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Cardenal Leo anuncia en Toronto “Un día con María”
El purpurado canadiense envió mensaje a sus fieles con ocasión del inicio del mes de mayo.
https://es.gaudiumpress.org/wp-content/uploads/2025/05/Cardinal-Leo-Official-Image-250x373.jpg
Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) Con ocasión del inicio del mes de María, el Cardenal Arzobispo de Toronto, Mons. Francis Leo, alguien muy apreciado en su país, ha querido dirigir desde Roma una comunicación a sus fieles “por el Mes de la Santísima Madre”.
“Les escribo al comienzo del mes dedicado a la Santísima Madre. Cuando llamamos a María ‘Nuestra Madre’ o ‘Madre María’, la reconocemos simultáneamente como Madre de Dios y como nuestra madre. Como Madre de Dios, María es la predilecta que llevó en su corazón y en su seno a la Segunda Persona de la Trinidad (Lc 1,28-36). Como madre nuestra, es la que Jesús mismo nos dio en la cruz como nuestra madre espiritual (Jn 19,25-27). Con estas tres sencillas palabras, ‘Nuestra Santísima Madre’, recordamos tanto la Anunciación como la Crucifixión. Hay una innegable profundidad y sencillez que acompañan la auténtica espiritualidad y devoción mariana, y los invito a vivirlas con mayor vigor este mes”, dice el purpurado canadiense.
El Cardenal recuerda que el tema de este Jubileo 2025 es la esperanza, y que el Papa fallecido llamó a María “la suprema testigo de la esperanza”, pues Ella, que reflexionaba siempre sobre la voluntad de Dios, nunca se dejó llevar por la desesperación y por el abandono. “María es la «estrella» brillante en el mar de la vida. Cuando las aguas de esta vida se agitan y amenazan con ahogarnos, María nos ayuda a navegar esta adversidad hacia su Hijo, fuente de nuestra esperanza, puerto de salvación”.
“Cuando hablamos de María, siempre usamos el superlativo porque ella es el ejemplo por excelencia. Ella manifiesta la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la ansiedad, de la alegría y la belleza sobre el aburrimiento y el disgusto, de las visiones eternas sobre las terrenales, de la vida sobre la muerte (Marialis Cultus, 57). Como Peregrinos de la Esperanza, nos arraigamos en Jesucristo y buscamos la intercesión de María”.
El purpurado recuerda que a inicios de mayo invitó a los fieles de Toronto a consagrarse a la Virgen, secundando una invitación del Papa. Pero “si no pudieron asistir a esta solemnidad, la memoria de Nuestra Señora de Fátima (13 de mayo), María Auxiliadora (24 de mayo) o la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María (31 de mayo) serían días propicios para consagrarse a la Virgen María o renovar su consagración a su Inmaculado Corazón”.
Anuncia el Cardenal Leo que, el 31 de mayo de 2025 se celebrará “Un Día con María” en el Villanova College de King City. “Este día mariano es ideal para familias, con eventos y actividades planificadas para jóvenes y jóvenes de corazón. Presidiré la concelebración de la Eucaristía ese día y les pido que me acompañen. Durante el mes de mayo, imploramos la intercesión de Nuestra Señora, Madre de la Esperanza, y le pedimos que nos ayude a ver con fe y devoción la belleza y el esplendor de Dios en medio de nosotros y en el mundo”.
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Cardenal Leo anuncia en Toronto “Un día con María”
El purpurado canadiense envió mensaje a sus fieles con ocasión del inicio del mes de mayo.
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Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) Con ocasión del inicio del mes de María, el Cardenal Arzobispo de Toronto, Mons. Francis Leo, alguien muy apreciado en su país, ha querido dirigir desde Roma una comunicación a sus fieles “por el Mes de la Santísima Madre”.
“Les escribo al comienzo del mes dedicado a la Santísima Madre. Cuando llamamos a María ‘Nuestra Madre’ o ‘Madre María’, la reconocemos simultáneamente como Madre de Dios y como nuestra madre. Como Madre de Dios, María es la predilecta que llevó en su corazón y en su seno a la Segunda Persona de la Trinidad (Lc 1,28-36). Como madre nuestra, es la que Jesús mismo nos dio en la cruz como nuestra madre espiritual (Jn 19,25-27). Con estas tres sencillas palabras, ‘Nuestra Santísima Madre’, recordamos tanto la Anunciación como la Crucifixión. Hay una innegable profundidad y sencillez que acompañan la auténtica espiritualidad y devoción mariana, y los invito a vivirlas con mayor vigor este mes”, dice el purpurado canadiense.
El Cardenal recuerda que el tema de este Jubileo 2025 es la esperanza, y que el Papa fallecido llamó a María “la suprema testigo de la esperanza”, pues Ella, que reflexionaba siempre sobre la voluntad de Dios, nunca se dejó llevar por la desesperación y por el abandono. “María es la «estrella» brillante en el mar de la vida. Cuando las aguas de esta vida se agitan y amenazan con ahogarnos, María nos ayuda a navegar esta adversidad hacia su Hijo, fuente de nuestra esperanza, puerto de salvación”.
“Cuando hablamos de María, siempre usamos el superlativo porque ella es el ejemplo por excelencia. Ella manifiesta la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la ansiedad, de la alegría y la belleza sobre el aburrimiento y el disgusto, de las visiones eternas sobre las terrenales, de la vida sobre la muerte (Marialis Cultus, 57). Como Peregrinos de la Esperanza, nos arraigamos en Jesucristo y buscamos la intercesión de María”.
El purpurado recuerda que a inicios de mayo invitó a los fieles de Toronto a consagrarse a la Virgen, secundando una invitación del Papa. Pero “si no pudieron asistir a esta solemnidad, la memoria de Nuestra Señora de Fátima (13 de mayo), María Auxiliadora (24 de mayo) o la Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María (31 de mayo) serían días propicios para consagrarse a la Virgen María o renovar su consagración a su Inmaculado Corazón”.
Anuncia el Cardenal Leo que, el 31 de mayo de 2025 se celebrará “Un Día con María” en el Villanova College de King City. “Este día mariano es ideal para familias, con eventos y actividades planificadas para jóvenes y jóvenes de corazón. Presidiré la concelebración de la Eucaristía ese día y les pido que me acompañen. Durante el mes de mayo, imploramos la intercesión de Nuestra Señora, Madre de la Esperanza, y le pedimos que nos ayude a ver con fe y devoción la belleza y el esplendor de Dios en medio de nosotros y en el mundo”.
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Oración y Liturgia 03/05/2025 – Sábado. Santos Felipe y Santiago, apóstoles, fiesta.
PRIMERA LECTURA
El Señor se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-8
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Palabra de Dios.
Sal 18, 2-3. 4-5b
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón,
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Aleluya Jn 14, 6b. 9c
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy el camino la verdad y la vida – dice el Señor -;
Felipe, quien me ha visto a mí ha visto al Padre. R.
EVANGELIO
Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra del Señor.
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PRIMERA LECTURA
El Señor se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-8
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Palabra de Dios.
Sal 18, 2-3. 4-5b
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón,
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Aleluya Jn 14, 6b. 9c
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy el camino la verdad y la vida – dice el Señor -;
Felipe, quien me ha visto a mí ha visto al Padre. R.
EVANGELIO
Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra del Señor.
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Oración y Liturgia Felipe y Santiago, Apóstoles (s. I)
Nuestra Señora de Araceli. Santos: Felipe y Santiago el Menor (Jacobo, Yago), apóstoles; Alejandro I, papa; Etelvino, Juvenal, obispos; Evencio, Teódulo, Elpidio, Hermógenes, Timoteo, Maura, Diodoro, Rodopiano, Higinio, mártires; Violeta (o Viola), virgen y mártir; Sosteneo, Ugución, confesores; Emilia (Amelia), Antonina, Gala, Juana de la Cruz, vírgenes; Severina, matrona; Ventura, Zacarías y Emilia Bichieri, beatos. (La Santa Cruz).
