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mateo 13, 47-53 evangelio agosto 01 2024
ORACIÓN PARA HOY, 31 DE JULIO DE 2024
Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?». ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro! Salmo 4:6
Señor nuestro Dios, con todo nuestro corazón venimos ante tu rostro. Nuestros corazones siempre estarán ante tu presencia, pidiendo, anhelando y creyendo que tú guiarás correctamente nuestros asuntos. Protégenos, porque eres nuestro Dios y Padre. Protege a todos los que están en peligro y a quienes deben exponerse a los peligros. Dale a conocer tu gran amor y tu presencia viviente a los corazones de los moribundos. Acerca nuestros corazones en unidad, para que tengamos comunión en ti, y que nuestra fe y esperanza se establezcan solamente en ti. Protégenos durante la noche y ayúdanos a tener paz en cuanto a todas nuestras preocupaciones, porque están en tus manos, como lo está cada preocupación de cada persona. Nosotros mismos estamos en tus manos, Señor Dios, Padre nuestro, y ahí queremos permanecer. Tus manos pueden sanar y restaurar todo. ¡Alabado sea tu nombre! Amén.
Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?». ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro! Salmo 4:6
Señor nuestro Dios, con todo nuestro corazón venimos ante tu rostro. Nuestros corazones siempre estarán ante tu presencia, pidiendo, anhelando y creyendo que tú guiarás correctamente nuestros asuntos. Protégenos, porque eres nuestro Dios y Padre. Protege a todos los que están en peligro y a quienes deben exponerse a los peligros. Dale a conocer tu gran amor y tu presencia viviente a los corazones de los moribundos. Acerca nuestros corazones en unidad, para que tengamos comunión en ti, y que nuestra fe y esperanza se establezcan solamente en ti. Protégenos durante la noche y ayúdanos a tener paz en cuanto a todas nuestras preocupaciones, porque están en tus manos, como lo está cada preocupación de cada persona. Nosotros mismos estamos en tus manos, Señor Dios, Padre nuestro, y ahí queremos permanecer. Tus manos pueden sanar y restaurar todo. ¡Alabado sea tu nombre! Amén.
LA CRUZ HABLA DE AMOR, DE COMO EL DIO TODO POR UN PECADOR.
Jesús fue crucificado entre dos ladrones, las personas que pasaban lo veían y se burlaban de él. Fue una muerte horrenda, llena de sufrimiento y profundo dolor tanto físico como emocional. Ahí estaban representadas todas nuestras transgresiones, todas nuestras faltas, pecados e impiedades.
Por eso cuando hablamos de una vida nueva, del poder de su sangre derramada, hablamos de justicia. Una justicia que no ganamos por nosotros mismos, una justicia que Jesús ganó para nosotros. Delante de Dios, toda aquella persona que ha aceptado el sacrificio de Jesús a su favor, ha sido perdonada, ha hecho las paces para con Dios a través de Jesús. Así que de parte de Dios no hay ira o juicio de parte de Dios hacia nosotros, eso fue llevado en la cruz sobre Jesús, eso lo padeció Jesús por nosotros. De parte de Dios para nosotros solo hay amor, perdón y reconciliación. Jesús lo ganó para ti y para mí.
Señor Jesús, gracias por pagar por mis culpas y pecados. Gracias por conseguir para mí el perdón en la cruz. Gracias por una nueva oportunidad. Gracias porque has borrado mi pasado y por tu gracia estás escribiendo una nueva historia en mi vida. Dame la oportunidad de compartir con otros de las buenas cosas que ha hecho Dios conmigo. En Cristo Jesús. Amén.
Jesús fue crucificado entre dos ladrones, las personas que pasaban lo veían y se burlaban de él. Fue una muerte horrenda, llena de sufrimiento y profundo dolor tanto físico como emocional. Ahí estaban representadas todas nuestras transgresiones, todas nuestras faltas, pecados e impiedades.
Por eso cuando hablamos de una vida nueva, del poder de su sangre derramada, hablamos de justicia. Una justicia que no ganamos por nosotros mismos, una justicia que Jesús ganó para nosotros. Delante de Dios, toda aquella persona que ha aceptado el sacrificio de Jesús a su favor, ha sido perdonada, ha hecho las paces para con Dios a través de Jesús. Así que de parte de Dios no hay ira o juicio de parte de Dios hacia nosotros, eso fue llevado en la cruz sobre Jesús, eso lo padeció Jesús por nosotros. De parte de Dios para nosotros solo hay amor, perdón y reconciliación. Jesús lo ganó para ti y para mí.
Señor Jesús, gracias por pagar por mis culpas y pecados. Gracias por conseguir para mí el perdón en la cruz. Gracias por una nueva oportunidad. Gracias porque has borrado mi pasado y por tu gracia estás escribiendo una nueva historia en mi vida. Dame la oportunidad de compartir con otros de las buenas cosas que ha hecho Dios conmigo. En Cristo Jesús. Amén.
