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Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco

El Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, preside la misa exequial por el difunto Santo Padre este sábado 26 de abril de 2025 en la Plaza de San Pedro, destacando su cercanía al pueblo y su legado de misericordia. “Recorrió el camino del servicio hasta el último día de su vida”, afirma ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro y autoridades de diversos países.

Al final de la solemne Celebración Eucarística, tuvo lugar la Ultima Commendatio (última recomendación) y la Valedictio (despedida). El Cardenal Vicario para la diócesis de Roma dirigió la súplica de la Iglesia de Roma. A continuación, los Patriarcas, Arzobispos Mayores y Metropolitanos de las Iglesias Metropolitanas Católicas Orientales ‘sui iuris’ se presentaron ante el féretro para la súplica de las Iglesias Orientales. A continuación, el cardenal decano roció el cuerpo del difunto Pontífice con agua bendita y lo incensó.

Al final del funeral del Papa Francisco, según datos oficiales, estuvieron presentes más de 250.000 personas.

El féretro del Santo Padre Francisco fue trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor para su entierro y sepultura.

A lo largo del recorrido desde el Vaticano hasta la Basílica de Santa Maria Maggiore, se estima que unas 150.000 personas estuvieron presentes en el último adiós al Papa Francisco.

Publicamos a continuación la homilía de Su Eminencia Card. Giovanni Battista Re:

***

Homilía de Su Eminencia el Card. Giovanni Battista Re

En esta majestuosa plaza de San Pedro, en la que el Papa Francisco ha celebrado tantas veces la Eucaristía y presidido grandes encuentros a lo largo de estos 12 años, estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe, que nos asegura que la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre, en una vida de felicidad que no conocerá el ocaso.

En nombre del Colegio de Cardenales agradezco cordialmente a todos por su presencia. Con gran intensidad de sentimiento dirijo un respetuoso saludo y un profundo agradecimiento a los Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Delegaciones oficiales venidas de numerosos países para expresar afecto, veneración y estima hacia el Papa que nos ha dejado.

La masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días, después de su paso de esta tierra a la eternidad, nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco.

Su última imagen, que permanecerá en nuestros ojos y en nuestro corazón, es la del pasado domingo, solemnidad de Pascua, cuando el Papa Francisco, a pesar de los graves problemas de salud, quiso impartirnos la bendición desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a esta plaza para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida para la Misa de Pascua.

Con nuestra oración queremos ahora confiar el alma del amado Pontífice a Dios, para que le conceda la felicidad eterna en el horizonte luminoso y glorioso de su inmenso amor.

Nos ilumina y guía la página del Evangelio, en la cual resonó la misma voz de Cristo que interpelaba al primero de los Apóstoles: “Pedro, ¿me amas más que estos?”. Y la respuesta de Pedro fue inmediata y sincera: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Y Jesús le confió la gran misión: “Apacienta mis ovejas” (cf. Jn 21,16-17). Será esta la tarea constante de Pedro y de sus sucesores, un servicio de amor a imagen de Cristo, Señor y Maestro, que «no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mc10,45).

A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió [...]
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Exaudi Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco El Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, preside la misa exequial por el difunto Santo Padre este sábado 26 de abril de 2025 en la Plaza de San…
recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios, recordando la frase de Jesús citada por el Apóstol Pablo: «La felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35)

Cuando el Cardenal Bergoglio, el 13 de marzo de 2013, fue elegido por el Cónclave para suceder al Papa Benedicto XVI, llevaba sobre sus hombros años de vida religiosa en la Compañía de Jesús y, sobre todo, estaba enriquecido por la experiencia de 21 años de ministerio pastoral en la Arquidiócesis de Buenos Aires, primero como Auxiliar, luego como Coadjutor y después, especialmente, como Arzobispo.

La decisión de tomar por nombre Francisco pareció de inmediato una elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su Pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís.

Conservó su temperamento y su forma de guía pastoral, y dio de inmediato la impronta de su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados. Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia.

Con el vocabulario que le era característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas, siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo, ofreciendo una respuesta a la luz de la fe y animando a vivir como cristianos los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como “cambio de época”.

Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia.

Lleno de calidez humana y profundamente sensible a los dramas actuales, el Papa Francisco realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, buscando consolar y alentar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de forma directa e inmediata.

Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de actuar propio de la sensibilidad de hoy, tocó los corazones, tratando de despertar las fuerzas morales y espirituales.

El primado de la evangelización fue la guía de su Pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Una alegría que llena de confianza y esperanza el corazón de todos los que se confían a Dios.

El hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas siempre abiertas. Recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos; una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas.