Se trata de Felipe y Santiago el que se llama Menor para diferenciarlo del otro Santiago, hijo de Zebedeo, que tiene su día el veinticinco de julio. Un buen día los llamó Jesús para que lo acompañaran; ellos le siguieron, escucharon por tres años su predicación y se convirtieron en sus testigos después de la Ascensión.
Felipe
Era natural de Betsaida, como Pedro y Andrés. Nada más conocer a Jesús le acercó un amigo, a Natanael, aunque con dificultades, porque el tal Natanael se cuestionaba en grado superlativo que lo que estaba oyendo fuera verdad, ya que, leyendo la Escrituras, nunca había aparecido un profeta de Nazaret. No le quedó otra salida al bueno de Felipe que remitirle a su propia experiencia personal, diciéndole: «ven y lo verás». De este modo hizo sus pinitos en el apostolado cristiano, aún antes de que se le llamara de modo solemne y definitivo que fue en el monte de las bienaventuranzas, después que el Maestro pasara aquella noche haciendo oración.
El sitio que ocupa en las listas de los Doce que aparecen en los Evangelios es a continuación de las dos parejas de hermanos y antes que Natanael.
Por tres veces aparece en los Evangelios, interviniendo en circunstancias diversas: en la multiplicación de los panes y peces está preocupado por la desmesurada cantidad de dinero de que deberían disponer para darles a aquellos famélicos seguidores de Jesús aunque fuera solo un pedazo de pan; otra ocasión está situada en la fiesta de la Pascua, cuando media junto con Pedro entre los prosélitos griegos que quieren ver a Jesús, haciendo quizá de intérprete de ellos; la tercera y última, en el Cenáculo, diciendo en voz alta sus deseos de conocer mejor al Padre.
Después de la Ascensión ya no hay datos; sí conjeturas posibles, aunque bien pudiera ser que algunas de ellas pertenezcan más al diácono Felipe que al mismo Apóstol. Estuvo un tiempo indefinido en Jerusalén, y luego… ¡el mundo!
Parece ser que evangelizó Frigia (actual Turquía). Una tradición le atribuye la muerte a manos de los jefazos importantes que estaban hartos de que les censurara sus vicios y envidiosos –siempre la envidia– de que la gente sencilla le siguiera por su bondad.
¿Alguna anécdota? Ya que no se conocen más datos biográficos ciertos, se puede señalar una que ni siquiera se sabe si sucedió o no: dicen de él que destrozó una monstruosa víbora a la que rendían culto idolátrico aquellos paganos.
Se supone que su muerte fue en torno al año 54.
Una parte de sus reliquias fue a parar a Constantinopla y otra parte está en Roma, en la basílica de los Santos Apóstoles.
Santiago
Nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret. Hijo de Alfeo y su madre era María, prima de la Virgen; por tanto, este Santiago era pariente del Señor.
Solo aparece enumerado en las listas de los Apóstoles sin que intervenga en los textos evangélicos ninguna vez.
Nuestra Señora de Araceli. Santos: Felipe y Santiago el Menor (Jacobo, Yago), apóstoles; Alejandro I, papa; Etelvino, Juvenal, obispos; Evencio, Teódulo, Elpidio, Hermógenes, Timoteo, Maura, Diodoro, Rodopiano, Higinio, mártires; Violeta (o Viola), virgen y mártir; Sosteneo, Ugución, confesores; Emilia (Amelia), Antonina, Gala, Juana de la Cruz, vírgenes; Severina, matrona; Ventura, Zacarías y Emilia Bichieri, beatos. (La Santa Cruz).
Se trata de Felipe y Santiago el que se llama Menor para diferenciarlo del otro Santiago, hijo de Zebedeo, que tiene su día el veinticinco de julio. Un buen día los llamó Jesús para que lo acompañaran; ellos le siguieron, escucharon por tres años su predicación y se convirtieron en sus testigos después de la Ascensión.
Felipe
Era natural de Betsaida, como Pedro y Andrés. Nada más conocer a Jesús le acercó un amigo, a Natanael, aunque con dificultades, porque el tal Natanael se cuestionaba en grado superlativo que lo que estaba oyendo fuera verdad, ya que, leyendo la Escrituras, nunca había aparecido un profeta de Nazaret. No le quedó otra salida al bueno de Felipe que remitirle a su propia experiencia personal, diciéndole: «ven y lo verás». De este modo hizo sus pinitos en el apostolado cristiano, aún antes de que se le llamara de modo solemne y definitivo que fue en el monte de las bienaventuranzas, después que el Maestro pasara aquella noche haciendo oración.
El sitio que ocupa en las listas de los Doce que aparecen en los Evangelios es a continuación de las dos parejas de hermanos y antes que Natanael.
Por tres veces aparece en los Evangelios, interviniendo en circunstancias diversas: en la multiplicación de los panes y peces está preocupado por la desmesurada cantidad de dinero de que deberían disponer para darles a aquellos famélicos seguidores de Jesús aunque fuera solo un pedazo de pan; otra ocasión está situada en la fiesta de la Pascua, cuando media junto con Pedro entre los prosélitos griegos que quieren ver a Jesús, haciendo quizá de intérprete de ellos; la tercera y última, en el Cenáculo, diciendo en voz alta sus deseos de conocer mejor al Padre.
Después de la Ascensión ya no hay datos; sí conjeturas posibles, aunque bien pudiera ser que algunas de ellas pertenezcan más al diácono Felipe que al mismo Apóstol. Estuvo un tiempo indefinido en Jerusalén, y luego… ¡el mundo!
Parece ser que evangelizó Frigia (actual Turquía). Una tradición le atribuye la muerte a manos de los jefazos importantes que estaban hartos de que les censurara sus vicios y envidiosos –siempre la envidia– de que la gente sencilla le siguiera por su bondad.
¿Alguna anécdota? Ya que no se conocen más datos biográficos ciertos, se puede señalar una que ni siquiera se sabe si sucedió o no: dicen de él que destrozó una monstruosa víbora a la que rendían culto idolátrico aquellos paganos.
Se supone que su muerte fue en torno al año 54.
Una parte de sus reliquias fue a parar a Constantinopla y otra parte está en Roma, en la basílica de los Santos Apóstoles.
Santiago
Nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret. Hijo de Alfeo y su madre era María, prima de la Virgen; por tanto, este Santiago era pariente del Señor.
Solo aparece enumerado en las listas de los Apóstoles sin que intervenga en los textos evangélicos ninguna vez.
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Oración y Liturgia Felipe y Santiago, Apóstoles (s. I) Nuestra Señora de Araceli. Santos: Felipe y Santiago el Menor (Jacobo, Yago), apóstoles; Alejandro I, papa; Etelvino, Juvenal, obispos; Evencio, Teódulo, Elpidio, Hermógenes, Timoteo, Maura, Diodoro,…
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Fue la cabeza de la Iglesia de Jerusalén porque Pablo refiere que le visitó la primera vez que fue a Jerusalén después de su conversión; y, cuando Pedro fue liberado por el ángel de su prisión, y fue a la casa de Juan Marcos, dejó el encargo de que le comunicasen a Santiago su libertad; intervino en el concilio de Jerusalén, abogando por la unidad entre los cristianos provenientes de los judíos y los que venían del paganismo, y sugiriendo se les impusiera a estos últimos unas mínimas pautas de conducta que facilitasen la convivencia entre los hermanos.
Se le conoce como un hombre con profundo amor a Jesucristo, que siempre manifestó gran respeto por aquellos que observaban la Ley, eran asiduos al Templo para la oración, y veneraban a Moisés. Eusebio recoge de Hegesipo la afirmación de que tanto los judíos contemporáneos de Santiago como los cristianos le llaman «el Justo», por ver en él a un hombre austero, sin mancha y con callos en las rodillas de tanto adorar.
