Algo del Evangelio
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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
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Sé que suena muy duro, pero la verdad es que hay que decirlo, no hay que tenerle miedo, especialmente nosotros, los «sacerdotes», de decir las cosas como son y de incluso evaluarnos a nosotros mismos, pero siempre con amor.
Cuando la soberbia se entremezcla con un cargo, con una posición eclesial, con una cuestión de poder, se puede transformar en una bomba de tiempo que: «más grande entre ustedes se haga servidor de los otros», «porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado». Estas palabras de Jesús, todos los «sacerdotes» deberíamos grabarlas en el corazón, vivirlas y no escaparlas. Y los laicos deberían repetirlas y decirlas con caridad a quien vean que pone «cargas en los demás, que ni ellos mismos pueden llevar». A quien escuchen que predica una cosa y después hace otra. A quién le gusta ser sacerdote para tener poder. A quién le gusta disfrutar de tener un privilegio. A quién cree ser más importante por ser llamado padre, maestro, doctor o por tener un título y haber estudiado un poco más y saber algunas cuestiones de fe. A quién somete y manipula las personas a su cargo, aun incluso sin darse cuenta. El problema no es solo del que manipula con su poder, sino también del que se deja manipular. Muchas veces la culpa, como se dice, no es sólo del –chancho–, sino del que le da de comer.
La soberbia se retroalimenta y no se extirpa del corazón hasta que Jesús no nos abre los ojos y nos ayuda a darnos cuenta, cuánto tiempo hemos perdido por andar; enfermos sin síntomas asintomáticos. No vamos a ser creíbles en este mundo que siempre espera de nosotros lo más de lo mejor, si no somos «humildes». Sin verdadera humildad, no hay evangelización profunda, no hay testimonio posible, duradero y eficaz, sencillamente porque el que nos salvó no será, creo yo; sí él no se la creyó, si Jesús fue tan humilde, ¿qué nos queda a nosotros?
Rezad siempre por los sacerdotes, rezad siempre por nosotros, los ministros de la Iglesia. Recemos por todos los que les toca servir, por aquellos que Dios eligió para que sean humildes y a veces no lo son. Todos los necesitamos. La Iglesia los necesita, vos también.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Domingo 21 de agosto + XXI Domingo durante el año(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 22-30

      Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes". Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!".
      Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

Palabra del Señor.
Comentario a Lucas 13, 22-30:

   ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? ¿Es verdad lo que dicen algunos que la puerta es angosta y son pocos los que van a pasar? Hoy la pregunta, por el contexto en el que vivimos y la extremada confianza en que da lo mismo todo, podríamos pensar que la pregunta hecha a Jesús sería al revés, ¿es verdad que son muchos los que se van a salvar? ¿Es verdad que, en el fondo, da lo mismo todo y que al final, todos vamos a pasar por una puerta bien ancha? En realidad, da lo mismo cualquiera de las dos preguntas, no es lo más importante.
   Creo que Jesús hubiese contestado lo mismo ante las dos preguntas, ante los que temen y piensan que serán pocos los salvados y a los que confían demasiado, o en el fondo son temerarios, y están convencidos de que todos nos salvaremos hagamos lo que hagamos. Ninguna de las dos preguntas van al fondo de lo que Jesús quiere proponernos en Algo del Evangelio de hoy, en este domingo. Podríamos decirlo al revés, la pregunta de hoy, la pregunta por la cantidad, nos ayuda a conocer qué es lo que realmente quiere el Señor. Jesús no contesta con cantidades, aunque él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, dice la Palabra, él quiere que todos lleguen al Reino de Dios. Ante esta pregunta, a él no le interesa tanto las cantidades.
   Es sabido que Dios desea el bien de todos, solo una imagen muy desdibujada y distorsionada de él puede considerar a Dios Padre como alguien que está haciendo «números con una calculadora» para ver quién se salva y quién no. El problema no es de Dios, el problema somos nosotros, como siempre. Él quiere sacarnos de ese esquema tan humano de mirar la vida y lo que viene. Dios no quiere «especuladores» del amor y de la salvación, Dios quiere y necesita hijos que siempre estén «golpeando la puerta» y no al final, cuando en el fondo ya está cerrada y no hay posibilidades.
   Ninguna de las dos posturas se toma en serio la vida ni la salvación ni la fe, tanto el que teme como el que se cree tan libre de hacer lo que quiere sin mirar a Dios, total, «Dios perdona todo». Hay cristianos que desearían que sean pocos los que se salven, porque en el fondo se creen ellos el parámetro y la medida de la salvación, y también hay otros que bajo «el paragua» de la misericordia mal entendida terminan también diciendo que al final de cuentas todos nos encontraremos en el mismo lugar y da lo mismo cómo hemos vivido en la tierra. No son serias ni cristianas ninguna de estas dos posturas.
   Jesús quiere que nos tomemos en serio la vida, la salvación y la fe. Nuestra vida es demasiado sagrada como para que nos dé lo mismo. No hay que estar especulando, hay que amar. El amor no es especulador.
No hay que «calcular» para ver cuántos «ladrillitos» tenemos en el cielo según lo que vamos haciendo en la tierra, porque él en realidad ya nos tiene preparado una habitación en el cielo, dice la Palabra de Dios. No se puede hacer de la vida lo que uno quiere y después andar «golpeando» al final la puerta, cuando ya se cerró. Eso es poco serio. Si hice el mal y no me tomé en serio la vida ni el amor de Dios, obtendré lo que busqué. Dios es tan bueno y misericordioso que respeta hasta el final la voluntad de sus hijos y la libertad de todos los hombres.
   ¿Todavía seguimos pensando cuántos serán lo que se salvarán? No pensemos en eso, pensemos en entrar por la puerta estrecha, la de la «no comodidad», la de la búsqueda del bien siempre, la del amor y no la de la especulación. Que sea estrecha –cuidado– no quiere decir que entren pocos, porque si hacemos una fila amándonos, entraremos todos, uno por uno; no importa tanto quién será primero y quién último, entraremos todos los que amamos.
Ahora, si por ir por la puerta ancha, esa que nos lleva a la perdición, aquella que nos lleva al egoísmo, a amoldarnos  a este mundo, a la mentalidad, al egoísmo, al consumismo, a la avaricia y nos creímos los primeros, por ahí se nos cerrará la puerta en la cara y nos quedaremos golpeando sin saber porqué cuando no escuchemos respuesta del otro lado, o cuando es peor, escuchemos que no nos conoce.
   Por eso, sigamos caminando en esta vida, en la vida tan linda de la fe, de la Iglesia, de nuestras comunidades, de tu grupo de oración, de ese lugar donde encontrás a Jesús. Sigamos caminando con la certeza de que solo importa el amor, que solo amando podremos entrar por la puerta estrecha del amor de Dios. El amor de Dios requiere seriedad, nuestra vida requiere seriedad; y seriedad no es andar enojado por la vida, al contrario, es darnos cuenta que para amar hay que entregarse, que para amar hay que tomarse las cosas en serio y de verdad, hay que ser responsables, que tenemos que pensar cada obra de amor que hacemos, como Jesús lo hizo por nosotros. Él no eligió la puerta ancha, él eligió la puerta estrecha de la salvación y de la obediencia a su Padre.
   Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
Lunes 22 de agosto + XXI Lunes durante el año + Memoria Bienaventurada Virgen María Reina + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 13-22

Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno del infierno que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: "Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale"! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: “Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar”. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

Palabra del Señor.
Comentario a Mateo 23, 13-22:

Buen día, espero que empecemos un lindo lunes, estés en el lugar donde estés, estés como estés, deseo que todos empecemos una linda semana. Es lindo imaginar que somos miles los que dispersos por el mundo, cada día hacemos el esfuerzo por escuchar la palabra de Dios. Es lindo imaginar que ahora, al mismo tiempo que vos y yo, alguien está luchando por amar. Vale la pena seguir luchando y escuchando, porque el escuchar es una linda lucha, necesaria, para poder estar mejor, para seguir creciendo. Cuando dejamos de escuchar la voz de nuestro Buen Dios, perdemos lo más necesario, lo fundamental para respirar un aire distinto en un mundo contaminado por la falta de amor, en un mundo lleno de smog del consumismo que nos adormece la conciencia. La conciencia es la que cada día nos debería despertar de nuestra modorra espiritual de pensar y creer que somos «casi» inmortales, sin darnos cuenta que en cualquier momento, podemos partir. Por eso es interesante empezar esta semana retomando la linda escena del evangelio de ayer en donde una persona se le acercaba a Jesús a preguntarle sobre «si era verdad que son pocos los que se salvan», algo que seguramente habrá escuchado por ahí. ¿Qué imagen de Dios habrá tenido esa persona para pensar así? O ¿Qué le habrián dicho sobre las enseñanzas de Jesús? Esto es importante, porque una cosa es el mensaje de Jesús y otra muy distinta es lo que algunos entendieron, o lo que nosotros entendemos. Una cosa es nuestra fe y decir que tenemos fe, y otra muy distinta es cómo comprendo yo esa fe recibida y cómo la transmito, algo que no siempre tenemos en cuenta. Esa pregunta estába cargada de un pre-concepto, de un prejuicio, porque no preguntó… ¿Cuántos serán los que se salvan? Sino que dijo: «¿Es verdad que son pocos los que se salvan? Seguiremos con este tema estos días.
Hay algo que queda claro de Algo del Evangelio de hoy. Pocas cosas creo que hacían lamentar y enojar tanto a Jesús como la actitud de los fariseos. Como la dureza de sus corazones. Pocas veces en el evangelio Jesús se enojó tanto como ante estas situaciones. Pocas cosas, seguramente también hoy, hacen doler tanto el corazón de Jesús como el que nosotros repitamos aquellas mismas actitudes y sigamos con el corazón duro, mientras hay tanto por hacer y amar, mientras hay tantos que nos necesitan. ¿Cuáles?, te preguntarás. Todas aquellas que brotan de la hipocresía, de la cerrazón de corazón, del orgullo que nubla y entorpece nuestro modo de obrar y pensar. Duele decirlo, pero… ¡Hay tanto de eso también en nuestra querida Iglesia! No hay que tener miedo a decirlo, no hay que negarlo. Hipocresía hay en todos lados, de eso no hay duda, pero la peor hipocresía es la religiosa, la que surge de hombres y mujeres religiosos, como los fariseos de esa época. Tan relacionada quedó la hipocresía a los fariseos, que en el diccionario aparece la palabra «fariseísmo», casi como sinónimo de hipocresía. El fariseísmo es la actitud hipócrita que podemos tener todos. Me animo a parafrasear las palabras de Jesús intentando comprenderlas en nuestra situación actual, a nuestra Iglesia. Son los famosos «ayes» de Jesús.
¡Ay, de nosotros los cristianos, que por haber recibido el don y el tesoro más grande que se podría desear, nos paseamos por el mundo pensando y sintiendo que no tenemos que cambiar nada y que malos son los de «afuera»!
¡Ay, de nosotros los cristianos de hoy, que sin darnos cuenta cerramos la puerta de la Iglesia con nuestras actitudes, con nuestros gestos, con nuestra cerrazón a tantos necesitados que andan queriendo entrar atraídos por el Padre!
¡Ay, de nosotros los cristianos, que profesamos nuestra fe, personal y públicamente dando cátedra de amor y después nos paseamos por el mundo sin amar o amando mal, desde un pedestal!
¡Ay de nosotros los cristianos que nos golpeamos el pecho dentro de las Iglesias y después somos capaces de vivir vidas paralelas y de no atender a los que más nos necesitan!
Jesús nos libre de la hipocresía y de la incapacidad para verla en nosotros mismos.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Pidamos ver, ver en serio, ver en lo profundo dándonos cuenta que todos seguramente a veces pecamos de fariseos. Señor, libranos de la ceguera y abrinos los ojos para conocerte y conocernos profundamente, con humildad y verdad.
Que tengamos un buen día y que la bendición de Dios que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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P. Rodrigo Aguilar
Martes 23 de agosto + XXI Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 23-26

Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: ¡la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

Palabra del Señor.