Lectura del santo Evangelio según san Juan 20,1-9: El había de resucitar de entre los muertos. El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quita del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien tanto quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las venda en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
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La Resurrección de Jesús sorprende, trae consigo una novedad de sentido que resignifica la vida, es la confirmación de la vida y mensaje de Jesús como reveladores del amor de Dios y de la verdad del ser humano. Ante los signos de la resurrección que nos vamos encontrando en nuestra vida, podemos responder como en el Evangelio de hoy, de tres formas distintas.
La primera es la respuesta de María Magdalena: ella ve quitada la roca que sellaba el sepulcro y, sacando conclusiones apresuradas, que se han llevado el cuerpo del Señor… se cierra a cualquier otra explicación, perdiendo memoria de lo que el mismo Jesús les había anunciado.
La segunda respuesta es la de Pedro que, al entrar al sepulcro, ve las vendas en el suelo y el sudario doblado en un lugar aparte. Mira, investiga fríamente, ve los signos… pero estos no le dicen nada, no descubre en estas huellas lo que ellas están anunciando.
La tercera es la respuesta del discípulo amado, que entra al sepulcro en último lugar, pero se abre a la experiencia de la fe; el Evangelio nos dice que él vio y creyó. Es la experiencia de quien deja que la alegría de la Pascua se haga patente desde los ojos interiores que ven lo esencial, que miran con fe y acogen el sentido de lo vivido junto al Señor. Es la fe la única manera de acceder al reconocimiento de la Resurrección de Jesús, de su vida plena y, así, abrirse a la alegría y comprometer la vida en su seguimiento, compartiendo con Él sus convicciones, su modo de amar y su destino. P. Marcelo Amaro.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 10,34a.37-43
Salmo: Sal 117
2ª Lectura: Col 3,1-4 o bien 1Cor 5,6b-8;
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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La Resurrección de Jesús sorprende, trae consigo una novedad de sentido que resignifica la vida, es la confirmación de la vida y mensaje de Jesús como reveladores del amor de Dios y de la verdad del ser humano. Ante los signos de la resurrección que nos vamos encontrando en nuestra vida, podemos responder como en el Evangelio de hoy, de tres formas distintas.
La primera es la respuesta de María Magdalena: ella ve quitada la roca que sellaba el sepulcro y, sacando conclusiones apresuradas, que se han llevado el cuerpo del Señor… se cierra a cualquier otra explicación, perdiendo memoria de lo que el mismo Jesús les había anunciado.
La segunda respuesta es la de Pedro que, al entrar al sepulcro, ve las vendas en el suelo y el sudario doblado en un lugar aparte. Mira, investiga fríamente, ve los signos… pero estos no le dicen nada, no descubre en estas huellas lo que ellas están anunciando.
La tercera es la respuesta del discípulo amado, que entra al sepulcro en último lugar, pero se abre a la experiencia de la fe; el Evangelio nos dice que él vio y creyó. Es la experiencia de quien deja que la alegría de la Pascua se haga patente desde los ojos interiores que ven lo esencial, que miran con fe y acogen el sentido de lo vivido junto al Señor. Es la fe la única manera de acceder al reconocimiento de la Resurrección de Jesús, de su vida plena y, así, abrirse a la alegría y comprometer la vida en su seguimiento, compartiendo con Él sus convicciones, su modo de amar y su destino. P. Marcelo Amaro.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 10,34a.37-43
Salmo: Sal 117
2ª Lectura: Col 3,1-4 o bien 1Cor 5,6b-8;
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 10, 34a.37-43. Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 117.
℟. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. ℟
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. ℟
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. ℟
SEGUNDA LECTURA. Col 3, 1-4 • Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios
ACLAMACIÓN
Secuencia (obligatoria el Domingo de Resurrección): • Ofrezcan los cristianos
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 117.
℟. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. ℟
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. ℟
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. ℟
SEGUNDA LECTURA. Col 3, 1-4 • Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios
ACLAMACIÓN
Secuencia (obligatoria el Domingo de Resurrección): • Ofrezcan los cristianos
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua».
