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“… Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.”
(Juan 14:6-7).
A veces creemos que con saber que Jesús es el hijo de Dios, que murió en una cruz y resucitó al tercer día para el perdón de pecados, es suficiente para conocerlo. Pues no, no es suficiente…Jesús es mucho más que eso, mucho más; no imaginamos cuánto más podemos conocerle. Conocer verdaderamente a Jesús y la plenitud que tenemos en ÉL, es la experiencia más maravillosa y completa que podemos experimentar. Tanto así que una vez que Lo conocemos, nuestras vidas nunca más serán las mismas, en el mejor de los sentidos. Pero, ¿cómo conocer a Jesús?..
Cuando depositamos nuestra fe en Cristo, creemos en Su sacrificio y tenemos un sincero arrepentimiento de nuestros malos caminos, entonces estamos dispuestos a conocerle.
Como cristianos, nos urge el conocer a Jesús, pero no un “conocer” por información. Es fácil conocerlo intelectualmente porque la sociedad y la religión se encargan de ello, sino “conocerle” a través de tener intimidad con Él, amándole, estando cerca de Él e imitándole en Su santidad.
Conocer a Jesús no es algo mental, sino experimental; debemos experimentar Su presencia en nuestras vidas. Dios quiere que Le conozcamos a profundidad, en intimidad, y esto sólo es posible a través de un encuentro y de una relación personal con Jesús. Aparte de tener un encuentro con Él, necesitamos permitirle caminar a nuestro lado todos los días y pasar a un nuevo nivel de relación que implica tener tiempo de intimidad y comunión con Él. Pablo comprendió esta necesidad y dijo que lo tenía todo por basura a fin de conocerle (Filipenses 3:10).
Conocer a Jesús significa también conocerle como lo harías con un amigo. En una amistad pasas tiempo con la otra persona y tienes conversaciones vulnerables, te preocupas por él y por crear confianza y comunicación. También necesitamos pasar tiempo entendiendo quién es Jesús, saber que es el Hijo de Dios y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero, porque una vez que conocemos al Hijo, nos es revelado el Padre.
A veces encontramos personas en la iglesia que pasan años siendo cristianos, pero sus vidas siguen siendo las mismas, no hay cambios. ¿Qué pasa en estos casos?.. Pues que necesitan tener un encuentro genuino con Jesús, porque cuando esto sucede nunca más volvemos a ser los mismos. A partir de ese momento, nuestra vida comienza un proceso de transformación que ya no parará hasta nuestro último día en este mundo.
Conocer a Jesús también implica creer y confesar qué Él es nuestro Salvador que derrotó a la muerte (Romanos 10:9). Cuando creemos en el mensaje de Cristo, somos aceptados por el Padre (Juan 1:12), y ya no nos perdemos en este mundo, sino que tenemos vida eterna (Juan 3:16).
Conocer a Jesús tampoco se basa en nuestras obras, sino en nuestra fe y por la gracia que compró para nosotros con Su vida (Efesios 2:8-9). Cuando estamos conscientes del regalo de Cristo de perdón y de vida eterna que nos fue dado, podemos depositar nuestra fe en Él, conocerle y pasar tiempo en Su presencia.
Te digo algo… en lo personal, conocer a Jesús y permitirle que tome el control de mi vida, ha sido la mejor decisión que he tomado. Conocerlo a Él cambió mi vida, me transformó para bien; y si lo hizo conmigo, también lo puede hacer contigo. Sólo acéptalo como tu Salvador, como el Hijo de Dios que vino a la tierra para vivir la vida perfecta que tú y yo no somos capaces de vivir, como el que “siendo en forma de Dios, no tuvo en cuenta ser igual al Padre, ni se aferró a ello, sino que se despojó de Sí mismo y tomó forma de siervo; como el que se hizo semejante a los hombres y estando en condición humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, resucitando al tercer día, ofreciéndonos perdón, redención, salvación y vida eterna. Como al que Dios exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre, ante el Cuál toda rodilla se doblará, confesando que Él es el Señor.