Una de las cartas canónicas es suya. Está dirigida a los cristianos de la dispersión, es decir, a los que están diseminados por todas las provincias. Más que un tratado orgánico, son sentencias y consejos que animan a llevar la vida cristiana. Habla de la paciencia en las pruebas y tribulaciones, expresa con claridad la relación que debe darse entre la fe y las obras, el uso de la lengua, y severísimas advertencias a los ricos con respecto al uso de sus bienes. En la misma carta se leen unas líneas que son la promulgación del Sacramento de la Unción de Enfermos, según la sanción tridentina.
Josefo afirma que el Sumo Sacerdote Anás II lo mandó matar por lapidación, después de haberlo tirado desde lo alto de las murallas del templo, y murió, repitiendo la historia, ¡rezando por sus verdugos!
El hecho de que estén unidas sus fiestas se debe a una simple decisión de la Iglesia.
➖ @CatolicosBolivia ➖
Fue la cabeza de la Iglesia de Jerusalén porque Pablo refiere que le visitó la primera vez que fue a Jerusalén después de su conversión; y, cuando Pedro fue liberado por el ángel de su prisión, y fue a la casa de Juan Marcos, dejó el encargo de que le comunicasen a Santiago su libertad; intervino en el concilio de Jerusalén, abogando por la unidad entre los cristianos provenientes de los judíos y los que venían del paganismo, y sugiriendo se les impusiera a estos últimos unas mínimas pautas de conducta que facilitasen la convivencia entre los hermanos.
Se le conoce como un hombre con profundo amor a Jesucristo, que siempre manifestó gran respeto por aquellos que observaban la Ley, eran asiduos al Templo para la oración, y veneraban a Moisés. Eusebio recoge de Hegesipo la afirmación de que tanto los judíos contemporáneos de Santiago como los cristianos le llaman «el Justo», por ver en él a un hombre austero, sin mancha y con callos en las rodillas de tanto adorar.
Una de las cartas canónicas es suya. Está dirigida a los cristianos de la dispersión, es decir, a los que están diseminados por todas las provincias. Más que un tratado orgánico, son sentencias y consejos que animan a llevar la vida cristiana. Habla de la paciencia en las pruebas y tribulaciones, expresa con claridad la relación que debe darse entre la fe y las obras, el uso de la lengua, y severísimas advertencias a los ricos con respecto al uso de sus bienes. En la misma carta se leen unas líneas que son la promulgación del Sacramento de la Unción de Enfermos, según la sanción tridentina.
Josefo afirma que el Sumo Sacerdote Anás II lo mandó matar por lapidación, después de haberlo tirado desde lo alto de las murallas del templo, y murió, repitiendo la historia, ¡rezando por sus verdugos!
El hecho de que estén unidas sus fiestas se debe a una simple decisión de la Iglesia.
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Oración y Liturgia 3 mayo – Santos Felipe y Santiago, apóstoles
La petición que hace Felipe al Señor está llena de un aparente sentido común: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. El deseo de ver a Dios, de conocerle cara a cara, ciertamente es loable y por lo tanto pedirlo con esa sencillez de Felipe tendría que ser petición aceptada. El problema es que justo antes Jesús se define a sí mismo como el camino que lleva al Padre, revelando así el modo como Dios se hace presente en el mundo. Veámoslo.
1) El deseo de ver a Dios lo llevamos dentro del corazón. Por deficiencia de nuestra débil naturaleza, solemos representar al Padre atendiendo a una analogía que nos sea conocida, como enseñamos a los niños: en el cielo, con barba blanca de anciano, rodeado de nubes. Así aparece siempre en Los Simpson. En el subconsciente podemos tratar al Señor como alguien muy, muy lejano. Y por esta razón, pensamos que para ver a Dios hay que ir hasta el infinito y más allá. Ese momento suele ser la muerte, cuando nos encontraremos con Dios. Y así intentamos explicar la muerte a los niños: “el abuelo se ha ido al Cielo con Dios”.
Es precisamente Jesús quien ilumina esta búsqueda de Dios, y sobre todo quiere romper definitivamente esa lejanía. Las palabras del evangelio de hoy revelan la naturaleza pontifical de Cristo: es pontífice, es decir, puente entre Dios y los hombres. Por eso dice “yo soy el camino”. Y acude a un verbo de movimiento: “ir al Padre”. Cristo es el camino sobre un largo puente que acerca al Padre a cada hombre. Quien conoce a Jesucristo conoce también a su Padre, y por supuesto al Espíritu Santo, del que no se habla hoy en el evangelio.
2) La petición de Felipe encierra otra objeción también muy difundida: Dios es perfecto, y por lo tanto, cualquier cosa creada, por ser criatura imperfecta, no puede manifestar a Dios tal cual es. Para encontrarme con Dios, he de salir del mundo mediante alguna experiencia mística, o algún fenómeno similar. Y por eso está tan difundida la mentalidad que opone Dios y mundo, lo material y lo espiritual, lo caduco y lo eterno.
Jesús de Nazaret es perfecto hombre, una criatura, y en Él se nos manifiesta plenamente Dios al modo humano, accesible, a quien podemos escuchar y comprender. La novedad es que no lo hace como nosotros queremos, sino como nosotros necesitamos. Ya sabemos por experiencia que no siempre lo que queremos es lo que realmente necesitamos. Necesitamos ver y tocar a Dios, y por eso, sin abandonar su divinidad, se encarna para hacerse caminante en nuestra historia. Él es el camino que conduce al Padre, pero también es caminante con nosotros, peregrino con cada persona.
3) Creer en Dios es creer en Cristo, y ver a Cristo es ver a Dios. Quizá esto es una de las cosas más complicadas de comprender. A veces se afirma “el Dios de Jesucristo”, como si hubiera “el Dios de los judíos” o “el Dios de los mormones”. Está claro que no puede haber muchos dioses, y que en todo caso, dicha variedad no corresponde a Dios, sino a nuestro polifacético modo de comprender las cosas.
Jesucristo habla con claridad: “Yo estoy en el Padre, y el Padre en mi”. De modo directo se refiere a su naturaleza divina y a su eterna comunión con el Padre. El cristiano no cree en una “versión 2.4”, o “3.1” de Dios, sino que recibe la fe como un don que le permite conocer el misterio insondable de Dios que se revela plenamente en Jesucristo. Él no es “un” rostro de Dios, sino el único rostro de Dios en el mundo. No dice “yo soy un camino”, sino “el” camino. De ahí que en otras partes del evangelio Cristo sea tan explícito al unir salvación y fe: sólo el que crea se salvará.
➖ @CatolicosBolivia ➖
La petición que hace Felipe al Señor está llena de un aparente sentido común: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. El deseo de ver a Dios, de conocerle cara a cara, ciertamente es loable y por lo tanto pedirlo con esa sencillez de Felipe tendría que ser petición aceptada. El problema es que justo antes Jesús se define a sí mismo como el camino que lleva al Padre, revelando así el modo como Dios se hace presente en el mundo. Veámoslo.
1) El deseo de ver a Dios lo llevamos dentro del corazón. Por deficiencia de nuestra débil naturaleza, solemos representar al Padre atendiendo a una analogía que nos sea conocida, como enseñamos a los niños: en el cielo, con barba blanca de anciano, rodeado de nubes. Así aparece siempre en Los Simpson. En el subconsciente podemos tratar al Señor como alguien muy, muy lejano. Y por esta razón, pensamos que para ver a Dios hay que ir hasta el infinito y más allá. Ese momento suele ser la muerte, cuando nos encontraremos con Dios. Y así intentamos explicar la muerte a los niños: “el abuelo se ha ido al Cielo con Dios”.
