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Oración y Liturgia 27/04/2025 – Domingo de la 2ª semana de Pascua o de la Divina Misericordia. PRIMERA LECTURA Crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor. Lectura del libro de los Hechos de los…
díos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:


«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.
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Oración y Liturgia El perdón que nos renueva
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Parece que Cristo tuviera prisa por hacer llegar a los hombres los frutos de la redención. Y por hacerlos llegar según el plan de Dios: por el envío del Espíritu Santo. El primer fruto de la cruz es el don del Espíritu Santo. Espíritu “que nos ha hecho renacer de nuevo”, que nos trae la vida de Cristo glorificado. Que derrama sobre los hombres la Misericordia del Padre. Cristo no espera a Pentecostés para que los Apóstoles – la Iglesia – reciban de Él semejante poder ¡Perdonar los pecados! ¡Hacerlos desaparecer!

¿Tiene Dios Padre necesidad de la Cruz para perdonar los pecados? ¡Ninguna! ¿Tiene necesidad de enviar el Espíritu Santo para perdonar los pecados? ¡Ninguna! Sin embargo, ha querido elegir un camino, que Cristo sigue en cumplimiento fiel a la voluntad del Padre. ¿Podemos, entonces, nosotros prudentemente buscar otro camino para el perdón de los pecados que el querido por Dios? Recibir los frutos de la resurrección de Cristo es recibir el perdón de los pecados; por el medio que Dios mismo a dispuesto: por el ministerio de su Iglesia en el sacramento de la reconciliación.

La gracia recibida en el sacramento de la reconciliación nos reviste de la vida de Cristo, nos hace “nacer de nuevo”, porque el perdón no es simplemente no tener en cuenta los pecados. Es hacerlos desaparecer. No es que Dios «cierre los ojos», se haga el «despistado», o cubra con un manto nuestros pecados para no verlos. El perdón de Dios consiste en que lo «que es», no sea. El pecado es un acto libre de una persona, que actúa contra la ley de Dios o de la Iglesia, existe, es real, pero el perdón de Dios hace que deje de ser. Sólo existirá en nuestra memoria o en los hábitos que haya generado en cada uno.

Dios ha puesto al mal un límite, a la fuerza del oleaje (cf. Job 38, 11-12) esa compuerta, la cerramos con el sacramento de la confesión. En la confesión sucede algo. No es un rito que haya que cumplir. Hay permanentes vías de entrada de ese mal, por eso necesitamos cerrar una y otra vez. La gracia particular de cada sacramento, en la confesión: luchar mejor contra nuestros pecados, no desfallecer. En este sentido el Papa Francisco nos recordaba que “el confesionario no debe ser una «tintorería». Era un ejemplo, una imagen para dar a entender la hipocresía de cuantos creen que el pecado es una mancha, tan sólo una mancha, que basta ir a la tintorería para que la laven en seco y todo vuelva a ser como antes. Como cuando se lleva una chaqueta o un traje para que le saquen las manchas: se mete en la lavadora y ya está. Pero el pecado es más que una mancha. El pecado es una herida, hay que curarla, medicarla. Por eso usé esa expresión: intentaba evidenciar que ir a confesarse no es como llevar el traje a la tintorería” (Papa Francisco, “El nombre de Dios es Misericordia»)

Una madre no se conforma con no ver los defectos de su hijo, querría – y lo haría si pudiera – transformarle, sanarle. Si tuviera cualquier adicción o vicio, no se conformaría con cerrar los ojos ante la “enfermedad” de su hijo, querría que lo superara, que sanara. La misericordia y el poder de Dios sí pueden curar. En la confesión, no se limita a cerrar los ojos, su gracia nos cura. La gracia renueva al hombre desde dentro, y le convierte de pecador y rebelde en siervo bueno y fiel (cf. Mt 25, 21).