Innumerables son sus gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados. También fue constante su insistencia en actuar a favor de los pobres.

Es significativo que el primer viaje del Papa Francisco fuera a Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar. En la misma línea fue también el viaje a Lesbos, junto con el Patriarca Ecuménico y el Arzobispo de Atenas, así como la celebración de una Misa en la frontera entre México y Estados Unidos, con ocasión de su viaje a México.

De sus 47 agotadores Viajes Apostólicos quedará especialmente en la historia el de Irak en 2021, realizado desafiando todo riesgo. Esa difícil Visita Apostólica fue[...]
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recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal. Siguió las huellas de su Señor, el buen Pastor, que amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida. Y lo hizo con fuerza y serenidad, cercano a su rebaño, la Iglesia de Dios, recordando…
un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS. Fue también un viaje importante para el diálogo interreligioso, otra dimensión relevante de su labor pastoral. Con la Visita Apostólica de 2024 a cuatro países de Asia-Oceanía, el Papa alcanzó “la periferia más periférica del mundo”.

El Papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino.

Quiso el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, destacando que la misericordia es “es el corazón del Evangelio”.

Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco.

En contraste con lo que definió como “la cultura del descarte”, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad. El tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado con tonos vibrantes. En la Carta encíclica Fratelli tutti quiso hacer renacer una aspiración mundial a la fraternidad, porque todos somos hijos del mismo Padre que está en los cielos. Con fuerza recordó a menudo que todos pertenecemos a la misma familia humana.

En 2019, durante su viaje a los Emiratos Árabes Unidos, el Papa Francisco firmó un documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común”, recordando la común paternidad de Dios.

Dirigiéndose a los hombres y mujeres de todo el mundo, con la Carta encíclica Laudato si’ llamó la atención sobre los deberes y la corresponsabilidad respecto a la casa común. “Nadie se salva solo”.

Frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones, el Papa Francisco elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor de cómo era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica.

“Construir puentes y no muros” es una exhortación que repitió muchas veces y su servicio a la fe como sucesor del Apóstol Pedro estuvo siempre unido al servicio al hombre en todas sus dimensiones.

En unión espiritual con toda la cristiandad, estamos aquí numerosos para rezar por el Papa Francisco, para que Dios lo acoja en la inmensidad de su amor.

El Papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo: “No se olviden de rezar por mí”.

Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza.
La entrada Misericordia y alegría del Evangelio son dos conceptos clave del Papa Francisco se publicó primero en Exaudi.

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Evangelio según San Marcos 16,9-15.

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

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“Papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros”.

Por Fabio Beretta

Ciudad del Vaticano – “El sol de Pascua brilla” en el día en que la Iglesia, y el mundo entero, se despiden del Papa Francisco, el 265º Sucesor de Pedro, fallecido hace seis días. Una muerte iluminada por la alegría de la Resurrección, como lo expresa la inscripción colocada en las últimas horas en el féretro que custodia los restos del Obispo de Roma: «Dum lux Paschae feriam secundam infra Octavam illustrabat, Franciscus, Ecclesiae dilectus Pastor, de hoc mundo migravit ad Patrem». .

Jefes de Estado, monarcas y diplomáticos de todos los rincones del planeta se han congregado en el atrio de la basílica vaticana. Entre ellos, los presidentes Donald Trump y Volodímir Zelensky, quienes, pese a la apretada agenda protocolar, se han reunido brevemente en el interior de la basílica para reanudar el diálogo en torno a la ansiada paz en la atormentada Ucrania, una causa que el Papa Francisco ha defendido incansablemente desde febrero de 2022.

Junto a los líderes mundiales, una multitud de 250.000 fieles ha llenado el inmenso abrazo de la columnata del Bernini. La afluencia ha sido tal que ni siquiera toda la vía de la Conciliación ha logrado contener la marea humana que ha acudido para rendir su último homenaje.

Mientras el féretro del Papa ha sido transportado a hombros y colocado ante el altar, el tañido solemne de la "Gran Campana" de San Pedro ha dado inicio al rito fúnebre.

La celebración de la misa de exequias del Romano Pontífice ha sido presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Durante su homilía -interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los presentes- el Decano ha recordado los momentos más significativos de los doce años de pontificado de Francisco. Se ha detenido en los aspectos esenciales que han marcado su ministerio, subrayando en primer lugar la “primacía de la evangelización”, que –como ha afirmado el cardenal Re- “ha sido la guía de su Pontificado, difundiendo, con una clara impronta misionera, la alegría del Evangelio”, en referencia al título de su primera Exhortación Apostólica, Evangelii gaudium. “Una alegría que llena el corazón de quienes se encomiendan a Dios con confianza y esperanza”, ha añadido.