“¡De cuántos peligros, Reina mía, no me habéis librado? ¿Quién podrá enumerar las luces y misericordias que de Dios me habéis alcanzado? ¿Qué beneficios, qué honores habéis recibido de mí, para empeñaros en hacer tanto bien?
“Sólo vuestra bondad os ha movido a ello. Aunque yo diera por Vos toda mi sangre y mi vida, sería nada en comparación de lo que os debo, puesto que Vos me habéis librado de la muerte eterna y me habéis recobrado, como lo espero, la divina gracia. En una palabra, todo lo que tengo, por vuestras manos me ha venido".
“Señora mía, amabilísima, siendo tan miserable como soy, no puedo, en cambio hacer otra cosa más que alabaros siempre y amaros. No os desdeñéis de aceptar el amor de un pecador enamorado de vuestra bondad".
“Si mi corazón es indigno de amaros, por estar manchado y lleno de afectos terrenos, procurad, Señora, trocarlo, ya que lo podéis hacer. Unidme y estrechadme de tal manera con Dios, que no pueda jamás separarme de su santo amor".
“Esto es lo que pedís de mí, que yo ame a Dios; pues bien, esto mismo es lo que os pido. Obtenedme la gracia de amarle y de amarle para siempre. Este es el único deseo de mi corazón. Amén”.
San Alfonso María de Ligorio.
“Sólo vuestra bondad os ha movido a ello. Aunque yo diera por Vos toda mi sangre y mi vida, sería nada en comparación de lo que os debo, puesto que Vos me habéis librado de la muerte eterna y me habéis recobrado, como lo espero, la divina gracia. En una palabra, todo lo que tengo, por vuestras manos me ha venido".
“Señora mía, amabilísima, siendo tan miserable como soy, no puedo, en cambio hacer otra cosa más que alabaros siempre y amaros. No os desdeñéis de aceptar el amor de un pecador enamorado de vuestra bondad".
“Si mi corazón es indigno de amaros, por estar manchado y lleno de afectos terrenos, procurad, Señora, trocarlo, ya que lo podéis hacer. Unidme y estrechadme de tal manera con Dios, que no pueda jamás separarme de su santo amor".
“Esto es lo que pedís de mí, que yo ame a Dios; pues bien, esto mismo es lo que os pido. Obtenedme la gracia de amarle y de amarle para siempre. Este es el único deseo de mi corazón. Amén”.
San Alfonso María de Ligorio.
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1 de agosto
SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO*
Memoria
— Su devoción a la Virgen.
— La mediación de Nuestra Señora.
— Eficacia de esta mediación.
I. El espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha consagrado con la unción, me ha mandado anunciar a los pobres la alegre noticia y a curar al que tiene el corazón herido1.
La larga vida de San Alfonso «estuvo llena de un trabajo incesante: trabajo de misionero, de obispo, de teólogo y de escritor espiritual, de fundador y superior de una congregación religiosa»2. Le tocó vivir un tiempo en que la descristianización iba en continuo aumento. Por eso, el Señor le llevó a entrar en contacto con el pueblo, culturalmente desatendido y espiritualmente necesitado, mediante las misiones populares. Predicó incansablemente, enseñando la doctrina y alentando a todos, con la palabra y con sus escritos, a la oración personal, «que devuelve a las almas la tranquilidad de la confianza y el optimismo de la salvación. Escribió entre otras cosas: “Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la cual se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, y repito y repetiré siempre mientras tenga vida recalcaba el Santo, que toda nuestra salvación está en la oración”. De donde el famoso axioma: “El que reza se salva, el que no reza se condena”»3. La oración ha sido siempre el gran remedio de todos los males, la que nos abre la puerta del Cielo. Ha sido esta una enseñanza continua de las almas que han estado muy cerca de Dios.
San Alfonso procuró que los fieles cristianos centraran su vida en el Sagrario, con una piedad íntima hacia Jesús Sacramentado, dio una particular importancia a la Visita al Santísimo, y para facilitarla escribió un pequeño tratado4. Por la rectitud y hondura de su doctrina, especialmente en materia de Moral, fue declarado Doctor de la Iglesia5.
Este santo, tan preocupado por la formación de las conciencias, comprendió que el camino que lleva a la pérdida de la fe comienza en muchas ocasiones por la tibieza y frialdad en la devoción a la Virgen. Y, por el contrario, la vuelta a Jesús comienza por un gran amor a María. Por eso difundió su devoción por todas partes y preparó para los fieles, y en especial para los sacerdotes, un arsenal de «materiales para predicar y propagar la devoción a esta Madre divina». Siempre ha entendido la Iglesia que «un punto enteramente particular en la economía de la salvación es la devoción a la Virgen, Mediadora de las gracias y Corredentora, y por ello Madre, Abogada y Reina. En realidad afirma el Papa Juan Pablo II, Alfonso fue siempre todo de María, desde el comienzo de su vida hasta su muerte»6.
También cada uno de nosotros debe ser «todo de María», teniéndola presente en nuestros quehaceres ordinarios, por pequeños que sean. Y no olvidaremos jamás, y sobre todo si alguna vez hemos tenido la desgracia de alejarnos, que «a Jesús siempre se va y se “vuelve” por María»7. Ella nos conduce rápida y eficazmente a su Hijo.
II. San Alfonso murió muy anciano. Y los últimos años de su vida permitió el Señor que fueran de purificación. Entre las pruebas que padeció, una muy dolorosa fue la pérdida de la vista. Y el Santo distraía las horas rezando y haciendo que le leyeran algún libro piadoso. Se cuenta de él que un día, entusiasmado con el libro que le leían, y no recordando al autor de tales maravillas, preguntó quién había escrito tales cosas, tan llenas de piedad y de amor a Nuestra Señora. Por toda respuesta, quien le acompañaba abrió el libro por la portada y leyó: «Las glorias de María, por Alfonso María de Ligorio». El venerable anciano se cubrió el rostro con ambas manos, lamentando una vez más la perdida de la memoria8, pero alegrándose inmensamente de aquel testimonio de amor a la Virgen Santísima. Fue un gran consuelo que el Señor permitió, en medio de tanta oscuridad.
SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO*
Memoria
— Su devoción a la Virgen.
— La mediación de Nuestra Señora.
— Eficacia de esta mediación.
I. El espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha consagrado con la unción, me ha mandado anunciar a los pobres la alegre noticia y a curar al que tiene el corazón herido1.
La larga vida de San Alfonso «estuvo llena de un trabajo incesante: trabajo de misionero, de obispo, de teólogo y de escritor espiritual, de fundador y superior de una congregación religiosa»2. Le tocó vivir un tiempo en que la descristianización iba en continuo aumento. Por eso, el Señor le llevó a entrar en contacto con el pueblo, culturalmente desatendido y espiritualmente necesitado, mediante las misiones populares. Predicó incansablemente, enseñando la doctrina y alentando a todos, con la palabra y con sus escritos, a la oración personal, «que devuelve a las almas la tranquilidad de la confianza y el optimismo de la salvación. Escribió entre otras cosas: “Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la cual se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, y repito y repetiré siempre mientras tenga vida recalcaba el Santo, que toda nuestra salvación está en la oración”. De donde el famoso axioma: “El que reza se salva, el que no reza se condena”»3. La oración ha sido siempre el gran remedio de todos los males, la que nos abre la puerta del Cielo. Ha sido esta una enseñanza continua de las almas que han estado muy cerca de Dios.
San Alfonso procuró que los fieles cristianos centraran su vida en el Sagrario, con una piedad íntima hacia Jesús Sacramentado, dio una particular importancia a la Visita al Santísimo, y para facilitarla escribió un pequeño tratado4. Por la rectitud y hondura de su doctrina, especialmente en materia de Moral, fue declarado Doctor de la Iglesia5.
Este santo, tan preocupado por la formación de las conciencias, comprendió que el camino que lleva a la pérdida de la fe comienza en muchas ocasiones por la tibieza y frialdad en la devoción a la Virgen. Y, por el contrario, la vuelta a Jesús comienza por un gran amor a María. Por eso difundió su devoción por todas partes y preparó para los fieles, y en especial para los sacerdotes, un arsenal de «materiales para predicar y propagar la devoción a esta Madre divina». Siempre ha entendido la Iglesia que «un punto enteramente particular en la economía de la salvación es la devoción a la Virgen, Mediadora de las gracias y Corredentora, y por ello Madre, Abogada y Reina. En realidad afirma el Papa Juan Pablo II, Alfonso fue siempre todo de María, desde el comienzo de su vida hasta su muerte»6.
También cada uno de nosotros debe ser «todo de María», teniéndola presente en nuestros quehaceres ordinarios, por pequeños que sean. Y no olvidaremos jamás, y sobre todo si alguna vez hemos tenido la desgracia de alejarnos, que «a Jesús siempre se va y se “vuelve” por María»7. Ella nos conduce rápida y eficazmente a su Hijo.
II. San Alfonso murió muy anciano. Y los últimos años de su vida permitió el Señor que fueran de purificación. Entre las pruebas que padeció, una muy dolorosa fue la pérdida de la vista. Y el Santo distraía las horas rezando y haciendo que le leyeran algún libro piadoso. Se cuenta de él que un día, entusiasmado con el libro que le leían, y no recordando al autor de tales maravillas, preguntó quién había escrito tales cosas, tan llenas de piedad y de amor a Nuestra Señora. Por toda respuesta, quien le acompañaba abrió el libro por la portada y leyó: «Las glorias de María, por Alfonso María de Ligorio». El venerable anciano se cubrió el rostro con ambas manos, lamentando una vez más la perdida de la memoria8, pero alegrándose inmensamente de aquel testimonio de amor a la Virgen Santísima. Fue un gran consuelo que el Señor permitió, en medio de tanta oscuridad.
