Finalmente, visité la pirámide de Cuicuilco, justo después del equinoccio de primavera del 2025. Las energías estaban intensificadas. Ahí también vi seres de la naturaleza que me observaban con curiosidad. Aunque no interactuaron, sentí una conexión con el lugar.
En todos estos sitios, varios seres se acercaban a mí. Algunos eran buenos, muy pocos eran hostiles, y se alejaban rápido. La mayoría no eran ni buenos ni malos, solo mostraban curiosidad y cierta desconfianza. Al final, varios de ellos me compartieron mensajes. Eran seres antiguos, portadores de la historia de esos lugares. Sus formas eran extrañas: algunos con rasgos de insectos o animales combinados con partes humanoides, todos de distintos tamaños, a veces incluso aterradores.

La noche después de visitar la pirámide de Cuicuilco, al intentar dormir, entré en un trance. Cerré los ojos y vi un túnel de luces que se movían rápidamente. De pronto, me encontré frente a una de las montañas más altas del sur de la Ciudad de México. Ahí estaban los mismos seres que vi en Cuicuilco.

La montaña comenzó a temblar. La tierra y los árboles se movían como si algo gigantesco emergiera desde adentro. Entonces apareció la cabeza colosal de un dragón verde opaco, cuya piel parecía formada por árboles y rocas. Su rostro era el de un ser milenario, imponente. Me miraba fijamente.

Me dio miedo. Su presencia era abrumadora. Escuché su voz en mi mente. Era grave y profunda. Me dio la bienvenida y se presentó, diciendo que me estaban esperando. Sabía quién era yo. Me dijo que había llegado el momento de transmitir el mensaje. Su mente se conectó con la mía, y vi una corriente de imágenes, información y palabras pasar como rayos. Sentí una energía desbordante y mi cabeza parecía a punto de estallar.
Perdí la conciencia.
Después de eso, seguí recibiendo información, pero mi cuerpo ya no podía soportarlo. Me bloqueé. No podía recordar nada. Cada vez que intentaba hacerlo, sentía un choque en la cabeza y un dolor intenso. Estuve así todo abril. Aun así, seguía viendo al dragón en visiones. Sabía que era un mensajero importante. Pero en lugar de recordar, me sentía cada vez más agotada y bloqueada. Mi energía fluctuaba. Viví momentos de frustración, malestar y confusión.
Para empeorar las cosas, comencé a ser atacada por dos entidades oscuras, que también afectaron a mi familia y a mi hogar. Llegué a un punto de quiebre total. Entonces, empecé a cuestionar todo. Pedí respuestas a los seres con los que ya había contactado: Hamingja, Kalki, Durga, Shiva y Krishna.

Hubo algunas preguntas que le hice repetidamente a varios Dioses, pero especialmente a Hamingja. Lo hacía movida por una fuerte incertidumbre y frustración, sin saber que, al final, obtendría mucho más que simples respuestas.

Cuestionaba constantemente nuestro propósito, nuestra existencia y nuestra presencia en este planeta, más allá del camino individual de aprendizaje y evolución que cada uno sigue. Había dentro de mí una fuerza que me impulsaba a insistir con esas preguntas. En su momento, incluso me parecían algo ingenuas o repetitivas, pero ahora entiendo que no era casualidad. Los seres de luz esperaban que llegara a ese punto de cuestionamiento, pues era el inicio de una revelación más profunda. A través de los mensajes enviados por aquellos mensajeros místicos, comenzaron a llegar las respuestas… y con ellas, una valiosa información que me ayudaría a comprender el panorama completo.

Seguía viendo seres, algunos de la naturaleza, otros no. La incertidumbre crecía. Finalmente, decidí tomarme un descanso. Sentía que perdería la cordura si continuaba.
Afortunadamente, nunca estuve sola. Siempre estuve protegida y, sobre todo, guiada. Me fueron entregadas las herramientas necesarias para enfrentar lo que estaba viviendo, comprenderlo e interpretarlo.

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Poco a poco fui recuperándome, pero lo más importante fue que logré calmar mi mente. Toda esa energía e información que había en mi interior comenzó a ordenarse, a asentarse. Con el tiempo, alcancé una calma profunda, un silencio absoluto. Ese estado de quietud me permitió encontrar un equilibrio sano, y desde ahí, poco a poco, los recuerdos comenzaron a regresar.
De pronto, reconecté con todo. Con los seres de la naturaleza, con los lugares que había visitado, con los seres de luz y los dioses a los que había cuestionado. Comprendí que nunca estuve separada de ellos. Siempre estuve conectada, no solo con ellos, sino también con la Tierra y el universo.