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28,8-15. En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: - «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: - «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: - «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. Palabra del Señor.
*
*
Estamos en la primera semana de Pascua y empezamos a escuchar los primeros testimonios de la Resurrección de Jesús. Y vemos a dos grupos de personas que se encuentran con la sorpresa del sepulcro vacío y que corren a anunciarlo, pero lo hacen de manera distinta. Unas son las mujeres y otros los guardias. En los dos grupos hay temor, pero es un temor distinto. Las mujeres sienten el temor del asombro, de lo tremendo, de encontrarse frente al misterio de Dios, de algo que las supera. Pero es un misterio que ellas anhelan, desean a Dios y lo aman. Es un miedo que no acobarda, sino que invita a la grandeza, a cambiar, a acercarnos a Dios. Por eso las mujeres van aprisa, corriendo, no podían contener esta buena noticia y la anuncian a los demás. Y por otro lado están los guardias. Tenían miedo también. Pero un miedo distinto. Primero porque sabían que habían fallado en su misión. Miedo al castigo. Este es el miedo que quita la esperanza, que entristece, que acobarda, que nos mete en nosotros mismos y nos hace egoístas. Que nos quita los ideales. Es el miedo de quien no tiene fe. Es el miedo que hace que nos vendamos al mejor postor, al que nos ofrezca cualquier seguridad que parezca inmediata. Como estos guardias, que por una suma de dinero se dejaron comprar. Eso es lo que quiere hacer el mundo con nosotros. Que tengamos miedo de anunciar a Jesús, que tengamos miedo de testimoniarlo. Nos quieren comprar muy barato. Que nos metamos en nosotros mismos. Y a cambio el mundo nos quiere comprar con sus ofertas, ofreciéndonos una vida cómoda y tranquila, donde no tengas que arriesgarte a amar de verdad. Vivamos con gozo estos días. Puede ser que las dificultades de la vida nos causen cierto miedo. Pero no nos dejemos vencer. Llenos de Jesús tengamos el coraje de salir y dar testimonio, el Señor Jesús ha resucitado. P. Juan J. Paniagua.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 2,14. 22-33
Salmo: Sal 15
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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Estamos en la primera semana de Pascua y empezamos a escuchar los primeros testimonios de la Resurrección de Jesús. Y vemos a dos grupos de personas que se encuentran con la sorpresa del sepulcro vacío y que corren a anunciarlo, pero lo hacen de manera distinta. Unas son las mujeres y otros los guardias. En los dos grupos hay temor, pero es un temor distinto. Las mujeres sienten el temor del asombro, de lo tremendo, de encontrarse frente al misterio de Dios, de algo que las supera. Pero es un misterio que ellas anhelan, desean a Dios y lo aman. Es un miedo que no acobarda, sino que invita a la grandeza, a cambiar, a acercarnos a Dios. Por eso las mujeres van aprisa, corriendo, no podían contener esta buena noticia y la anuncian a los demás. Y por otro lado están los guardias. Tenían miedo también. Pero un miedo distinto. Primero porque sabían que habían fallado en su misión. Miedo al castigo. Este es el miedo que quita la esperanza, que entristece, que acobarda, que nos mete en nosotros mismos y nos hace egoístas. Que nos quita los ideales. Es el miedo de quien no tiene fe. Es el miedo que hace que nos vendamos al mejor postor, al que nos ofrezca cualquier seguridad que parezca inmediata. Como estos guardias, que por una suma de dinero se dejaron comprar. Eso es lo que quiere hacer el mundo con nosotros. Que tengamos miedo de anunciar a Jesús, que tengamos miedo de testimoniarlo. Nos quieren comprar muy barato. Que nos metamos en nosotros mismos. Y a cambio el mundo nos quiere comprar con sus ofertas, ofreciéndonos una vida cómoda y tranquila, donde no tengas que arriesgarte a amar de verdad. Vivamos con gozo estos días. Puede ser que las dificultades de la vida nos causen cierto miedo. Pero no nos dejemos vencer. Llenos de Jesús tengamos el coraje de salir y dar testimonio, el Señor Jesús ha resucitado. P. Juan J. Paniagua.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 2,14. 22-33
Salmo: Sal 15
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 2, 14.22-33. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad e stas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
"Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro".
