La Batalla Cultural
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Canal alternativo de La Batalla Cultural y la Revista Hegemonía.
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Es preciso decirlo: en el plano internacional, a Milei lo dejaron más solo que a Alberto Fernández en el día del amigo.

A Buenos Aires llegaron muy poquitos jefes de Estado y de gobierno del mundo, razón por la que la recepción a estos fue rapidísima.

Y entre los que vinieron no hubo nadie con importancia real para la Argentina en términos geopolíticos y comerciales.

Veamos:

Vinieron los presidentes de Paraguay, Chile y Uruguay porque otra no les quedaba. La propia existencia de esos tres países depende de la Argentina y sus jefes de gobierno van a venir siempre a la asunción de un presidente nuestro aunque aquí gane las elecciones el mismísimo Satanás. No cuentan.

Vino el de Ecuador por cierta afinidad ideológica, pero Ecuador mueve la aguja incluso menos que Uruguay.

Vino el rey de España, que en España no gobierna: es una figura decorativa. El que manda hizo pito catalán.

Desde Ucrania vino Zelenski, un títere descartado por la OTAN que perdió la guerra y está a punto de ser capturado por los rusos. Y además vino a manguear para tratar de sobrevivir un par de semanas más. Un quemo.

De Hungría vino Orbán, que sería el único líder serio entre los presentes si no fuera porque probablemente lo envió Putin a vigilar a Zelenski. No hay comercio ni relación significativa entre Argentina y Hungría.

Y después vinieron algunos que ya no son y otros que quieren ser en sus respectivos países. Ahí hay menos poder político que en el Grupo de Puebla.

Pero lo más importante son los que no vinieron.

No vino Biden, presidente del país desiderátum ideológico para los mileístas. Dolor, cuernos y bronca.

No vino “Lula” da Silva, presidente del principal socio comercial de nuestro país. Esto no debería ocurrir.

No vino Xi Jinping, jefe de la primera potencia económica del mundo, que es China. Y tampoco Putin de Rusia, pero ese seguro no venía ni a punta de pistola.

No vino nadie de los cuatro países más o menos serios de Europa: Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia. Giorgia Meloni mandó saludos y un besito, pero los pies en Ezeiza no puso. Macron tampoco y eso que a Macron le encanta el cholulaje y el champán de arriba.

No vino ni siquiera Bukele desde El Salvador. Ni eso.

O sea, digamos, no vino nadie. ¿Y por qué? Sabrá Dios por qué, pero lo cierto es que los grandes de la geopolítica tienen información. Si la tienen y no vinieron, es porque algo saben.

Nadie quiere quedarse pegado con lo que se anuncia como una catástrofe en puerta. Los publicistas vendieron a la opinión pública que con Milei la Argentina “volvería al mundo” y el mundo, como se ve, va a esperar a que haya nuevas elecciones acá.

Triste, pero objetivamente cierto.
No somos amigos de los memes, pero ciertamente somos muy amigos de este genial meme.

El pez por la boca muere. Dos días y ya están rogándole al dictador comunista con el que no iban a hacer negocio.

La verdadera política, decía Perón, es la política internacional. El cabotaje y la ideología son humo para los giles.
Hasta el 10 de diciembre la Televisión Pública sirvió para que el progretariado haga su adoctrinamiento liberal por izquierda en ideología de género, antinatalismo, asuntos de moral u orientación sexual que debieron ser privados y demás humos globalistas.

A partir del 10 de diciembre la Televisión Pública sirve para que Cristina Pérez, la tilinga huesuda cuyo marido es ministro, adoctrine con ideología religiosa ajena y extraña al 99,9% de los argentinos.

Lo que la Televisión Pública jamás hace es difundir contenidos educativos que enseñen a amar la patria, a defender los intereses del pueblo-nación, a comprender el destino de la Argentina como octavo territorio más extenso y sexto más rico del mundo.

Entiéndase: estamos en medio de una guerra de facciones liberales cipayas por derecha y por izquierda. Tenga quien tenga la manija en el Estado, el que nunca la va a tener es el pueblo. Nos gobierna un ejército de ocupación.