Los conocimientos teológicos del Santo y su experiencia personal le llevaron al convencimiento de que la vida espiritual y su restauración en las almas se ha de alcanzar, según el plan divino que Dios mismo ha preestablecido y realizado en la historia de la salvación, a través de la mediación de Nuestra Madre, por quien nos vino la Vida, y camino fácil de retorno al mismo Dios.
Dios quiere afirma el Santo que todos los bienes que de Él nos llegan, nos vengan por medio de la Virgen Santísima9. Y cita la conocida sentencia de San Bernardo: «que es voluntad de Dios que todo lo obtengamos por María»10. Ella es nuestra principal intercesora en el Cielo, la que nos consigue todo cuanto necesitamos. Es más, muchas veces se adelanta a nuestras peticiones, nos protege, sugiere en el fondo del alma esas santas inspiraciones que nos llevan a vivir con más delicadeza la caridad, a confesarnos con la regularidad que habíamos previsto; nos anima y da fuerzas en momentos de desaliento, sale en nuestra defensa en cuanto acudimos a Ella en las tentaciones... Es nuestra gran aliada en el apostolado: en concreto, permite que la torpeza de nuestras palabras encuentren eco en el corazón de nuestros amigos. Este fue con frecuencia el gran descubrimiento de muchos santos: con María se llega «antes, más y mejor» a las metas sobrenaturales que nos habíamos propuesto.
III. La función del mediador consiste en unir o poner en comunicación dos extremos entre los que se encuentra. Jesucristo es el Mediador único y perfecto entre Dios y los hombres11, porque siendo verdadero Dios y Hombre verdadero ha ofrecido un sacrificio de valor infinito su propia muerte- para reconciliar a los hombres con Dios12. Pero esto no impide que los santos y los ángeles, y de modo del todo singular Nuestra Señora, ejerzan esta función de mediadores. «La misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace de su beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo»13. La Virgen, por ser Madre espiritual de los hombres, es llamada especialmente Mediadora, ya que presenta al Señor nuestras oraciones y nuestras obras, y nos hace llegar los dones divinos.
Muchas de nuestras peticiones que no van del todo bien orientadas, Ella las endereza para que obtengan su fruto. Por su condición de Madre de Dios, Nuestra Señora entra a formar parte, de modo peculiar, en la Trinidad de Dios, y por su condición de Madre de los hombres tiene el encargo divino de cuidar de sus hijos que aún estamos como peregrinos que se dirigen a la Casa del Padre14. ¡Cuántas veces la hemos encontrado en el camino! ¡En cuántas ocasiones se hizo encontradiza, ofreciéndonos su ayuda y su consuelo! ¿Dónde estaríamos si Ella no nos hubiera tomado de la mano en circunstancias bien determinadas?
«¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios?», se pregunta San Alfonso. Y responde: «Las oraciones de los santos son oraciones de siervos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, de donde procede su eficacia y carácter de autoridad; y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida». Y para probarlo, recuerda las bodas de Caná, donde Jesús realizó su primer milagro por intercesión de Nuestra Señora: «Faltaba el vino, con el consiguiente apuro de los esposos. Nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo en favor de los consternados esposos. Con todo, el corazón de María, que no puede menos de compadecer a los desgraciados ( ... ), la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera». Y concluye el Santo: «Si la Señora obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido si le rogaran?»15. ¿Cómo no va a atender nuestras súplicas?
Dios quiere afirma el Santo que todos los bienes que de Él nos llegan, nos vengan por medio de la Virgen Santísima9. Y cita la conocida sentencia de San Bernardo: «que es voluntad de Dios que todo lo obtengamos por María»10. Ella es nuestra principal intercesora en el Cielo, la que nos consigue todo cuanto necesitamos. Es más, muchas veces se adelanta a nuestras peticiones, nos protege, sugiere en el fondo del alma esas santas inspiraciones que nos llevan a vivir con más delicadeza la caridad, a confesarnos con la regularidad que habíamos previsto; nos anima y da fuerzas en momentos de desaliento, sale en nuestra defensa en cuanto acudimos a Ella en las tentaciones... Es nuestra gran aliada en el apostolado: en concreto, permite que la torpeza de nuestras palabras encuentren eco en el corazón de nuestros amigos. Este fue con frecuencia el gran descubrimiento de muchos santos: con María se llega «antes, más y mejor» a las metas sobrenaturales que nos habíamos propuesto.
III. La función del mediador consiste en unir o poner en comunicación dos extremos entre los que se encuentra. Jesucristo es el Mediador único y perfecto entre Dios y los hombres11, porque siendo verdadero Dios y Hombre verdadero ha ofrecido un sacrificio de valor infinito su propia muerte- para reconciliar a los hombres con Dios12. Pero esto no impide que los santos y los ángeles, y de modo del todo singular Nuestra Señora, ejerzan esta función de mediadores. «La misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace de su beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo»13. La Virgen, por ser Madre espiritual de los hombres, es llamada especialmente Mediadora, ya que presenta al Señor nuestras oraciones y nuestras obras, y nos hace llegar los dones divinos.
