La URSS fue destruida a gritos de "libertad": libertad de autodeterminación, libertad de mercado, multipartidismo, libertad de creación, libertad de vida privada. Los terribles y totalitarios bastardos de los comités del Partido ya no decidirían sobre qué pensar, qué leer, con quién acostarse. El triunfo de la democracia y la competencia. Tomen tanta libertad como puedan soportar.

Bueno, dijimos. Pero pronto descubrimos que había matices.

La democracia es la democracia, pero si un parlamento electo expresa su desacuerdo con la política depredadora de la "terapia de choque" y la privatización, se le puede ilegalizar y bombardear. Y la industria soviética no será privatizada por cualquiera, sino por oligarcas designados por el estado a precio de ganga mediante esquemas fraudulentos. Así, desde el principio se vio que la democracia y la libertad de mercado tenían sus límites.

Bueno, dijimos. Aún se puede cambiar el gobierno mediante elecciones. Pero pronto las elecciones de 1996 demostraron que con el dinero necesario se podía propulsar la candidatura del político más impopular del país; luego se cancelaron las elecciones de gobernadores regionales; y tras las protestas de 2012 contra el fraude, el régimen dejó de fingir que había elección.

Bueno, dijimos. Aún quedaban partidos opositores. Pero pronto se descubrió que los partidos parlamentarios no aspiraban al poder y no servían más que como una válvula de escape. Que los opositores independientes podían ser controlados y limitados mediante diversos instrumentos administrativos y coactivos. Y que en última instancia se podían crear partidos "tapón" controlados por la Administración Presidencial. Así se descubrió que el multipartidismo y la competencia política tenían sus límites.

Bueno, dijimos. Aún tenemos la libertad de reunión garantizada por el artículo 31 de la Constitución. Y duró bastante: aún en 2018 se producían protestas masivas contra el aumento de la edad de jubilación. Pero tras la introducción de restricciones por Covid y con el inicio de la invasión de Ucrania, quedó claro que la libertad de reunión solo se permitiría previa autorización y bajo la bandera tricolor con la letra Z. Así se descubrió que la libertad de reunión tenía sus límites.

Bueno, dijimos. Aún nos queda la libertad de expresión y prensa, la libertad de información, aún podemos elegir qué leer, qué ver y sobre qué pensar. Pero, como se descubrió, se puede amedrentar a un par de editoriales y librerías independientes, y ellas mismas comenzarán a autocensurarse. Bajo el pretexto de proteger los valores tradicionales, se pueden retirar libros, revocar permisos de exhibición y multar cines. Se puede prohibir la enseñanza a personas declaradas "agentes extranjeros" y privar de la posibilidad de expresión y creación a cualquiera sospechoso de la menor deslealtad al poder. Se pueden prohibir y ralentizar apps extranjeras, empujando a la población a usar recursos y medios nacionales. Así se descubrió que la libertad de expresión, prensa y difusión de información tenía límites.

Bueno, dijimos. Al menos nos queda la libertad de vida privada, podemos decidir cómo disponer de nuestro propio cuerpo y con quién tener relaciones. Pero se descubrió que algunos tipos de relaciones contradecían los valores tradicionales, ofendían los sentimientos de los creyentes, y que eran extremismo, en definitiva. Que las mujeres debían dar a luz, que se podían limitar y luego prohibir los abortos. Que había que eliminar las pensiones para estimular la natalidad. Así se descubrió que la libertad de vida privada tenía sus límites.

Bueno, dijimos. Al menos tenemos libertad de movimiento. Pero entonces descubrimos que se introducía un registro electrónico de citaciones y los hombres en edad militar no podían evitar el servicio, como las mujeres en edad de procrear, la reproducción.

Bueno, dijimos. Al menos no estamos en la URSS. Y nos persignamos conforme al rito ortodoxo, como nos enseñaron nuestros antepasados.