Es la década infame repetida y hasta que no venga rompiendo uno muy de atrás y sin que lo vean venir, al estilo Perón con el GOU en 1943, esto va a seguir siendo así.

Y no, lamentablemente no va a ser votando. No iba a serlo en 1943 y no lo será hoy, a ochenta años de aquello. El demoliberalismo del que hablaba Perón no sirve, es un instrumento institucional de la sinarquía internacional.

Tiene que venir un criollo en esta tierra a mandar.
En su inmensa e inagotable sabiduría el General Perón supo explicar que la economía nunca es libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo o la controlan los grandes consorcios —lo que llamamos hoy corporaciones— en perjuicio de éste.

Lo de la “libertad” era mentira, claro que lo era y no estaba muy difícil comprenderlo de antemano. Pero el pibaje se comió el verso de la “libertad” y creyó masivamente en Milei.

¿Por qué el pibaje se comió esa curva? Pues porque nuestros jóvenes de esta generación no conocen a Perón.

Pero la pregunta aquí es por qué no lo conocen. ¿Por qué teniendo todo ya escrito la nueva generación comete el mismo error de siempre, el que Perón ya había resuelto?

Véase bien, esta es una cuestión filosófica que reviste de enorme importancia, es trascendental. Conviene poner atención.

Los jóvenes de la actual generación no conocen a Perón por culpa de los “peronistas”, en rigor, de esa manga de progres socialdemócratas que usurparon el nombre de Perón para hacer cualquier cosa menos peronismo.

Entonces la juventud observa a esos “peronistas”, ve las cagadas que hacen y concluye naturalmente que el propio peronismo es una cagada. ¿A qué otra conclusión podría llegar un joven viendo esa catástrofe progresista estilo República de Weimar?

La culpa no es del joven que creyó en Milei, el joven no tiene experiencia y necesita ser bien orientado. La culpa la tienen los que optaron por robar con el “peronismo” haciendo socialdemocracia liberal por izquierda en vez de orientar a los jóvenes.

Cuando Milei se vaya habiendo concluido su cometido de saquear, destruir y matar, esos “peronistas” progres van a querer volver para seguir usurpando el peronismo con su ideología importada y fracasada.

Tan solo para hacer cagadas otra vez y otra vez inventar a un nuevo Milei. Es un bucle generacional, un péndulo.

Un péndulo al que debemos romper desde abajo echando a los mercaderes del templo, rajando a los socialdemócratas usurpadores de la casa de Perón.

Si no hacemos eso y optamos por la comodidad de dejar que la progresía siga afanando ideológicamente, el resultado será otra generación de jóvenes sin la menor noción de qué cosa es realmente el peronismo.

El peronismo verdadero es el santo grial de la política, es el equilibrio buscado en todo el mundo entre el liberalismo de la primera posición y el socialismo de la segunda posición, ambos fracasados históricamente.

Los argentinos tenemos el santo grial, solo nos falta la valentía de querer usarlo. Hoy los nacional justicialistas estamos en las catacumbas y debemos tener la valentía de salir a peronizar el mundo como hicieron aquellos viejos cristianos de otrora.
Conviene poner atención: lo casual no denota nada, pero en lo sistemático puede revelarse una estrategia si se observa bien la cosa.

Mandaron a José Luis Espert a provocar a todos los trotskistas y ahí anda ese payaso, diciéndole “cacatúa” a una trosca y prometiendo “cárcel o bala” a otro trosco. Los está provocando sistemáticamente.

La cosa en sí es irrelevante, los troscos son la cosa puerca de las élites globales por izquierda y se merecen eso y mucho más, el problema no está en lo que les dice Espert a los troscos pelosucio.

El problema es que el gobierno de Milei ha optado por polarizar con el trotskismo. Van a usar a los trotskistas para construir una narrativa: la de que esos zurdos piojosos quieren hacerle una revolución bolchevique a Milei.

Imagínese Ud., atento lector, el nivel de patraña implícito en ese intento de construcción de relato. Los troscos son unos pequeñoburgueses criados a leche de almendras y danonino, todavía viven con y de sus padres y no saben ni atarse los cordones.