Cuántas veces no habremos dicho: si volviera a empezar de nuevo. Si pudiera hacer que todo empezara ahora ¡Pues podemos en Cristo! Por la fe en Cristo muerto y resucitado porque “todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de nuevo”, porque Cristo no ha venido a anunciar el Reino de Dios, sino a traerlo, h[...]
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Oración y Liturgia El perdón que nos renueva “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Parece que Cristo tuviera prisa por hacer llegar a los hombres los frutos de la redención. Y por hacerlos llegar según el…
acerlo realidad, no ha venido a anunciar el perdón sino a realizarlo, no ha venido a anunciar la Misericordia de Dios, sino a realizarla. No tenemos que esperar a que Dios tenga misericordia con nosotros. Su misericordia se nos ha dado toda en Cristo y nos la entrega en el Espíritu Santo. Podemos vivir una vida nueva y empezar cada día, muchas veces cada día porque quien está “sentado en el trono dijo: —Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El envío del Espíritu Santo no hizo a los Apóstoles impecables, de hecho, después de Pentecostés siguen teniendo debilidades, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe unas cuantas, pero sí les renueva constantemente. De temerosos les hace audaces y valientes, capaces de “dar testimonio con mucho valor”.


Que María, Refugio de los pecadores, nos facilite dejarnos alcanzar por la Misericordia de Dios que se nos regala en su Hijo.
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Oración y Liturgia Zita, santa (c. a. 1216-1276)
Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo, monje; Teodoro, Juan, abades.

De ella se cuentan, además de los rasgos fundamentales que la hicieron santa, multitud de anécdotas y milagros que sucedieron tanto en vida como después de muerta. Bien puede haber entre ellos la base real que justifica el relato agrandado por el cariño de las gentes sumamente comprensible por ser ella una más del pueblo. Y santa, muy santa tuvo que ser la patrona del servicio doméstico.

Canonizar a un mártir es fácil, basta con demostrar que su muerte la causó el odio a fe; canonizar a los papas, obispos, abades, fundadores y reyes, es algo más difícil, porque se precisa demostrar procesalmente su presupuesta santidad y la señal del cielo –el milagro ratificante– y para eso hay que contar con personas, tiempo y dinero. Canonizar a un cura es bastante más complejo, se precisan la santidad del sujeto como en todos los casos y encontrar a alguien que se interese mucho en sacar adelante el largo proceso; es casi tan difícil como canonizar a una madre santa –hay muchas–, a un maestro, o médico de pueblo. Pero canonizar a la criada de toda la vida, a la sirvienta, tiene mucho mérito. Y ya tenía yo ganas de tropezar como hagiógrafo novel con un caso de estos. Zita cumple sobradamente mi deseo y confieso que, desde que escribo su vida en pinceladas, admiro más al servicio doméstico.

El comienzo del siglo XIII la vio nacer en una aldea llamada Monsagridi en una familia pobre de bienes y rica en amor y temor de Dios; comienza a servir –bonita palabra por su contenido– en Lucca a la familia del acomodado Fatineli que vive junto a la iglesia de San Frigidiano. La bondad de los hábitos adquiridos con paciencia y buen humor en la escuela de la familia y el celoso quehacer llevado con alegría y mucho empeño la indispusieron en su trabajo con los otros criados que se ganan el pan cumpliendo sin mucho esfuerzo. Ella trabajó bien y terminó la tarea con primor, los otros pensaron que se esforzaba en demasía y los dejaba mal a ellos. ¿Por qué no se contentaba con hacer lo suficiente para salir del paso? (La envidia siempre es molesta compañera de camino y lo malo es que se encuentra por todas partes y en todo tiempo.) Los colegas mediocres, en su ineptitud, interpretaron mal sus gestos; a la virtud le llamaron soberbia, a la puntualidad, engreimiento; a la presteza, adulación y al sacrificio, remedo; sí, hasta en la piedad maljuzgaron a Zita como hipócrita aspirante al beaterio. Menos mal que Zita supo ser fuerte, se conservó serena, mantuvo el tipo con espíritu alegre y sin quejas.

Otro aspecto que resalta en su vida de servicio a todos es la caridad con el prójimo menos afortunado en salud, trabajo o dinero. De lo suyo –que era poco– dio todo; alargada en la generosidad, de los bienes que sobraban a otros –los superfluos de su dueño– no se paró en mientes para hacer partícipes a los pobres; esto llegó a causarle trastornos con el amo Fatineli que alguna vez vio aminorada su despensa o disminuidos sus graneros. ¿Tenía derecho a hacerlo? ¿Se puede forzar a los otros a dar de lo que les sobra? ¿Es justo dar de lo ajeno? ¿Tendrá algo que ver el derecho a la propiedad con el deber de la propiedad? En la profusión de Zita se entrevé la sisa de Dios, no prevista por la ley, pero que es exigencia del amor ya que la justicia sin misericordia se queda corta y llega a convertirse en injuria.


Quizá los sociólogos predigan –seguro que con poco fundamento– que se aca[...]
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Oración y Liturgia Zita, santa (c. a. 1216-1276) Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo…
bará en nuestro tiempo el servicio doméstico; incluso hay quien afirma –insensato– que es oficio bajo e indigno. Si aciertan o no en lo primero, ya lo dirá el tiempo; pero el servicio concreto, el de cada uno a los demás, es condición necesaria en la vida ya que, cuando alguien no necesita de otros, está muerto. El servicio es necesario, sí; y no hay servicio indigno ni pequeño.A lo mejor viene bien otro pensamiento. Si el trabajo se hace amando a Dios y al prójimo debe resultar muy bien hecho. En el caso de que esta actitud provocara molestias o conflictos entre los colegas y comenzaran a tildarlo de «perfeccionismo indebido», «falta de espíritu de clase» o «excesivo rendimiento», ¿defendería el sindicato a quien es íntegro y responsable en su empleo?


Gracias, muchas gracias, Zita, por tu ejemplo.
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Oración y Liturgia Pedro Armengol, religioso (1238-1349)
Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo, monje; Teodoro, Juan, abades.

La escena está situada en el entorno social de la Tarragona de los tiempos de Jaime I (1208-1276), rey que se ganó a pulso el glorioso apodo de Conquistador, como le llaman los cronistas. En sus territorios salió un muchacho producto de la cultura de la época; menos mal que no quedaron sus días en el bandidaje de la sierra que le daba fama y gloria, sino que por otros caminos llegó a la santidad cuando el Señor le tocó el alma.

Pedro Armengol nació en el año 1238, en Guardia de Prats, tras las murallas del castillo Montblanch, residencia habitual de los descendientes de los condes de Urgel; era el mismo año que tuvo lugar la conquista de Valencia.

Se puede decir que los nobles no se sentían demasiado sujetos a leyes, más bien ellas se identificaban con su voluntad o dimanaban de su capricho. Es cierto que se podrán contar algunas honrosas excepciones, pero son las menos; lo que abundaba entre la nobleza era el carácter altivo e insolente de quienes se consideraban dueños de la tierra que labraban los criados; y además, no era infrecuente pasar del dominio de la tierra al de las casas e incluso de sus moradores. Los detentores del poder, del honor y del rango no tenían –o al menos no conocían– barreras, llegando a considerarse dueños de vidas y haciendas. Gozaban en pasar su tiempo en el continuo ejercicio de las armas, en el adiestramiento para la pelea donde residía el poder y mando, concertaban justas y, para no aburrirse, recurrían al arte de la caza.

Así creció Pedro Armengol y así le fue.

No había día sin reyerta, ni mujer que tuviera otro dueño; lo propio de Pedro era el desenfreno. Adornado con todos los derechos sin ningún compromiso de deber, se consideró muy por encima del común de los hombres y mujeres que le rodeaban y le servían como siervos. La ambición, la gloria, el poder y el deseo de mando es lo único que le preocupa y desea porque le da prestancia y nombre entre sus amigos. Su hambre y sed de hazañas y heroicidades lo va haciendo cada vez más altanero hasta constituirse capitán o jefe de bandidos que saquean, roban, incendian y matan cuando alguien se resiste a sus deseos. Solo con veinte años es un demonio enérgico y cruel que tiene sus manos cargadas de tropelías y en su cabeza nacían planes cada vez más amplios de aventuras y desenfreno.

El rey Jaime quiere la pacificación de su reino y decide tomar las medidas oportunas. Una prudente razón de gobierno, porque hace falta estabilizar las fronteras ya que persisten las reivindicaciones francesas cuyos monarcas pretenden imponer feudo sobre Cataluña como herencia de los carolingios. Encomienda esta tarea al fiel Arnoldo, que es hombre de su plena confianza; el noble designado es el padre de Pedro que ahora se debate entre la alegría por gozar de la confianza del soberano y la triste intuición de tener que habérselas con las tropelías de su hijo Pedro, ya que tiene sospechas fundadas de que los desmanes que corren por el reino bien pudieran estar unidos a la persona de su heredero, desaparecido no hace mucho de la casa paterna con la excusa de nobles aventuras. Fiel a su cometido, Arnoldo persigue y acorrala al grupo de salteadores que, en noble lid cae en sus manos. Sí, es su hijo quien queda desenmascarado entre episodios de vergüenza; ahora aparece su verdadera imagen: un hombre sin honra.
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Oración y Liturgia Pedro Armengol, religioso (1238-1349) Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires;…
n: justify;">Y este fue también el comienzo de su conversión.