Muchas de nuestras peticiones que no van del todo bien orientadas, Ella las endereza para que obtengan su fruto. Por su condición de Madre de Dios, Nuestra Señora entra a formar parte, de modo peculiar, en la Trinidad de Dios, y por su condición de Madre de los hombres tiene el encargo divino de cuidar de sus hijos que aún estamos como peregrinos que se dirigen a la Casa del Padre14. ¡Cuántas veces la hemos encontrado en el camino! ¡En cuántas ocasiones se hizo encontradiza, ofreciéndonos su ayuda y su consuelo! ¿Dónde estaríamos si Ella no nos hubiera tomado de la mano en circunstancias bien determinadas?
«¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios?», se pregunta San Alfonso. Y responde: «Las oraciones de los santos son oraciones de siervos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, de donde procede su eficacia y carácter de autoridad; y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida». Y para probarlo, recuerda las bodas de Caná, donde Jesús realizó su primer milagro por intercesión de Nuestra Señora: «Faltaba el vino, con el consiguiente apuro de los esposos. Nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo en favor de los consternados esposos. Con todo, el corazón de María, que no puede menos de compadecer a los desgraciados ( ... ), la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera». Y concluye el Santo: «Si la Señora obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido si le rogaran?»15. ¿Cómo no va a atender nuestras súplicas?
Pedimos hoy, en su fiesta, a San Alfonso Mª de Ligorio que nos alcance la gracia de amar a Nuestra Señora tanto como él la amó mientras estuvo aquí en la tierra, y nos aliente a difundir su devoción por todas partes. Aprendamos que con Ella llegamos antes, más y mejor a lo que solos no hubiéramos logrado jamás: metas apostólicas, defectos que debemos desarraigar, intimidad con su Hijo.
1 Antífona de Entrada de la Misa propia del Santo, Lc 4, 18; cfr. Is 61, 1. — 2 Juan Pablo II. Carta Apost. Spiritus Domini, en el II Centenario de la muerte de San Alfonso Mª de Ligorio, 1-VIII-1987. — 3 Ibídem. — 4 San Alfonso Mª de Ligorio. Visitas al Santísimo Sacramento, Rialp, Madrid 1965. — 5 Pío IX, Decr. Urbis et orbis, 23-III-1871. — 6 Juan Pablo II, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 495. — 8 P. Ramos, en el Prólogo a Las glorias de María, Perpetuo Socorro, Madrid 1941. — 9 Cfr. San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, Rialp, Madrid 1977, V, 3-4. — 10 San Bernardo, Sermón sobre el Acueducto. — 11 Cfr. 1 Tim 2, 51. — 12 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 26, a. 2. — 13 Conc. vat. II, Const. Lumen gentium, 60. — 14 Cfr. Ibídem, n. 62; Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 2-IV-1987, n. 40. — 15 San Alfonso Mª de Ligorio, Sermones abreviados, en Obras ascéticas de..., II, BAC, Madrid 1952, 48.
San Alfonso Mª de Ligorio nació en Nápoles el año 1696. Obtuvo el doctorado en Derecho civil y en Derecho canónico, recibió la ordenación sacerdotal y fundó la Congregación del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y publicó diversas obras, especialmente sobre la Virgen, la Eucaristía, la vida cristiana, y de teología moral, materia por la que fue nombrado Doctor de la Iglesia. Su dilatada vida constituye un admirable ejemplo de trabajo, de sencillez, de espíritu de sacrificio y de preocupación por ayudar a los demás a conseguir la salvación eterna. Fue elegido obispo de Sant’Agata de Goli, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagani, cerca de Nápoles, el año 1787.
1 Antífona de Entrada de la Misa propia del Santo, Lc 4, 18; cfr. Is 61, 1. — 2 Juan Pablo II. Carta Apost. Spiritus Domini, en el II Centenario de la muerte de San Alfonso Mª de Ligorio, 1-VIII-1987. — 3 Ibídem. — 4 San Alfonso Mª de Ligorio. Visitas al Santísimo Sacramento, Rialp, Madrid 1965. — 5 Pío IX, Decr. Urbis et orbis, 23-III-1871. — 6 Juan Pablo II, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 495. — 8 P. Ramos, en el Prólogo a Las glorias de María, Perpetuo Socorro, Madrid 1941. — 9 Cfr. San Alfonso Mª de Ligorio, Las glorias de María, Rialp, Madrid 1977, V, 3-4. — 10 San Bernardo, Sermón sobre el Acueducto. — 11 Cfr. 1 Tim 2, 51. — 12 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 26, a. 2. — 13 Conc. vat. II, Const. Lumen gentium, 60. — 14 Cfr. Ibídem, n. 62; Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 2-IV-1987, n. 40. — 15 San Alfonso Mª de Ligorio, Sermones abreviados, en Obras ascéticas de..., II, BAC, Madrid 1952, 48.
San Alfonso Mª de Ligorio nació en Nápoles el año 1696. Obtuvo el doctorado en Derecho civil y en Derecho canónico, recibió la ordenación sacerdotal y fundó la Congregación del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y publicó diversas obras, especialmente sobre la Virgen, la Eucaristía, la vida cristiana, y de teología moral, materia por la que fue nombrado Doctor de la Iglesia. Su dilatada vida constituye un admirable ejemplo de trabajo, de sencillez, de espíritu de sacrificio y de preocupación por ayudar a los demás a conseguir la salvación eterna. Fue elegido obispo de Sant’Agata de Goli, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagani, cerca de Nápoles, el año 1787.
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Santo Evangelio del Día 1 de agosto
SAN PEDRO AD VINCULA
(en cadenas)
Doble mayor
(Ornamentos blancos)
Conm: Santos Mártires Macabeos
No temáis a los que matan el cuerpo,
y esto hecho ya no pueden hacer más.
(Lucas 12, 4)
Lección
En aquellos tiempo el rey Herodes empezó a perseguir a algunos de la Iglesia; y mató a espada a Santiago, hermano de Juan. Viendo que esto agradaba a los judíos, tomó preso también a Pedro. Eran entonces los días de los Ázimos. A éste lo prendió y lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de soldados de a cuatro hombres cada uno, con el propósito de presentarlo al pueblo después de la Pascua. Pedro se hallaba, pues, custodiado en la cárcel, mas la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Cuando Herodes estaba ya a punto de presentarlo, en aquella misma noche Pedro dormía en medio de dos soldados, atado con dos cadenas, y ante las puertas estaban guardias que custodiaban la cárcel. Y he aquí que sobrevino un ángel del Señor y una luz, resplandeció en el aposento, y golpeando el costado de Pedro lo despertó, diciendo: “Levántate presto”. Y se le cayeron las cadenas de las manos. Díjole entonces el ángel: “Cíñete y cálzate tus sandalias”; y lo hizo así. Díjole asimismo: “Ponte la capa y sígueme”. Salió, pues, y le siguió sin saber si era realidad lo que el ángel hacía con él; antes bien le parecía ver una visión. Pasaron la primera guardia y la segunda y llegaron a la puesta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió automáticamente. Y habiendo salido pasaron adelante por una calle, y al instante se apartó de él el ángel. Entonces Pedro vuelto en sí dijo: “Ahora sé verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos”.
Act.XII, 1-11
Evangelio
En aquél tiempo: Propuso Jesús esta cuestión a sus discípulos: “¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o algún otro de los profetas”. Díjoles: “Y según vosotros, ¿quien soy Yo?” Respondiole Simón Pedro y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos”.
Matth. XVI, 13-19
Catena Aurea
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Pregunta Cristo a los discípulos para que sepamos nosotros por las respuestas de los apóstoles las diversas opiniones que había entonces sobre Cristo entre los judíos y para que investiguemos siempre la opinión que sobre nosotros tienen formada los hombres, a fin de que si hablan mal, evitemos las ocasiones de que puedan hablar así y si bien, las aumentemos. También el ejemplo de los apóstoles enseña a los discípulos de los Obispos la obligación que tienen de informar a sus Obispos de las opiniones que sobre ellos se tenga por fuera.
San Jerónimo
La pregunta del Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" es admirable. Porque los que hablan del Hijo del hombre, son hombres y los que comprenden su divinidad no se llaman hombres, sino dioses 1.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Mas no dice: ¿qué dicen los escribas y los fariseos de mí?, sino: ¿qué dicen los hombres de mí? Investiga la opinión del pueblo, porque no estaba inclinada hacia el mal. Y aunque su opinión sobre Cristo era inferior a la realidad, estaba, sin embargo, pura de toda malicia. No así la opinión de los fariseos, que era sumamente maliciosa.
SAN PEDRO AD VINCULA
(en cadenas)
Doble mayor
(Ornamentos blancos)
Conm: Santos Mártires Macabeos
No temáis a los que matan el cuerpo,
y esto hecho ya no pueden hacer más.
(Lucas 12, 4)
Lección
En aquellos tiempo el rey Herodes empezó a perseguir a algunos de la Iglesia; y mató a espada a Santiago, hermano de Juan. Viendo que esto agradaba a los judíos, tomó preso también a Pedro. Eran entonces los días de los Ázimos. A éste lo prendió y lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de soldados de a cuatro hombres cada uno, con el propósito de presentarlo al pueblo después de la Pascua. Pedro se hallaba, pues, custodiado en la cárcel, mas la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Cuando Herodes estaba ya a punto de presentarlo, en aquella misma noche Pedro dormía en medio de dos soldados, atado con dos cadenas, y ante las puertas estaban guardias que custodiaban la cárcel. Y he aquí que sobrevino un ángel del Señor y una luz, resplandeció en el aposento, y golpeando el costado de Pedro lo despertó, diciendo: “Levántate presto”. Y se le cayeron las cadenas de las manos. Díjole entonces el ángel: “Cíñete y cálzate tus sandalias”; y lo hizo así. Díjole asimismo: “Ponte la capa y sígueme”. Salió, pues, y le siguió sin saber si era realidad lo que el ángel hacía con él; antes bien le parecía ver una visión. Pasaron la primera guardia y la segunda y llegaron a la puesta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió automáticamente. Y habiendo salido pasaron adelante por una calle, y al instante se apartó de él el ángel. Entonces Pedro vuelto en sí dijo: “Ahora sé verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos”.
Act.XII, 1-11
Evangelio
En aquél tiempo: Propuso Jesús esta cuestión a sus discípulos: “¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o algún otro de los profetas”. Díjoles: “Y según vosotros, ¿quien soy Yo?” Respondiole Simón Pedro y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos”.
Matth. XVI, 13-19
Catena Aurea
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Pregunta Cristo a los discípulos para que sepamos nosotros por las respuestas de los apóstoles las diversas opiniones que había entonces sobre Cristo entre los judíos y para que investiguemos siempre la opinión que sobre nosotros tienen formada los hombres, a fin de que si hablan mal, evitemos las ocasiones de que puedan hablar así y si bien, las aumentemos. También el ejemplo de los apóstoles enseña a los discípulos de los Obispos la obligación que tienen de informar a sus Obispos de las opiniones que sobre ellos se tenga por fuera.
San Jerónimo
La pregunta del Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" es admirable. Porque los que hablan del Hijo del hombre, son hombres y los que comprenden su divinidad no se llaman hombres, sino dioses 1.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Mas no dice: ¿qué dicen los escribas y los fariseos de mí?, sino: ¿qué dicen los hombres de mí? Investiga la opinión del pueblo, porque no estaba inclinada hacia el mal. Y aunque su opinión sobre Cristo era inferior a la realidad, estaba, sin embargo, pura de toda malicia. No así la opinión de los fariseos, que era sumamente maliciosa.
San Hilario, in Matthaeum, 16
Al decir el Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" dio a entender que debían tenerle por otra cosa distinta de lo que veían en El. El era, efectivamente, Hijo del hombre: ¿qué deseaba, pues, que opinaran sobre El? No queremos opinar sobre lo que El mismo confesó de sí, sino de lo que está oculto en El, que es el objeto de la pregunta y la materia de nuestra fe. Nuestra confesión debe estar basada en la creencia de que Cristo no solamente es Hijo de Dios, sino también Hijo del hombre y en que sin las dos cosas no podemos abrigar esperanza alguna de salvación. Por eso dijo Cristo de una manera significativa: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?"
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
Es decir, sobre esta fe y sobre esta confesión edificaré mi Iglesia. Palabras que dan a entender, que muchos creerán en lo mismo que ha confesado Pedro. El Señor bendice las palabras de Pedro y le hace pastor.
San Agustín, retractationes, 1,21
Dije en cierto lugar hablando del apóstol San Pedro, que en él, como en una piedra, fue edificada la Iglesia. Pero no ignoro que después he expuesto en muchas ocasiones las palabras del Señor: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" en el sentido de que la Iglesia está edificada sobre aquel a quien confesó Pedro diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Pues Pedro, llamado por esta piedra, representa la persona de la Iglesia que está edificada sobre esta piedra. El Señor no le dijo: Tú eres la piedra, sino tú eres Pedro y la piedra era Cristo ( 1Cor 10,4), a quien confesó Simón, así como a éste le confiesa toda la Iglesia y por esta confesión ha sido llamado Pedro. De estas dos opiniones puede elegir el lector la que le parezca más probable.
Cirilo, thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate
Según la promesa de Cristo, la Iglesia apostólica de Pedro permanece pura de toda seducción y a cubierto de todo ataque herético, por encima de todos los gobernadores, obispos y sobre todo los primados de las iglesias, en sus pontífices, en su completísima fe y en la autoridad de Pedro. Y cuando algunas iglesias han sido tildadas por los errores de alguno de sus individuos, sólo ella reina sostenida de un modo inquebrantable, impone silencio y cierra la boca a los herejes. Y nosotros, a no ser que estemos engañados por una falsa presunción de nuestra salvación, o tomados del vino de la soberbia, confesamos y predicamos juntamente con ella la verdad y la santa tradición apostólica en su verdadera forma.
San Jerónimo
Algunos obispos y presbíteros, que no entienden este pasaje, participan en alguna medida del orgullo de los fariseos, llegando al punto de condenar a algunos que son inocentes y de absolver a otros que son culpables, como si el Señor tuviera en cuenta solamente la sentencia de los sacerdotes y no la conducta de los culpables. Leemos en el Levítico (caps. 13 y 14) que a los leprosos estaba mandado presentarse a los sacerdotes para que si efectivamente tenían lepra, los sacerdotes los declararan impuros y esto se mandaba, no porque los sacerdotes causasen la lepra o la inmundicia, sino porque podían distinguir ellos entre el leproso y el que no lo es, entre el que está puro y el que no lo está. Así, pues, como allí el sacerdote declara impuro al leproso, así también aquí en la Iglesia, el Obispo o presbítero ata o desata, no a los que están inocentes o sin culpa, sino a aquellos de quienes por su ministerio ha tenido necesidad de oír variedad de pecados y distinguir cuáles son dignos de ser atados y cuáles de ser desatados.