El tiempo se detuvo. Me hallaba suspendida en un punto fuera del espacio y del tiempo, unida al Todo. Vi raíces de luz que se entrelazaban unas con otras, formando una red viva que conectaba cada ser, cada lugar, cada alma. En el centro, yo era como un árbol de luz, irradiando y recibiendo. A lo lejos, podía ver a mis ancestros, a seres que ya conocía, a otros que había visto en visiones, e incluso a aquellos que aún no había encontrado en esta vida. Todos estaban conectados. Todos éramos parte de lo mismo.

En ese estado, los recuerdos llegaron de golpe. Fue abrumador e increíble al mismo tiempo. Recordé todo lo que me había transmitido el dragón de la montaña. Él me mostró el pasado… y parte del futuro. Y todo cobró sentido.
Vi un tiempo antiguo, cuando todas las especies y formas de vida coexistían en armonía, sin fronteras, sin odio, sin deseos de poder. Vi que quienes construyeron la pirámide de Cuicuilco fueron los mismos que crearon Teotihuacán y muchas otras estructuras sagradas en distintas partes del mundo. Ellos no eran de aquí. Venían de las estrellas. Trajeron consigo un conocimiento vasto y profundo.

Curiosamente, reconocí que eran los mismos seres que había visto en mi visión en Teotihuacán: todos medían más de dos metros. Algunos tenían la piel azul, otros eran arios, y también los había de piel negra. Ellos construyeron la pirámide de Cuicuilco mucho antes que la de Teotihuacán.

Vi que la época de Teotihuacán coincidía con la era de la Atlántida. En aquel tiempo, aún reinaba la armonía en muchas partes del mundo. Existían ciudades sagradas distribuidas por todo el planeta, donde diversas razas y formas de vida convivían en conciencia y unidad.
Pero a medida que la Atlántida se acercaba a su final, muchas de estas ciudades comenzaron a caer en manos de los oscuros. Fue entonces que, entre las distintas razas y especies que aún resistían, muchas fueron reunidas en Teotihuacán por los viajeros de las estrellas, quienes sabían lo que estaba por acontecer. Ellos sabían que un nuevo mundo surgiría, completamente distinto y opuesto al que conocían.

La intención era unir fuerzas y comenzar a ejecutar un plan que ya había sido concebido. Un plan que les permitiría saber qué hacer antes, durante y después de esa gran caída, pues comprendían que dicho evento marcaría un cambio profundo en la historia de la humanidad y del planeta.

Ellos podían ver más allá del tiempo. Conocían el futuro, incluso hasta el día de hoy… y más allá. Fue entonces cuando comenzaron a trazar su estrategia: distribuyeron tareas, misiones y roles específicos a diferentes almas. Muchas razas y seres participaron (y aún participan) de este gran propósito, cada uno con una función única.

Algunos decidieron quedarse en la Tierra, llevando una vida aparentemente normal sobre la superficie. Otros se internaron bajo tierra. Algunos más entraron en un sueño profundo, resguardados en lugares ocultos. Y muchos otros partieron de la Tierra. Todos con tareas distintas, pero con un objetivo común: prepararse y esperar el momento del despertar en la Tierra.

Dejaron mensajes, señales e instrucciones para seres que habitarían la Tierra miles de años después. Y ahí entramos nosotros. Porque nada es casualidad. Todo ha sido cuidadosamente planeado.

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Como mencioné antes, cuando llegaron los viajeros estelares lograron levantar ciudades enteras, compartir conocimientos avanzados y transmitir enseñanzas basadas en la evolución, el amor y la unidad. Crearon un mundo donde reinaba la armonía, sin importar la raza, la apariencia o el nivel evolutivo. No solo coexistían humanos y animales, sino también seres místicos, entidades de la naturaleza y muchas otras razas desconocidas, incluso provenientes de otros planetas.

Había una conexión directa entre dimensiones, entre el mundo astral y el mundo material. Seres y humanos podían moverse libremente entre ambos planos, ya fuera en su cuerpo físico o en su cuerpo astral. Todo ser tenía activos ambos cuerpos, en equilibrio y armonía. Era posible habitar y experimentar simultáneamente en ambas realidades, manifestar lo espiritual en lo material y viceversa, incluso podían viajar entre otras dimensiones.
La diversidad era inmensa, pero todos vivían como iguales, guiados por el respeto y el amor mutuo. Así lograron mantener esa convivencia en paz durante cientos de años.
Con el tiempo comenzaron a surgir seres regresivos, algo inevitable en todo proceso evolutivo. Todo ciclo tiene un punto de inflexión, y la Tierra, junto con sus habitantes, no fue la excepción.

Estos seres introdujeron la división y el caos mediante el odio, la envidia, el miedo, la manipulación y la parasitación. Poco a poco, fragmentaron ciudades, comunidades, razas y especies enteras. Corrompieron el conocimiento que los viajeros estelares habían entregado, y se apropiaron de sus herramientas para usarlas en su propio beneficio.
Así transformaron el mundo: instauraron un nuevo imperio basado en la separación y el odio. La caída de la Atlántida no fue para ellos una pérdida, sino una oportunidad. Aprovecharon el colapso para reescribir la historia a su conveniencia, borrar el pasado y moldear un nuevo orden.

A partir de entonces, separaron oficialmente a los humanos de los seres místicos, y lo espiritual de lo material, una división y barrera significativa entre ambos mundos y otras dimensiones. Redujeron la sabiduría ancestral a simples "cuentos de hadas", fantasías sin valor, o herejías propias de mentes perturbadas. Sembraron miedo, escepticismo y negación, bloqueando nuestras capacidades naturales para percibir y comunicarnos con esos otros planos y seres.

Así fuimos perdiendo la conexión con ese mundo, con los seres que lo habitan, e incluso con partes esenciales de nuestro propio ser. Nuestros dones innatos, vinculados a energías astrales, fueron poco a poco reprimidos o desconectados. Del otro lado, los oscuros también lograron que muchos seres de la naturaleza, místicos o de otras dimensiones, comenzaran a vernos con desconfianza, recelo e incluso odio, eligiendo ocultarse y cortar sus lazos con nosotros.

Desde entonces, han trabajado sin descanso. Imperio tras imperio, han esclavizado, limitado, dividido y contaminado. Han impuesto barreras de todo tipo, impidiendo que nos reconozcamos como iguales. Pero su verdadero objetivo siempre ha sido el ser humano, porque saben del gran poder que habita en nuestra especie, un poder que, si despierta, representa una amenaza real para ellos. No temen otra cosa más que la verdadera naturaleza del ser humano.

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Por eso han hecho todo lo posible por separarnos: no solo entre nosotros como humanidad, sino también de los demás seres que habitan este planeta. Han cerrado puertas, fragmentado al planeta hasta el punto de que hoy estamos divididos incluso dentro de nuestras propias razas. Esa desunión les ha otorgado el control que tienen ahora sobre la Tierra.
Una vez comprendida la información anterior —tan vital para entender el mensaje que me fue transmitido por Hamingja, los dos dragones verdes y las múltiples conexiones con seres y energías antiguas, tanto de la naturaleza como del astral— es momento de compartir lo que me fue revelado. Este mensaje está dirigido, principalmente, a los mensajeros del alba, pero también a la humanidad entera y a todo ser dispuesto a escuchar. Porque este llamado es para el bien de todos.

Una de las claves más poderosas para esta fase final del Kali Yuga, y esencial para rebelarnos contra la oscuridad y alcanzar la victoria, es la unión. No solo entre humanos, sino entre todas las formas de vida que habitan este planeta en sus múltiples dimensiones. Es momento de volver a esa unidad ancestral sembrada por los viajeros estelares: una fusión de fuerza, sabiduría y amor. Debemos reconocernos como parte de un mismo Todo. Y con esto no me refiero únicamente a la unión entre seres humanos, sino también a la conexión profunda con todas las demás formas de vida. Es momento de despertar y aceptar que no estamos solos, que existen otros seres que han habitado esta Tierra desde hace cientos o incluso miles de años, y que —al igual que nosotros— aún la habitan.
La naturaleza está viva. Los animales, los elementos, los seres místicos… todos son habitantes legítimos de este mundo. Necesitamos darnos la oportunidad de conectar conscientemente con la naturaleza: observarla, sentirla, escucharla. Conectar con ella desde nuestra esencia más profunda, enraizarnos a ella.