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.”
(Juan 14:6-7).
A veces creemos que con saber que Jesús es el hijo de Dios, que murió en una cruz y resucitó al tercer día para el perdón de pecados, es suficiente para conocerlo. Pues no, no es suficiente…Jesús es mucho más que eso, mucho más; no imaginamos cuánto más podemos conocerle. Conocer verdaderamente a Jesús y la plenitud que tenemos en ÉL, es la experiencia más maravillosa y completa que podemos experimentar. Tanto así que una vez que Lo conocemos, nuestras vidas nunca más serán las mismas, en el mejor de los sentidos. Pero, ¿cómo conocer a Jesús?..
Cuando depositamos nuestra fe en Cristo, creemos en Su sacrificio y tenemos un sincero arrepentimiento de nuestros malos caminos, entonces estamos dispuestos a conocerle.
Como cristianos, nos urge el conocer a Jesús, pero no un “conocer” por información. Es fácil conocerlo intelectualmente porque la sociedad y la religión se encargan de ello, sino “conocerle” a través de tener intimidad con Él, amándole, estando cerca de Él e imitándole en Su santidad.
Conocer a Jesús no es algo mental, sino experimental; debemos experimentar Su presencia en nuestras vidas. Dios quiere que Le conozcamos a profundidad, en intimidad, y esto sólo es posible a través de un encuentro y de una relación personal con Jesús. Aparte de tener un encuentro con Él, necesitamos permitirle caminar a nuestro lado todos los días y pasar a un nuevo nivel de relación que implica tener tiempo de intimidad y comunión con Él. Pablo comprendió esta necesidad y dijo que lo tenía todo por basura a fin de conocerle (Filipenses 3:10).
Conocer a Jesús significa también conocerle como lo harías con un amigo. En una amistad pasas tiempo con la otra persona y tienes conversaciones vulnerables, te preocupas por él y por crear confianza y comunicación. También necesitamos pasar tiempo entendiendo quién es Jesús, saber que es el Hijo de Dios y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero, porque una vez que conocemos al Hijo, nos es revelado el Padre.
A veces encontramos personas en la iglesia que pasan años siendo cristianos, pero sus vidas siguen siendo las mismas, no hay cambios. ¿Qué pasa en estos casos?.. Pues que necesitan tener un encuentro genuino con Jesús, porque cuando esto sucede nunca más volvemos a ser los mismos. A partir de ese momento, nuestra vida comienza un proceso de transformación que ya no parará hasta nuestro último día en este mundo.
Conocer a Jesús también implica creer y confesar qué Él es nuestro Salvador que derrotó a la muerte (Romanos 10:9). Cuando creemos en el mensaje de Cristo, somos aceptados por el Padre (Juan 1:12), y ya no nos perdemos en este mundo, sino que tenemos vida eterna (Juan 3:16).
Conocer a Jesús tampoco se basa en nuestras obras, sino en nuestra fe y por la gracia que compró para nosotros con Su vida (Efesios 2:8-9). Cuando estamos conscientes del regalo de Cristo de perdón y de vida eterna que nos fue dado, podemos depositar nuestra fe en Él, conocerle y pasar tiempo en Su presencia.
Te digo algo… en lo personal, conocer a Jesús y permitirle que tome el control de mi vida, ha sido la mejor decisión que he tomado. Conocerlo a Él cambió mi vida, me transformó para bien; y si lo hizo conmigo, también lo puede hacer contigo. Sólo acéptalo como tu Salvador, como el Hijo de Dios que vino a la tierra para vivir la vida perfecta que tú y yo no somos capaces de vivir, como el que “siendo en forma de Dios, no tuvo en cuenta ser igual al Padre, ni se aferró a ello, sino que se despojó de Sí mismo y tomó forma de siervo; como el que se hizo semejante a los hombres y estando en condición humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, resucitando al tercer día, ofreciéndonos perdón, redención, salvación y vida eterna. Como al que Dios exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre, ante el Cuál toda rodilla se doblará, confesando que Él es el Señor.
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