Al decir el Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" dio a entender que debían tenerle por otra cosa distinta de lo que veían en El. El era, efectivamente, Hijo del hombre: ¿qué deseaba, pues, que opinaran sobre El? No queremos opinar sobre lo que El mismo confesó de sí, sino de lo que está oculto en El, que es el objeto de la pregunta y la materia de nuestra fe. Nuestra confesión debe estar basada en la creencia de que Cristo no solamente es Hijo de Dios, sino también Hijo del hombre y en que sin las dos cosas no podemos abrigar esperanza alguna de salvación. Por eso dijo Cristo de una manera significativa: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?"
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,2
Es decir, sobre esta fe y sobre esta confesión edificaré mi Iglesia. Palabras que dan a entender, que muchos creerán en lo mismo que ha confesado Pedro. El Señor bendice las palabras de Pedro y le hace pastor.
San Agustín, retractationes, 1,21
Dije en cierto lugar hablando del apóstol San Pedro, que en él, como en una piedra, fue edificada la Iglesia. Pero no ignoro que después he expuesto en muchas ocasiones las palabras del Señor: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" en el sentido de que la Iglesia está edificada sobre aquel a quien confesó Pedro diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Pues Pedro, llamado por esta piedra, representa la persona de la Iglesia que está edificada sobre esta piedra. El Señor no le dijo: Tú eres la piedra, sino tú eres Pedro y la piedra era Cristo ( 1Cor 10,4), a quien confesó Simón, así como a éste le confiesa toda la Iglesia y por esta confesión ha sido llamado Pedro. De estas dos opiniones puede elegir el lector la que le parezca más probable.
Cirilo, thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate
Según la promesa de Cristo, la Iglesia apostólica de Pedro permanece pura de toda seducción y a cubierto de todo ataque herético, por encima de todos los gobernadores, obispos y sobre todo los primados de las iglesias, en sus pontífices, en su completísima fe y en la autoridad de Pedro. Y cuando algunas iglesias han sido tildadas por los errores de alguno de sus individuos, sólo ella reina sostenida de un modo inquebrantable, impone silencio y cierra la boca a los herejes. Y nosotros, a no ser que estemos engañados por una falsa presunción de nuestra salvación, o tomados del vino de la soberbia, confesamos y predicamos juntamente con ella la verdad y la santa tradición apostólica en su verdadera forma.
San Jerónimo
Algunos obispos y presbíteros, que no entienden este pasaje, participan en alguna medida del orgullo de los fariseos, llegando al punto de condenar a algunos que son inocentes y de absolver a otros que son culpables, como si el Señor tuviera en cuenta solamente la sentencia de los sacerdotes y no la conducta de los culpables. Leemos en el Levítico (caps. 13 y 14) que a los leprosos estaba mandado presentarse a los sacerdotes para que si efectivamente tenían lepra, los sacerdotes los declararan impuros y esto se mandaba, no porque los sacerdotes causasen la lepra o la inmundicia, sino porque podían distinguir ellos entre el leproso y el que no lo es, entre el que está puro y el que no lo está. Así, pues, como allí el sacerdote declara impuro al leproso, así también aquí en la Iglesia, el Obispo o presbítero ata o desata, no a los que están inocentes o sin culpa, sino a aquellos de quienes por su ministerio ha tenido necesidad de oír variedad de pecados y distinguir cuáles son dignos de ser atados y cuáles de ser desatados.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Sea, pues, irreprensible el que ata o desata a otro, a fin de que sea también digno de atar y desatar en el cielo. Las llaves del Reino de los Cielos sólo se dan como recompensa a aquel que por su virtud puede cerrar las puertas del infierno. Y todo el que comenzare a practicar toda clase de virtudes, se abre a sí mismo la puerta del Reino de los Cielos, esto es, se la abre el Señor con su gracia, de suerte que la misma virtud es a un mismo tiempo puerta y llave de la puerta. Pueda ser que cada virtud sea el Reino de los Cielos.
Sea, pues, irreprensible el que ata o desata a otro, a fin de que sea también digno de atar y desatar en el cielo. Las llaves del Reino de los Cielos sólo se dan como recompensa a aquel que por su virtud puede cerrar las puertas del infierno. Y todo el que comenzare a practicar toda clase de virtudes, se abre a sí mismo la puerta del Reino de los Cielos, esto es, se la abre el Señor con su gracia, de suerte que la misma virtud es a un mismo tiempo puerta y llave de la puerta. Pueda ser que cada virtud sea el Reino de los Cielos.