadero que es Cristo mismo. Los cristianos no nos tendríamos que conformar con saciarnos de ese Pan. Deberíamos “distribuirlo” a los demás: deberíamos anunciar a Cristo como el que sacia todas las hambres que podamos sentir los humanos. Deberíamos conducir a todos los que podamos, con nuestro ejemplo y testimonio, a la fe en Cristo y a la Eucaristía. El pan que baja del cielo y da vida al mundo.

Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 7,51—8,1ª
Salmo: Sal 30


#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 7, 51 - 8, 1 • Señor Jesús, recibe mi espíritu.

En aquellos días, Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado».

Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo el hombre de pie a la derecha de Dios».

Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu».

Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Y, con estas palabras, expiró. Saulo aprobaba la ejecución.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 30.

℟. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. ℟

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. ℟

Líbrame de mis enemigos que me persiguen.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 35-40. En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día». Palabra del Señor.
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Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35). Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres. Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna. Papa Francisco.

Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 8,1b-8
Salmo: Sal 65

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PRIMERA LECTURA. Hch 8, 1b-8. Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra.

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría.

Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él.

Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.

Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 65.

℟. Aclamad al Señor, tierra entera.

Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». ℟

«Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre».
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. ℟

Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna eternamente. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,44-51. En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Palabra del Señor.
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A través de la Eucaristía, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea! Papa Francisco.

Lecturas de hoy:

1ª Lectura: Hch 8,26-40
Salmo: Sal 65

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PRIMERA LECTURA. Hch 8, 26-40. Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?

En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».

Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe:

«Acércate y pégate a la carroza».

Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:

«¿Entiendes lo que estás leyendo?».

Contestó:

«¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».

E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:

«Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».

El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».

Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.

Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 65.

℟. Aclamad al Señor, tierra entera.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios;
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. ℟

Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. ℟

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,52-59. En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: - «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún. Palabra del Señor.
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Así la Eucaristía forma en nosotros una memoria agradecida, porque nos reconocemos hijos amados y saciados por el Padre; una memoria libre, porque el amor de Jesús, su perdón, sana las heridas del pasado y nos mitiga el recuerdo de las injusticias sufridas e infligidas; una memoria paciente, porque en medio de la adversidad sabemos que el Espíritu de Jesús permanece en nosotros. La Eucaristía nos anima: incluso en el camino más accidentado no estamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a él nos conforta con amor. La Eucaristía nos recuerda además que no somos individuos, sino un cuerpo. Como el pueblo en el desierto recogía el maná caído del cielo y lo compartía en familia, así Jesús, Pan del cielo, nos convoca para recibirlo, recibirlo juntos y compartirlo entre nosotros. La Eucaristía no es un sacramento «para mí», es el sacramento de muchos que forman un solo cuerpo, el santo pueblo fiel de Dios». Papa Francisco.


Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 9,1-20
Salmo: Sal 116

#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 9, 1-20. Ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos.

En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres.

Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:

«Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?».

Dijo él:

«¿Quién eres, Señor?».

Respondió:

«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».

Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:

«Ananías».

Respondió él:

«Aquí estoy, Señor».

El Señor le dijo:

«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».

Ananías contestó:

«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».

El Señor le dijo:

«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:

«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».

Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.

Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 116.

℟. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos. ℟

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6,60-69. En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: - «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: - «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: - «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: - «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: - «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» Palabra del Señor.
*
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Delante del escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús puntualiza que «el Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida». La fe en la persona de Jesús y el seguimiento son un don, es una gracia que se nos concede. Cuando no somos capaces de reconocer la vida nueva que Jesús nos da, nos pasa como a esos discípulos que se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Pidamos en nuestra oración que el Señor nos alimente siempre con el pan de su Palabra, con su cuerpo y su sangre, con su espíritu de vida. Haciendo nuestras las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Edgardo Guzmán, cmf. // ciudadredonda.

Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 9,31-42
Salmo: Sal 115

#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 9, 31-42. Se iba construyendo la Iglesia, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.

En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.

Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.

Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.

Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba. Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle: «No tardes en venir a nosotros».

Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.

Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. Sal 115.

℟. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. ℟

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. ℟

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 10,27-30. En aquel tiempo, dijo Jesús: -Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno. Palabra del Señor.
*
*
Cristo es el verdadero pastor, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita, sino que la dona a favor de las ovejas. En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el pastor bueno piensa en sus ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor es un guía pensativo que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida. En la figura de Jesús, buen pastor, nosotros contemplamos la Providencia de Dios, su preocupación paterna por cada uno de nosotros… porque donándonos a Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, ¡el Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos! Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no es atraído por ningún deseo de intercambio interesado. Frente a este amor de Dios, nosotros experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente. Papa Francisco.

Lecturas de hoy:
Hch 13,14.43-52
Salmo: Sal 99
2ª Lectura: Ap 7,9.14b-17

#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo