La Batalla Cultural
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Canal alternativo de La Batalla Cultural y la Revista Hegemonía.
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Esta es la metáfora del gato en el techo. Pongamos atención.

Una señora se va de vacaciones y deja su amado gato al cuidado de un vecino. Para la señora el gatito es como un hijo, lo quiere mucho.

Al segundo día nomás de ausencia de la señora el gato palma súbitamente, queda duro y frío sin explicación.

El vecino, angustiado por no saber cómo darle la bruta noticia a la señora que está de viaje, elabora una estrategia.

Al día siguiente de la muerte del gato, llama a la señora para avisarle que su mascota se subió al techo. Total normalidad, eso es lo que hacen los gatos.

Al otro día vuelve a llamarla para avisarle que el gato se resbaló del techo, pero parece que no se hizo mucho daño.

Al tercer día el vecino llama a la pobre vieja para contarle que hubo complicaciones y debieron llevar el gato al veterinario.

Un día más y el tono de la llamada se pone grave: el gato debió ser internado en terapia intensiva.

Y así hasta que finalmente llega la noticia de que el gato partió a conocer a su creador.

Así es la guerra en Ucrania, la que Rusia ya ganó desde el primer día de combates. Pero la noticia era demasiado bruta para Occidente y debieron diferirla. Hace dos años que el gato ucraniano está entre el techo y el veterinario.

Hoy el gato pasó a terapia intensiva. Véase bien, el gato de Kiev está más muerto que un faraón hace rato, pero las noticias son las noticias.

Hoy Stoltenberg, el jefe de la OTAN, anuncia lo siguiente:

1. La contraofensiva ucraniana ha fracasado.
2. La industria de armamentos no ha sido capaz de proveer lo que Ucrania necesitaba;
3. Rusia produjo una cantidad de armamentos que no estaba en los presupuestos de Occidente;
4. Tenemos que estar preparados para recibir malas noticias.

Y pensar que Ud., porrista de los yanquis y de Occidente en general, estuvo todo este tiempo gritando que Ucrania iba a ganar la guerra contra la primera potencia nuclear del mundo, que Rusia iba a ser invadida, etc.

Ud. es un guampudo si se creyó esa patraña. Y si se la creyó, prepárese para la noticia de que su gatito palmó. Con dos años de retraso se la van a dar en estos días.

La narrativa del poder es el mal.
No conviene prenderse en el debate sobre los perritos en el bastón de mando y demás boludeces. Eso es diversión en el sentido militar del término, es una forma de distraer a la opinión pública con información irrelevante y que los elefantes pasen por detrás.

Aquí tenemos no un elefante, sino un mamut directamente: Eduardo Elsztain, dueño de IRSA y, por lo tanto, dueño de la Argentina.

Le conviene al atento lector averiguar qué es y qué controla IRSA para darse una idea del poder fáctico que tiene el señor Elsztain, quien además es miembro de la secta innombrable.

En manos de estos estamos, hace rato que es así. Hace rato que Elsztain digita nuestro destino y la novedad es que ahora pone la cara.

¿Por qué Elsztain estará poniendo la cara ahora?

Convendría tirar de ese ovillo y olvidar las pavadas simbólicas que los medios agitan y los bobos funcionales replican en las redes para divertir al pueblo distrayéndolo de lo importante.

Lo que viene no puede ser bueno para las mayorías porque la manija la tiene el sector más podrido y más degenerado de la minoría poderosa: el sector de los fanáticos sectarios que son argentinos cuando les sirve serlo y cuando no, bueno, pues son otra cosa.

Y si a Ud. no le gusta lo que decimos, seguro nos va a gritar que somos conspiranoicos, antisemitas y coso. Hágalo, no importa. Ya estamos acostumbrados. Es mejor ser todo eso que un otario funcional a los criminales.

Cómplices jamás.
Alguno se pregunta cómo se explica que Milei haya dicho en su discurso inaugural que muchos argentinos serán carneados en los próximos meses y, lejos de ser linchado por la multitud en la plaza por decirlo, haya sido aplaudido.

“Todos Uds. morirán”, gritaba Milei. Y lo aplaudían a rabiar los futuros fiambres.

La explicación no es compleja, es una simple cuestión de sustitución. En Argentina hace rato han reemplazado la política de representación por la política identitaria.

Eso significa que hoy los de a pie no se enrolan como militantes y simpatizantes de un proyecto político porque dicho proyecto representa sus intereses objetivos, no es así. Hoy uno se identifica exclusivamente con los símbolos del proyecto político.

Y en consecuencia ignora los contenidos del proyecto, por supuesto. Los mileístas no están interesados en las políticas de Milei, solo en que Milei gane y los demás pierdan. Son mileístas identitarios.

¿Eso empezó con Milei? Claro que no, el kirchnerismo en un determinado momento de su desarrollo (tal vez en 2008, al calor de la 125) se volvió identitario. Y a partir de allí la política argentina iba a ser toda así.

En un principio los identitarios eran los menos. La mayoría de los kirchneristas estaba realmente interesada en el proyecto de país, en la lucha contra las corporaciones, contra los buitres, en la reivindicación de la soberanía nacional, etc.

Los que tengan algunos añitos de más van a recordar las consignas de esa época, como “patria o corporaciones”. Eso era representación de intereses colectivos.

Pero después todo eso fue perdiendo fuerza y un buen día, probablemente después de las elecciones de 2013, el kirchnerismo abrazó de lleno lo identitario. Hasta que terminó siendo básicamente solo eso. Es decir, dejó de tener un proyecto político, un programa.

Y como la identidad de un grupo es sólo de ese grupo, lo más natural es que los demás grupos se asocien por simple oposición con identidades opuestas a esa. Es aquello de la dialéctica, la tesis y la antítesis, afirmación y negación, etc.

Entonces, por ejemplo, el kirchnerismo optó por ser pañueludo verde y automáticamente los pañueludos celestes van a ser mileístas por simple oposición. A ninguno le interesa la cosa en sí, solo plantarse de un lado de la grieta y oponerse a los gritos al identitario de enfrente.

Y así con todo. Si el kirchnerismo es identitario del “Estado presente”, los mileístas van ser identitarios de la supresión del Estado, aunque la consecuencia objetiva de esa supresión sea la supresión social de los propios mileístas.

El identitario no entiende lo que apoya y eso es todo. Los kirchneristas no entendieron que se estaban enterrando al apoyar las maldades de Alberto Fernández y los mileístas tampoco entienden que la van a tener adentro por apoyar las maldades de Milei.

Y lo mismo puede decirse de los macristas, claro.

La conclusión es que la política no representa a nadie y los dirigentes están chochos, porque pueden sentarse ahí a darse la gran vida con el dinero público sin tener la obligación de trabajar en representación de los intereses del pueblo. Lo único que tienen que hacer es simular grieta.

Mientras eso siga así es al divino botón discutir el supuesto color ideológico del títere. La democracia del demos y el cratos, del gobierno del pueblo, es una entelequia.
Está empezando a darse una situación que si bien era previsible representa un enorme peligro para el pueblo argentino: están armando una especie de parodia del setentismo más berreta.

El mileísmo sacó a todos sus trolls en las redes sociales a hablar de la “izquierda” como enemigo, todo es ahora un bardo infinito a los zurdos, a los feministas, a los aborteros y demás cachivaches minoritarios.

Los zurdos, por su parte, liderados por el troscaje pelo sucio, se suben a la movida con sus pañuelos de todos los colores gritando que la “derecha” es el mal, que los los “machos”, los “fachos”, etc.

Están armando escaramuzas ideológicas con las categorías de la Guerra Fría que además son absolutamente ajenas al pueblo argentino.

Quieren disimular la masacre del pueblo-nación con la rosca ideológica. Van a monopolizar la discusión entre zurdos y diestros y van a hacer de esa discusión un debate bizantino sobre el sexo de los ángeles.

El criollo bien nacido no debe prenderse de esa interna jacobina. Tanto la derecha como la izquierda son hijas de un mismo vientre francés y ambas tienen el mismo objetivo: esquilar al pueblo.

Bien parado en la tercera posición, he ahí la postura del criollo bien nacido. Los diestros son el enemigo, pero también lo son los zurdos. El nacional justicialista no le da la mano a ninguno de esos cipayos antipueblo. Los escupe.

El nacional justicialista derrota y supera a ambos criminales jacobinos. Vayan a hacer la revolución burguesa a Francia si quieren. Acá no.
Es preciso decirlo: en el plano internacional, a Milei lo dejaron más solo que a Alberto Fernández en el día del amigo.

A Buenos Aires llegaron muy poquitos jefes de Estado y de gobierno del mundo, razón por la que la recepción a estos fue rapidísima.

Y entre los que vinieron no hubo nadie con importancia real para la Argentina en términos geopolíticos y comerciales.

Veamos:

Vinieron los presidentes de Paraguay, Chile y Uruguay porque otra no les quedaba. La propia existencia de esos tres países depende de la Argentina y sus jefes de gobierno van a venir siempre a la asunción de un presidente nuestro aunque aquí gane las elecciones el mismísimo Satanás. No cuentan.

Vino el de Ecuador por cierta afinidad ideológica, pero Ecuador mueve la aguja incluso menos que Uruguay.

Vino el rey de España, que en España no gobierna: es una figura decorativa. El que manda hizo pito catalán.

Desde Ucrania vino Zelenski, un títere descartado por la OTAN que perdió la guerra y está a punto de ser capturado por los rusos. Y además vino a manguear para tratar de sobrevivir un par de semanas más. Un quemo.

De Hungría vino Orbán, que sería el único líder serio entre los presentes si no fuera porque probablemente lo envió Putin a vigilar a Zelenski. No hay comercio ni relación significativa entre Argentina y Hungría.

Y después vinieron algunos que ya no son y otros que quieren ser en sus respectivos países. Ahí hay menos poder político que en el Grupo de Puebla.

Pero lo más importante son los que no vinieron.

No vino Biden, presidente del país desiderátum ideológico para los mileístas. Dolor, cuernos y bronca.

No vino “Lula” da Silva, presidente del principal socio comercial de nuestro país. Esto no debería ocurrir.

No vino Xi Jinping, jefe de la primera potencia económica del mundo, que es China. Y tampoco Putin de Rusia, pero ese seguro no venía ni a punta de pistola.

No vino nadie de los cuatro países más o menos serios de Europa: Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia. Giorgia Meloni mandó saludos y un besito, pero los pies en Ezeiza no puso. Macron tampoco y eso que a Macron le encanta el cholulaje y el champán de arriba.

No vino ni siquiera Bukele desde El Salvador. Ni eso.

O sea, digamos, no vino nadie. ¿Y por qué? Sabrá Dios por qué, pero lo cierto es que los grandes de la geopolítica tienen información. Si la tienen y no vinieron, es porque algo saben.

Nadie quiere quedarse pegado con lo que se anuncia como una catástrofe en puerta. Los publicistas vendieron a la opinión pública que con Milei la Argentina “volvería al mundo” y el mundo, como se ve, va a esperar a que haya nuevas elecciones acá.

Triste, pero objetivamente cierto.
No somos amigos de los memes, pero ciertamente somos muy amigos de este genial meme.

El pez por la boca muere. Dos días y ya están rogándole al dictador comunista con el que no iban a hacer negocio.

La verdadera política, decía Perón, es la política internacional. El cabotaje y la ideología son humo para los giles.
Hasta el 10 de diciembre la Televisión Pública sirvió para que el progretariado haga su adoctrinamiento liberal por izquierda en ideología de género, antinatalismo, asuntos de moral u orientación sexual que debieron ser privados y demás humos globalistas.

A partir del 10 de diciembre la Televisión Pública sirve para que Cristina Pérez, la tilinga huesuda cuyo marido es ministro, adoctrine con ideología religiosa ajena y extraña al 99,9% de los argentinos.

Lo que la Televisión Pública jamás hace es difundir contenidos educativos que enseñen a amar la patria, a defender los intereses del pueblo-nación, a comprender el destino de la Argentina como octavo territorio más extenso y sexto más rico del mundo.

Entiéndase: estamos en medio de una guerra de facciones liberales cipayas por derecha y por izquierda. Tenga quien tenga la manija en el Estado, el que nunca la va a tener es el pueblo. Nos gobierna un ejército de ocupación.

Es la década infame repetida y hasta que no venga rompiendo uno muy de atrás y sin que lo vean venir, al estilo Perón con el GOU en 1943, esto va a seguir siendo así.

Y no, lamentablemente no va a ser votando. No iba a serlo en 1943 y no lo será hoy, a ochenta años de aquello. El demoliberalismo del que hablaba Perón no sirve, es un instrumento institucional de la sinarquía internacional.

Tiene que venir un criollo en esta tierra a mandar.
En su inmensa e inagotable sabiduría el General Perón supo explicar que la economía nunca es libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo o la controlan los grandes consorcios —lo que llamamos hoy corporaciones— en perjuicio de éste.

Lo de la “libertad” era mentira, claro que lo era y no estaba muy difícil comprenderlo de antemano. Pero el pibaje se comió el verso de la “libertad” y creyó masivamente en Milei.

¿Por qué el pibaje se comió esa curva? Pues porque nuestros jóvenes de esta generación no conocen a Perón.

Pero la pregunta aquí es por qué no lo conocen. ¿Por qué teniendo todo ya escrito la nueva generación comete el mismo error de siempre, el que Perón ya había resuelto?

Véase bien, esta es una cuestión filosófica que reviste de enorme importancia, es trascendental. Conviene poner atención.

Los jóvenes de la actual generación no conocen a Perón por culpa de los “peronistas”, en rigor, de esa manga de progres socialdemócratas que usurparon el nombre de Perón para hacer cualquier cosa menos peronismo.

Entonces la juventud observa a esos “peronistas”, ve las cagadas que hacen y concluye naturalmente que el propio peronismo es una cagada. ¿A qué otra conclusión podría llegar un joven viendo esa catástrofe progresista estilo República de Weimar?

La culpa no es del joven que creyó en Milei, el joven no tiene experiencia y necesita ser bien orientado. La culpa la tienen los que optaron por robar con el “peronismo” haciendo socialdemocracia liberal por izquierda en vez de orientar a los jóvenes.

Cuando Milei se vaya habiendo concluido su cometido de saquear, destruir y matar, esos “peronistas” progres van a querer volver para seguir usurpando el peronismo con su ideología importada y fracasada.

Tan solo para hacer cagadas otra vez y otra vez inventar a un nuevo Milei. Es un bucle generacional, un péndulo.

Un péndulo al que debemos romper desde abajo echando a los mercaderes del templo, rajando a los socialdemócratas usurpadores de la casa de Perón.

Si no hacemos eso y optamos por la comodidad de dejar que la progresía siga afanando ideológicamente, el resultado será otra generación de jóvenes sin la menor noción de qué cosa es realmente el peronismo.

El peronismo verdadero es el santo grial de la política, es el equilibrio buscado en todo el mundo entre el liberalismo de la primera posición y el socialismo de la segunda posición, ambos fracasados históricamente.

Los argentinos tenemos el santo grial, solo nos falta la valentía de querer usarlo. Hoy los nacional justicialistas estamos en las catacumbas y debemos tener la valentía de salir a peronizar el mundo como hicieron aquellos viejos cristianos de otrora.
Conviene poner atención: lo casual no denota nada, pero en lo sistemático puede revelarse una estrategia si se observa bien la cosa.

Mandaron a José Luis Espert a provocar a todos los trotskistas y ahí anda ese payaso, diciéndole “cacatúa” a una trosca y prometiendo “cárcel o bala” a otro trosco. Los está provocando sistemáticamente.

La cosa en sí es irrelevante, los troscos son la cosa puerca de las élites globales por izquierda y se merecen eso y mucho más, el problema no está en lo que les dice Espert a los troscos pelosucio.

El problema es que el gobierno de Milei ha optado por polarizar con el trotskismo. Van a usar a los trotskistas para construir una narrativa: la de que esos zurdos piojosos quieren hacerle una revolución bolchevique a Milei.

Imagínese Ud., atento lector, el nivel de patraña implícito en ese intento de construcción de relato. Los troscos son unos pequeñoburgueses criados a leche de almendras y danonino, todavía viven con y de sus padres y no saben ni atarse los cordones.

Menos que menos van a saber hacer una revolución, claro.

Y Ud. dirá entonces que la narrativa va a fracasar. ¿Quién va a ser tan guampudo a punto de creer que esos troscos con olor a porro y pulover de lana altoperuano van a hacerle un golpe a Milei?

Bueno, los mileístas lo van a creer, a ellos está destinado el relato. Conviene no olvidar que los mileístas creyeron que Milei iba a dolarizar, que iba a quemar el Banco Central, que los salarios iban a estar en dólares, etc.

Es decir, los milieístas son unos inocentes que se creen cualquier cuentito y por lo tanto van a creer en la “amenaza roja” de los “peligrosos bolcheviques revolucionarios” y coso.

Los mileístas son iguales que los troscos, pero de derecha. El “libertario” y el trotskista son la misma cosa en espejo. Por eso usan a los troscos para polarizar, porque funciona en la narrativa épica de esos onanistas adolescentes.