El Papa Francisco -ha proseguido el cardenal Re- “ha puesto siempre en el centro el Evangelio de la misericordia, subrayando repetidamente que Dios no se cansa de perdonarnos: perdona siempre, sea cual sea la situación de quien pide perdón y vuelve al camino recto. Él quiso el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, destacando que la misericordia es el corazón del Evangelio”.

Y si el Papa Francisco solía concluir sus discursos y encuentros diciendo “No os olvidéis de rezar por mí”, el Cardenal Decano, cerrando su homilía, ha concluido: “Querido Papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como lo hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene alta la antorcha de la esperanza”.

La campana ha vuelto a sonar al final de la celebración, acompañando el traslado del féretro desde el atrio de la basílica vaticana hasta el exterior de Santa Marta, residencia del Papa desde hace doce años. El féretro, colocado en el papamóvil, ha abandonado el Vaticano y, recorriendo la antigua vía Papalis, el camino que solían tomar los Pontífices para ir del Vaticano a San Juan de Letrán, pasando por la vía Merulana, ha llegado a la Basílica de Santa María la Mayor. A lo largo de las calles del centro, 150.000 personas con gran emoción, le han dado su último saludado.

Antes del entierro, el féretro ha sido llevado ante la capilla que[...]
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Exaudi Rito de la inhumación del féretro del Romano Pontífice
La oficina de prensa de la Santa Sede ha informado que “a las 13.00 horas comenzó el rito de la inhumación del féretro del Romano Pontífice. El rito se desarrolló según las prescripciones del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, presidido por el Cardenal Camerlengo, en presencia de los indicados en la correspondiente Notificación de la Oficina de Celebraciones Litúrgicas y de los familiares del Papa difunto, y concluyó a las 13:30”.

Tras la solemne y hermosa Misa de Réquiem, los restos mortales del Papa Francisco fueron trasladados a su lugar de descanso final: la Basílica de Santa María la Mayor. Más de 150.000 personas se alinearon a lo largo de las calles de Roma para despedirlo. El recorrido atravesó lugares emblemáticos de la ciudad eterna, pasando por el Foro Romano y el Coliseo, donde, pocos días antes, el Pontífice había dirigido sus meditaciones del Via Crucis.

A su llegada a Santa María la Mayor, el féretro fue elevado hacia la multitud para un último adiós. Dentro del templo, se detuvo brevemente frente al icono de María Salus Populi Romani, tan venerado por el Papa, antes de ser depositado en el nicho preparado junto a la Capilla Paulina.

A la una de la tarde, comenzó el Rito de la Inhumación, conforme a las prescripciones del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, presidido por el Cardenal Camarlengo Kevin Farrell y en presencia de familiares y autoridades eclesiásticas. La ceremonia concluyó media hora después. El Papa Francisco descansa ahora junto al icono de la Virgen que tanto amó, en una unión que ya no se romperá.





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La entrada Rito de[...]
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Oración y Liturgia 27/04/2025 – Domingo de la 2ª semana de Pascua o de la Divina Misericordia.
PRIMERA LECTURA
Crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16.

Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.

Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.

La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.

Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.

Palabra de Dios.





Sal 117, 2-4. 22-24. 25-27a
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R.

SEGUNDA LECTURA
Estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos.
Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-1 la. 12-13. 17-19.

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía:

«Lo que estás viendo, escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete iglesias».

Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.

Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome:

«No temas; Yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto».

Palabra de Dios.

Aleluya Jn 20, 29
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Porque me has visto, Tomás, has creído – dice el Señor -;
bienaventurados los que crean sin haber visto. R.

EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31.


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los ju[...]
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Oración y Liturgia 27/04/2025 – Domingo de la 2ª semana de Pascua o de la Divina Misericordia. PRIMERA LECTURA Crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor. Lectura del libro de los Hechos de los…
díos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:


«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.
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Oración y Liturgia El perdón que nos renueva
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Parece que Cristo tuviera prisa por hacer llegar a los hombres los frutos de la redención. Y por hacerlos llegar según el plan de Dios: por el envío del Espíritu Santo. El primer fruto de la cruz es el don del Espíritu Santo. Espíritu “que nos ha hecho renacer de nuevo”, que nos trae la vida de Cristo glorificado. Que derrama sobre los hombres la Misericordia del Padre. Cristo no espera a Pentecostés para que los Apóstoles – la Iglesia – reciban de Él semejante poder ¡Perdonar los pecados! ¡Hacerlos desaparecer!