Tenido conocimiento de la existencia de la recientemente fundada Orden Mercedaria, que es una mezcla de monjes y caballeros, y que tiene por fin la digna y noble empresa de liberar cautivos, decide Pedro quemar el resto de sus días en el servicio del bien. Vistió el hábito blanco y encontró su sitio después de haber visto la luz. La sorpresa de quienes antes le conocieron tiempo atrás no tiene límites: El antiguo salteador y bandido es ahora predicador del bien evangélico, del perdón, de la Virgen de la Merced y de los gestos de caridad cristiana que deben notarse en el desprendimiento de limosnas para recaudar fondos y en el pensamiento elevado a Dios por los pobres que sufren cautiverio. Hace idas y venidas frecuentes a África para pagar rescates de cautivos y también llegó a conocer voluntariamente la mazmorra con su hediondez fétida, cuando se quedó como rehén a cambio de la liberación de unos niños.

En Bugía, la pequeña Meca, le colgaron en la horca. Esto no era extraordinario; sí lo fue el hecho de estar tres días en esa situación sin morir. A su regreso a la patria, solo por obediencia contará el relato de los hechos, afirmando siempre con humildad agradecida que aquellos fueron favor de Santa María. Probablemente, la horca le dejó como secuela su ya permanente palidez extrema y el gesto habitual de lo torcido de su cuello.

La Orden Mercedaria cuenta con el popularísimo y venerado Pedro Armengol para presentar un modelo de heroicidad cristiana en la caridad de redimir cautivos, a pesar de que su revuelto pasado estuviera asentado sobre el lastimoso ejercicio de querer ser dueño.
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Oración y Liturgia Nuestra Señora de Montserrat
Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo, monje; Teodoro, Juan, abades.

León XIII la proclamó patrona de las diócesis catalanas, ratificando una realidad histórica afirmada por sucesivas generaciones. Fue la primera imagen española distinguida con la coronación canónica, en el año 1881.

Probablemente no es la advocación de Montserrat la más antigua de las imágenes de Nuestra Señora en España. Pero consta que ya en el siglo ix se le rendía culto en una pequeña ermita que cedió el padre de Wifredo el Velloso al monasterio de Ripoll, junto con otras tres ermitas más. El famoso abad Oliva dará impulso a la devoción medio siglo más tarde y la dotará del servicio de una pequeña comunidad monástica.

Es cierto que la fábula y los buenos deseos del enfervorizado pueblo ha creado, como tantas veces sucede con los santos, una leyenda en torno a la imagen que algunos –así quedó escrito– supusieron esculpida en madera por san Lucas (al que otros hicieron igualmente pintor), con las herramientas de san José, tomando por modelo a la Virgen María y traída por san Pedro a Barcelona.

Acercándonos más a la posible verdad, parece que la imagen la escondieron los cristianos en una cueva de la montaña, cuando hubo peligro, y su encuentro en tiempos de la Reconquista dio origen a la actual devoción, al monumental templo y al monasterio. Románica del siglo xii; dorada; policromada; hierática en su trono como reina; con el Niño en sus rodillas, protegido por la mano izquierda y en la derecha una esfera; con la derecha bendice el Niño también, manteniendo una piña en la izquierda. De color negro, que se asegura tal por el humo de los siglos con tanta vela. ¡La Moreneta!

Está entre las más señaladas vírgenes negras. La devoción se extendió más y más en la península, pasó al centro de Europa al presidir la capilla palatina de la corte del emperador Carlos V en Viena, se hizo presente en Italia, y se extendió por Oriente, al paso que estuvo presente en los proyectos de conquista y expansión de la corona catalano-aragonesa. Cuando se descubre el Nuevo Mundo, ya no solo son tallas de madera, sino templos, pueblos y ciudades quienes veneran su nombre.

En Montserrat la visitaron poderosos: príncipes, reyes, emperadores, princesas, reinas, obispos, santos, los de leyes, los de ciencia, de armas y de letras.

Pasó a los libros en teatros, novelas y poemas con Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller y más, que escribiendo, ni la olvidan, ni la dejan.