Menos que menos van a saber hacer una revolución, claro.

Y Ud. dirá entonces que la narrativa va a fracasar. ¿Quién va a ser tan guampudo a punto de creer que esos troscos con olor a porro y pulover de lana altoperuano van a hacerle un golpe a Milei?

Bueno, los mileístas lo van a creer, a ellos está destinado el relato. Conviene no olvidar que los mileístas creyeron que Milei iba a dolarizar, que iba a quemar el Banco Central, que los salarios iban a estar en dólares, etc.

Es decir, los milieístas son unos inocentes que se creen cualquier cuentito y por lo tanto van a creer en la “amenaza roja” de los “peligrosos bolcheviques revolucionarios” y coso.

Los mileístas son iguales que los troscos, pero de derecha. El “libertario” y el trotskista son la misma cosa en espejo. Por eso usan a los troscos para polarizar, porque funciona en la narrativa épica de esos onanistas adolescentes.

Por eso hay que quedar en el molde ahora y no prenderse de ninguna movida donde haya olor a zurdo, eso va a terminar mal. Para hacer su narrativa ellos son capaces de sacrificar gente. Recuerde Ud. cómo usaron a Mariano Ferreyra en su momento.

Así proceden ellos, hacen necropolítica.

Paciencia y pie de plomo. Los nacional justicialistas no tenemos nada que ver con esa interna entre liberales de derecha y de izquierda. Ya llegará la hora de los pueblos.

Ese día el escarmiento tronará en serio tanto para los “libertarios” como para sus primos hermanos los zurdos.
Nacimos hace casi 10 años —los cumplimos el próximo 21 de marzo— originalmente con un propósito antitrotskista. Nuestra ideal inicial era denunciar a los troscos, como hizo Fidel Castro en la Tricontinental de 1966 al definirlos como un vulgar instrumento del imperialismo y la reacción.

Hacía tiempo, no obstante, que no hablábamos de estas sabandijas troscas. El troscaje estaba quieto, como en estado de hibernación. Y por eso lo dejamos quieto.

Hoy el trotskismo vuelve a ser utilizado por el poder fáctico de las corporaciones como un peón en el tablero de ajedrez: están usando a los trotskistas para legitimar el régimen de Milei por contraste.

Milei necesita que su “oposición” sean los trotskistas. ¿Por qué? Porque el pueblo desprecia a los zurdos y siempre es un excelente negocio polarizar con un bastardo.

Es decir, quieren armar una grieta ideológica entre bastardos de derecha y bastardos de izquierda.

El nacional justicialista de tercera posición bien nacido debe comprender que no tiene nada que ver con esa que es una interna liberal. Tanto el “libertario” diestro como el trotskista zurdos son hijos de una misma matriz jacobina, la de los burgueses revolucionarios de Francia en 1789.

Y ambos son, en consecuencia, gorilas. Son antiperonistas porque el peronismo es la tercera posición, es la superación del jacobinismo liberal y por eso ambos gorilas, diestros y zurdos, odian al peronismo.

Nadie debe equivocarse: el “libertario” es el enemigo del pueblo, pero el zurdo trosco también lo es. Un peronista se debe al pueblo y no le da la mano ni al uno ni al otro.

Lo mejor sería que se junten ellos en un descampado y se supriman mutuamente lejos de la vista del pueblo. Y que dejen al pueblo en paz de una vez porque el pueblo, como explica Dugin, no es de izquierda ni de derecha: es el pueblo y no está interesado en roscas de sobreideologizados.

No caigamos más en la ingeniería social del poder fáctico global que pega con la derecha y pega con la izquierda.

Revolución nacional, paz y justicia. Solo el pueblo salvará al pueblo.
Siguen apareciendo evidencias escandalosas de que a Milei lo hicieron ganar para usarlo como un chivo expiatorio.

Observe esta imagen críticamente y lo verá, ahí está: expusieron la figura presidencial a un show televisivo armado con el fin representar una contradicción.

No la figura de un ministro, que es un fusible al que podrían reemplazar fácilmente y sin demasiado costo en caso de que el operativo fracase. No, no, pusieron directamente la cara del presidente.