¿Tiene Dios Padre necesidad de la Cruz para perdonar los pecados? ¡Ninguna! ¿Tiene necesidad de enviar el Espíritu Santo para perdonar los pecados? ¡Ninguna! Sin embargo, ha querido elegir un camino, que Cristo sigue en cumplimiento fiel a la voluntad del Padre. ¿Podemos, entonces, nosotros prudentemente buscar otro camino para el perdón de los pecados que el querido por Dios? Recibir los frutos de la resurrección de Cristo es recibir el perdón de los pecados; por el medio que Dios mismo a dispuesto: por el ministerio de su Iglesia en el sacramento de la reconciliación.

La gracia recibida en el sacramento de la reconciliación nos reviste de la vida de Cristo, nos hace “nacer de nuevo”, porque el perdón no es simplemente no tener en cuenta los pecados. Es hacerlos desaparecer. No es que Dios «cierre los ojos», se haga el «despistado», o cubra con un manto nuestros pecados para no verlos. El perdón de Dios consiste en que lo «que es», no sea. El pecado es un acto libre de una persona, que actúa contra la ley de Dios o de la Iglesia, existe, es real, pero el perdón de Dios hace que deje de ser. Sólo existirá en nuestra memoria o en los hábitos que haya generado en cada uno.

Dios ha puesto al mal un límite, a la fuerza del oleaje (cf. Job 38, 11-12) esa compuerta, la cerramos con el sacramento de la confesión. En la confesión sucede algo. No es un rito que haya que cumplir. Hay permanentes vías de entrada de ese mal, por eso necesitamos cerrar una y otra vez. La gracia particular de cada sacramento, en la confesión: luchar mejor contra nuestros pecados, no desfallecer. En este sentido el Papa Francisco nos recordaba que “el confesionario no debe ser una «tintorería». Era un ejemplo, una imagen para dar a entender la hipocresía de cuantos creen que el pecado es una mancha, tan sólo una mancha, que basta ir a la tintorería para que la laven en seco y todo vuelva a ser como antes. Como cuando se lleva una chaqueta o un traje para que le saquen las manchas: se mete en la lavadora y ya está. Pero el pecado es más que una mancha. El pecado es una herida, hay que curarla, medicarla. Por eso usé esa expresión: intentaba evidenciar que ir a confesarse no es como llevar el traje a la tintorería” (Papa Francisco, “El nombre de Dios es Misericordia»)

Una madre no se conforma con no ver los defectos de su hijo, querría – y lo haría si pudiera – transformarle, sanarle. Si tuviera cualquier adicción o vicio, no se conformaría con cerrar los ojos ante la “enfermedad” de su hijo, querría que lo superara, que sanara. La misericordia y el poder de Dios sí pueden curar. En la confesión, no se limita a cerrar los ojos, su gracia nos cura. La gracia renueva al hombre desde dentro, y le convierte de pecador y rebelde en siervo bueno y fiel (cf. Mt 25, 21).


Cuántas veces no habremos dicho: si volviera a empezar de nuevo. Si pudiera hacer que todo empezara ahora ¡Pues podemos en Cristo! Por la fe en Cristo muerto y resucitado porque “todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de nuevo”, porque Cristo no ha venido a anunciar el Reino de Dios, sino a traerlo, h[...]
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Oración y Liturgia El perdón que nos renueva “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Parece que Cristo tuviera prisa por hacer llegar a los hombres los frutos de la redención. Y por hacerlos llegar según el…
acerlo realidad, no ha venido a anunciar el perdón sino a realizarlo, no ha venido a anunciar la Misericordia de Dios, sino a realizarla. No tenemos que esperar a que Dios tenga misericordia con nosotros. Su misericordia se nos ha dado toda en Cristo y nos la entrega en el Espíritu Santo. Podemos vivir una vida nueva y empezar cada día, muchas veces cada día porque quien está “sentado en el trono dijo: —Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El envío del Espíritu Santo no hizo a los Apóstoles impecables, de hecho, después de Pentecostés siguen teniendo debilidades, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe unas cuantas, pero sí les renueva constantemente. De temerosos les hace audaces y valientes, capaces de “dar testimonio con mucho valor”.


Que María, Refugio de los pecadores, nos facilite dejarnos alcanzar por la Misericordia de Dios que se nos regala en su Hijo.
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Oración y Liturgia Zita, santa (c. a. 1216-1276)
Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo, monje; Teodoro, Juan, abades.