Es precisamente Jesús quien ilumina esta búsqueda de Dios, y sobre todo quiere romper definitivamente esa lejanía. Las palabras del evangelio de hoy revelan la naturaleza pontifical de Cristo: es pontífice, es decir, puente entre Dios y los hombres. Por eso dice “yo soy el camino”. Y acude a un verbo de movimiento: “ir al Padre”. Cristo es el camino sobre un largo puente que acerca al Padre a cada hombre. Quien conoce a Jesucristo conoce también a su Padre, y por supuesto al Espíritu Santo, del que no se habla hoy en el evangelio.
2) La petición de Felipe encierra otra objeción también muy difundida: Dios es perfecto, y por lo tanto, cualquier cosa creada, por ser criatura imperfecta, no puede manifestar a Dios tal cual es. Para encontrarme con Dios, he de salir del mundo mediante alguna experiencia mística, o algún fenómeno similar. Y por eso está tan difundida la mentalidad que opone Dios y mundo, lo material y lo espiritual, lo caduco y lo eterno.
Jesús de Nazaret es perfecto hombre, una criatura, y en Él se nos manifiesta plenamente Dios al modo humano, accesible, a quien podemos escuchar y comprender. La novedad es que no lo hace como nosotros queremos, sino como nosotros necesitamos. Ya sabemos por experiencia que no siempre lo que queremos es lo que realmente necesitamos. Necesitamos ver y tocar a Dios, y por eso, sin abandonar su divinidad, se encarna para hacerse caminante en nuestra historia. Él es el camino que conduce al Padre, pero también es caminante con nosotros, peregrino con cada persona.
3) Creer en Dios es creer en Cristo, y ver a Cristo es ver a Dios. Quizá esto es una de las cosas más complicadas de comprender. A veces se afirma “el Dios de Jesucristo”, como si hubiera “el Dios de los judíos” o “el Dios de los mormones”. Está claro que no puede haber muchos dioses, y que en todo caso, dicha variedad no corresponde a Dios, sino a nuestro polifacético modo de comprender las cosas.
Jesucristo habla con claridad: “Yo estoy en el Padre, y el Padre en mi”. De modo directo se refiere a su naturaleza divina y a su eterna comunión con el Padre. El cristiano no cree en una “versión 2.4”, o “3.1” de Dios, sino que recibe la fe como un don que le permite conocer el misterio insondable de Dios que se revela plenamente en Jesucristo. Él no es “un” rostro de Dios, sino el único rostro de Dios en el mundo. No dice “yo soy un camino”, sino “el” camino. De ahí que en otras partes del evangelio Cristo sea tan explícito al unir salvación y fe: sólo el que crea se salvará.
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Ordenados 12 nuevos diáconos en Costa de Marfil
“Amen a la Iglesia, porque la influencia de su ministerio dependerá de la intensidad del amor que le tengan”, exhortó a los nuevos diáconos el obispo ordenante.
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Foto: Vatican News
Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) La Compañía de Jesús en África se enriqueció con nuevos servidores para la misión. Doce estudiantes de su Instituto de Teología de Abiyán fueron ordenados diáconos el sábado 26 de abril, durante una misa presidida por Mons. Alexis Touabli Youlo, obispo de Agboville. Durante su homilía, el prelado los invitó a amar y servir a la Iglesia, así como a a entrar “en la mística de su camino siendo fieles a los compromisos que asumirán”.
Al comienzo de su homilía, Mons. Touabli elevó una ferviente oración, pidiendo al Señor que mire con compasión a África, el continente que, recordó, “te acogió cuando, llevado por tu Madre, tuviste que huir para escapar de la furia asesina de los poderosos de la época. ¡No te olvides de África, Señor!”.
El obispo de Agboville continuó lamentando la situación actual del continente, constantemente sometido a conflictos interétnicos, guerras, crisis recurrentes y explotación por parte de las potencias dominantes. “Acompaña a África, Señor, a esta África donde varios países, por desgracia, se embarcan en aventuras verdaderamente ambiguas”, lamentó.
Apoyar a la Iglesia y la misión de la Compañía de Jesús
En esta serie de invocaciones, el prelado oró por la Compañía de Jesús, reconocida por sus siglos de misión y evangelización realizados en todo el mundo. Así, imploró la bendición divina sobre su obra, pidiendo también al Señor que sostenga a la Iglesia universal en su camino entre todos los pueblos y en todos los continentes. “Una Iglesia que habla ahora todas las lenguas del mundo; una marcha a veces difícil, pero siempre victoriosa, porque es guiada por el Señor”, afirmó.
“Amen a la Iglesia”
Para Monseñor Touabli, estas ordenaciones diaconales son una oportunidad para celebrar la belleza y la dinámica de la Iglesia, “esta Iglesia que nada, absolutamente nada, puede detener”. Invitó a los nuevos diáconos a adherirse plenamente a esta “mística de la Iglesia”, recomendándoles amarla profundamente. “Ante ella y en su seno, pronunciarán su adsum esta mañana. Insisto: amen a la Iglesia, porque la influencia de su ministerio dependerá de la intensidad del amor que le tengan”, les exhortó.
Servir a la Iglesia con fidelidad y dedicación
El prelado continuó dándoles algunos sabios consejos, subrayando en particular el servicio que caracteriza el ministerio diaconal. “No se sirvan de la Iglesia, sino sirvan a la Iglesia. No solo vivan de la Iglesia: vivan para la Iglesia. Y, sobre todo, queridos hijos, sean fieles a los compromisos que van a asumir”, les instó.
Subrayó además que “el valor del hombre reside en su fidelidad a sus compromisos”, añadiendo que “solo en la fidelidad se encuentra la felicidad; en la infidelidad no se puede ser feliz”.
Al concluir su homilía, el obispo de Agboville invocó al Espíritu Santo sobre los nuevos diáconos para que tome plena posesión de su ser: “Que el Espíritu Santo los invada completamente, en su cuerpo, en su alma y en su espíritu”, imploró Mons. Touabli.
Con información de Vatican News. Traducción de Gaudium Press.
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Ordenados 12 nuevos diáconos en Costa de Marfil
“Amen a la Iglesia, porque la influencia de su ministerio dependerá de la intensidad del amor que le tengan”, exhortó a los nuevos diáconos el obispo ordenante.
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Foto: Vatican News
Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) La Compañía de Jesús en África se enriqueció con nuevos servidores para la misión. Doce estudiantes de su Instituto de Teología de Abiyán fueron ordenados diáconos el sábado 26 de abril, durante una misa presidida por Mons. Alexis Touabli Youlo, obispo de Agboville. Durante su homilía, el prelado los invitó a amar y servir a la Iglesia, así como a a entrar “en la mística de su camino siendo fieles a los compromisos que asumirán”.
Al comienzo de su homilía, Mons. Touabli elevó una ferviente oración, pidiendo al Señor que mire con compasión a África, el continente que, recordó, “te acogió cuando, llevado por tu Madre, tuviste que huir para escapar de la furia asesina de los poderosos de la época. ¡No te olvides de África, Señor!”.
El obispo de Agboville continuó lamentando la situación actual del continente, constantemente sometido a conflictos interétnicos, guerras, crisis recurrentes y explotación por parte de las potencias dominantes. “Acompaña a África, Señor, a esta África donde varios países, por desgracia, se embarcan en aventuras verdaderamente ambiguas”, lamentó.
Apoyar a la Iglesia y la misión de la Compañía de Jesús
En esta serie de invocaciones, el prelado oró por la Compañía de Jesús, reconocida por sus siglos de misión y evangelización realizados en todo el mundo. Así, imploró la bendición divina sobre su obra, pidiendo también al Señor que sostenga a la Iglesia universal en su camino entre todos los pueblos y en todos los continentes. “Una Iglesia que habla ahora todas las lenguas del mundo; una marcha a veces difícil, pero siempre victoriosa, porque es guiada por el Señor”, afirmó.