Todos desean lo mismo que nosotros: paz, libertad, el reencuentro con su esencia y su hogar. Ellos, al igual que nosotros, también han sido esclavizados, marginados, olvidados, inclusive parasitados. Sufren como nosotros. Sienten, como nosotros. Y al conocerlos y reconocerlos de cerca, desde el alma y el corazón, he visto que no somos tan distintos: también cargan heridas, frustración, tristeza, esperanza… También buscan evolucionar y liberarse. Porque, sin importar nuestras formas o caminos evolutivos, al final todos somos movidos por el mismo flujo infinito.

Es tiempo de despertar a esa conexión Todos tenemos esta capacidad —sobre todo los humanos— gracias a nuestros cuerpos inteligentes, que danzan en armonía con la gran corriente del universo. Con nuestros cuerpos receptivos y una peculiar mezcla genética de múltiples razas estelares, tenemos una capacidad única de empatía y conexión. Si queremos vencer, debemos unir fuerzas, dejando atrás el orgullo, el miedo, el odio y la ignorancia. No somos los únicos que desean liberarse de las cadenas de oscuridad; no somos los únicos que luchan por recordar quienés son y cuál es su propósito.

Y es por eso que todas las formas de vida coinciden. Conectan. Sienten de manera similar. Todos —de forma consciente o inconsciente— buscamos lo mismo: aprender, crecer, evolucionar, liberarnos. Por supuesto, cada uno con sus razones, con sus caminos y objetivos… pero también con compañía y ayuda.

Es curioso cómo, al mirar a un ser humano, a un ser de la naturaleza o del astral, los veo por igual. Al final, todos me hacen sentir lo mismo: una profunda admiración, un amor infinito, una empatía que me parte el alma.

En todos veo lo mismo: heridas, cicatrices, dolor… pero también virtudes, amor, gozo. Todos tenemos luz y sombra. Cosas que mejorar, que soltar y también que abrazar.
Ha llegado el momento de regresar a esa unidad sagrada. Porque solo a través de ella encontraremos lo que realmente buscamos. Y además, construiremos una fuerza tan grande, tan imparable, que nada ni nadie podrá romperla.

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Esta es una de las herramientas más poderosas que nuestros guías, los Viajeros Estelares, nos están recordando y ofreciendo.

En este proceso surgirán almas cuya misión es facilitar esta unión, seres que han venido de diferentes partes del universo para ayudar al planeta Tierra y a sus habitantes. Almas viajeras, intermediarios entre dimensiones, entre lo terrenal y lo astral.
Esto no será una tarea fácil, ya que tomará tiempo, esfuerzo y voluntad. No todos estarán dispuestos a ceder, siquiera a escuchar: aún hay mucho orgullo, odio e ignorancia entre razas. Habrá quienes se muestren indiferentes o incrédulos.

Aquí es donde entran estos seres con este rol tan importante, que cortará de raíz todas estas barreras, pensamientos, sentimientos y creencias que nos limitan y dividen.
Ellos son los Mensajeros del Alba, los que están en unidad directa con el quinto elemento. No son completamente humanos. Son almas viajeras que van y vienen por el universo, encarnando en cuerpos materiales con la misión de transmitir los mensajes del universo de forma directa, a través de vínculos reales y profundos.

Su función es crear puentes sólidos y fuertes entre especies, entre planos, entre mundos. Tienen la capacidad de sentir profundamente y de reconocer en su totalidad a cada ser, de comunicarse con facilidad desde la empatía con cualquier forma de vida, y de unir desde el corazón. Han sido capaces de unir familias, grupos, razas… incluso naciones enteras.
Son como el yin y el yang: habitan múltiples mundos y dimensiones a la vez, están unidos con el Todo. Llevan el universo a la Tierra y la Tierra al universo. Son semillas estelares, que siembran donde van la semilla del Ser Total: aquel que está en comunión con el Todo, capaz de expandirse y tocar lo más profundo de muchas almas.
No pertenecen a una raza específica: son energía viva, con almas cargadas de información, consciencia y sabiduría que han ido acumulando en sus múltiples viajes, vidas y cuerpos.
Muchos de ellos están ahora en la Tierra, viviendo vidas humanas. Parecen personas comunes, pero vibran en otra frecuencia. Desde que llegaron, su energía ya comenzó a actuar.

Su misión es conectar profundamente con el ser humano: conocerlo, comprender cómo piensa, qué desea, cómo siente. Para eso, deben vivir completamente una experiencia humana: cometer errores, tener apegos, amar, sufrir.

