"En este Jueves Santo", del Pater Christian Viña
De rodillas, Señor, en tu templo
te imploro, en esta aurora, el Sacerdocio
al que me llamaste, Jesús, en su momento
y renuevas, todo el tiempo, con mi gozo.
Jueves Santo, postrado en tu Sagrario
espero me invites, otra vez, a la gran Cena
a tus pies, con mi ofrenda de Rosario
para sanar tus hijos de su pena.
Sí, a tus pies, y en el último de los puestos
donde pueda mi corazón ser bien sanado
Y aniquilar, contigo, los temores fieros
zambullido en la salud de tu costado.
Y, así, rendido por tu Amor; así curado
puedan mi Cáliz y mi Patena, ya brillantes
ser en tu Corazón muy bien alzados
con manos nuevas, poderosas, muy amantes
Y, así, podré encontrar a tus pies, de nuevo
tu Pecho del que Juan fue la primicia
y erguido en tu Misa; de tu amor prisionero
redoblar, por tu Reino, mi milicia.
La Plata, 17 de abril de 2025.
Jueves Santo. –
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De rodillas, Señor, en tu templo
te imploro, en esta aurora, el Sacerdocio
al que me llamaste, Jesús, en su momento
y renuevas, todo el tiempo, con mi gozo.
Jueves Santo, postrado en tu Sagrario
espero me invites, otra vez, a la gran Cena
a tus pies, con mi ofrenda de Rosario
para sanar tus hijos de su pena.
Sí, a tus pies, y en el último de los puestos
donde pueda mi corazón ser bien sanado
Y aniquilar, contigo, los temores fieros
zambullido en la salud de tu costado.
Y, así, rendido por tu Amor; así curado
puedan mi Cáliz y mi Patena, ya brillantes
ser en tu Corazón muy bien alzados
con manos nuevas, poderosas, muy amantes
Y, así, podré encontrar a tus pies, de nuevo
tu Pecho del que Juan fue la primicia
y erguido en tu Misa; de tu amor prisionero
redoblar, por tu Reino, mi milicia.
La Plata, 17 de abril de 2025.
Jueves Santo. –
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"Viernes Santo" (Acróstico del Pater Christian Viña)
V erdad con apariencia de derrota
I nocencia total trocada en peste
E l Camino de Luz reposa ahora
R uge Vida, en clamorosa muerte.
N o imaginan, ni de lejos, sus verdugos
E l Triunfo ya anunciado, que se acerca
S olo creen en sus vicios muchos
S in futuro, en su corta vida fiera.
A brázame, oh Cristo, en esta hora
N unca, como hoy, tu Cruz yo necesito
T entado de escaparme, con deshonra
O culto en tus Llagas, sos mi auxilio.
La Plata, 18 de abril de 2025.
Viernes Santo. –
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V erdad con apariencia de derrota
I nocencia total trocada en peste
E l Camino de Luz reposa ahora
R uge Vida, en clamorosa muerte.
N o imaginan, ni de lejos, sus verdugos
E l Triunfo ya anunciado, que se acerca
S olo creen en sus vicios muchos
S in futuro, en su corta vida fiera.
A brázame, oh Cristo, en esta hora
N unca, como hoy, tu Cruz yo necesito
T entado de escaparme, con deshonra
O culto en tus Llagas, sos mi auxilio.
La Plata, 18 de abril de 2025.
Viernes Santo. –
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Padre Christian Viña. Cristo Resucitado, piedra angular, sana todas nues...
https://youtube.com/watch?v=79TDDVd71uM&feature=shared
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Padre Christian Viña. Cristo Resucitado, piedra angular, sana todas nuestras grietas (Jn 20, 1-9).
Reflexión para el Domingo de Pascua de Resurrección (La Plata, 20 de abril de 2025). ¡Que Cristo Resucitado los colme de su Paz! ¡Toda la Victoria es del Señor! ¡María Corredentora: ruega por nosotros!
"Pascua de Resurrección" (Acróstico del Pater Christian Viña).
P aso definitivo de la muerte a la Vida
A lcanzado victorioso por Dios – Hombre
S olo en Cruz fue posible tanta dicha
C uando todo parecía derrotar al pobre.