“Amen a la Iglesia”
Para Monseñor Touabli, estas ordenaciones diaconales son una oportunidad para celebrar la belleza y la dinámica de la Iglesia, “esta Iglesia que nada, absolutamente nada, puede detener”. Invitó a los nuevos diáconos a adherirse plenamente a esta “mística de la Iglesia”, recomendándoles amarla profundamente. “Ante ella y en su seno, pronunciarán su adsum esta mañana. Insisto: amen a la Iglesia, porque la influencia de su ministerio dependerá de la intensidad del amor que le tengan”, les exhortó.
Servir a la Iglesia con fidelidad y dedicación
El prelado continuó dándoles algunos sabios consejos, subrayando en particular el servicio que caracteriza el ministerio diaconal. “No se sirvan de la Iglesia, sino sirvan a la Iglesia. No solo vivan de la Iglesia: vivan para la Iglesia. Y, sobre todo, queridos hijos, sean fieles a los compromisos que van a asumir”, les instó.
Subrayó además que “el valor del hombre reside en su fidelidad a sus compromisos”, añadiendo que “solo en la fidelidad se encuentra la felicidad; en la infidelidad no se puede ser feliz”.
Al concluir su homilía, el obispo de Agboville invocó al Espíritu Santo sobre los nuevos diáconos para que tome plena posesión de su ser: “Que el Espíritu Santo los invada completamente, en su cuerpo, en su alma y en su espíritu”, imploró Mons. Touabli.
Con información de Vatican News. Traducción de Gaudium Press.
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“Algunos Papas Dios nos da, otros los tolera, otros nos inflige”
Sentencias prácticas históricas, en tiempos de cónclave.
https://es.gaudiumpress.org/wp-content/uploads/2025/05/6-1-250x195.jpg
Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) Interesante recopilación de las opiniones de sabios de la Iglesia, sobre la elección de un Pontífice, ha hecho ihu.unisinos.br https://ihu.unisinos.br/categorias/186-noticias-2017/565113-francisco-explica-o-conclave-as-criancas , que ilustra, incluso de forma jocosa a veces, cual es el papel del Espíritu Santo y de los hombres a la hora de escoger quien ocupará el solio de Pedro.
Recuerda el portal la frase que es verdadera sentencia, de San Vicente de Lerins, autor del famoso Commonitorium, a quien la Iglesia debe también otra sentencia magnífica sobre el depósito de la fe: “quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est”, hay que creer “aquello que ha sido creído en todas partes, siempre, por todos”.
Pero al respecto de lo que ocupa las mentes por estos días, el Santo dice sin sonrojo: “Algunos Papas Dios nos lo da, a algunos Él tolera, otros nos inflige”.
Son sabidas las palabras del doctor melifluo, San Bernardo, en la carta no. 24 de su epistolario. Así la resumió Albino Luciani:
“Había un Cónclave. Los cardenales se agitaban inciertos entre tres candidatos: uno conocido por su santidad, el segundo por su erudición y el tercero por su sentido práctico. Un cardenal puso fin a su indecisión citando su carta: «No tiene sentido seguir dudando, dijo, nuestro caso ya está tratado en la Carta 24 del Doctor Mellifluus. Basta con aplicarla y todo les vendrá a la mente. ¿Es el primer candidato un santo? Pues bien, ora pro nobis, que rece un Padrenuestro por nosotros, pobres pecadores. ¿Es el segundo un erudito? ¡Qué maravilla! Doceat nos, que escriba un libro de erudición. ¿El tercero es prudente? Iste regat nos, que este nos gobierne y sea Papa»”. Esto lo decía Luciani en noviembre de 1975, a poco menos de tres años de ser elevado al máximo pontificado.
Más recientemente, el Cardenal Siri, al celebrar en agosto de 1978 una de las misas en sufragio por Pablo VI con las que se inauguró el Cónclave, quiso en sus consideraciones no reducir demasiado el factor humano, recordando a sus compañeros purpurados: “Me parece necesario dirigirme a los venerables hermanos del sagrado colegio y recordarles que la tarea para la que nos preparamos no sería recibida decorosamente diciendo: ‘¡El Espíritu Santo se encarga de todo!’ y abandonándonos sin trabajo y sin sufrimiento al primer impulso, a la sugestión irracional”.
Después del cónclave, tal vez convenga que el nuevo Pontífice lea los sabios consejos que también el Doctor Melifluo dirigía a un papa que había sido su alumno, Eugenio III:
“Eres Papa, actúa como siervo: a los apóstoles les está prohibido dominar”. “Es tiempo de podar, el Papa es el sucesor de Pedro, no de Constantino”. Y sus palabras dedicadas a los colaboradores que rodean al Pontífice y al entorno de la Curia: “Cuanto más se digan tus siervos, más querrán el dominio”.
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Sentencias prácticas históricas, en tiempos de cónclave.
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Redacción (02/05/2025, Gaudium Press) Interesante recopilación de las opiniones de sabios de la Iglesia, sobre la elección de un Pontífice, ha hecho ihu.unisinos.br https://ihu.unisinos.br/categorias/186-noticias-2017/565113-francisco-explica-o-conclave-as-criancas , que ilustra, incluso de forma jocosa a veces, cual es el papel del Espíritu Santo y de los hombres a la hora de escoger quien ocupará el solio de Pedro.
Recuerda el portal la frase que es verdadera sentencia, de San Vicente de Lerins, autor del famoso Commonitorium, a quien la Iglesia debe también otra sentencia magnífica sobre el depósito de la fe: “quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est”, hay que creer “aquello que ha sido creído en todas partes, siempre, por todos”.
Pero al respecto de lo que ocupa las mentes por estos días, el Santo dice sin sonrojo: “Algunos Papas Dios nos lo da, a algunos Él tolera, otros nos inflige”.
Son sabidas las palabras del doctor melifluo, San Bernardo, en la carta no. 24 de su epistolario. Así la resumió Albino Luciani:
“Había un Cónclave. Los cardenales se agitaban inciertos entre tres candidatos: uno conocido por su santidad, el segundo por su erudición y el tercero por su sentido práctico. Un cardenal puso fin a su indecisión citando su carta: «No tiene sentido seguir dudando, dijo, nuestro caso ya está tratado en la Carta 24 del Doctor Mellifluus. Basta con aplicarla y todo les vendrá a la mente. ¿Es el primer candidato un santo? Pues bien, ora pro nobis, que rece un Padrenuestro por nosotros, pobres pecadores. ¿Es el segundo un erudito? ¡Qué maravilla! Doceat nos, que escriba un libro de erudición. ¿El tercero es prudente? Iste regat nos, que este nos gobierne y sea Papa»”. Esto lo decía Luciani en noviembre de 1975, a poco menos de tres años de ser elevado al máximo pontificado.
Más recientemente, el Cardenal Siri, al celebrar en agosto de 1978 una de las misas en sufragio por Pablo VI con las que se inauguró el Cónclave, quiso en sus consideraciones no reducir demasiado el factor humano, recordando a sus compañeros purpurados: “Me parece necesario dirigirme a los venerables hermanos del sagrado colegio y recordarles que la tarea para la que nos preparamos no sería recibida decorosamente diciendo: ‘¡El Espíritu Santo se encarga de todo!’ y abandonándonos sin trabajo y sin sufrimiento al primer impulso, a la sugestión irracional”.
Después del cónclave, tal vez convenga que el nuevo Pontífice lea los sabios consejos que también el Doctor Melifluo dirigía a un papa que había sido su alumno, Eugenio III:
“Eres Papa, actúa como siervo: a los apóstoles les está prohibido dominar”. “Es tiempo de podar, el Papa es el sucesor de Pedro, no de Constantino”. Y sus palabras dedicadas a los colaboradores que rodean al Pontífice y al entorno de la Curia: “Cuanto más se digan tus siervos, más querrán el dominio”.