Al mismo tiempo, conectan con otros planos: con los animales, las plantas, los seres místicos, espirituales, con seres de otras dimensiones, transitando también con sus cuerpos astrales. De esta manera, adquieren una visión total, un entendimiento profundo de ambos mundos.
Todo esto tiene un propósito: crear puentes y guiar a todos hacia el reencuentro y la unión.
Ellos son quienes empezarán a disolver estas barreras de manera interna, desde el amor, desde un proceso natural pero muy eficaz. Un proceso que impactará con el fin de lograr lazos fuertes, estables, profundos y duraderos.

Pero deben tener cuidado: estos viajeros también pueden perderse.
Pueden quedar atrapados en los extremos: volverse demasiado terrenales o demasiado espirituales, caer en el ego de un extremo u otro. Por eso, es fundamental que lleven una vida equilibrada, conscientes en ambos planos, aceptando tanto su cuerpo humano como su cuerpo espiritual. Deben aprender a abrazar su parte humana sin negarla, y su parte espiritual sin idealizarla.

La clave está en vivir el proceso con paciencia, sin forzar, sin buscar perfección. Solo siendo auténticos, viviendo y aprendiendo de cada experiencia. Vivir ambas experiencias con apertura: amar, desear, equivocarse, tener dudas… porque todo esto forma parte del aprendizaje.

Incluso siendo un Mensajero del Alba, no todo tiene que ver con deberes o misiones. También hay espacio para disfrutar y seguir aprendiendo, tener sueños, tener una familia, una pareja, sentir placer y alegría.

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Lo mismo aplica al plano espiritual: es necesario nutrirlo, cultivarlo, vivirlo con responsabilidad, pero sin abandonar tu vida humana. Ambos cuerpos —espiritual y material— están unidos, y no puedes descuidar a uno sin que el otro lo sienta.

¡Cuidado, Mensajeros del Alba!

Esta es una llamada de atención para ustedes:
No vienen a este mundo a ser o sentirse superiores, ni a los humanos ni a ninguna otra especie. Si caen en eso, serán reprendidos, bloqueando o incluso perdiendo sus dones. Además, sufrirán la consecuencia de perderse a sí mismos, su verdadera esencia, su propósito, su Ser. Por cuenta propia, se condenarán a perderse en una experiencia humana por muchas vidas.

No deberán hacer mal uso de sus dones, de su conocimiento y energía —mucho menos con fines egoístas o altaneros—.

No engañen, no confundan, no manipulen, o su condena será peor que la del humano ignorante.

Tienen una gran responsabilidad y compromiso con la Tierra, un papel clave en su destino y liberación.

Por lo tanto, la disciplina y la responsabilidad es mayor. No deberán faltar a este deber, ya que ustedes mismos se ofrecieron para esta valiosa misión. Así que, más que fallarle a la Tierra o a sus maestros y guías, se estarán fallando a sí mismos.
¡Su deber no es un juego! Sean firmes y determinados.

Y este mensaje es también para todo ser humano en general. Porque todos tienen dentro de sí el potencial de conectar con cualquier forma de vida, como lo hacían en el pasado. Tienen un cuerpo inteligente con capacidades infinitas, son prácticamente los únicos seres con la capacidad de despertar sus múltiples habilidades y conexiones en cualquier plano, sobre todo en el terrenal, ya que la mayoría de las razas y especies, aunque también tengan las mismas capacidades —inclusive superiores— solo pueden activarlas o hacer uso de ellas de manera limitada y en ciertos planos, principalmente en el astral.

Los humanos prácticamente pueden hacer y deshacer cualquier cosa, sobre todo terrenalmente, manifestar cualquier cosa en el plano mundano. Por eso los oscuros nos quieren limitados y controlados: porque el humano tiene un poder inmenso, incluso mayor que el de muchas otras razas. En su interior guardan la capacidad de activar el quinto elemento, de crear lazos que atraviesan las barreras del tiempo y del espacio con su conciencia.
Son pieza fundamental en esta batalla, pero también y principalmente para establecer el nuevo mundo, Satya Yuga. Para ir escribiendo y creando una nueva historia, con pilares sólidos de consciencia y amor, y enseñar a las nuevas generaciones que habitarán en ese mundo. Son las semillas del mañana.