Pero los no célebres, el pueblo sencillo, los fieles de toda la vida, las muchedumbres, han seguido consagrándole sus hijos, continúan dedicándole sonrisas, van a ofrecerle las lágrimas, acuden implorando protección, agradecen sus favores y gozan con sus consuelos. Honrándola, saben que honran a la Madre de Dios y ese culto cobra infinitud, porque el Dios y Padre común queda honrado en la Madre del Hijo que es la Esposa del Espíritu. La «llena de gracia», la mejor de las criaturas.


Así no sorprende la configuración peculiar del entorno que ayuda a la grandiosidad del majestuoso templo, con el culto atendido por los monjes benedictinos, cuyo canto suaviza la escolanía siempre renovada de los niños y jóvenes del entorno. Allí sigue habiendo gracias –unas sensibles, otras ocultas– mientras los monjes rezan, se entregan al estudio, investigan y difunden e[...]
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Virgen del Buen Consejo de Genazzano: convivencia celestial entre Madre e Hijo

La imagen de Mater Boni Consilii es la respuesta afectuosa a las perplejidades e interrogantes que nos aquejan. La Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo el 26 de abril.

https://es.gaudiumpress.org/wp-content/uploads/2023/04/Mae-do-Bom-Conselho-250x221.jpg Redacción (26/04/2025, Gaudium Press) El fresco de la Madonna del Buon Consiglio es una imagen “peregrina” llena de imponderables, cuyo origen más remoto se pierde en el misterio. Se sabe que ya estaba en Scutari, Albania, desde hacía más de siete siglos cuando emigró a Genazzano, en las afueras de Roma, en el año 1467.

Preguntas del misterio

¿Cuál es su verdadero origen? ¿Qué artista genial lo pintó? ¿Fue solo el resultado del talento humano, o también entró el concurso angelical? ¿Provino de una inspiración sobrenatural, una aparición de la Madre de Dios? ¿Es el enigmático bordado del cuello del Niño Jesús un mero adorno, o hay una palabra en una lengua desconocida relacionada con su misión?

Estas son algunas de las preguntas que surgen en la mente de un observador devoto al considerar la riqueza de detalles del fresco, reflejada en el porte, los gestos o la vestimenta de sus augustos personajes.

Conmovedor y divino abrazo

Sin embargo, nada llama tanto la atención como la celestial convivencia entre Madre e Hijo allí retratada: “En un gesto de intenso afecto, rebosante de amor, envuelve con su mano derecha el noble y delicado cuello de su Madre, mientras que con la izquierda sostiene enérgicamente la parte superior de su vestido, como diciendo: “¡Sois toda mía!” Es tan rotundo este conmovedor y divino abrazo, que su ojo derecho parece ligeramente desviado de la línea normal, por el énfasis con que Él estrecha su cara a la de ella, su Santa Madre.

“Sin dejar de expresar la fisonomía de un niño, el Divino Infante no denota, sin embargo, la menor superficialidad, tan característica de esta fase de la vida. Al contrario, como un océano de seriedad, transparenta toda la profundidad y amplitud del entendimiento, toda la fuerza de la voluntad, toda la elevación y nobleza del sentimiento. Y tiene la más alta conciencia de lo que representa su Madre, del paraíso interior que Ella le ofrece. (…)

“Con su actitud, el Niño Dios parece decir a cada uno: ‘Si quieres algo de mí, pídelo a través de mi Madre y te será respondido’. La pintura de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano bien podría estar rodeada de las palabras ‘Mediación Universal de María’, ya que el mismo Dios humano quiso encontrar protección y apoyo en los brazos virginales de su Santísima Madre” [1].

La cabeza de la Virgen descansa levemente sobre la cabeza del Niño, como para indicar la unión total, casi diríamos la unidad, que existe entre ellos, que se expresa sobre todo en el intercambio de miradas.

¡Y cómo se miran! ¡Parece que se tratase de una misma mirada! Da la impresión de que ella nos susurrase: “Hijo mío, el Altísimo ha depositado en mí maravillas jamás soñadas por los ángeles y los santos del cielo. Por tanto, hay misterios de Dios que los espíritus bienaventurados sólo conocen penetrando mi mirada. Y hay misterios que sólo comprenderán contemplando este intercambio de miradas entre Madre e Hijo”.

De las innumerables imágenes o pinturas que representan a la Santísima Virgen con el Divino Niño en su regazo, ninguna muestra tanto esta unión como el fresco de Genazzano. Hay algo en la escena que parece sugerir a quien la analiza embelesado: “Si quieres conocer al Niño, debes verlo en Sus ojos; del mismo modo, para conocerla completamente, es necesario verla en Sus ojos”.