Por eso hay que quedar en el molde ahora y no prenderse de ninguna movida donde haya olor a zurdo, eso va a terminar mal. Para hacer su narrativa ellos son capaces de sacrificar gente. Recuerde Ud. cómo usaron a Mariano Ferreyra en su momento.

Así proceden ellos, hacen necropolítica.

Paciencia y pie de plomo. Los nacional justicialistas no tenemos nada que ver con esa interna entre liberales de derecha y de izquierda. Ya llegará la hora de los pueblos.

Ese día el escarmiento tronará en serio tanto para los “libertarios” como para sus primos hermanos los zurdos.
Nacimos hace casi 10 años —los cumplimos el próximo 21 de marzo— originalmente con un propósito antitrotskista. Nuestra ideal inicial era denunciar a los troscos, como hizo Fidel Castro en la Tricontinental de 1966 al definirlos como un vulgar instrumento del imperialismo y la reacción.

Hacía tiempo, no obstante, que no hablábamos de estas sabandijas troscas. El troscaje estaba quieto, como en estado de hibernación. Y por eso lo dejamos quieto.

Hoy el trotskismo vuelve a ser utilizado por el poder fáctico de las corporaciones como un peón en el tablero de ajedrez: están usando a los trotskistas para legitimar el régimen de Milei por contraste.

Milei necesita que su “oposición” sean los trotskistas. ¿Por qué? Porque el pueblo desprecia a los zurdos y siempre es un excelente negocio polarizar con un bastardo.

Es decir, quieren armar una grieta ideológica entre bastardos de derecha y bastardos de izquierda.

El nacional justicialista de tercera posición bien nacido debe comprender que no tiene nada que ver con esa que es una interna liberal. Tanto el “libertario” diestro como el trotskista zurdos son hijos de una misma matriz jacobina, la de los burgueses revolucionarios de Francia en 1789.

Y ambos son, en consecuencia, gorilas. Son antiperonistas porque el peronismo es la tercera posición, es la superación del jacobinismo liberal y por eso ambos gorilas, diestros y zurdos, odian al peronismo.

Nadie debe equivocarse: el “libertario” es el enemigo del pueblo, pero el zurdo trosco también lo es. Un peronista se debe al pueblo y no le da la mano ni al uno ni al otro.

Lo mejor sería que se junten ellos en un descampado y se supriman mutuamente lejos de la vista del pueblo. Y que dejen al pueblo en paz de una vez porque el pueblo, como explica Dugin, no es de izquierda ni de derecha: es el pueblo y no está interesado en roscas de sobreideologizados.

No caigamos más en la ingeniería social del poder fáctico global que pega con la derecha y pega con la izquierda.

Revolución nacional, paz y justicia. Solo el pueblo salvará al pueblo.
Siguen apareciendo evidencias escandalosas de que a Milei lo hicieron ganar para usarlo como un chivo expiatorio.

Observe esta imagen críticamente y lo verá, ahí está: expusieron la figura presidencial a un show televisivo armado con el fin representar una contradicción.

No la figura de un ministro, que es un fusible al que podrían reemplazar fácilmente y sin demasiado costo en caso de que el operativo fracase. No, no, pusieron directamente la cara del presidente.

En primer plano, en vivo. Es como si lo viéramos a Fernando de la Rúa dirigiendo la represión del 2001. Es cine.

Patricia Bullrich está atrás, parada y en segundo plano. La desmarcaron.

Es un escándalo, hacen el truco a la luz del día y a la vista de todos con la absoluta seguridad de que nadie será capaz de entender lo que está viendo.

Algo de razón tienen, no obstante, lo más probable es que muchos no comprendan esta puesta en escena. Y entonces el resultado será el siguiente: ahora es Milei contra los zurdos.

Milei en persona, no es el Estado ni un ministro. Es Milei.

Y si los zurdos solitos desbordan a la policía en la calle, Milei habrá sido derrotado por una secta minoritaria de delirantes que no llegan al 2% del electorado.

¿Qué queda para un presidente después de eso?

Queda la precariedad de estar a la espera de que alguna fuerza política más numerosa que el zurdaje sople para que Milei se caiga.

Pues si los troscos entran todos en un remis y le ganaron, entonces por lógica cualquiera lo voltea en cualquier momento.

Ahí está la operación de sentido al desnudo.