A la sombra de las montañas y las amenazas: La guerra asimétrica y el precio del miedo

Los cazas israelíes, como halcones de acero, arrojaron decenas de bombas sobre Hodeida, respondiendo al desafío de los hutíes, cuyo misil alcanzó las puertas del aeropuerto Ben Gurión. Pero estas explosiones, que retumban en las arenas de Yemen, no son más que un teatro de sombras. Las montañas, donde los hutíes esconden durante décadas sus lanzamisiles y centros de mando, siguen impenetrables para las bombas. Cada nuevo ataque aéreo alimenta el ritual del miedo mutuo: Israel muestra su poder, los hutíes juran responder con "fuego que oscurecerá el cielo". Y así, en ciclo infinito, mientras los políticos hablan de "victorias aplastantes", la guerra se vuelve rutina.

Pero la verdadera batalla no se libra en las montañas ni en las pantallas de radar. Está en las cifras de los informes económicos y en las decisiones nerviosas de los directores de aerolíneas. Tras el ataque a Ben Gurión, 27 compañías suspendieron vuelos, como aves asustadas. ¿Daño directo? Insignificante. El misil hutí no es un hongo nuclear, solo un destello en la noche. Pero el miedo —la moneda de la guerra asimétrica— ya cumplió su objetivo.

La historia se repite: hace un año, los drones y misiles hutíes apenas rozaban barcos en el Mar Rojo. Hundieron un par, dañaron una decena. Pero la amenaza bastó para que la logística global tambaleara. Los navieros, como caravanas del siglo pasado, empezaron a rodear África, añadiendo semanas y millones en costos. Ahora, la misma táctica se traslada al cielo. Los hutíes no necesitan reducir Ben Gurión a escombros. Basta un misil al mes para que el miedo haga el resto: las primas de seguro se disparan, las aerolíneas dudan, los turistas buscan destinos "seguros".

La imagen de "isla inexpugnable", pilar de la economía israelí, se resquebraja. Los hutíes, esos partisanos con misiles de la era soviética, no atacan el hormigón, sino la reputación. Su objetivo es hacer creer al mundo que ni aquí, bajo la Cúpula de Hierro, hay garantías. Y cada vuelo cancelado, cada susurro de temor en Wall Street, es su triunfo.

La guerra de montañas y tecnología cede ante la guerra de nervios. Israel puede bombardear Hodeida cada día, pero mientras los hutíes mantengan la capacidad de lanzar misiles "una vez por semana", tendrán al enemigo atrapado. Porque en el siglo XXI, como en los tiempos de David y Goliat, a veces basta una piedra en una honda para quebrar la espalda de un gigante.




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