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Lecturas diarias de la Leccionario de la Misa
Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, Apóstoles
Primera lectura 1 Corintios 15, 1-8
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a mí.
Salmo Responsorial Salmo 18, 2-3. 4-5
R. (5a) El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Sin que los cielos pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Aclamación antes del Evangelio Juan 14, 6. 9
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor.
Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre.
R. Aleluya.
Evangelio Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Le dijo Felipe: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le replicó: "Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.
Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre''.
- - -
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.
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Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, Apóstoles
Primera lectura 1 Corintios 15, 1-8
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a mí.
Salmo Responsorial Salmo 18, 2-3. 4-5
R. (5a) El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Sin que los cielos pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor llega a toda la tierra.
Aclamación antes del Evangelio Juan 14, 6. 9
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor.
Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre.
R. Aleluya.
Evangelio Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Le dijo Felipe: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le replicó: "Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.
Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre''.
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Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.
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Santa Marie Leonie Paradis, 3 de mayo
Su amor a la Sagrada Familia, que denominó «Trinidad de la tierra», junto con la Eucaristía, fue el pedestal sobre el que se alzó la virtud de esta mujer que quiso sostener la vida sacerdotal acompañando en silencio y entregando lo mejor de sí en una cotidiana asistencia a los presbíteros, sin más satisfacción que la de saber que con ello estaba alentándolos en su misión pastoral. Un rasgo, podríamos decir maternal, que no siempre ha sido comprendido por sus congéneres. Ya Juan Pablo II cuando la beatificó en Canadá tuvo que salir al paso de quienes consideraban que con esta acción Marie Leonie empequeñecía a la mujer. No la entendieron. Tal vez no estuvieron al tanto de que ésta fue una decisión emprendida por ella con plena libertad, teniendo claro el objetivo que se proponía. Vino envuelto en un cariz espiritual, lo que significa que no podía ser contestado por nadie. Forma parte de la conciencia y de la voluntad de cada cual responder a Dios en los términos exactos que Él inspira. Pero aquél brillante día 11 de septiembre de 1984, en la ceremonia de beatificación el pontífice aplacó las críticas haciendo notar que el papel desempeñado por Marie Leonie no es el único reservado a una mujer canadiense.
La bautizaron con el nombre de Virginie-Alodie. Nació en el seno de una humilde y creyente familia de L’Acadie, Quebec, Canadá, el 12 de mayo de 1840. Persiguiendo un futuro mejor para la familia, su padre, que había intentado sostenerla inútilmente trabajando en un molino, partió a California, como otros hicieron, seducido por la fiebre del oro. Al regresar se encontró con que su pequeña, que había dejado interna con 9 años en el convento de las Hermanas de Notre-Dame en Laprairie, ya formaba parte de la comunidad de las Marianitas de San Lorenzo fundadas por el padre Basile Moreau. Era una adolescente de 14 años. De los seis hijos tenidos por Joseph Paradis y Émilie Grégoire, dos habían fallecido, el resto eran varones, por tanto, ella era la única niña. Joseph, hombre afable y bondadoso, pensó que podría disuadirla. Pero no logró hacerla desistir; tampoco la forzó a hacerlo. Muy segura de lo que quería para su vida, Marie Leonie profesó en 1857 amparada por el fundador a pesar de su frágil salud, y se dedicó a la docencia. Interiormente se sentía llamada a sostener la vida de los sacerdotes. Durante unos años impartió clases en Montreal y en el orfanato San Vicente de Paul de Nueva York.
En 1874 llevó a cabo su misión en el colegio de San José, en Memramcook, New Brunswick, Indiana, al frente del cual se hallaba el padre Camille Lefebvre, de la Santa Cruz. Muchas jóvenes de L’Acadie sin recursos y con dificultades para expresarse en inglés, que desempeñaban labores domésticas, albergaban el deseo de establecer un compromiso religioso. Marie Leonie que había comenzado enseñando francés estaba en condiciones de dar clases de inglés porque ya dominaba la lengua. Pero juzgó conveniente propiciar la apertura de un noviciado francófono en L’Acadie para evitar que las jóvenes tuvieran que ir a Indiana a realizar el noviciado. Su propuesta no fue acogida. Y en 1880 impulsó el Instituto de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, aún siendo ella todavía religiosa de la Santa Cruz. El objetivo no era otro que colaborar y apoyar a los religiosos de la misma Orden en su labor educativa. Ellos fueron los que ese año de 1880, en su capítulo general, autorizaron a que las integrantes de este nuevo movimiento hiciesen votos privados y bajo el amparo de Marie Leonie actuasen con autonomía. Su labor sería ocuparse de los trabajos domésticos de los colegios de Santa Cruz extendidos por Canadá.
María y José estaban tan fuertemente anclados en su corazón que no se cansaba de decir: «Mi confianza es ilimitada en nuestra buena Madre. Conoce nuestras necesidades y tiene un poder t[...]
Santa Marie Leonie Paradis, 3 de mayo
Su amor a la Sagrada Familia, que denominó «Trinidad de la tierra», junto con la Eucaristía, fue el pedestal sobre el que se alzó la virtud de esta mujer que quiso sostener la vida sacerdotal acompañando en silencio y entregando lo mejor de sí en una cotidiana asistencia a los presbíteros, sin más satisfacción que la de saber que con ello estaba alentándolos en su misión pastoral. Un rasgo, podríamos decir maternal, que no siempre ha sido comprendido por sus congéneres. Ya Juan Pablo II cuando la beatificó en Canadá tuvo que salir al paso de quienes consideraban que con esta acción Marie Leonie empequeñecía a la mujer. No la entendieron. Tal vez no estuvieron al tanto de que ésta fue una decisión emprendida por ella con plena libertad, teniendo claro el objetivo que se proponía. Vino envuelto en un cariz espiritual, lo que significa que no podía ser contestado por nadie. Forma parte de la conciencia y de la voluntad de cada cual responder a Dios en los términos exactos que Él inspira. Pero aquél brillante día 11 de septiembre de 1984, en la ceremonia de beatificación el pontífice aplacó las críticas haciendo notar que el papel desempeñado por Marie Leonie no es el único reservado a una mujer canadiense.
La bautizaron con el nombre de Virginie-Alodie. Nació en el seno de una humilde y creyente familia de L’Acadie, Quebec, Canadá, el 12 de mayo de 1840. Persiguiendo un futuro mejor para la familia, su padre, que había intentado sostenerla inútilmente trabajando en un molino, partió a California, como otros hicieron, seducido por la fiebre del oro. Al regresar se encontró con que su pequeña, que había dejado interna con 9 años en el convento de las Hermanas de Notre-Dame en Laprairie, ya formaba parte de la comunidad de las Marianitas de San Lorenzo fundadas por el padre Basile Moreau. Era una adolescente de 14 años. De los seis hijos tenidos por Joseph Paradis y Émilie Grégoire, dos habían fallecido, el resto eran varones, por tanto, ella era la única niña. Joseph, hombre afable y bondadoso, pensó que podría disuadirla. Pero no logró hacerla desistir; tampoco la forzó a hacerlo. Muy segura de lo que quería para su vida, Marie Leonie profesó en 1857 amparada por el fundador a pesar de su frágil salud, y se dedicó a la docencia. Interiormente se sentía llamada a sostener la vida de los sacerdotes. Durante unos años impartió clases en Montreal y en el orfanato San Vicente de Paul de Nueva York.