En primer plano, en vivo. Es como si lo viéramos a Fernando de la Rúa dirigiendo la represión del 2001. Es cine.

Patricia Bullrich está atrás, parada y en segundo plano. La desmarcaron.

Es un escándalo, hacen el truco a la luz del día y a la vista de todos con la absoluta seguridad de que nadie será capaz de entender lo que está viendo.

Algo de razón tienen, no obstante, lo más probable es que muchos no comprendan esta puesta en escena. Y entonces el resultado será el siguiente: ahora es Milei contra los zurdos.

Milei en persona, no es el Estado ni un ministro. Es Milei.

Y si los zurdos solitos desbordan a la policía en la calle, Milei habrá sido derrotado por una secta minoritaria de delirantes que no llegan al 2% del electorado.

¿Qué queda para un presidente después de eso?

Queda la precariedad de estar a la espera de que alguna fuerza política más numerosa que el zurdaje sople para que Milei se caiga.

Pues si los troscos entran todos en un remis y le ganaron, entonces por lógica cualquiera lo voltea en cualquier momento.

Ahí está la operación de sentido al desnudo.
Guillermo Moreno, un vez más y como de costumbre, tiene razón: el peronismo debe reorganizarse con el fin de crear una representación política real para los de abajo.

Sí, porque hoy el pueblo no tiene representación política, ningún dirigente representa sus intereses colectivos.

Para eso tiene que sacar carpiendo del movimiento nacional justicialista a los usurpadores que condujeron el peronismo a una catástrofe y trajeron a Milei: progres, zurdos alérgicos al agua y al jabón, troscas con flequillo, socialdemócratas de Weimar, evitistas antimilico, jacobinos ateos, alfonsinistas del más variado pelaje, pobristas, gorilas en general.

Pero hay un inconveniente: esos son la gran mayoría entre los dirigentes y militantes “peronistas” en la actualidad. La inmensa mayoría.

Ese es el resultado de décadas de entrismo y parasitismo ideológico, un fenómeno lamentable que describíamos ya en 2020, como puede verse aquí:

revistahegemonia.com/la-semiologia-

¿Cómo desparasitar el cuerpo cuando el propio cuerpo está tomado y gobernado por los parásitos? Más bien han echado a los no parásitos del cuerpo.

Es muy lindo y auspicioso hablar de la reconstrucción del peronismo, es un horizonte que sirve para caminar. Pero alguien va a tener que elaborar un plan viable que permita pensar en echar al gorilaje del movimiento.

Porque si dicho no plan no aparece, después de Milei va a venir Massa a continuar con el péndulo infernal.

Hay que juntar a todos los que creen que Farrell y Perón son mejores que Roca-Runciman, a todos los que conocen la verdad y saben que en Semana Santa al pueblo le conviene más un Seineldín que un Alfonsín.

Y ver qué pasa una vez que estén juntos todos esos.
Esta es la verdadera casta: la judicial.

La señora de la foto es Ana Clara Pérez Ballester. Ella es partícipe necesaria del crimen del niño Lucio Dupuy y por eso debió ser juzgada y condenada.

Pérez Ballester entregó a Lucio a sus asesinas sin miramientos. Por vaga, por sobreideologizada o simplemente por forra, da igual. El asunto es que envió a la tortura y al martirio a un indefenso de cinco años.

Pero el poder judicial no quiso ni siquiera separarla de su cargo de juez. El poder judicial hoy la encontró inocente de mal desempeño en sus funciones. Ni eso, ni una condena liviana pudieron darle los jueces a esta criminal.

Así que los Pérez Ballester de la vida quedaron todos habilitados de aquí en más a hacer mal su trabajo y a seguir mandando nenes al muere si se les canta.

Son pares y eso es todo. Entre pares van a cuidarse las espaldas y que la sociedad se joda.

Nosotros les pagamos altísimos salarios, privilegios, prebendas, todo con la de los impuestos. Con la nuestra.

Ellos hacen lo que ellos quieren. ¿Para qué les pagamos?