Es hora de que lo recuerden y empiecen a prepararse.
Por eso se ha luchado tanto por ustedes. Se les ha dado tiempo, oportunidades, protección. Son la esperanza del mañana, formas de vida inteligente por las que se está apostando todo.

“Llamado de atención para todos:”

Nadie es mejor que nadie. Nunca hay que compararnos, ni sentirnos mejor o inferior que otros, ya que cada alma está transitando su propio camino evolutivo. Cada alma tiene cierto tiempo de existencia: algunos jóvenes, otros ancianos, inclusive algunos recién nacidos. Por eso jamás deb

emos compararnos ni ver a los más evolucionados como mejores que uno mismo.
Es como querer comparar a un alma vieja, que ya ha transitado por innumerables experiencias, con un alma joven que lleva poco tiempo experimentando. Un pleyadiano no es mejor que un humano, así como un humano no es mejor que un perro o inclusive una araña. Simplemente son caminos evolutivos en diferentes fases.

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Los pleyadianos son lo que son porque ya pasaron por muchas fases de experiencias: como ser un insecto, un animal, un humano, etc; experimentando todo tipo de cosas para llegar a la consciencia que tienen y a lo que hoy en día son. Por eso jamás habrá de compararnos, sentir envidia o celos.
Eso solo nos genera inseguridad, nos limita, nos disminuye y al final, nos divide —no solo entre especies sino en uno y con uno mismo.
La falta de experiencia no te hace menos. Ser un principiante o un alma nueva no te hace menos. Una araña o un gusano no son menos importantes que un humano, simplemente están transitando por diferentes fases: las primeras fases evolutivas de su gran camino hacia el infinito.
Es de suma importancia comprenderlo y hacerlo consciente, ya que ya es hora de regresar al Todo, de reconectar al Todo.
Porque aunque biológicamente estamos conectados de manera natural al Todo, no lo estamos de manera mental, emocional y espiritual.
Llevamos desconectados de la verdadera esencia del Todo por cientos de años.
Porque el reconectar con el Todo y todos es reconectar con uno mismo, con nuestra verdadera esencia, propósito, y con el infinito —que es hacia dónde vamos.
Al final, sin importar qué vida estemos transitando, con qué cuerpo, inclusive sin importar las experiencias, conocimientos, objetivos o misión —haciendo todo eso a un lado— al final todos somos uno mismo.
Cada uno con una esencia y un ser único y valioso. Y en eso coincidimos, pero al mismo tiempo no: ya que todos somos energía, almas, con el propósito principal de seguir avanzando y evolucionando.
Pero lo que a cada uno nos hace únicos dentro de esa unidad y similitud, es que nuestra esencia es individual, nuestro ser es único e irrepetible en todo el universo.
Es simplemente perfecto dentro de sus imperfecciones.
Es importante que sean conscientes de esto, y comiencen a aplicarlo, a comprenderlo, a profundizar en ello desde la consciencia.
Aún estamos a tiempo. Todos.
Para equilibrarnos, para prepararnos, para reconectar. Para volver a esa unión con nuestros hermanos y aliados de otras razas y especies.
Porque todos, absolutamente todos, somos piezas esenciales de este gran rompecabezas.
Todos nos complementamos.
Todos tenemos misiones poderosas e importantes.
Y todos, juntos, formamos la fuerza imparable del Todo.
De esta manera también podremos liberarnos y, sobre todo, reconectar con nosotros mismos, con nuestra verdadera esencia y ser, con el amor y paz que tanto anhelamos —el cual está dentro de uno mismo.
Tomemos todo el dolor que nos han causado: la ira, el odio, la frustración… transmutémoslo en una energía positiva, en fuerza pura, valentía, iniciativa y coraje.
Usemos todo eso para poner fin a la oscuridad.
Transformemos cada herida en poder.
Convirtamos la energía negativa en una llama superior que nos impulse a sanar, a soltar y, finalmente, a liberarnos.
Ellos —los que nos han manipulado y oprimido— se han alimentado de nuestras emociones densas, han sembrado estas energías en nosotros… pero nosotros tenemos el don de transformarlas.
¿Por qué no usarlas a nuestro favor?
Transmutemos todo eso en energía de amor, en poder de consciencia.
Usemos ese fuego para liberarnos, porque tenemos una capacidad infinita de transformar cualquier energía desde cero y darle un nuevo propósito.
Este es nuestro momento.
Nuestra revolución empieza dentro.
Nuestra liberación comienza ahora.
Mucha fuerza y resistencia a todos, amigos y compañeros.
Todos somos el Uno, y el Uno es el Todo.
Empecemos a vernos y tratarnos como iguales. Porque, al final, tenemos un objetivo muy poderoso en común: rebelarnos contra aquellos infames que nos han arrebatado nuestra libertad y nuestro ser.
Vayamos de frente.
Enfrentémoslo con valentía, con determinación, con hermandad.
Derroquemos su imperio.
Todos nosotros somos quienes pondremos fin a su dominio, a toda oscuridad.
El final para ellos se acerca.
Es —y será— algo inevitable.
La cuenta regresiva ya ha comenzado.
Ellos no serán nada, ni podrán hacer nada ante nuestro gran e invencible poder.