U na vez, y para siempre, el sepulcro fue la lápida
A ngustiosa, sí, pero de un salto
D omingo de mañana, Paz ganada
E n plan de eternidad, muerto lo malo.
R esplandece, ya sin sombras, Sol bien alto
E n espera de aquel Día sin ocaso
S urge el triunfo, opacado por un rato
U rge gozo por pecado sepultado.
R íen sin fin, los que lloraban
R ecorriendo, con angustia, el laberinto
E ncontraron la respuesta que no hallaban
C uando todo parecía cruel abismo.
C antan, pues, y para siempre
I nfinitas legiones de salvados
O ro eterno; ¡el mundo celebre!
N o hay ya muerte; en Él, resucitados.
La Plata, 20 de abril de 2025.
Domingo de Pascua de Resurrección. –
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P aso definitivo de la muerte a la Vida
A lcanzado victorioso por Dios – Hombre
S olo en Cruz fue posible tanta dicha
C uando todo parecía derrotar al pobre.
U na vez, y para siempre, el sepulcro fue la lápida
A ngustiosa, sí, pero de un salto
D omingo de mañana, Paz ganada
E n plan de eternidad, muerto lo malo.
R esplandece, ya sin sombras, Sol bien alto
E n espera de aquel Día sin ocaso
S urge el triunfo, opacado por un rato
U rge gozo por pecado sepultado.
R íen sin fin, los que lloraban
R ecorriendo, con angustia, el laberinto
E ncontraron la respuesta que no hallaban
C uando todo parecía cruel abismo.
C antan, pues, y para siempre
I nfinitas legiones de salvados
O ro eterno; ¡el mundo celebre!
N o hay ya muerte; en Él, resucitados.
La Plata, 20 de abril de 2025.
Domingo de Pascua de Resurrección. –
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"Cristo Resucitado, piedra angular, sana todas nuestras grietas"
(Homilía del padre Christian Viña, en el Domingo de Pascua de Resurrección. La Plata, 20 de abril de 2025).
Hch 10, 34a. 37-43.
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23.
Col 3, 1-4.
Jn 20, 1-9.
Cristo Resucitado, la piedra que desecharon los constructores, ha llegado a ser la piedra angular (Mt 21, 42). En efecto, ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos (Mt 21, 42). La piedra del sepulcro sacada (cf. Jn 20, 1), de la que da testimonio María Magdalena, el primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro (Jn 20, 1), anuncia de forma estruendosa el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte. Si ellos callan, gritarán las piedras (Lc 19, 40), les había anticipado el propio Cristo, una semana antes, el Domingo de Ramos, a algunos fariseos (Lc 19, 40). La gloriosa jornada de la Pascua, el sepulcro vacío grita la victoria de la Roca.
María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba (Jn 20, 2), para darles la noticia. No se autopercibió “empoderada” –como se afirma hoy, desde la ideología pura y dura-; como auténtica discípula, fue a ver al primer Papa. Y siguió el orden jerárquico para que la piedra, sobre la que se edifica la Iglesia (cf. Mt 16, 18), diese testimonio de la Resurrección; y confirmara, así, en la fe, a sus hermanos (cf. Lc 22, 32). De hecho, San Juan corrió junto a San Pedro, y llegó antes (Jn 20, 4); pero no entró (Jn 20, 5) en el sepulcro. Sí lo hizo, a continuación, el Vicario de Cristo, vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte (Jn 20, 6-7). Ambos creyeron, aunque todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos (Jn 20, 9).
La Primera Lectura nos trae, precisamente, cómo San Pedro, da testimonio contundente del Señor: Dios le concedió al Resucitado que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con Él, después de su resurrección (Hch 10, 40-41). Y, como no puede callarse lo que se ha visto y oído (cf. Hch 4, 20, remarca el primer Papa que (Cristo) nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que Él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos (Hch 10, 42). El Resucitado no es fruto de una construcción humana, ni de febriles imaginaciones de los apóstoles; que, como consuelo ante el trágico final de Jesús, inventaron lo de su retorno a la vida… Semejante herejía, derramada arteramente por ciertas exégesis protestantes, encuentra en el propio texto bíblico su contundente refutación: no se puede comer y beber con un muerto, o con un fantasma. Además, todo el tiempo, en la Iglesia, experimentamos la presencia permanente del Señor de la Vida en abundancia (Jn 10, 10). Ningún personaje importante del pasado, que solo quede limitado a los libros de historia, puede hacer ni siquiera un único milagro. La Resurrección, hecho ciertamente histórico, que ocurrió, en Jerusalén, hace 2000 años, está más allá de la mera historia, y es Historia de Salvación; con destino de eternidad. Por eso, en la antífona del Salmo, repetimos: Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él (Sal 117, 24). En verdad, la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular (Sal 117, 22).