He ahí la casta con la que nadie se mete, ninguno se le anima a ese poder fáctico bien vestido y perfumado a cuyos miembros los llamamos “doctores”.
Debe conducir Guillermo Moreno y debe rescatar lo que queda del peronismo, sacarlo de las garras de los progres moral floja y los jázaros entristas que hoy lo tienen de rehén.

Pero para hacer eso Moreno tendrá que ser el anti-Laclau.

En la lógica de Laclau, un movimiento político hegemónico es la articulación de todas las demandas existentes en la sociedad, esto es, no debe tener un programa predefinido sino incorporar esas demandas a su programa y darles representación política, armando el propio programa con esa multitud de retazos.

Eso equivale a decir que al movimiento hegemónico de Laclau uno llega con la idea que tenga y el movimiento, con el solo fin de incorporarlo a uno, toma la idea de uno y la integra a su programa. “Hay que sumar”, dicen los exégetas de Laclau.

Parece la política de abajo arriba, pero es un error. Y lo es porque las demandas de la sociedad son virtualmente infinitas: hay tantas demandas como individuos si se les permite a estos imponer su opinión individual.

El peronismo nunca fue eso, nunca fue hegemónico por intentar ajustarse cual contorsionista a la ideología particular de cada individuo, sino más bien lo opuesto. El peronismo siempre fue hegemónico por tener un programa al que los individuos debían adherir.

¿Qué programa es ese? Es el programa de los intereses concretos de la mayoría del pueblo en un sentido estrictamente colectivo, nunca en un sentido sectorial ni mucho menos sectario o individual.

Cuando Laclau se convirtió en el intelectual orgánico del kirchnerismo, el gobierno kirchnerista empezó a incorporar a su programa las demandas liberales por izquierda de las sectas progresistas. Y ahí empezó a romperse porque muy a menudo esas demandas eran contradictorias con el peronismo e incluso, véase bien, contradictorias entre sí.

De ahí en más todo fue Laclau. El macrismo fue Laclau, el albertismo lo fue hasta el paroxismo y ahora lo es también el mileísmo. El kirchnerismo formateó finalmente todas las movidas posteriores a sí mismo, todo lo que vino después del kirchnerismo es kirchnerismo con otro color de camiseta.

Al mileísmo, a propósito, llegaron individuos muy variopintos cada cual con su idea, aunque a la hora de gobernar quedó claro que una sola idea iba a predominar en las políticas de Estado: la idea del poder fáctico de las corporaciones.

Por eso a menos de un mes del comienzo del nuevo gobierno hay tanto mileísta arrepentido. Y los habrá cada vez más, porque el gobierno de Milei representa concretamente los intereses del poder fáctico más allá del discurso demagógico que haga en cada momento.

No hay que caer en eso, Moreno debe ser firme al establecer los criterios de participación. Debe decir: “Estos son los criterios, es la doctrina de Perón. Al que le guste esta doctrina que se suba al camión y el que tenga una idea distinta que siga su camino”.

La prosaica noción de que “hay que sumar” a cualquier costo es una idiotez y una maldad. Hay que sumar a quienes estén dispuestos a someter sus intereses y opiniones particulares al proyecto político y no al revés.

Porque si es al revés el resultado es el caos, la fragmentación y la inevitable disolución. No hay nada más antiperonista que la lógica “populista de izquierda” de Laclau porque esta prioriza al individuo y eso, como se sabe, es liberalismo a secas.
Comprendemos que este es el deseo de unos cuantos para este 2024, pero hay que tener paciencia. La política va a fletar a Milei en un cohete cuando Milei termine de hacer lo que el poder y la política le encargaron.

Ni un minuto antes ni un minuto después.

Mientras tanto a ponerse bien el casco y reorganizarse en las catacumbas, no queda otra. Todo esto es resultado también de nuestra incapacidad en eso de ponerles un límite a los socialdemócratas y demás progres eunucos.

Nosotros los dejamos destruir y ellos trajeron a Milei. Ahora a tener paciencia.

Por un 2024 de fortaleza espiritual. La vamos a necesitar para soportar la destrucción material mileísta.