De ella se cuentan, además de los rasgos fundamentales que la hicieron santa, multitud de anécdotas y milagros que sucedieron tanto en vida como después de muerta. Bien puede haber entre ellos la base real que justifica el relato agrandado por el cariño de las gentes sumamente comprensible por ser ella una más del pueblo. Y santa, muy santa tuvo que ser la patrona del servicio doméstico.

Canonizar a un mártir es fácil, basta con demostrar que su muerte la causó el odio a fe; canonizar a los papas, obispos, abades, fundadores y reyes, es algo más difícil, porque se precisa demostrar procesalmente su presupuesta santidad y la señal del cielo –el milagro ratificante– y para eso hay que contar con personas, tiempo y dinero. Canonizar a un cura es bastante más complejo, se precisan la santidad del sujeto como en todos los casos y encontrar a alguien que se interese mucho en sacar adelante el largo proceso; es casi tan difícil como canonizar a una madre santa –hay muchas–, a un maestro, o médico de pueblo. Pero canonizar a la criada de toda la vida, a la sirvienta, tiene mucho mérito. Y ya tenía yo ganas de tropezar como hagiógrafo novel con un caso de estos. Zita cumple sobradamente mi deseo y confieso que, desde que escribo su vida en pinceladas, admiro más al servicio doméstico.

El comienzo del siglo XIII la vio nacer en una aldea llamada Monsagridi en una familia pobre de bienes y rica en amor y temor de Dios; comienza a servir –bonita palabra por su contenido– en Lucca a la familia del acomodado Fatineli que vive junto a la iglesia de San Frigidiano. La bondad de los hábitos adquiridos con paciencia y buen humor en la escuela de la familia y el celoso quehacer llevado con alegría y mucho empeño la indispusieron en su trabajo con los otros criados que se ganan el pan cumpliendo sin mucho esfuerzo. Ella trabajó bien y terminó la tarea con primor, los otros pensaron que se esforzaba en demasía y los dejaba mal a ellos. ¿Por qué no se contentaba con hacer lo suficiente para salir del paso? (La envidia siempre es molesta compañera de camino y lo malo es que se encuentra por todas partes y en todo tiempo.) Los colegas mediocres, en su ineptitud, interpretaron mal sus gestos; a la virtud le llamaron soberbia, a la puntualidad, engreimiento; a la presteza, adulación y al sacrificio, remedo; sí, hasta en la piedad maljuzgaron a Zita como hipócrita aspirante al beaterio. Menos mal que Zita supo ser fuerte, se conservó serena, mantuvo el tipo con espíritu alegre y sin quejas.

Otro aspecto que resalta en su vida de servicio a todos es la caridad con el prójimo menos afortunado en salud, trabajo o dinero. De lo suyo –que era poco– dio todo; alargada en la generosidad, de los bienes que sobraban a otros –los superfluos de su dueño– no se paró en mientes para hacer partícipes a los pobres; esto llegó a causarle trastornos con el amo Fatineli que alguna vez vio aminorada su despensa o disminuidos sus graneros. ¿Tenía derecho a hacerlo? ¿Se puede forzar a los otros a dar de lo que les sobra? ¿Es justo dar de lo ajeno? ¿Tendrá algo que ver el derecho a la propiedad con el deber de la propiedad? En la profusión de Zita se entrevé la sisa de Dios, no prevista por la ley, pero que es exigencia del amor ya que la justicia sin misericordia se queda corta y llega a convertirse en injuria.


Quizá los sociólogos predigan –seguro que con poco fundamento– que se aca[...]
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Oración y Liturgia Zita, santa (c. a. 1216-1276) Nuestra Señora de Montserrat. Santos: Pedro Armengol, confesor; Zita, santa Patrona del servicio doméstico; Tertuliano, Antimo, Teófilo, Juan, obispos; Anastasio II, papa; Cástor, Esteban, mártires; Zósimo…
bará en nuestro tiempo el servicio doméstico; incluso hay quien afirma –insensato– que es oficio bajo e indigno. Si aciertan o no en lo primero, ya lo dirá el tiempo; pero el servicio concreto, el de cada uno a los demás, es condición necesaria en la vida ya que, cuando alguien no necesita de otros, está muerto. El servicio es necesario, sí; y no hay servicio indigno ni pequeño.A lo mejor viene bien otro pensamiento. Si el trabajo se hace amando a Dios y al prójimo debe resultar muy bien hecho. En el caso de que esta actitud provocara molestias o conflictos entre los colegas y comenzaran a tildarlo de «perfeccionismo indebido», «falta de espíritu de clase» o «excesivo rendimiento», ¿defendería el sindicato a quien es íntegro y responsable en su empleo?


Gracias, muchas gracias, Zita, por tu ejemplo.
@CatolicosBolivia