Recuerdo de nuestra Iglesia platense: estampa de la Ordenación Sacerdotal y Primera Misa del padre Juan de Dios Sormani, en mayo de 1914. ¡Gracias, Señor, por tus Sacerdotes! ¡Dadnos sabiduría y coraje para serte fieles, hasta morir en la raya. ¡Reformadores y no demoledores!
Padre Christian Viña. Que el Señor mande muchos y santos sacerdotes, se...
https://youtube.com/watch?v=LjBbR0oDyIw&feature=shared
https://youtube.com/watch?v=LjBbR0oDyIw&feature=shared
YouTube
Padre Christian Viña. Que el Señor mande muchos y santos sacerdotes, según su Sagrado Corazón.
Reflexión para el Domingo Cuarto de Pascua (Jn 10, 27-30) (11 de mayo de 2025).
¡Dadnos, Señor, sacerdotes santos! ¡María, Madre de los sacerdotes: ruega por nosotros!
¡Dadnos, Señor, sacerdotes santos! ¡María, Madre de los sacerdotes: ruega por nosotros!
Bella oración a la Virgen Santísima, compuesta por el Papa Pío XII, de felicísima memoria. Muy oportuna en esta hora crucial de la Iglesia y de Argentina. ¡Nuestra Señora de Luján: ruega por nosotros y por nuestra Patria!
Oración a la Virgen de Luján de quien fuera Arzobispo de La Plata, Monseñor Francisco Alberti. Estaba empeñado en construir nuevos templos, para anunciar a Cristo, y frenar el avance "del poder de las tinieblas en forma de herejía, de espiritismo, de comunismo y de liberalismo".
Bella oración a la Virgen de Luján de Monseñor Francisco Alberti, quien fuera Arzobispo de La Plata, fallecido en olor de santidad. ¡Riqueza de la Iglesia y de la Patria! ¡Gracias, Señor, por tus pastores fieles, según tu Sagrado Corazón!
"Que el Señor mande muchos y santos sacerdotes, según su Sagrado Corazón"
(Homilía del padre Christian Viña, en el Domingo Cuarto de Pascua.
La Plata, 11 de mayo de 2025).
Hch 13, 14. 43-52.
Sal 99, 1b-3. 5.
Ap 7, 9. 14b-17.
Jn 10, 27-30.
Jesús, único Rey y Señor de la Iglesia, y de la Historia, da Vida eterna (Jn 10, 28) a sus ovejas. Y ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará (Jn 10, 28) de sus manos. Él es el Buen Pastor, que da la Vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11. 15). Y que sigue llamando, todo el tiempo, obreros a su mies (cf. Mt 9, 37. Lc 10, 2). Oremos, pues, con insistencia, para que el Señor nos mande muchos y santos sacerdotes. Las necesidades cada vez son más grandes; y, aquí y allá, se hace sentir la falta de trabajadores en la Viña del Señor.
Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen (Jn 10, 27). Él no es un extraño; ni un mercenario, ni un vividor de su rebaño. Él ha comprado a sus ovejas al precio de su propia Sangre. No pagó por ellas con sus sobras. A jornal de Gloria no hay salario grande (cf. Liturgia de las Horas. Himno de Vísperas). Nunca será mucho lo que podamos devolverle.
La Primera Lectura, de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra la hostilidad que sufrieron Pablo y Bernabé, por parte de los judíos, en la sinagoga de Antioquía de Pisidia. Y cómo, ante esos ataques, su reacción fue contundente: “A vosotros debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos” (Hch 13, 46). El mismo Señor así lo ha ordenado: “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra” (Hch 13, 47). Somos su pueblo y ovejas de su rebaño (Sal 99, 3), repetimos en la antífona del Salmo. Él nos hizo y a Él pertenecemos (Sal 99, 3). No tengamos miedo. Él está siempre.
El Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos (Ap 7, 17), escuchamos del libro del Apocalipsis, en la Segunda Lectura. Allí, en las fuentes de la salvación (Is 12, 3), somos saciados de la sed de felicidad.