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios "le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo", previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que "no lo abandonará en el lugar de los muertos" y que "su carne no experimentará corrupción".
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 15.
℟. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. ℟
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. ℟
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. ℟
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. ℟
El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad e stas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
"Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro".
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios "le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo", previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que "no lo abandonará en el lugar de los muertos" y que "su carne no experimentará corrupción".
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 15.
℟. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. ℟
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. ℟
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. ℟
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20,11-18. En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: - «¡María!» Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.» Palabra del Señor.
*
*
María Magdalena, llorando, permanece junto a la tumba vacía con el único deseo de saber a dónde han llevado a su Maestro. Lo vuelve a encontrar y lo reconoce cuando la llama por su nombre. También nosotros, si buscamos al Señor con sencillez y sinceridad de corazón, lo encontraremos, más aún, será él quien saldrá a nuestro encuentro; se dejará reconocer, nos llamará por nuestro nombre, es decir, nos hará entrar en la intimidad de su amor.
A María Magdalena el Señor le dijo: "Suéltame, pues todavía no he subido al Padre" (Jn 20, 17). Ella quería volver a tener a su Maestro como antes, considerando la cruz como un dramático recuerdo que era preciso olvidar. Sin embargo, ya no era posible una relación meramente humana con el Resucitado. Para encontrarse con él no había que volver atrás, sino entablar una relación totalmente nueva con él: era necesario ir hacia adelante. Lo subraya san Bernardo: Jesús "nos invita a todos a esta nueva vida, a este paso... No veremos a Cristo volviendo la vista atrás. Por tanto, la mirada ya está orientada hacia el futuro. El discípulo tiene la misión de testimoniar la muerte y la resurrección de su Maestro y su vida nueva.
También nosotros estamos llamados a ser testigos de la muerte y la resurrección de Cristo. No podemos guardar para nosotros la gran noticia. Debemos llevarla al mundo entero: "Hemos visto al Señor" (Jn 20, 24). Que la Virgen María nos ayude a gustar plenamente la alegría pascual, para que, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo, seamos capaces de difundirla a nuestra vez dondequiera que vivamos y actuemos. Benedicto XVI.
Lecturas de hoy
1ª Lectura: Hch 2, 36-41
Salmo: Sal 32
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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María Magdalena, llorando, permanece junto a la tumba vacía con el único deseo de saber a dónde han llevado a su Maestro. Lo vuelve a encontrar y lo reconoce cuando la llama por su nombre. También nosotros, si buscamos al Señor con sencillez y sinceridad de corazón, lo encontraremos, más aún, será él quien saldrá a nuestro encuentro; se dejará reconocer, nos llamará por nuestro nombre, es decir, nos hará entrar en la intimidad de su amor.
A María Magdalena el Señor le dijo: "Suéltame, pues todavía no he subido al Padre" (Jn 20, 17). Ella quería volver a tener a su Maestro como antes, considerando la cruz como un dramático recuerdo que era preciso olvidar. Sin embargo, ya no era posible una relación meramente humana con el Resucitado. Para encontrarse con él no había que volver atrás, sino entablar una relación totalmente nueva con él: era necesario ir hacia adelante. Lo subraya san Bernardo: Jesús "nos invita a todos a esta nueva vida, a este paso... No veremos a Cristo volviendo la vista atrás. Por tanto, la mirada ya está orientada hacia el futuro. El discípulo tiene la misión de testimoniar la muerte y la resurrección de su Maestro y su vida nueva.
También nosotros estamos llamados a ser testigos de la muerte y la resurrección de Cristo. No podemos guardar para nosotros la gran noticia. Debemos llevarla al mundo entero: "Hemos visto al Señor" (Jn 20, 24). Que la Virgen María nos ayude a gustar plenamente la alegría pascual, para que, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo, seamos capaces de difundirla a nuestra vez dondequiera que vivamos y actuemos. Benedicto XVI.