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Jamás podrán vencer la verdadera unión.
Jamás podrán apagar nuestra verdadera esencia.
¡Hermanos míos, estamos juntos en esto, y saldremos victoriosos de esto juntos!
Ananda y Amor infinitos a todos.

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"Flor de la vida"

De la Flor de la Vida, el Plan de la Creación, nace toda forma, todas las espirales, todas las galaxias, todos los átomos. No solo es el Creador, es el Preservador, como la Forma Almacena la Memoria, como en los miles de millones de bits de datos almacenados en nuestras computadoras y en los cristales líquidos de nuestro Tercer Ojo. También es el amplificador similar a la resonancia de cristales cúbicos que hace que las radios funcionen. Como el Destructor, toda la vida completa sus ciclos asignados solo para reconstituirse como una semilla que se convierte en una flor, un humano o una estrella. Jain 108 "Flor de la Vida" se puede encontrar en todo el mundo: Escocia (1), Israel (2), China (3), Turquía (4), Egipto (5), India (6), Alemania (7), Bulgaria (😎, Suecia (9), Francia (10), Checo (11), Grecia (12) y al menos otros 14 lugares.

 La mente humana es como un lago agitado por el viento. Cada pensamiento, cada emoción, es una onda que rompe la claridad del agua. Pero cuando uno se sienta en quietud, con la espalda erguida y la respiración suave, el lago comienza a calmarse. Entonces, y solo entonces, puedes ver el reflejo del cielo en su superficie. Así es la meditación.

No se trata de vaciar la mente como algunos piensan. Se trata de observarla con la misma paciencia con la que un anciano contempla a un niño travieso. Observar los pensamientos sin juicio, sin apego, sin miedo. Ver cómo surgen y cómo se disuelven. Y en ese ver, surge el entendimiento. Te das cuenta de que tú no eres los pensamientos. No eres la tristeza que a veces te visita, ni la ansiedad que golpea tu pecho. Eres el testigo. Eres el espacio en el que todo ocurre.

Meditar es regresar a casa.

En el silencio que brota cuando te sientas sin esperar nada, comienzas a recordar. No con la mente, sino con el corazón. Recuerdas que no estás separado del árbol, del río, del viento. Recuerdas que tu sufrimiento nace del deseo y del rechazo, de aferrarte a lo que cambia y resistirte a lo que llega. Y al recordar esto, comienza a brotar en ti una compasión profunda, no solo por los demás, sino también por ti mismo. Porque comprendes que todos, como tú, están buscando la paz, aunque a veces lo hagan en lugares equivocados.

La meditación te enseña a morir antes de morir. A soltar todo lo que creías ser: tus máscaras, tus historias, tus apegos. Y en esa muerte silenciosa, algo verdadero nace. Algo que no necesita nombres, que no puede describirse con palabras. Solo puede vivirse.

Y no se necesita un templo ni un maestro para meditar. Solo hace falta el valor de estar contigo mismo. De cerrar los ojos al ruido del mundo y abrir el corazón a la verdad que siempre ha estado allí.

Meditar es el arte de dejar de correr. Es sentarse con uno mismo y decir: “Estoy aquí. No voy a huir más”.

Porque en el fondo, todo lo que buscas —la paz, la alegría, la plenitud— no está allá afuera. Está aquí. En este momento. En este aliento.

Solo tienes que mirar hacia adentro.

#meditación

https://www.heraldo.es/noticias/aragon/zaragoza/2025/06/02/empresa-zaragoza-despide-gerente-estafa-gastos-tarjeta-1828303.html ahora ya sabemos porque mamoncito está en paro xD