Afirma San Juan Crisóstomo: Los fieles honren aun a los malos sacerdotes en razón de los buenos, para que no sean despreciados los buenos por los malos: pues mejor es favorecer, aunque sea injustamente, a los malos, que quitar lo que sea justo a los buenos (En Catena Áurea). Y San Juan Pablo II, advierte: El servicio del sacerdote no es el del médico, del asistente social, del político o del sindicalista. En ciertos casos, tal vez, el cura podrá prestar, quizá de manera supletoria, esos servicios, y en el pasado los prestó de forma muy notable. Pero hoy, esos servicios son realizados adecuadamente por otros miembros de la sociedad… Es en el campo de las almas, de sus relaciones con Dios y de su relación interior con sus semejantes, donde el sacerdote tiene una función especial que desempeñar. (Homilía del 2 de julio de 1980). Estemos muy atentos al cuidado de nuestra identidad sacerdotal.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir, del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al Evangelio y que pueden dañar, por consiguiente, a la fecundidad apostólica de la Iglesia (n. 1550). Pidamos, intensamente, al Señor por nuestra fidelidad.
(Homilía del padre Christian Viña, en el Domingo Cuarto de Pascua.
La Plata, 11 de mayo de 2025).
Hch 13, 14. 43-52.
Sal 99, 1b-3. 5.
Ap 7, 9. 14b-17.
Jn 10, 27-30.
Jesús, único Rey y Señor de la Iglesia, y de la Historia, da Vida eterna (Jn 10, 28) a sus ovejas. Y ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará (Jn 10, 28) de sus manos. Él es el Buen Pastor, que da la Vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11. 15). Y que sigue llamando, todo el tiempo, obreros a su mies (cf. Mt 9, 37. Lc 10, 2). Oremos, pues, con insistencia, para que el Señor nos mande muchos y santos sacerdotes. Las necesidades cada vez son más grandes; y, aquí y allá, se hace sentir la falta de trabajadores en la Viña del Señor.
Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen (Jn 10, 27). Él no es un extraño; ni un mercenario, ni un vividor de su rebaño. Él ha comprado a sus ovejas al precio de su propia Sangre. No pagó por ellas con sus sobras. A jornal de Gloria no hay salario grande (cf. Liturgia de las Horas. Himno de Vísperas). Nunca será mucho lo que podamos devolverle.
La Primera Lectura, de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra la hostilidad que sufrieron Pablo y Bernabé, por parte de los judíos, en la sinagoga de Antioquía de Pisidia. Y cómo, ante esos ataques, su reacción fue contundente: “A vosotros debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos” (Hch 13, 46). El mismo Señor así lo ha ordenado: “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra” (Hch 13, 47). Somos su pueblo y ovejas de su rebaño (Sal 99, 3), repetimos en la antífona del Salmo. Él nos hizo y a Él pertenecemos (Sal 99, 3). No tengamos miedo. Él está siempre.
El Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos (Ap 7, 17), escuchamos del libro del Apocalipsis, en la Segunda Lectura. Allí, en las fuentes de la salvación (Is 12, 3), somos saciados de la sed de felicidad.
Afirma San Juan Crisóstomo: Los fieles honren aun a los malos sacerdotes en razón de los buenos, para que no sean despreciados los buenos por los malos: pues mejor es favorecer, aunque sea injustamente, a los malos, que quitar lo que sea justo a los buenos (En Catena Áurea). Y San Juan Pablo II, advierte: El servicio del sacerdote no es el del médico, del asistente social, del político o del sindicalista. En ciertos casos, tal vez, el cura podrá prestar, quizá de manera supletoria, esos servicios, y en el pasado los prestó de forma muy notable. Pero hoy, esos servicios son realizados adecuadamente por otros miembros de la sociedad… Es en el campo de las almas, de sus relaciones con Dios y de su relación interior con sus semejantes, donde el sacerdote tiene una función especial que desempeñar. (Homilía del 2 de julio de 1980). Estemos muy atentos al cuidado de nuestra identidad sacerdotal.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir, del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al Evangelio y que pueden dañar, por consiguiente, a la fecundidad apostólica de la Iglesia (n. 1550). Pidamos, intensamente, al Señor por nuestra fidelidad.
Según las últimas estadísticas oficiales de la Iglesia (publicadas en 2024), somos apenas, en todo el mundo, un poco más de 407.000 sacerdotes. Si se tiene en cuenta que hay, en todo el planeta, casi 1.400.000.000 de católicos, y aproximadamente 8.000.000.000 de personas, eso hace un sacerdote cada 3.400 católicos, y uno cada casi 20.000 habitantes del mundo. ¡Son cifras muy preocupantes! Por otra parte, si tenemos en cuenta el número de sacerdotes ancianos, enfermos o retirados por distintas razones del “servicio activo” –más allá del mérito de sus sufrimientos ofrecidos, para el bien del Cuerpo Místico del Señor-, el número desciende muy significativamente. Y eso se va notando, incluso, en países que en otros tiempos tuvieron florecimiento de vocaciones. Ni qué hablar en Argentina; donde, por distintos motivos, jamás hubo abundancia de sacerdotes.
