🚨🚧 HOMBRE QUE ASESINÓ A SU HIJO EN COLOMBIA NO SINTIÓ REMORDIMIENTO TRAS ASESINARLO 🚧🚨
Gabriel Enrique González confesó que asfixió a su hijo con la almohada de la habitación y "tuve que usar todo el peso de mi cuerpo, porque el niño intentó defenderse".
El homicidio ocurrió en un hotel de Melgar, Tolima, Colombia en un aberrante acto de venganza en contra de su exesposa, madre del pequeño Gabriel Esteban, quien se negaba a regresar con él.
El asesino dejó en claro que el crimen lo tenía fríamente calculado. Le indicó a la policía que recogió al niño en la casa de su exesposa, en el sur de Bogotá y salió con destino a Melgar hacia el hotel que escogió como sede de su brutal venganza. La descripción es estremecedora. Los detalles aterran no solo por lo macabro del mismo crimen, ya inexplicable, sino por la tranquilidad de su perturbador testimonio.
González les dijo a los funcionarios, encargados de vigilarlo luego de su captura, que "llevaba semanas planeando la venganza". Tenía claro que sería un fin de semana, el espacio de tiempo que irónicamente las autoridades le dieron para visitar al niño. Grabó un video con su celular, lo descargó en un computador y lo guardó en una USB.
“Antes de llevarme el niño, me metí al baño de la casa de Consuelo y dejé la USB con el video, escondida para que no lo encontrara tan fácil. En ese video le decía que iba a matar al niño y luego me suicidaría”, señaló el asesino a sus custodios, confesó el asesino.
Contó que después de asesinar a su hijo pasó tres horas junto al cuerpo, dando vueltas en una habitación de dos metros cuadrados, en el segundo piso del hotel.
“Cuando lo asfixié fui al baño, pero no encontré con qué ahorcarme, así que tomó 40 pastillas que llevaba en un frasco y que supuestamente eran fulminantes, pero no pasó nada”, dijo el asesino, tratando de ganar un poco de indulgencia de los investigadores.
Tras revelar el macabro secreto, de cómo en su venganza incluyó a su propio hijo, el asesino se esforzó por contarles a los investigadores cómo por su mente o su conciencia no pasaba nada, no sentía nada, era un ente sin remordimientos, tristeza o dolor. En su cuerpo había más satisfacción, dijeron los agentes.
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Gabriel Enrique González confesó que asfixió a su hijo con la almohada de la habitación y "tuve que usar todo el peso de mi cuerpo, porque el niño intentó defenderse".
El homicidio ocurrió en un hotel de Melgar, Tolima, Colombia en un aberrante acto de venganza en contra de su exesposa, madre del pequeño Gabriel Esteban, quien se negaba a regresar con él.
El asesino dejó en claro que el crimen lo tenía fríamente calculado. Le indicó a la policía que recogió al niño en la casa de su exesposa, en el sur de Bogotá y salió con destino a Melgar hacia el hotel que escogió como sede de su brutal venganza. La descripción es estremecedora. Los detalles aterran no solo por lo macabro del mismo crimen, ya inexplicable, sino por la tranquilidad de su perturbador testimonio.
González les dijo a los funcionarios, encargados de vigilarlo luego de su captura, que "llevaba semanas planeando la venganza". Tenía claro que sería un fin de semana, el espacio de tiempo que irónicamente las autoridades le dieron para visitar al niño. Grabó un video con su celular, lo descargó en un computador y lo guardó en una USB.
“Antes de llevarme el niño, me metí al baño de la casa de Consuelo y dejé la USB con el video, escondida para que no lo encontrara tan fácil. En ese video le decía que iba a matar al niño y luego me suicidaría”, señaló el asesino a sus custodios, confesó el asesino.
Contó que después de asesinar a su hijo pasó tres horas junto al cuerpo, dando vueltas en una habitación de dos metros cuadrados, en el segundo piso del hotel.
“Cuando lo asfixié fui al baño, pero no encontré con qué ahorcarme, así que tomó 40 pastillas que llevaba en un frasco y que supuestamente eran fulminantes, pero no pasó nada”, dijo el asesino, tratando de ganar un poco de indulgencia de los investigadores.
Tras revelar el macabro secreto, de cómo en su venganza incluyó a su propio hijo, el asesino se esforzó por contarles a los investigadores cómo por su mente o su conciencia no pasaba nada, no sentía nada, era un ente sin remordimientos, tristeza o dolor. En su cuerpo había más satisfacción, dijeron los agentes.
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