San Pablo, en su carta a los cristianos de Colosas, es contundente: Ya que vosotros habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Col 3, 1). No debemos andar por la vida con la cabeza gacha; creyendo, inútilmente, que encontraremos la paz en el suelo. Se trata de tener el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra (Col 3, 2). Nuestra Salvación viene desde lo Alto.
(Homilía del padre Christian Viña, en el Domingo de Pascua de Resurrección. La Plata, 20 de abril de 2025).
Hch 10, 34a. 37-43.
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23.
Col 3, 1-4.
Jn 20, 1-9.
Cristo Resucitado, la piedra que desecharon los constructores, ha llegado a ser la piedra angular (Mt 21, 42). En efecto, ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos (Mt 21, 42). La piedra del sepulcro sacada (cf. Jn 20, 1), de la que da testimonio María Magdalena, el primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro (Jn 20, 1), anuncia de forma estruendosa el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte. Si ellos callan, gritarán las piedras (Lc 19, 40), les había anticipado el propio Cristo, una semana antes, el Domingo de Ramos, a algunos fariseos (Lc 19, 40). La gloriosa jornada de la Pascua, el sepulcro vacío grita la victoria de la Roca.
María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba (Jn 20, 2), para darles la noticia. No se autopercibió “empoderada” –como se afirma hoy, desde la ideología pura y dura-; como auténtica discípula, fue a ver al primer Papa. Y siguió el orden jerárquico para que la piedra, sobre la que se edifica la Iglesia (cf. Mt 16, 18), diese testimonio de la Resurrección; y confirmara, así, en la fe, a sus hermanos (cf. Lc 22, 32). De hecho, San Juan corrió junto a San Pedro, y llegó antes (Jn 20, 4); pero no entró (Jn 20, 5) en el sepulcro. Sí lo hizo, a continuación, el Vicario de Cristo, vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte (Jn 20, 6-7). Ambos creyeron, aunque todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos (Jn 20, 9).
La Primera Lectura nos trae, precisamente, cómo San Pedro, da testimonio contundente del Señor: Dios le concedió al Resucitado que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con Él, después de su resurrección (Hch 10, 40-41). Y, como no puede callarse lo que se ha visto y oído (cf. Hch 4, 20, remarca el primer Papa que (Cristo) nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que Él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos (Hch 10, 42). El Resucitado no es fruto de una construcción humana, ni de febriles imaginaciones de los apóstoles; que, como consuelo ante el trágico final de Jesús, inventaron lo de su retorno a la vida… Semejante herejía, derramada arteramente por ciertas exégesis protestantes, encuentra en el propio texto bíblico su contundente refutación: no se puede comer y beber con un muerto, o con un fantasma. Además, todo el tiempo, en la Iglesia, experimentamos la presencia permanente del Señor de la Vida en abundancia (Jn 10, 10). Ningún personaje importante del pasado, que solo quede limitado a los libros de historia, puede hacer ni siquiera un único milagro. La Resurrección, hecho ciertamente histórico, que ocurrió, en Jerusalén, hace 2000 años, está más allá de la mera historia, y es Historia de Salvación; con destino de eternidad. Por eso, en la antífona del Salmo, repetimos: Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él (Sal 117, 24). En verdad, la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular (Sal 117, 22).
San Pablo, en su carta a los cristianos de Colosas, es contundente: Ya que vosotros habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Col 3, 1). No debemos andar por la vida con la cabeza gacha; creyendo, inútilmente, que encontraremos la paz en el suelo. Se trata de tener el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra (Col 3, 2). Nuestra Salvación viene desde lo Alto.
