La fiesta de la Anunciación a María es también, e indisolublemente, la fiesta de la Encarnación del Verbo de Dios. Es éste el acontecimiento que hace girar los siglos. El comienzo de nuestra salvación. Dios ha entrado en la historia humana.
Buenas noches comunidad recuerden que para este jueves tendremos la jornada de confesiones.
Cristo ha venido para que se cumpla lo que es verdadero, bueno y bello. Y, como Moisés en el Antiguo Testamento, nos lo pone delante. La elección es nuestra. Quizá sea mejor no ser desmemoriados.
Quien está con Cristo escucha, por difícil que sea lo que oye y por muy exigente que haga la vida. Pero el sordo está contra él. Y el que está contra él desparrama. ¡Qué pena de vida perdida en inutilidades! No endurezcáis el corazón. Quitad la cera de los oídos. Permitid que penetre la llamada de Dios a vivir de otra manera. Dejad que Dios abra nuestros labios a proclamar sin miedo su mensaje.
Acción del amor es buscar el bien de la otra persona, sin confundir bien con permisividad, capricho o injusticia. El bien de la persona es vivir en verdad y justicia, es decir, acercarse también al Reino. Acción del amor es una hospitalidad real que acoge, sostiene, consuela, da alimento. Acción del amor es proclamar la verdad, y no permitir, en lo que sea posible, que otros vivan en la mentira y la oscuridad.
recaudador de impuestos había pecado, ciertamente. El fariseo había cumplido todas las leyes, pero su corazón estaba en sí mismo y no en Dios. La diferencia era, nada más y nada menos, que la verdad del corazón. El bien no puede residir en uno mismo, sino en la gracia y el favor de Dios. El publicano lo reconoce: soy pecador. El fariseo afirma ser bueno. Pero bueno solo es Dios. El fariseo no puede regresar a casa curado, con la promesa de Oseas cumplida, porque su piedad es como neblina mañanera. El publicano regresa a casa justificado con la luz de la verdad, la petición de gracia desde lo más profundo del corazón; su herida será vendada.
Que el Señor nos regale a todos esta fe hecha de confianza y cemento del duro, mantenida en el amor solidario y en la esperanza. Así llegaremos mejor preparados a celebrar la Pasión, la muerte de Jesús, afianzados en la esperanza en lo imposible: la resurrección.
En Jesús l vemos a Dios actuando en medio de nosotros. Cuando se acerca al hombre enfermo no le pone condiciones. Simplemente se acerca a un hombre que sufre y le atiende, le acompaña en su dolor, le cura. No le dice que luego se tiene que convertir o seguirle o ir a confesarse. Nada. Solo le cura. Y le empuja a entrar de nuevo en el torrente de la vida: “toma tu camilla y echa a andar”.
Jesús nos enseña a ver a Dios, a nuestro Abbá, de otra manera. Y desde ahí todo el Evangelio se entiende de una forma nueva. Porque Dios es mi “papá” y a partir de ahí todo se ve de otra manera.
Ya va avanzada la Cuaresma y es tiempo de acoger en nuestros corazones el mensaje de Jesús. Seguro que hay personas que nos han ayudado a encontrarnos con Jesús y el mensaje del Reino pero no tenemos que quedarnos en ellas sino llegar a Jesús y hacer de su palabra y de su vida la referencia central de nuestra vida. No como aquellos judíos del evangelio que se habían quedado fijados en sus normas y no eran capaces de ir más allá.