Lecturas de hoy
1ª Lectura: Hch 2, 36-41
Salmo: Sal 32
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 2, 36-41. Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús.
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 32.
℟. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. ℟
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. ℟
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. ℟
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 32.
℟. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. ℟
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. ℟
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. ℟
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24,13-35. Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: -«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -«¿Eres tú el único forastero de Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: -«¿Qué? Ellos le contestaron: -«Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, el hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor.
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También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía. Este estupendo texto evangélico contiene ya la estructura de la santa misa: en la primera parte, la escucha de la Palabra a través de las sagradas Escrituras; en la segunda, la liturgia eucarística y la comunión con Cristo presente en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. La Iglesia, alimentándose en esta doble mesa, se edifica incesantemente y se renueva día tras día en la fe, en la esperanza y en la caridad. Por intercesión de María santísima, oremos para que todo cristiano y toda comunidad, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, redescubra la gracia del encuentro transformador con el Señor resucitado. Benedicto XVI.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 3,1-10
Salmo: Sal 104
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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También hoy podemos entrar en diálogo con Jesús escuchando su palabra. También hoy, él parte el pan para nosotros y se entrega a sí mismo como nuestro pan. Así, el encuentro con Cristo resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por decirlo así, por el fuego del acontecimiento pascual; una fe sólida, porque no se alimenta de ideas humanas, sino de la palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía. Este estupendo texto evangélico contiene ya la estructura de la santa misa: en la primera parte, la escucha de la Palabra a través de las sagradas Escrituras; en la segunda, la liturgia eucarística y la comunión con Cristo presente en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. La Iglesia, alimentándose en esta doble mesa, se edifica incesantemente y se renueva día tras día en la fe, en la esperanza y en la caridad. Por intercesión de María santísima, oremos para que todo cristiano y toda comunidad, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, redescubra la gracia del encuentro transformador con el Señor resucitado. Benedicto XVI.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 3,1-10
Salmo: Sal 104
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 3, 1-10. Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda.
En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento.
Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 104.
℟. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. ℟
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. ℟
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. ℟
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. ℟
En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento.
Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 104.
℟. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. ℟
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. ℟
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. ℟
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. ℟
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24,35-48. En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: -«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.» Palabra del Señor.
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Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque Jesús es una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia. Papa Francisco.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 3,11-26
Salmo: Sal 8
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque Jesús es una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia. Papa Francisco.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 3,11-26
Salmo: Sal 8
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
PRIMERA LECTURA. Hch 3, 11-26. Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: "El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo". Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra". Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 8, 2a.5-9
℟. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? ℟
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. ℟
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar
que trazan sendas por el mar. ℟
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: "El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo". Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra". Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. Sal 8, 2a.5-9
℟. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? ℟
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. ℟
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar
que trazan sendas por el mar. ℟
Lectura del santo Evangelio según San Juan 21,1-14. En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: -Me voy a pescar. Ellos contestaban: -Vamos también nosotros contigo. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: -Muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestaron: -No. Él les dice: -Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: -Es el Señor. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: -Traed de los peces que acabáis de coger. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: -Vamos, almorzad. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
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Jesús se presentó numerosas veces a sus apóstoles y discípulos luego de haber resucitado, porque quiere alentar su fe. Y así poco a poco les va devolviendo la esperanza, porque sin fe qué difícil es esperar, ser paciente, confiar en las promesas de Dios. Y en el episodio de hoy las cosas estaban difíciles. Pareciera que los apóstoles, sin Jesús, ya no tenían nada que hacer y se embarcan a pescar. Se quedan despiertos toda la noche, porque lo único que por oficio sabían hacer, ni eso les sale bien. No pescan nada. Esto expresa la tristeza que nos viene a veces cuando las cosas no nos salen bien y peor aún si nos empezamos a olvidar de Jesús. Se expresa en sus palabras: "¿Muchachos tenéis pescado?" Y le responden con un monosílabo: “¡no!" Monosílabo aburrido, distinto de aquel: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada”. Es más, no reconocen a Jesús. Cuando uno está muy metido en sí mismo, no reconoce a Jesús ni en las personas, ni en los acontecimientos, ni en nada, sólo se mira a sí mismo y a sus problemas.