Exclama San Ambrosio: Cristo es la luz eterna de las almas, ya que para esto lo envió el Padre al mundo, para que, iluminados por su rostro, podamos esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes nos hallábamos impedidos por la oscuridad de este mundo (Comentario al Salmo 43). Y sobre la Pascua, San Hipólito exclama: Prodigio de la virtud divina y obra del poder divino, fiesta verdadera y memorial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasión e inmortalidad que fluye de la muerte. Vida que nace de la tumba y curación que brota de la llaga (Homilía de Pascua). Y el Catecismo de la Iglesia Católica, enseña que: "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44) (n. 640).
Cristo, en todo momento y, muy especialmente hoy, en esta Pascua, nos llama a vivir como resucitados. Y nos hace un apremiante llamado a confiar solamente en Él; el único que puede sanar las grietas de nuestro propio corazón, que nos alejan de Dios, y nos separan de nuestros hermanos. En el sepulcro vacío, dejemos entonces nuestras faltas de fe, de esperanza y de amor. En suma: todo aquello que nos ahoga en tinieblas y en sombras de muerte (Lc 1, 79). Nos lo piden a gritos, incluso, las piedras de quienes atacan a Cristo y su amadísima Iglesia; básicamente, porque no los conocen bien.
El globalismo materialista y contra el Señor que, gracias a Dios, muestra crecientes signos de debilidad, busca imponernos con su nefasta Agenda 2030 un programa macabro contra la Fe, la vida más débil, el matrimonio, la familia, las naciones y los pobres. Y se vale para ello de organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Foro de Davos, y otras de su pelaje, para intentar destruir cualquier vestigio de Dios y de su obra, en toda la faz de la tierra. Frente a ello, centremos nuestra mirada y nuestra acción en la Agenda Jesucristo 2033; para que podamos celebrar, del mejor modo, en ocho años, los dos mil años de la Victoria definitiva del Rey de reyes y Señor de señores (Ap 19, 16). Y, mientras tanto, tomar cada día decisiones claras como católicos. Esta batalla final, que el demonio está dando contra el matrimonio y la familia, y contra el Sacerdocio, exige de nosotros lucidez y coraje. Más que nunca, trabajemos para promover la natalidad en una Argentina que se está despoblando dramáticamente; como consecuencia de funestas políticas, de los diferentes gobiernos. Y para que, en cada Sacerdote, haya un convencido y valiente apóstol de Cristo Rey.
Pidamos, entonces, la intercesión de la Virgen Santísima para que, como piedras vivas, gritemos que el Señor Resucitado está junto a nosotros. Como siempre; todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). –
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Cristo, en todo momento y, muy especialmente hoy, en esta Pascua, nos llama a vivir como resucitados. Y nos hace un apremiante llamado a confiar solamente en Él; el único que puede sanar las grietas de nuestro propio corazón, que nos alejan de Dios, y nos separan de nuestros hermanos. En el sepulcro vacío, dejemos entonces nuestras faltas de fe, de esperanza y de amor. En suma: todo aquello que nos ahoga en tinieblas y en sombras de muerte (Lc 1, 79). Nos lo piden a gritos, incluso, las piedras de quienes atacan a Cristo y su amadísima Iglesia; básicamente, porque no los conocen bien.
El globalismo materialista y contra el Señor que, gracias a Dios, muestra crecientes signos de debilidad, busca imponernos con su nefasta Agenda 2030 un programa macabro contra la Fe, la vida más débil, el matrimonio, la familia, las naciones y los pobres. Y se vale para ello de organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Foro de Davos, y otras de su pelaje, para intentar destruir cualquier vestigio de Dios y de su obra, en toda la faz de la tierra. Frente a ello, centremos nuestra mirada y nuestra acción en la Agenda Jesucristo 2033; para que podamos celebrar, del mejor modo, en ocho años, los dos mil años de la Victoria definitiva del Rey de reyes y Señor de señores (Ap 19, 16). Y, mientras tanto, tomar cada día decisiones claras como católicos. Esta batalla final, que el demonio está dando contra el matrimonio y la familia, y contra el Sacerdocio, exige de nosotros lucidez y coraje. Más que nunca, trabajemos para promover la natalidad en una Argentina que se está despoblando dramáticamente; como consecuencia de funestas políticas, de los diferentes gobiernos. Y para que, en cada Sacerdote, haya un convencido y valiente apóstol de Cristo Rey.