Atraídos por una intimidad sagrada

Ningún hombre podrá penetrar en este intercambio de miradas si no se deja atraer por la intimidad sagrada y divina que ex[...]
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Gaudium Press Español Virgen del Buen Consejo de Genazzano: convivencia celestial entre Madre e Hijo La imagen de Mater Boni Consilii es la respuesta afectuosa a las perplejidades e interrogantes que nos aquejan. La Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora…
iste entre Madre e Hijo. ¡Hay tantas maravillas contenidas en él, que la eternidad será insuficiente para desentrañar sus secretos! Como puede verse en la experiencia cotidiana, las relaciones muy naturales de una madre con su hijo involucran aspectos insondables. Cuando la madre conoce y ama plenamente a su hijo, y el hijo responde a su amor, confiando y abandonándose en sus manos, se crea entre ambos un vínculo indisoluble, en el que las palabras se vuelven prescindibles. Se establece entonces otro tipo de comunicación, mucho más rica, que se produce a través de las miradas. ¡Solo una mirada y ya está todo dicho!

Este fenómeno natural ocurre de manera similar, y en un grado supereminente, en la esfera sobrenatural. Madre del Verbo Encarnado, la Santísima Virgen es también Madre de todos los hombres (cf. Jn 19, 26-27). En virtud de esta misión que le confirió el Redentor en la cumbre de su Pasión, Ella conoce y ama a cada uno más profundamente de lo que todas las madres del universo podrían conocer y amar a un solo hijo.

Y cuando uno de ellos la busca, su Inmaculado Corazón se deshace en ternuras, caricias y cariño maternal, haciéndose eco, en menor medida, de lo que sucede en las relaciones con su Divino Hijo. Es precisamente este desbordamiento de amor y afecto lo que se experimenta cada vez que se mira la imagen de Mater Boni Consilii.

Cuanta alegría, cuanto amparo, y cuanta sustentación espiritual se recibe de Ella. Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

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Texto extraído, com pequenas adaptaciones, do livro Maria Santíssima! O Paraíso de Deus revelado aos homens, v.1.

[1] CLÁ DIAS, João. Mãe do Bom Conselho. p.26-29.

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Lecturas diarias de la Leccionario de la Misa
II Domingo de Pascua

Primera Lectura Hechos 5, 12-16
En aquellos días, los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y prodigios en medio del pueblo. Todos los creyentes solían reunirse, por común acuerdo, en el pórtico de Salomón. Los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente los tenía en gran estima.

El número de hombres y mujeres que creían en el Señor iba creciendo de día en día, hasta el punto de que tenían que sacar en literas y camillas a los enfermos y ponerlos en las plazas, para que, cuando Pedro pasara, al menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.

Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén y llevaba a los enfermos y a los atormentados por espíritus malignos, y todos quedaban curados. Salmo Responsorial Salmo 117, 2-4. 22-24. 25-27a
R. (1) La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.
Diga la casa de Aarón: “Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna”. R.
R. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día de triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo. R.
R. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
Libéranos, Señor, y danos tu victoria.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga.
Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.
R. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya. Segunda Lectura Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Yo, Juan, hermano y compañero de ustedes en la tribulación, en el Reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús.

Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como de trompeta, que decía: “Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete comunidades cristianas de Asia”. Me volví para ver quién me hablaba, y al volverme, vi siete lámparas de oro, y en medio de ellas, un hombre vestido de larga túnica, ceñida a la altura del pecho, con una franja de oro.

Al contemplarlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniendo sobre mí la mano derecha, me dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último; yo soy el que vive. Estuve muerto y ahora, como ves, estoy vivo por los siglos de los siglos. Yo tengo las llaves de la muerte y del más allá. Escribe lo que has visto, tanto sobre las cosas que están sucediendo, como sobre las que sucederán después”. Aclamación antes del Evangelio Juan 20, 29
R. Aleluya, aleluya.
Tomás, tú crees porque me has visto;
dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor.
R. Aleluya. Evangelio Juan 20, 19-31
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”[...]
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Lecturas diarias de la Leccionario de la Misa II Domingo de Pascua Primera Lectura Hechos 5, 12-16 En aquellos días, los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y prodigios en medio del pueblo. Todos los creyentes solían reunirse, por común acuerdo…
. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
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Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.

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