En 1874 llevó a cabo su misión en el colegio de San José, en Memramcook, New Brunswick, Indiana, al frente del cual se hallaba el padre Camille Lefebvre, de la Santa Cruz. Muchas jóvenes de L’Acadie sin recursos y con dificultades para expresarse en inglés, que desempeñaban labores domésticas, albergaban el deseo de establecer un compromiso religioso. Marie Leonie que había comenzado enseñando francés estaba en condiciones de dar clases de inglés porque ya dominaba la lengua. Pero juzgó conveniente propiciar la apertura de un noviciado francófono en L’Acadie para evitar que las jóvenes tuvieran que ir a Indiana a realizar el noviciado. Su propuesta no fue acogida. Y en 1880 impulsó el Instituto de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, aún siendo ella todavía religiosa de la Santa Cruz. El objetivo no era otro que colaborar y apoyar a los religiosos de la misma Orden en su labor educativa. Ellos fueron los que ese año de 1880, en su capítulo general, autorizaron a que las integrantes de este nuevo movimiento hiciesen votos privados y bajo el amparo de Marie Leonie actuasen con autonomía. Su labor sería ocuparse de los trabajos domésticos de los colegios de Santa Cruz extendidos por Canadá.
María y José estaban tan fuertemente anclados en su corazón que no se cansaba de decir: «Mi confianza es ilimitada en nuestra buena Madre. Conoce nuestras necesidades y tiene un poder t[...]
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Francisco II. Retiro de oración
Nos encontramos a las puertas de un nuevo cónclave, un acontecimiento que podría marcar no solo el futuro inmediato de la Iglesia, sino también el rumbo de la humanidad. En este contexto de trascendencia espiritual e histórica, conviene detenerse a reflexionar sobre el verdadero protagonista de este proceso: el Espíritu Santo. El cónclave: algo más que una votación
Aunque jurídicamente regulado por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, el cónclave es, ante todo, un evento de oración. Los cardenales electores, menores de 80 años, se reúnen tras una serie de misas y congregaciones generales. En ellas comparten impresiones sobre el estado del mundo y de la Iglesia, y las cualidades que debería tener el nuevo Papa. Finalmente, se dirigen a la Capilla Sixtina, donde en aislamiento y bajo juramento de secreto, comienzan las votaciones.
Pero este proceso, a menudo malinterpretado por los medios, no es un simple ejercicio político ni un casting para elegir al mejor gestor. Las etiquetas como «progresista», «conservador» o «moderado» son insuficientes y equivocadas. El cónclave no responde a la lógica humana, sino a la lógica de Dios. Las tres miradas equivocadas sobre el cónclave
Son frecuentes tres enfoques errados que dificultan entender lo que ocurre en un cónclave:
1.
La mirada de los intereses: ya sean económicos, ideológicos o de poder. Una narrativa propia de la industria del entretenimiento que convierte el proceso en una especie de novela de intrigas.
2.
La mirada ideológica: que presenta a los cardenales como señores que debaten sus visiones del mundo, ignorando su fe y su vocación de servicio.
3.
La mirada de las cualidades humanas: que valora a los candidatos según sus dotes intelectuales, idiomáticas o de liderazgo, como si se tratase de una elección empresarial.
Ninguna de estas miradas es justa ni acertada. El verdadero criterio es el amor a Cristo y la disposición a cargar con su cruz. La lógica de la fe: el menos indicado puede ser el elegido
El cardenal Reginald Pole, citado por Benedicto XVI, decía que el más idóneo para ser Papa es aquel que parece el menos apto desde una perspectiva humana. El Papa no es elegido por saber idiomas ni por su prestigio, sino por su fe y su amor. Así lo quiso Jesús con Pedro, a quien eligió no por sus méritos, sino por su amor incondicional. ¿Cómo actúa el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo no elige con rayos y truenos. Actúa en la conciencia de los cardenales a través del aislamiento, la oración, la convivencia, y la transparencia espiritual de algunos de ellos. Puede hablar mediante el testimonio de santidad, la claridad de una propuesta pastoral, o incluso la progresiva convergencia de votos.
Es un proceso de discernimiento comunitario y espiritual. Los cardenales, lejos del ruido del mundo, se abren a las mociones del Espíritu. A los fieles nos corresponde orar para que el Espíritu sople con fuerza y claridad. Un tiempo de gracia y oración
El Colegio Cardenalicio ha pedido explícitamente a todo el pueblo de Dios que viva este momento como un tiempo de gracia y discernimiento espiritual. El himno de Pentecostés resume bien esta súplica:
“Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo… Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos… Dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse, y danos tu gozo eterno.”
La elección del nuevo Papa no depende de cálculos humanos. Solo el Espíritu Santo sabe quién será el sucesor de Pedro. A nosotros nos toca rezar, confiar y esperar. Himno de Pentecostés Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el [...]
Francisco II. Retiro de oración
Nos encontramos a las puertas de un nuevo cónclave, un acontecimiento que podría marcar no solo el futuro inmediato de la Iglesia, sino también el rumbo de la humanidad. En este contexto de trascendencia espiritual e histórica, conviene detenerse a reflexionar sobre el verdadero protagonista de este proceso: el Espíritu Santo. El cónclave: algo más que una votación
Aunque jurídicamente regulado por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, el cónclave es, ante todo, un evento de oración. Los cardenales electores, menores de 80 años, se reúnen tras una serie de misas y congregaciones generales. En ellas comparten impresiones sobre el estado del mundo y de la Iglesia, y las cualidades que debería tener el nuevo Papa. Finalmente, se dirigen a la Capilla Sixtina, donde en aislamiento y bajo juramento de secreto, comienzan las votaciones.
Pero este proceso, a menudo malinterpretado por los medios, no es un simple ejercicio político ni un casting para elegir al mejor gestor. Las etiquetas como «progresista», «conservador» o «moderado» son insuficientes y equivocadas. El cónclave no responde a la lógica humana, sino a la lógica de Dios. Las tres miradas equivocadas sobre el cónclave
Son frecuentes tres enfoques errados que dificultan entender lo que ocurre en un cónclave:
1.
La mirada de los intereses: ya sean económicos, ideológicos o de poder. Una narrativa propia de la industria del entretenimiento que convierte el proceso en una especie de novela de intrigas.
2.
La mirada ideológica: que presenta a los cardenales como señores que debaten sus visiones del mundo, ignorando su fe y su vocación de servicio.
3.
La mirada de las cualidades humanas: que valora a los candidatos según sus dotes intelectuales, idiomáticas o de liderazgo, como si se tratase de una elección empresarial.
Ninguna de estas miradas es justa ni acertada. El verdadero criterio es el amor a Cristo y la disposición a cargar con su cruz. La lógica de la fe: el menos indicado puede ser el elegido
El cardenal Reginald Pole, citado por Benedicto XVI, decía que el más idóneo para ser Papa es aquel que parece el menos apto desde una perspectiva humana. El Papa no es elegido por saber idiomas ni por su prestigio, sino por su fe y su amor. Así lo quiso Jesús con Pedro, a quien eligió no por sus méritos, sino por su amor incondicional. ¿Cómo actúa el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo no elige con rayos y truenos. Actúa en la conciencia de los cardenales a través del aislamiento, la oración, la convivencia, y la transparencia espiritual de algunos de ellos. Puede hablar mediante el testimonio de santidad, la claridad de una propuesta pastoral, o incluso la progresiva convergencia de votos.
Es un proceso de discernimiento comunitario y espiritual. Los cardenales, lejos del ruido del mundo, se abren a las mociones del Espíritu. A los fieles nos corresponde orar para que el Espíritu sople con fuerza y claridad. Un tiempo de gracia y oración
El Colegio Cardenalicio ha pedido explícitamente a todo el pueblo de Dios que viva este momento como un tiempo de gracia y discernimiento espiritual. El himno de Pentecostés resume bien esta súplica:
“Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo… Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos… Dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse, y danos tu gozo eterno.”
La elección del nuevo Papa no depende de cálculos humanos. Solo el Espíritu Santo sabe quién será el sucesor de Pedro. A nosotros nos toca rezar, confiar y esperar. Himno de Pentecostés Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el [...]