Pidamos, entonces, la intercesión de la Virgen Santísima para que, como piedras vivas, gritemos que el Señor Resucitado está junto a nosotros. Como siempre; todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). –
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"Victoria de Cristo Resucitado, y la adopción de Jazmín", del Pater Christian Viña
Dios me ha regalado, en la mañana de este Sábado Santo, otro de los detalles que, con tanta delicadeza, tiene para nosotros, sus hijos sacerdotes. Son éstas, como sabemos, jornadas muy exigentes; con la sucesión de confesiones, celebraciones litúrgicas y, por supuesto, todos los preparativos para la Vigilia Pascual. Y convivimos con la sensación de que el tiempo se nos escurre; y no alcanzamos a cubrir todas las demandas. El Señor se las ingenia siempre, de cualquier modo, para marcarnos las prioridades. Y dejarnos, también, con la paz de saber que los tiempos son de Él, y no nuestros.
Los sábados, habitualmente, le dedico al hospital la tarde; apostolado que incluye la Santa Misa vespertina, primera del Domingo. Como hoy solo se puede celebrar la Vigilia Pascual en las parroquias y demás templos, aproveché para hacerme una “escapada” a media mañana. Penitentes me aguardaban, antes y después; y, por lo tanto, quise invertir, al menos un rato, con el Señor sufriente en esos hermanos.
Estaba subiendo la escalera cuando una anciana me pidió si podía ir a celebrar un responso a la habitación donde su esposo, Néstor, acababa de fallecer. Muerte y Vida. Pasión y Pascua. Y allí estuvimos los tres: el difunto, su amada esposa (catequista desde hace varias décadas), y un servidor. Y tuvo para nosotros, también, sabor de Calvario; el de la dura agonía del anciano que se asoció, especialmente a Cristo, en sus horas de dolor y muerte.
Me fui a Neonatología para ver a mis hijos (bauticé a varios de los pequeños guerreros que allí luchan por la vida); y disfruté, también, con sus padres, de sus notables mejorías. Y, por supuesto, los invité para la Vigilia Pascual; que se celebrará esta noche, a las diez, en el Carmelo platense. Y vi lágrimas de felicidad en esos jóvenes padres por experimentar, anticipadamente, la victoria de la Pascua. Dios me tenía preparado, de cualquier modo, el premio mayor.
Desde hace varios meses, cada mañana, rezo allí por Jazmín; una niña con síndrome de Down, de tres años, abandonada por sus padres biológicos. Sé que está en lista de adopción; y no deja de conmoverme el especial cuidado con que la tratan médicos, enfermeros, y otros servidores. Hoy, cuando llegué hasta su cuna, me encontré con un matrimonio: Alejandro y Simona, venidos del interior; que, llenos de felicidad, me dijeron que salió la adopción y que, Dios mediante, próximamente, viajarán con su nueva hija hacia la Patagonia, adonde viven. Y, como ocurre en casos como estos, en pocos minutos me contaron brevemente sus vidas: ya tienen hijos mayores, sufrieron mucho por estar alejados, durante años, de la Iglesia; disfrutaron intensamente ser animadores de fiestas para niños con discapacidades; y cómo ven en la pequeña Jazmín la Providencia de Dios y la intercesión de la Virgen de Luján. Oración, bendición y felicitación. Una vez más, el Señor me mostró que jamás se deja ganar en generosidad.
Estaba saliendo de la sala, cuando otros padres, en este caso, primerizos, me dijeron: ¡Padre! ¡Lo estábamos buscando! Queremos bautizar a nuestra hija, que está en incubadora. ¿Cuándo podemos hacerlo? Felicitaciones, brevísima charla preparatoria, y agenda del martes 22, a media mañana, para el Sacramento. Venidos, también, del interior; de esa Argentina profunda que muestra, sin fingimientos, más fe y salud, no ocultaron sus lágrimas cuando les hablé de la Octava de Pascua. Y que este martes es como el Domingo de Pascua. La pequeña se sumergirá con Jesús en su muerte, y renacerá con Él para la Vida en abundancia (Jn 10, 10); en el Día de mayor Luz de toda la Historia.
La "Ferrari", mi baqueteada bicicleta, me aguardaba en la puerta. Antes del mediodía, otros hijos me esperaban para reconciliarse con el Señor. Y nacer de nuevo, por la Sangre Redentora de Cristo. Porque de eso se trata; de muerte y de Vida, de presunta derrota, y la mayor de todas las Victorias.