Múltiples, y muy variadas, son las causas de la sequía vocacional. Entre ellas, se pueden destacar: el desplome dramático de la natalidad; la descristianización sistemática, iniciada con el protestantismo y dramáticamente agudizada en las últimas décadas; los ataques constantes del marxismo, el globalismo y demás ideologías anticristianas; el pertinaz lavado de cerebro de los medios y las redes a esta generación, llamada “de cristal”; y el desprecio de todo lo que signifique heroísmo, capacidad de renuncia y lucha por los bienes arduos. Y, también -es muy doloroso decirlo-, los escándalos y la falta de testimonio de ciertos eclesiásticos. Jamás será demasiada la penitencia que hagamos para reparar algo de tanto daño.
Puede verse, de cualquier modo, cómo en contextos donde la Iglesia es especialmente perseguida, y la sangre de mártires la nutre, todo el tiempo, de nuevos católicos, hay un crecimiento notable en el número de los llamados al Sacerdocio. Un ejemplo claro es en Flores, Indonesia; el país con el mayor número (203.000.000) de musulmanes del mundo. Allí, en esa isla, de 13.500 km2, y casi 1.900.000 habitantes, está el Seminario diocesano más numeroso del mundo, con 904 seminaristas. Superó, incluso, al de Guadalajara, en México, con casi 900. Se observa, igualmente, que las diócesis y congregaciones más exigentes; que se empeñan en enseñar y vivir de acuerdo con la ortodoxia y la Tradición de la Iglesia, son bendecidas con creciente número de candidatos. O sea: una de las claves está en proponerles a los futuros seminaristas un Evangelio sin concesiones; con un perfil sacerdotal claro y sin ambigüedades, arraigado en la sana doctrina y santidad de vida. No se busca el Sacerdocio para ser líder de una organización “filantrópica” y materialista; ni, mucho menos, puntero político.
El Buen Pastor sigue llamando varones bien viriles, que busquen, a fondo, la gloria de Dios y la salvación de las almas. Y que pongan en juego, para ello, su propia vida. ¡Que la Virgen Santísima interceda por una nueva generación de vocaciones sólidas, ancladas en el heroísmo y sed de martirio!
-----------------------
Múltiples, y muy variadas, son las causas de la sequía vocacional. Entre ellas, se pueden destacar: el desplome dramático de la natalidad; la descristianización sistemática, iniciada con el protestantismo y dramáticamente agudizada en las últimas décadas; los ataques constantes del marxismo, el globalismo y demás ideologías anticristianas; el pertinaz lavado de cerebro de los medios y las redes a esta generación, llamada “de cristal”; y el desprecio de todo lo que signifique heroísmo, capacidad de renuncia y lucha por los bienes arduos. Y, también -es muy doloroso decirlo-, los escándalos y la falta de testimonio de ciertos eclesiásticos. Jamás será demasiada la penitencia que hagamos para reparar algo de tanto daño.
Puede verse, de cualquier modo, cómo en contextos donde la Iglesia es especialmente perseguida, y la sangre de mártires la nutre, todo el tiempo, de nuevos católicos, hay un crecimiento notable en el número de los llamados al Sacerdocio. Un ejemplo claro es en Flores, Indonesia; el país con el mayor número (203.000.000) de musulmanes del mundo. Allí, en esa isla, de 13.500 km2, y casi 1.900.000 habitantes, está el Seminario diocesano más numeroso del mundo, con 904 seminaristas. Superó, incluso, al de Guadalajara, en México, con casi 900. Se observa, igualmente, que las diócesis y congregaciones más exigentes; que se empeñan en enseñar y vivir de acuerdo con la ortodoxia y la Tradición de la Iglesia, son bendecidas con creciente número de candidatos. O sea: una de las claves está en proponerles a los futuros seminaristas un Evangelio sin concesiones; con un perfil sacerdotal claro y sin ambigüedades, arraigado en la sana doctrina y santidad de vida. No se busca el Sacerdocio para ser líder de una organización “filantrópica” y materialista; ni, mucho menos, puntero político.
El Buen Pastor sigue llamando varones bien viriles, que busquen, a fondo, la gloria de Dios y la salvación de las almas. Y que pongan en juego, para ello, su propia vida. ¡Que la Virgen Santísima interceda por una nueva generación de vocaciones sólidas, ancladas en el heroísmo y sed de martirio!
-----------------------