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San Felipe y Santiago: Testigos de ayer, ejemplos para hoy
El sacerdote Gonzalo Martín comparte con los lectores de Exaudi este artículo titulado “Testigos de ayer, ejemplos para hoy”, sobre la figura de los san Felipe y Santiago, cuya fiesta se celebra hoy, 3 de mayo.
***
Con la reforma del Calendario Litúrgico, se empezó a celebrar la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago el 3 de mayo, no porque fueran apóstoles, sino porque la tradición nos dice que sus reliquias se encontraron juntas, y que se llevaron a la Iglesia romana de los “Doce Apóstoles”, motivo actual de su celebración el mismo día.
Siendo verdad que hay pocos datos y algunos confusos, basándonos en lo que aparece en los evangelios podemos decir casi con toda seguridad que ambos santos, pertenecieron al grupo de discípulos de Juan el Bautista, y que ambos fueron llamados por el Señor y pertenecientes al grupo de los doce apóstoles. Felipe
Todos coinciden que Felipe era natural de Betsaida, igual que Pedro y Andrés. Y conocido en primer lugar por haber invitado a Natanael (seguramente Bartolomé) para conocer a Jesús. Fue perseverante en la invitación porque la primera respuesta de Natanael no fue muy alentadora “¿De Nazaret puede venir algo bueno?” (Jn 1,45). Pero Felipe no se desanimó y le insistió a verificarlo con sus propios ojos: “Ven y verás” (Jn 1,46). Esto nos deja claro que era un discípulo convencido de quién era el Señor, y como invitaba a encontrase con Jesús y formar parte de los nuevos discípulos. Y ésta es una de sus características de apóstol: su perseverancia en el testimonio.
También es muy referida y recordada su intervención en la multiplicación de los panes y peces, donde Jesús se dirige a él para interpelarle sobre la comida y escuchamos, por boca de Felipe, la realidad de la situación y la cercanía al Señor: “Sólo hay alguien que tiene dos peces y cinco panes, pero ni con 200 denarios habría suficiente para dar de comer a todos” (Jn 6,7). Apóstol que vive de la realidad y desde lo práctico. Y , esto mismo, le lleva a ser un apóstol que continuamente está en diálogo y acercando a algunos griegos para que se acercaran a Jesús. Ejemplo para nosotros de cómo nuestra tarea y misión es el ser intermediarios entre el hombre y Jesucristo.
Lo último que conocemos de Felipe es la pregunta que le hizo a Jesús en el la Última Cena para que le mostrase al Padre, así como la gran pregunta y reflexión de Jesús: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conocéis, Felipe? Quien me ve, ve al Padre. ¿Cómo me dices, entonces, ‘muéstranos el Padre’? ¿No crees que estoy en el Padre y el Padre está en Mí? (…) Créeme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí” (Jn 14, 9-11).
Se dice (lo atestigua Clemente de Alejandría) que murió crucificado, boca abajo, durante la persecución de Dominciano, alrededor del año 96. Santiago el Menor, hijo de Alfeo
Santiago, el Menor, como es conocido, considerado el “pariente de Jesús”, tuvo un papel preeminente en la Iglesia de Jerusalén, siendo el primer obispo de la misma, y se le atribuye la epístola que lleva su nombre. En el Concilio celebrado en esa ciudad afirmó junto a los demás participantes que los paganos podrían ser acogidos en la Iglesia sin la necesidad de la circuncisión (Hch 15,13).
Sabemos de él que era de Caná de galilea, su nombre aparece mucho en la carta de los Hechos de los apóstoles. Se le asigna la primera de las Cartas Católicas de la Biblia, así llamadas porque se dirigían no a una, sino a varias Iglesias. En ella, invitaba a los cristianos a tener una fe viva, que tenía que traducirse en obras, y en concreto en obras hacia los más pobres y desfavorecidos, como podían ser, en aquel tiempo, huérfanos y viudas. También exhorta a la oración, pidiendo el don de la sabiduría que nos ayuda a comprender los verda[...]
San Felipe y Santiago: Testigos de ayer, ejemplos para hoy
El sacerdote Gonzalo Martín comparte con los lectores de Exaudi este artículo titulado “Testigos de ayer, ejemplos para hoy”, sobre la figura de los san Felipe y Santiago, cuya fiesta se celebra hoy, 3 de mayo.
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Con la reforma del Calendario Litúrgico, se empezó a celebrar la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago el 3 de mayo, no porque fueran apóstoles, sino porque la tradición nos dice que sus reliquias se encontraron juntas, y que se llevaron a la Iglesia romana de los “Doce Apóstoles”, motivo actual de su celebración el mismo día.
Siendo verdad que hay pocos datos y algunos confusos, basándonos en lo que aparece en los evangelios podemos decir casi con toda seguridad que ambos santos, pertenecieron al grupo de discípulos de Juan el Bautista, y que ambos fueron llamados por el Señor y pertenecientes al grupo de los doce apóstoles. Felipe
Todos coinciden que Felipe era natural de Betsaida, igual que Pedro y Andrés. Y conocido en primer lugar por haber invitado a Natanael (seguramente Bartolomé) para conocer a Jesús. Fue perseverante en la invitación porque la primera respuesta de Natanael no fue muy alentadora “¿De Nazaret puede venir algo bueno?” (Jn 1,45). Pero Felipe no se desanimó y le insistió a verificarlo con sus propios ojos: “Ven y verás” (Jn 1,46). Esto nos deja claro que era un discípulo convencido de quién era el Señor, y como invitaba a encontrase con Jesús y formar parte de los nuevos discípulos. Y ésta es una de sus características de apóstol: su perseverancia en el testimonio.
También es muy referida y recordada su intervención en la multiplicación de los panes y peces, donde Jesús se dirige a él para interpelarle sobre la comida y escuchamos, por boca de Felipe, la realidad de la situación y la cercanía al Señor: “Sólo hay alguien que tiene dos peces y cinco panes, pero ni con 200 denarios habría suficiente para dar de comer a todos” (Jn 6,7). Apóstol que vive de la realidad y desde lo práctico. Y , esto mismo, le lleva a ser un apóstol que continuamente está en diálogo y acercando a algunos griegos para que se acercaran a Jesús. Ejemplo para nosotros de cómo nuestra tarea y misión es el ser intermediarios entre el hombre y Jesucristo.
Lo último que conocemos de Felipe es la pregunta que le hizo a Jesús en el la Última Cena para que le mostrase al Padre, así como la gran pregunta y reflexión de Jesús: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conocéis, Felipe? Quien me ve, ve al Padre. ¿Cómo me dices, entonces, ‘muéstranos el Padre’? ¿No crees que estoy en el Padre y el Padre está en Mí? (…) Créeme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí” (Jn 14, 9-11).
Se dice (lo atestigua Clemente de Alejandría) que murió crucificado, boca abajo, durante la persecución de Dominciano, alrededor del año 96. Santiago el Menor, hijo de Alfeo
Santiago, el Menor, como es conocido, considerado el “pariente de Jesús”, tuvo un papel preeminente en la Iglesia de Jerusalén, siendo el primer obispo de la misma, y se le atribuye la epístola que lleva su nombre. En el Concilio celebrado en esa ciudad afirmó junto a los demás participantes que los paganos podrían ser acogidos en la Iglesia sin la necesidad de la circuncisión (Hch 15,13).
Sabemos de él que era de Caná de galilea, su nombre aparece mucho en la carta de los Hechos de los apóstoles. Se le asigna la primera de las Cartas Católicas de la Biblia, así llamadas porque se dirigían no a una, sino a varias Iglesias. En ella, invitaba a los cristianos a tener una fe viva, que tenía que traducirse en obras, y en concreto en obras hacia los más pobres y desfavorecidos, como podían ser, en aquel tiempo, huérfanos y viudas. También exhorta a la oración, pidiendo el don de la sabiduría que nos ayuda a comprender los verda[...]