Dios me ha regalado, en la mañana de este Sábado Santo, otro de los detalles que, con tanta delicadeza, tiene para nosotros, sus hijos sacerdotes. Son éstas, como sabemos, jornadas muy exigentes; con la sucesión de confesiones, celebraciones litúrgicas y, por supuesto, todos los preparativos para la Vigilia Pascual. Y convivimos con la sensación de que el tiempo se nos escurre; y no alcanzamos a cubrir todas las demandas. El Señor se las ingenia siempre, de cualquier modo, para marcarnos las prioridades. Y dejarnos, también, con la paz de saber que los tiempos son de Él, y no nuestros.
Los sábados, habitualmente, le dedico al hospital la tarde; apostolado que incluye la Santa Misa vespertina, primera del Domingo. Como hoy solo se puede celebrar la Vigilia Pascual en las parroquias y demás templos, aproveché para hacerme una “escapada” a media mañana. Penitentes me aguardaban, antes y después; y, por lo tanto, quise invertir, al menos un rato, con el Señor sufriente en esos hermanos.
Estaba subiendo la escalera cuando una anciana me pidió si podía ir a celebrar un responso a la habitación donde su esposo, Néstor, acababa de fallecer. Muerte y Vida. Pasión y Pascua. Y allí estuvimos los tres: el difunto, su amada esposa (catequista desde hace varias décadas), y un servidor. Y tuvo para nosotros, también, sabor de Calvario; el de la dura agonía del anciano que se asoció, especialmente a Cristo, en sus horas de dolor y muerte.
Me fui a Neonatología para ver a mis hijos (bauticé a varios de los pequeños guerreros que allí luchan por la vida); y disfruté, también, con sus padres, de sus notables mejorías. Y, por supuesto, los invité para la Vigilia Pascual; que se celebrará esta noche, a las diez, en el Carmelo platense. Y vi lágrimas de felicidad en esos jóvenes padres por experimentar, anticipadamente, la victoria de la Pascua. Dios me tenía preparado, de cualquier modo, el premio mayor.
Desde hace varios meses, cada mañana, rezo allí por Jazmín; una niña con síndrome de Down, de tres años, abandonada por sus padres biológicos. Sé que está en lista de adopción; y no deja de conmoverme el especial cuidado con que la tratan médicos, enfermeros, y otros servidores. Hoy, cuando llegué hasta su cuna, me encontré con un matrimonio: Alejandro y Simona, venidos del interior; que, llenos de felicidad, me dijeron que salió la adopción y que, Dios mediante, próximamente, viajarán con su nueva hija hacia la Patagonia, adonde viven. Y, como ocurre en casos como estos, en pocos minutos me contaron brevemente sus vidas: ya tienen hijos mayores, sufrieron mucho por estar alejados, durante años, de la Iglesia; disfrutaron intensamente ser animadores de fiestas para niños con discapacidades; y cómo ven en la pequeña Jazmín la Providencia de Dios y la intercesión de la Virgen de Luján. Oración, bendición y felicitación. Una vez más, el Señor me mostró que jamás se deja ganar en generosidad.
Estaba saliendo de la sala, cuando otros padres, en este caso, primerizos, me dijeron: ¡Padre! ¡Lo estábamos buscando! Queremos bautizar a nuestra hija, que está en incubadora. ¿Cuándo podemos hacerlo? Felicitaciones, brevísima charla preparatoria, y agenda del martes 22, a media mañana, para el Sacramento. Venidos, también, del interior; de esa Argentina profunda que muestra, sin fingimientos, más fe y salud, no ocultaron sus lágrimas cuando les hablé de la Octava de Pascua. Y que este martes es como el Domingo de Pascua. La pequeña se sumergirá con Jesús en su muerte, y renacerá con Él para la Vida en abundancia (Jn 10, 10); en el Día de mayor Luz de toda la Historia.
La "Ferrari", mi baqueteada bicicleta, me aguardaba en la puerta. Antes del mediodía, otros hijos me esperaban para reconciliarse con el Señor. Y nacer de nuevo, por la Sangre Redentora de Cristo. Porque de eso se trata; de muerte y de Vida, de presunta derrota, y la mayor de todas las Victorias.