Pero qué distinto es cuando se animan a ser humildes, cuando abren los oídos para escuchar, porque Dios nunca ha estado lejos, todo lo contrario, siempre ha estado cerca. Entonces hacen caso a sus palabras y lanzan las redes a la derecha. Dice que los peces empezaron a venir en abundancia. Y brota ese grito tan esperanzador de Juan: “¡es el Señor!". Es que cuando uno no ha conocido a Jesús, todavía puede ilusionarse con las cosas de este mundo. Pero cuando uno ha gustado la dulzura del Señor, todo sabe a poco si no tiene al Señor presente. Lo dulce se vuelve amargo si no está Cristo; la cuesta abajo se vuelve cuesta arriba si no está Jesús.
Acerquémonos al Señor en esta Pascua. Jesús está presente, sobre todo en la Iglesia. Sus apariciones siempre son cuando los apóstoles están en comunidad. Nunca se aparece a uno solo. Este pasaje es muy simbólico, están en la barca, con Pedro a la cabeza. La gracia nos llega a través de la Iglesia, a través de nuestros hermanos, de nuestra comunidad. Ahí, cuando trabajamos como hermanos por el Plan de Dios, es cuando las redes ya no regresan vacías, sino el milagro se produce, es la pesca sobreabundante, Dios actúa a través nuestro. P. Juan J. Paniagua.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 4,1-12
Salmo: Sal 117
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo
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Jesús se presentó numerosas veces a sus apóstoles y discípulos luego de haber resucitado, porque quiere alentar su fe. Y así poco a poco les va devolviendo la esperanza, porque sin fe qué difícil es esperar, ser paciente, confiar en las promesas de Dios. Y en el episodio de hoy las cosas estaban difíciles. Pareciera que los apóstoles, sin Jesús, ya no tenían nada que hacer y se embarcan a pescar. Se quedan despiertos toda la noche, porque lo único que por oficio sabían hacer, ni eso les sale bien. No pescan nada. Esto expresa la tristeza que nos viene a veces cuando las cosas no nos salen bien y peor aún si nos empezamos a olvidar de Jesús. Se expresa en sus palabras: "¿Muchachos tenéis pescado?" Y le responden con un monosílabo: “¡no!" Monosílabo aburrido, distinto de aquel: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada”. Es más, no reconocen a Jesús. Cuando uno está muy metido en sí mismo, no reconoce a Jesús ni en las personas, ni en los acontecimientos, ni en nada, sólo se mira a sí mismo y a sus problemas.
Pero qué distinto es cuando se animan a ser humildes, cuando abren los oídos para escuchar, porque Dios nunca ha estado lejos, todo lo contrario, siempre ha estado cerca. Entonces hacen caso a sus palabras y lanzan las redes a la derecha. Dice que los peces empezaron a venir en abundancia. Y brota ese grito tan esperanzador de Juan: “¡es el Señor!". Es que cuando uno no ha conocido a Jesús, todavía puede ilusionarse con las cosas de este mundo. Pero cuando uno ha gustado la dulzura del Señor, todo sabe a poco si no tiene al Señor presente. Lo dulce se vuelve amargo si no está Cristo; la cuesta abajo se vuelve cuesta arriba si no está Jesús.
Acerquémonos al Señor en esta Pascua. Jesús está presente, sobre todo en la Iglesia. Sus apariciones siempre son cuando los apóstoles están en comunidad. Nunca se aparece a uno solo. Este pasaje es muy simbólico, están en la barca, con Pedro a la cabeza. La gracia nos llega a través de la Iglesia, a través de nuestros hermanos, de nuestra comunidad. Ahí, cuando trabajamos como hermanos por el Plan de Dios, es cuando las redes ya no regresan vacías, sino el milagro se produce, es la pesca sobreabundante, Dios actúa a través nuestro. P. Juan J. Paniagua.
Lecturas de hoy:
1ª Lectura: Hch 4,1-12
Salmo: Sal 117
#PSanFrancisco #EvangelioDeHoy #ElTocuyo